Aimé Painé

Hay un texto de Reynaldo Mariqueo sobre Aimé Painé que llegó a mis manos recientemente y que me ha parecido fascinante*. No quería dejar pasar la ocasión para recordar a esta valerosa mapuche que puso su granito de arena por difundir las costumbres de un pueblo diezmado y olvidado y que, paradójicamente, tiene una riqueza cultural y espiritual fascinante. Creo que estas son buenas fechas para recordar a esta cantautora que propuso la resistencia frente a la cultura occidental desde la paz y la reivindicación de los derechos humanos.

El despertar de un sueño

Aimé Painé nació en la localidad de Ingeniero Luis A. Huergo (Provincia de Río Negro, Argentina) el 23 de agosto de 1943 y falleció en Asunción del Paraguay el 10 de septiembre de 1987. Se la conoce por haber sido una cantante mapuche-argentina que entregó su vida a la difusión de la música folclórica de su pueblo.

La música estuvo desde siempre en su vida; ya de pequeña soñaba con convertirse en cantante y por eso se entregó al estudio de la música con esmero; llegando a formar parte del Coro Polifónico Nacional. Fue en un evento multicultural de países latinoamericanos desarrollado en Mar del Plata en el que Aimé descubrió su misión. Todos los países participantes habían preparado una canción de uno de sus pueblos originarios; todos menos Argentina. Aimé sintió una gran vergüenza y se decidió a poner su granito de arena por cambiar esa indiferencia generalizada hacia su pueblo natal. Ese fue el despertar de un sueño por el que lucharía hasta el último día.

Aimé Painé nos dejó pronto prontísimo. Tenía tan sólo 44 años cuando sufrió una embolia y que la dejara físicamente sin vida. Se fue antes de que se instituyera la bandera del pueblo mapuche y que los derechos de los pueblos originarios tuvieran su espacio en las leyes constitucionales de los países latinoamericanos. Acá va mi mínimo homenaje a esta increíble mujer.

Mapuches en tierras inhóspitas


Eso dice Mariqueo en aquella nota y confirma desde dentro lo que ya sabemos. Las cosas no fueron sencillas para Aimé y, sin embargo, no dudó un sólo instante en mantenerse firme en una lucha a la que sabía le resultaría difícil conseguir adeptos.

Aunque ser mapuche en un territorio que ignora sus propias raíces no resulta nada sencillo para los que sí las atienden, cuyo arte no recibe la misma repercusión que el del resto de los artistas del país, en cuanto Aimé Painé fue consciente de sus orígenes se puso a trabajar por dar visibilidad a su pueblo.


Este era uno de los lemas de Painé que repetía cada vez que se dejaba ver en público; cantando en mapudungun y vistiendo de forma tradicional. Su sola presencia era un signo de lucha en favor de un pueblo mutilado y expoliado durante siglos.
Cuando se habla de la conquista, a simple vista resulta algo lejano y generalmente nos remitimos a la campaña del desierto. No obstante, en este preciso instante, continúan las masacres, la discriminación negativa, la usurpación de territorios y el menosprecio hacia el pueblo mapuche, una cultura milenaria. Es por eso que en días como hoy, en el que recordamos aquel lejano desembarco, no quería dejar de hacer hincapié en el presente. No podemos cambiar lo que ya ocurrió; no seríamos las personas que somos sin aquella parte de la historia. Pero sí podemos transformar el presente; asumir los errores y darle a los pueblos originarios lo que jamás debimos (o debieron) arrebatarle. Por eso luchó Aimé.

Aimé, la voz de todo el pueblo mapuche

Aimé tenía una voz maravillosa, sin embargo no se le conoce un sólo disco: su decisión de no cantar en otra lengua que no fuera mapudungun la llevó a vivir su arte con cierto anonimato; no obstante, nada parecía opacarla. Ofrecía pequeños conciertos y consiguió unirse a otros músicos para compartir su arte. Además de cantar bellísimamente tocaba el cultrun, las cascahuillas, la pifilca y el torompe (instrumentos típicos de la música mapuche). Pero quizás lo que más llamaba la atención de ella era su resistencia, su empuje y su convencimiento de que podía hacerse algo por cambiar la mentalidad de las nuevas generaciones latinoamericanas respecto a la forma en la que veían a los pueblos originarios.

