El esquema mental de los estadounidenses[1]

Por Israel Shamir 
Publicado el 18 de diciembre de 2017

El reconocimiento por Trump de la soberanía judía sobre Jerusalem es ventajoso para varios actores. Para Rusia et Irán, para Palestina y Europa, e incluso para el pueblo estadounidense, aunque tal vez los israelíes no se lo esperaban cuando pugnaron por esta decisión.

Ahora la vieja pretensión de EEUU de ser un mediador neutral ha quedado borrada; los verdaderos sentimientos del establishment estadounidenses hacia Medio Oriente, sus musulmanes y sus cristianos, un desdén absoluto, quedan a la vista de todos, y el presidente Putin tiene muchos motivos para agradecerle a Trump su declaración. Rusia es un importante jugador en Medio Oriente, y después de la entrega usiana de Jerusalén a los judíos, se va a convertir en el último mediador en los asuntos inter árabes. Podemos pensar que las futuras negociaciones entre Israel y Palestinos las manejen los rusos, con asistencia de la Onu.

La declaración de Trump es un gran regalo para Irán. Después que los saudíes, que son los mayores enemigos de Irán, revelaron su duplicidad, les árabes van a considerar a Irán de manera nueva y positiva. Más allá de la división entre chiitas y suníes, Irán acaba de demostrar su inquebrantable devoción por la causa de Palestina y Jerusalén, y se lo agradecerán.

Trump les dio a los europeos la oportunidad de decir lo que piensan realmente de él. Ahora los europeos pueden dar un paso hacia su propia independencia.

Su declaración sacudió al presidente Erdogan de Turquía, e hizo un llamamiento para una cumbre de los Estados musulmanes.  Istanbul fue la sede del califato durante seis cientos años, de 1362 a 1924, y ahora Erdogan puede  aspirar con todo derecho a ese título magno. Al denunciar a los israelíes y a sus lacayos estadounidenses, el presidente de Turquía se ha ganado mucha autoridad e influencia.

Trump volvió a poner a Palestina en la agenda internacional, después de un largo adormecimiento. Ahora el mundo está atento y abierto a las quejas de Gaza y Ramala. Durante años, a nadie le importaba mucho lo que ocurría por allá, y Trump le dio vuelta a la tortilla…

Trump ha logrado resucitar la reconciliación agonizante entre Fatah y Hamás. El acuerdo encontraba escollos: Fatah pidiendo cada vez más, y Hamás perdiendo paciencia. Gaza sufría, y el mayor obstáculo era la ayuda usiana, pues EEUU no quería subsidiar a Hamás. Como no llega ninguna ayuda, esto ya no es un obstáculo. La declaración de Trump anima ambos lados a acelerar sus negociaciones.

Trump no hacía distinción entre Jerusalén Este u Oeste, cuando declaró que la ciudad toda le pertenecía a Israel. Lo cual es positivo, pues las dos partes de Jerusalén están ocupadas por el Estado judío ilegalmente por igual. Sólo difieren en que los pobladores anteriores de Jerusalén Oeste fueron expulsados en 1948, mientras que los habitantes de Jerusalén Este perdieron sus derechos. Esta diferencia no convierte a Jerusalén Oeste en una posesión israelí legítima. La expulsión masiva y la limpieza étnica no deberían acceder al reconocimiento internacional. Trump dio pues un paso positivo al unir las dos partes ilegalmente ocupadas de Jerusalén en una frase única, y con esto deshizo de una vez años de mentiras cuidadosamente regadas por la red.

Trump socavó el poder del bestial príncipe MBS de Arabia. Se necesitaba un árabe para traicionar a los árabes, y él mismo, el niño mimado de Riyad, eligió ese papel. Cuando no le da por torturar a sus familiares para sacarles sus riquezas, se mete a negador de Palestina y Jerusalén. Él fue quien propuso y aceptó el plan de Jared Kushner de entregar Jerusalén en el “arreglo del siglo”. MBS trató de obligar al presidente Mahmud Abbas a aceptar el arreglo o renunciar, a todo lo cual Abbas se negó rotundamente. Ahora, en mi opinión, el arreglo ya no vale, y puede ser que a MBS le toque el destino de Anwar al Sadat, aquél presidente egipcio que había hecho un arreglo con Israel y fue asesinado.

Trump no se apartó un ápice de la opinión dominante entre los estadounidenses. Están a favor de Israel, es una obsesión nacional. Por eso es que declararon Jerusalén capital judía. Y antes,  mientras mandaban allá a embajadores judíos todos y sionistas devotos todos, defensores de “primero Israel”, ¿acaso era distinto el panorama?

Trump no se distingue de sus predecesores. Todos los presidentes estadounidenses declararon a Jerusalén capital eterna, una e indivisible, del Estado judío. Obama lo hizo, así como lo había hecho Bush. Lo decían cuando estaban en campaña,  y procuraron no repetirlo una vez acomodados en la Casa Blanca, pero tampoco renegaron jamás de lo que habían dicho.