La voz e Aimé se hizo oír y llegó incluso a participar de una entrevista para la BBC de Londres sobre los problemas que existen para la preservación de la cultura de su pueblo. Es decir, que fue mucho más que una cantautora que cantaba en mapudungun, fue la voz de todo un pueblo, que luchaba por restablecer los derechos arrebatados por siglos. De esa entrevista me quedo con esta frase:


El optimismo la salvó -o la mantuvo a salvo mientras estuvo entre nosotros-. Quizás la indiferencia y los obstáculos lo fueron apagando, y sin optimismo decía Aimé, no podía vivirse. Quizás esa fue la razón de su huida de un mundo cruel e insensible con las necesidades de sus hermanos.

Mientras estuvo viva, Aimé transmitía esa esperanza a sus hermanos mapuches y en sus palabras siempre podía leerse su búsqueda de justicia, paz y esperanza para su pueblo. Posiblemente sea una de las fundamentales luchadoras de esta cultura maravillosa a la que no puedo dejar de pensar en estas fechas.

La nota de Mariqueo concluye con una ternura que no puede traducirse


Fuente: poemas-del-alma.com
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*En memoria de Aime Paine, valiente luchadora mapuche

Por Reynaldo Mariqueo - octubre, 1987

Hacia solo algunos días que Aime Paine había cumplido 44 años, cuando el pasado 10 de septiembre dejo físicamente de existir. Estaba grabando un programa para la televisión en Asunción, capital del Paraguay, cuando sufriera una hemorragia cerebral. Fue operada de urgencia, no obstante los esfuerzos de los médicos por salvarla, las complicaciones post-operatoria le ocasionaron la muerte. Fue velada el martes 15 en Buenos Aires, a la cual concurrieron dirigentes indígenas, amistades cercanas y admiradores de la popular cantante.

Al día siguiente fue trasladada a su tierra natal para darle sepultura de acuerdo al estilo y tradición de su Pueblo. Numerosas fueron las organizaciones tanto indígenas como criollas representadas y numeroso fue también el publico que se congrego para despedir a la destacada luchadora y personalidad Mapuche. Aime, cuyo nombre "oficial" era Olga Elisa (debido a las leyes racistas argentinas que no permiten a los indígenas usar sus propios nombres) había nacido el 23 de agosto de l943 en la ciudad de Ingeniero Huergo, provincia de Río Negro, Argentina.

Su desaparición enluta a toda la nación Mapuche; es cierto, no todos la conocían ni sabían de la obra gigante que realizaba, porque su tarea no siempre contaba con la simpatía de los medios de comunicación argentino ni de la comprensión y apoyo gubernamental necesario. Sin embargo a pesar de los obstáculos conquisto un lugar importante en el ámbito cultural Argentino, que hace que todo aquel que la descubra en el futuro -porque ella es de esas que no mueren- sentirá orgullo de haber tenido una hermana del temple de nuestra Aime y lamentara su temprana partida. Aime cultivo y desarrollo con originalidad la música de su pueblo, resguardando con celo la raíz y peculiaridades propias de nuestra cultura ancestral. Como mujer mapuche reflejaba las mas genuinas cualidades de nuestras heroínas, con singular valentía desafió a la sociedad opresora en su corazón mismo, y allí, en Buenos Aires se instalo para denunciar, reclamar, persuadir y conquistar a una sociedad indiferente, casi siempre hostil a los anhelos de justicia de nuestro Pueblo.

Uso su nombre mapuche 'ilegal' y cantaba en mapu-dugun, su lengua casi extinguida; confección su ropa indígena que la usaba con orgullo donde fuera. Su sola presencia física era un reto y una evidencia demoledora, "Nuestro Pueblo no ha muerto, aun existe y seguirá' existiendo", repetía una y otra vez. Destinada a cubrir un espacio histórico, su partida pareciera irremplazable, solo su conducta ejemplar, dedicada a la noble causa humana por la sobrevivencia, justicia y libertad de un pueblo mutilado y expoliado por siglos, con su territorio ocupado, su cultura despreciada y hasta sus nombres prohibidos y que fueran reducido por la fuerza de las armas a una minoría. Este desolador panorama, no fue suficiente para quebrar su voluntad y fe en la bondad de la conciencia humana, esa determinación y fe será, sin duda, la fuente de inspiración de muchas Aime del mañana, quienes fortalecidas con su ejemplo, continuaran con la tarea temporalmente inconclusa, porque su partida física no fue mas que un pasaje de retorno que la condujo para siempre, en la mente y corazón de sus hermanos y de todos los oprimidos que al igual que el Pueblo Mapuche luchan por los derechos básicos inherente de todo grupo humano, el derecho a vivir en su mapu (tierra), de ser ellos mismos y dueños de su destino.

Aime era cantante, tenía una capacidad vocal como pocos; pero ello no era suficiente para los señores que deciden a quien se le debe grabar y promover. Durante su larga trayectoria artística, no se le conoce un solo disco, quizás es demasiado esperar, de quienes históricamente se han caracterizado por su insensibilidad y desprecio por nuestros valores culturales. Tocaba el cultrun y las cascahuillas, la pifilca y el torompe (instrumentos musicales típicos mapuche) y cantaba con el alma, recorría a lo largo y ancho de su Argentina, que a pesar del trato y la incomprensión, tanto quería y esperaba y allí en el norte, alternaba con sus hermanos Tobas, Kollas, Huichi, Piliga, Guarani, etc., llevando el mensaje fraterno y solidario de sus hermanos del Sur (mapuche). La pureza de su voz, su determinación, superación y coraje fue ganando de a poco pero sostenidamente al publico y cultivando conciencias solidarias con nuestra causa; perseguía a la juventud Argentina, en una ocasión me dijo: "Los jóvenes son los que mas se interesan por nuestra cultura", pero sobre todo buscaba a las abuelas y niños mapuche: "Las abuelas son mis maestras y lo que aprendo se lo transmito a los niños", con escasos recursos que les originaba su voz, se internaba todo los años en la Patagonia y cuando le alcanzaban los recursos iba a visitar al resto de su familia en Chile, porque como ella lo decía: "Nosotros los mapuches somos una gran familia, hoy dividida por fronteras estatales impuestas." A pesar del estado caótico en que se encuentra nuestra sociedad mapuche, tenia confianza en el futuro. En una entrevista con la BBC de Londres, respondiendo sobre los problemas para preservar el idioma mapuche dijo: "Nos es difícil mantener nuestro idioma, por esa falta de respeto, esa falta de comprensión a una cultura indígena y agrego "Cuando nos den el espacio, el respeto que como seres humanos necesitamos, entonces creo, que no va ser tan complicado". . . "Yo espero y sueño que alguna vez en Argentina, al igual que otros pueblos, nosotros Mapuches, también podamos hablar nuestro idioma y sentirnos felices de ser nosotros mismos", tu eres optimista entonces, pregunto el periodista, "Si por eso hago lo que hago, sino me moriría". Donde quiera que fuese en el campo o la ciudad, daba aliento y optimismo al mapuche, sembrando la semilla esperanzadora de un futuro de justicia y libertad, pero al mismo tiempo se nutria de conocimientos y sentimientos de su Pueblo, se iba a los Nguillatun (ceremonias religiosas) y revivía de nuevo.

Como toda artista postergada y agitadora social ignorada que pedía ser escuchada, necesitaba de la publicidad, sin embargo la rechazaba terminantemente cuando se la condicionaba o era para 'llenar vacíos' y ser exhibida como un elemento folclórico atractivo, en programas que eran incompatibles con sus principios. Los medios de comunicación solían llamarle 'La Princesa', quizás porque era hermosa, de modales finos, con una voz que sobresalía entre los grandes del canto y vivía en un barrio residencial de Buenos Aires o quizás porque era selectiva, porque no aceptaba condiciones sobre lo que debía decir y/o porque no se dejaba utilizar. Estas cualidades le eran continuamente cuestionada por los medios de comunicación argentina.