90 de 100 senadores estadounidenses aprobaron la declaración de Trump, se abstuvieron 10, posiblemente porque no apoyarían a Trump bajo ningún pretexto. Aun así, es un paso presidencial hacia adelante muy celebrado. El establishment es hondamente pro israelí, tanto fundamentalistas como liberales, republicanos como demócratas, desde Sanders hasta Bannon; esto ya lo sabíamos, pero ahora Trump le permite a la gente verlo a plena luz. Hizo lo que quería su pueblo. Para esto es que ustedes lo eligieron: así que seguirá haciendo lo que quieran ustedes, no lo que alguien les venga a decir, pretendiendo saber más.

Y ¿para qué quieren eso, pues? Los EEUU están sacando a relucir su esquema mental de “Deslumbrante Ciudad en la Colina”, Nuevo Israel y Destino manifiesto. Este gran país todavía no quiere convertirse en uno más entre los países grandes, quiere dirigir a la humanidad y remodelar el mundo según su propio esquema e imagen. Los EEUU  fueron mesiánicos durante mucho tiempo, y es una costumbre difícil de erradicar.

Bajo la cascara del yanki narigudo, hay un fanático dispensacionalista que lleva bajo el brazo la biblia reinterpretada por Scofield, a la espera de la Guerra de Gog y Magog contra Israel. Véanlo en cualquiera de las páginas que anuncian la guerra entre Israel de un lado, Rusia e Irán del otro, como cumplimiento de profecías bíblicas, con EEUU de parte de Israel pero manteniéndose al margen hasta que llegue el “Segundo advenimiento”. Es algo demencial, pero ese tipo de esquema mental cala muy hondo, y explica una conducta demente (aspirar a la guerra con Irán, querer bombardear a Babilonia y respaldar a Israel), mucho mejor que cualquier razonamiento en términos de pérdidas y ganancias.

El amor, o mejor dicho la obsesión por Israel es parte de esta Gestalt. Los bautistas del sur parecen distintos de los liberales del este, pero tienen la misma impronta originaria de los padres peregrinos fundadores y puritanos. La Gestalt es algo que salta sin avisar. La batalla contra el acoso sexual es otro de los brotes del celo puritano; unos, los fundamentalistas, invocan la Biblia, mientras otros, los liberales, apelan a los inviolables derechos de la Mujer.

La diferencia entre los demócratas descristianizados e ilustrados clintonianos en el Estado de Vermont y un fundamentalista cristiano republicano y trumpista de Mississippi es un rasgo menor, en la racionalización de sus sentires y reacciones. Por eso, los políticos estadounidenses prefieren suicidarse si se les acusa de haber babeado tras una quinceañera, algunos años atrás, incluso si esto no dio lugar a nada que la justicia pueda condenar.

Lo mismo ocurre en materia de relaciones extranjeras. Los descendientes de puritanos liberales de la costa este quieren ir a matar gente en tierras lejanas para salvar a mujeres negras en peligro de ser arrebatas por hombres negros en Afganistán, mientras los fundamentalistas quieren arrasar a Babilonia; en ambos casos, les mueve un celo mesiánico y el deseo de cambiar el mundo.

Olvidarse por un tiempo de Medio Oriente, Babilonia, Israel, Gog y Magog sería lo mejor para los estadounidenses. Tal vez Trump logre hasta eso, al seguir guiándose por la voluntad de su pueblo. Por lo menos, dio otro paso más para deshacer el imperio insostenible de EEUU, y esto también hay que festejarlo.

Resumiendo, la declaración de Trump ha tenido efectos muy positivos. El presidente estadounidense puede decir, siguiendo a Mefistófeles “formo parte de ese poder que desea el mal eternamente, y eternamente obra por el bien”.

Hasta podemos tener la esperanza de que Trump le haya dado el golpe de gracia al paradigma de los dos Estados, a la idea misma de partición entre Israel y Palestina. Saeb Erekat, el principal negociador palestino, dijo que ahora ha llegado el momento de mirar hacia la solución de un solo Estado para todos, lo cual será mucho más provechoso.

El Estado único no será un Estado judío, y esto me conviene. No hay Estado francés reservado a los franceses étnicamente puros, sino que Francia es el Estado de todos sus habitantes; ya no hay Estado islámico, sino una Siria para todos los sirios, tanto musulmanes como cristianos o devotos de otras creencias. No hay motivo para que haya un Estado judío tampoco. Que sea el Israel-Palestina de todos sus habitantes.

Si esto cura a los estyadounidenses de su fascinación por Sión, y sus fantasias apocalípticas, eso sería el mejor aporte de Trump al género humano.

Notas:

[1] Versión resumida por el propio autor del original inglés dado a conocer por The Unz Review.
Versión francesa completa en Entre la Plume et l’Enclume. Traducción al español : María Poumier.
Para contactar al autor, escribir a adam@israelshamir.net