Los estereotipos y moldes creados que alimenta y justifica el racismo de la sociedad huinca, sobre nuestra gente, no podían admitir que una mujer mapuche tuviera esas cualidades (que solo ven en ellos) y que viviera en Buenos Aires en un lugar destinado para blancos o de cualquier otra extracción cultural, excepto indígena.

"A mi nadie me ha dada nada, todo lo que tengo lo he obtenido con sacrificio", me respondio cuando le propuse en Buenos Aires, a mediado de abril del año pasado, que participara al 5to. Periodo de Sesiones del Grupo de Trabajo sobre Poblaciones Indígenas, Sub-comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, que se realizo en Ginebra desde el 3 al 7 de agosto; le era difícil creer, cuando le dije que los costos para Suiza serian subvencionados por una institución Inglesa y en Inglaterra por el Comité Exterior Mapuche. Me fui a Chile, semanas mas tarde, devuelta nuevamente a Buenos Aires, con cierta reserva se decidió venir. Era desconfiada hasta con nosotros y yo la entiendo, ella no fue una excepción en nuestro Pueblo, conoció la amarga experiencia de la vida llena de engaños, obstáculos y decepciones, incluso por quienes muchas veces dicen solidarizar con nuestro Pueblo. En otra ocasión me dijo: "Desde la invasión española, que nos quieren salvar, hoy surgen salvadores par todos lados, mientras nuestro Pueblo sigue de mal en peor".

Creo no equivocarme al deducir que su viaje a Europa lo vivió y disfruto al máximo, finalizada la Conferencia de Ginebra, viajo a Inglaterra para tomar parte en una serie de eventos culturales organizado por el Comité Exterior Mapuche desde el 7 al 19 de agosto, durante su tiempo libre lo acompañe a algunos lugares pintoresco del sur de este país. "¡que maravilla!", exclamaba cuando le llamaba la atención una arquitectura antigua, "Ché esperá", con su típico acento argentino, cuando la dejaba atrás, "Es que a voz no te interesa la arquitectura", para de inmediato comentar, "pobrecito", como te aburrirás caminar por caminos que ya conocés", quería conocer todo, no se desprendía de su cámara fotográfica y de su pequeña libreta de apuntes.

Aime era fuerte como el acero, cuando era necesario, a las preguntas mal intencionadas de los periodistas, tenia siempre la respuesta inteligente y certera. Sin embargo, interiormente era profundamente humana noble de corazón y espíritu. En Bristol, reunida con los dirigentes del Comité Exterior Mapuche, estallo, hablo con pasión y sin tapujos; cuando se refería al estado de postración actual a que ha sido condenado nuestro Pueblo, no pudo mas: "Como es posible que los siglos de heroica resistencia de nuestros antepasados, por el cual dieron su vida cientos de miles de personas, se va echar al olvido", con un nudo en la garganta y con lagrimas en su rostro, "Nuestra identidad de Pueblo se esta perdiendo y no hay suficiente unidad entre nosotros". No era la Aime que conocía, ni la imagen que inspiraba, siempre y en toda circunstancias bien controlada, radiante de optimismo y casi siempre alegre.

"Me voy contenta, he aprendido mucho en Ginebra y con ustedes", su humildad y honestidad contrastaba el estilo generalizado de aquellos dirigentes que dicen saberlo todo. Se fue devuelta a Buenos Aires a reanudar su tarea con un entusiasmo que no la ocultaba. Descubrió en Europa, que no era la única que realizaba una tarea de locos: "No estaba equivocada, al luchar par una causa que pareciera perdida", me repetía en diferentes lugares, el rose con dirigentes de Pueblos y Naciones indígenas del mundo, reunidos en el Palacio de las Naciones Unidas de Ginebra, la impacto profundamente, con atención escuchaba a los delegados que relataban los problemas que enfrentan sus pueblos en su lucha por su sobrevivencia. Quedo impresionada de la joven luchadora por los derechos de los pueblos indígenas de Guatemala, Rigoberta Menchu, después que tuviéramos una larga conversación con ella.

En el Aeropuerto de Heathrow de Londres: "Adiós mi lenguaraz (traductor) que Ngenechen (Dios) te proteja", anduvo unos pasos y se devolvió para nuevamente abrazarme. Solo la terrible noticia de su deceso, que nos quebró a los que la conocíamos, explico mi reacción y mi espontánea respuesta 'Buen viaje y éxito en el Paraguay'.

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(*) Este artículo fue originalmente escrito en octubre de 1987 y publicado en el Boletín Aukiñ en 1988, con el titulo "En memoria de una valiente luchadora" y, bajo el nombre de Imelcan Marhiqueo, nombre entonces utilizado por el autor.
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“El canto era su excusa para difundir la cultura mapuche”
Por Gloria Guerrero
para Pagina 12
Publicado el 6 de junio de 2011

En Aimé Painé, la voz del pueblo mapuche, la periodista y docente Cristina Rafanelli retrata a la cantante que nunca grabó un disco, pero que tiene una calle con su nombre en Puerto Madero y cuya imagen se encuentra en el Salón de las Mujeres de la Casa Rosada.


Cuando Aimé Painé murió, en 1987, tenía sólo 44 años. No llegó a conocer la bandera mapuche ni la Ley de Desarrollo Indígena 19.253, ambas instauradas recién en 1991. Nada supo de la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas de la Asamblea General de las Naciones Unidas (2007) ni tampoco de las huelgas de hambre de los militantes mapuches chilenos a quienes les fue aplicada la ley antiterrorista, ni de cada uno de los dramáticos conflictos que la comunidad enfrenta particularmente desde los años ’90, cuando vio perdidas sus tierras... una vez más. Tampoco imaginó Aimé que alguna vez habría una calle con su nombre –en un Puerto Madero igualmente inimaginable por entonces– ni mucho menos que su rostro iluminaría las paredes del Salón Mujeres Argentinas de la Casa de Gobierno a la par de los de Eva Perón, Juana Azurduy, Mariquita Sánchez de Thompson, Alfonsina Storni o Cecilia Grierson.

Painé, que nació el 23 de agosto de 1943 en Ingeniero Huergo, Río Negro, luchó más de la mitad de su corta vida por recuperar y promover la cultura de su pueblo, con una voz deliciosa que tanto cantó canciones como supo alzarse, desafiante, en foros internacionales y debates domésticos. Sin embargo, su nombre y su obra siguen siendo una rara incógnita para gran parte de los argentinos. Tal vez Aimé Painé, la voz del pueblo mapuche (Biblos, 2011) ayude a acabar con esa ignorancia. Profundo trabajo de investigación de la periodista y docente Cristina Rafanelli –nacida porteña, radicada en Bariloche–, este libro le demandó a su autora casi veinte años de investigación en los que recogió testimonios y rastreó fuentes. Luego de eso, Rafanelli –quien conoció a Painé a fines de 1979– precisó otros diez para conseguir una editorial que quisiera publicar su trabajo. “¡Pero si los mapuches no compran libros...!”, debió escuchar la autora alguna vez. “El valor de Aimé Painé –dice Rafanelli, de visita en Buenos Aires para la presentación– no sólo fue pararse frente a un micrófono y cantar. Ella dijo que su canto era una excusa: una excusa para difundir la cultura de su pueblo.”

–¿Cómo una artista que jamás grabó un disco y que murió joven, con casi nula difusión en la Capital, llegó a tener una repercusión –tardía, pero aun así enorme– que alcanza hasta la Casa de Gobierno?

–Una de las magias de Aimé Painé fue ser “la primera”. Cuando fue invitada a almorzar al programa de Mirtha Legrand, en plena dictadura, su presencia resultó un impacto: apareció vestida a la usanza de las mujeres antiguas de su comunidad, con toda la platería, y empezó a hablar y a contar... ¡y los teléfonos explotaron! Debemos entender el contexto histórico: además de la dictadura argentina, por entonces estaba también la chilena; los mapuches solían ocultar su raíz y no se asumían como tales, por miedo a la discriminación. ¡Y Aimé apareció a la mesa de Mirtha ataviada como una mapuche, exhibiendo lo maravillosa que era su cultura! Hizo camino, a machetazos. No grabó nunca, es cierto, pero cantaba por todo el país, en todo lugar que la recibiera. Cada quien que la vio alguna vez la recuerda; a cada quien que la vio, le pegó, porque era absolutamente carismática, un ser especial. Ella no sólo pasaba la tradición: explicaba su cultura. Sus recitales, a medida de que ella iba investigando a las abuelas, terminaban siendo, casi, clases de antropología: “¿Por qué hacen esto las abuelas?”, proponía. Y entonces contaba alguna anécdota. Primero, traducía: “Este canto se hace a la salida del sol, significa lo siguiente...”, y después, recién entonces, cantaba.

–¿Quiénes son las abuelas?

–Ellas son una de las cosas más admirables del pueblo mapuche. Nosotros vivimos en una sociedad que margina, que mete en geriátricos a sus padres y trata mal a la gente grande, pero para el pueblo mapuche las abuelas son quienes llevan la sabiduría; la mapuche es una cultura oral, y son las abuelas las que la guardan en su memoria. También los abuelos, claro, pero mayormente las mujeres: después de la derrota que significó la Conquista del Desierto, fueron sólo ellas quienes pudieron recordar cómo vivía su pueblo y mantener vivos sus conocimientos. Por eso es tan importante toda la documentación de las abuelas, porque, si no, todo se pierde. Aimé decía: “¡Qué pasa, las abuelas se están muriendo!”. Y, sí, las abuelas se van muriendo, aunque por cierto son muy longevas; hay algunas que han vivido 120 años y guardaban una sabiduría increíble. Pude conocer a Rosa Cañicul, por ejemplo: su abuelo era machi. Por lo general las machis –las curanderas, las sabias– son mujeres. Los mapuches valoran el matriarcado y a la mujer; es más: los hijos solían llevar el apellido de sus madres, y no el de sus padres.

A Aimé Painé le pasó otra cosa. Su madre, hija de tehuelches, abandonó a su esposo mapuche y a toda su descendencia y Aimé, a los 3, fue separada de su comunidad porque su papá, solo y necesitado de trabajar, no podía hacerse cargo de tantos críos. Fue enviada, con cero conciencia de sus orígenes, a un orfanato-colegio de monjas en Mar del Plata, donde su voz privilegiada encontró muy pronto un lugar en el coro de canto gregoriano. Un día, el próspero abogado y autor teatral Héctor Llan de Rosos y su esposa, quienes buscaban adoptar, recorrieron con su mirada la filita de lindas niñas rubias y perfumadas que les habían expuesto. De pronto, el hombre escuchó, al fondo del pasillo, el canto de una nena. “¿De quién es esa voz?”, dijo. “Tráiganmela.”

Ella tenía 7 años y todavía era Olga Elisa; allí, el primer pliegue de la historia. “Fue una niña educada en lo mejor de lo mejor”, cuenta Rafanelli. “Una princesa, criada en el lujo. Y empezó a investigar, y empezó a leer...” Terminados sus estudios en Mar del Plata, Painé se mudó a Buenos Aires, sola; se recibió de experta en belleza y peinados, tejió y pintó, y cantó durante muchos años en el Coro Polifónico Nacional. Al final, se enteró. “Cuando muchos años más tarde escuché cantar a las abuelas mapuches –contó una vez Aimé–, ahí me di cuenta de por qué me había gustado tanto el canto gregoriano.”

“No es que cuando conoció lo mapuche, entonces le gustó el gregoriano que había cantado en su infancia en el orfanato: fue al revés”, cuenta Rafanelli. “Como si se tratara de la otra memoria de la que habla (el psicólogo Carl Gustav) Jung... Aimé conocía de memoria aquellos cantos gregorianos y muchísimo después, cuando escuchó a las abuelas, se dijo: ‘Claro, esta otra memoria, la memoria de mi casa, era la que me hizo disfrutar del canto gregoriano que cantaba cuando era niña...’.” Tuvo que volver para atrás. Empezar de nuevo. Y armar el rompecabezas.

–Quien imaginara en ella a una “ingenua indiecita” se tropezó con una mujer instruida y combativa que escaneó medio continente con su canto e investigaciones antropológicas, viajó a Ginebra para participar en sesiones de la Subcomisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y terminó dando entrevistas para la BBC de Londres.

–Tal cual: ninguna “indiecita”. Aimé era muy fuerte en sus convicciones, bajaba línea a cada rato. Defendía a muerte el camaruco, la ceremonia sagrada de los mapuches: no quería que participaran blancos ni que se utilizara turísticamente, y era muy dura al respecto. Otros –muchos– le decían: “¿Pero por qué no canta usted ‘Valderrama’?”; como trabajo, le habría sido mucho más fácil hacer otro tipo de folklore más allá del mapuche y, sin embargo, ella: “No, y no, y no”. Era así de testaruda. Cuando la invitaron a Europa, además, pudo reunirse con muchos de los exiliados de las dictaduras chilena y argentina. Pero siempre que hablaba acerca de los horrores de la Campaña del Desierto terminaba pidiendo que sus hermanos no pusieran el acento en el odio y el resentimiento; explicaba que la revolución, ahora, tenía que ser cultural: “El blanco no nos respeta porque no nos conoce”, decía. Y otra de las cosas muy valiosas que hizo –su obra quedó trunca por su muerte, pero creo que era el camino que se había trazado– fue recorrer todo el Norte. Aimé había empezado a visitar a los tobas, a los guaraníes, a los wichis, y a contarles: “En el Sur están los mapuches, los tehuelches, los hermanos de ustedes, y esto es lo que hacen”. Les mostraba a los indígenas del Norte lo que hacían los indígenas en el Sur, pero a la vez se nutría de toda la cultura del Norte y, cuando regresaba al Sur, les mostraba a los mapuches lo que se hacía en el Norte. Creo que Aimé Painé habría terminado siendo una cantante étnica argentina, en el sentido más abarcador del término. Siempre decía que quería hermanar a todos los pueblos originarios; investigaba sus historias y era increíble cómo situaba geográficamente a cada pueblo, dónde estaban, qué hacían. Por eso es tan inmensamente valorada por los antropólogos. Creo que hoy Aimé, probablemente, estaría viajando a la Bolivia de Evo, a la Venezuela de Chávez o al Perú de Humala, y difundiendo en toda la América latina la cultura de los pueblos originarios argentinos.

En septiembre de 1987 Painé murió a causa de una hemorragia cerebral en Asunción, Paraguay, durante uno de aquellos viajes. “Yo no puedo trabajar con el detalle y la calma que me gustaría –había dicho–, porque las abuelas se mueren, simplemente. Y no hay muchos todavía que hagan lo que yo hago; y si yo me muero, ¿quién seguirá mi camino?”

¿Quiénes siguen ese camino?

–Sin dudas, la actriz Luisa Calcumil; ambas se conocieron durante la filmación de Gerónima (Raúl Tosso, 1985), una película que ganó muchos premios. Luisa también canta, y sigue los pasos de Aimé. Otra gran artista es Beatriz Pichi Malen, y hay algunos cantantes más. Pero Aimé fue la primera.

“Ojalá las palabras pudieran expresar lo que Aimé emanaba”, escribió León Gieco en la contratapa del libro: “Belleza, seriedad, dulzura y convicción en la búsqueda de sus raíces”. Desafortunadamente, como ya se dijo, no hay discos de Aimé Painé. “No hay cómo escucharla”, confirma Rafanelli. “Existe un CD que hace un par de años editó la Legislatura de Río Negro, pero está juntando polvo en las bibliotecas. Deberían reeditarlo; quizás este libro sirva para que Aimé salga del olvido. Y valdrá la pena. ¿Sabe por qué todos la aman tanto? Porque de golpe toda una cultura, toda una raza que fue tan discriminada, tan vapuleada, tan maltratada, encontró a una persona que le habló de lo hermosos que son, y le devolvió su dignidad. ‘Ustedes tienen que sentirse orgullosos de su sangre mapuche’, les decía Aimé. Después de tantos años de: ‘¡Vos sos un indio de mierda!’, Aimé les dijo: ‘Vos sos hermoso. Vos valés’”.

Sobre la calle Aimé Painé, en Puerto Madero, hoy se ofrecen para la venta o alquiler departamentos chiquititos (177 metros cuadrados) y otros, claro, más amplios. Sobre la calle Aimé Painé, una gran variedad de restaurantes incluye uno cuyo chef, según su página web, “estudió cocina en Francia y da vida a sus recuerdos de infancia con recetas clásicas”. Es una linda calle, en serio.

“A mí me fastidia mucho escuchar que alguien dice que la cultura del mapuche es una cultura en extinción”, le explicó Aimé al narrador Leopoldo Brizuela. “Más allá de que sea cierto o no. ¡Qué rápidos somos a veces para decir que algo desapareció! Y qué lentos para preguntarnos por qué. La tristeza del pueblo mapuche, mi tristeza, es parte de mi identidad... y de la identidad del país. Porque el país lo formamos todos, ¿eh? Los ricos y los pobres, los blancos y los indios. Aunque los blancos ricos, en general, se lo olviden.”
Aimé por Aimé

Yo no quiero hacer tanto hincapié en la matanza (la Campaña del Desierto) que fue obra de los militares y oligarcas de aquella época, como en la lucha del indígena americano por defender su dignidad, su cultura. Quiero hablar de su vida, que es su obra; y no de su muerte, que es obra de otros. Esos otros hablarán, responderán por su crimen.”
“El hombre, si no despierta, si no vuelve la mirada a la tierra, se destruye.”
“La gente me pregunta si no me siento presa en estos muros (en Buenos Aires), amando como amo el paisaje desolado de la Patagonia, donde nací. Les cuesta entender que, desde mi infancia en el internado, estoy acostumbrada a celdas como éstas.”
“La historia de mi vida no es sino un largo camino trazado por el canto de mi gente.”
“Siempre preguntan: ¿qué podemos hacer por la cultura mapuche? Y es eso: promover a la persona. Ya que nuestros abuelos, nuestros hombres y mujeres, saben pensar. Cuando hay una cosa linda, tienen que decir quién fue, para que la gente sepa que es una mente mapuche la que habla.”
“Muchas veces hablaron de nosotros, sin nosotros. Los aborígenes debemos aprender nuestra cultura para poder transmitirla, juntar lo propio para desparramarlo y que lo conozcan todos. (1)”
“Durante mi visita a Formosa me han demostrado muchos hermanos indígenas que comienzan a tomar conciencia del grado de su explotación, de su marginamiento. Lo puedo comprobar, además, en las numerosas cartas que recibo de mis hermanos, que incluyen reflexiones después de los recitales. Como muestra puedo leer algo de mi hermano mataco Mario Ricardo Alvarez. La carta viene de Las Lomitas y dice, entre otras cosas: ‘Estoy estudiando la historia de nosotros, no quiero olvidar esta historia nuestra, porque nuestras historias son semejantes’. Mi hermano dice esto último porque cuando estuvo en un recital en Las Lomitas pudo ver, a través de diapositivas que yo llevé, la vida del pueblo mapuche. He podido comprobar cómo, en muchas oportunidades, la gente muy mayor lloraba al darse cuenta de que en otro lugar de la Argentina había quienes sufrían y padecían de manera semejante.” (2)
* Todos las frases fueron tomadas del libro Aimé Painé, la voz del pueblo mapuche.

(1) Diario Río Negro, 20 de julio de 1984. 

(2) Hechos y Noticias, 10 de julio de 1984.
Fuente: pagina12.com.ar