Islamismo, concepto cajón de sastre en los medios de comunicación

Grégoire Lalieu

Investig’Action retoma una entrevista realizada por Algeriepatriotique a Grégoire Lalieu, miembro de Investig’Action y autor del nuevo libro “Yihad made in USA”. Algeriepatriotique: En su libro “Yihad made in USA” usted se pregunta acerca de la relación entre los Estados Unidos y el yihadismo. ¿Ha encontrado respuestas?

Grégoire Lalieu: Por supuesto que hemos encontrado respuestas. Hay que precisar que se trata de un libro de entrevistas con Mohamed Hassan, un exdiplomático etíope especializado en la región de Oriente Medio y el Cuerno de África.

Pero, antes, recapitulemos: En primer lugar, hubo Afganistán, en la década de 1980. Los Estados Unidos, entonces, habían apoyado a Bin Laden en su lucha contra los soviéticos, porque la estrategia de los estadounidenses era combatir todos los gobiernos que “se alineaban” con la Unión Soviética y ese era el caso del gobierno afgano. Al contrario de lo que se creía, no intervinieron en respuesta a la entrada de las tropas de la Unión Soviética en Afganistán, sino como lo ha explicado más adelante Brzezinski, asesor del presidente Carter en ese momento, ellos habían creado los problemas con el propósito de provocar la intervención de la Unión Soviética. Al-Qaeda y la CIA trabajaban mano a mano.

Seguidamente hubo la Guerra del Golfo. Las tropas de Saddam estaban a las puertas de Arabia Saudita y Bin Laden propuso a la familia real levar un ejército para proteger el país, lo que la familia real rehusó. Los saudíes han preferido llamar a los EE.UU. y esto ha frustrado mucho a Bin Laden que se revolvió contra la familia real. Hay que saber que los yihadistas tienen una estrategia, distinguen entre el enemigo cercano y el enemigo lejano.

Así pues, su enemigo inmediato era Arabia Saudita, que basa su poder en el apoyo de Estados Unidos. Después de esto, Bin Laden comienza a atacar los intereses estadounidenses. Vienen los ataques del 11 de septiembre, que han llevado a la guerra de Bush contra el terrorismo. Una guerra que ha causado mucho daño a Al Qaeda. En 2002, Alain Chouet, un antiguo jefe de los servicios de inteligencia franceses, había dicho al Senado que, en el plano logístico, Al Qaeda había muerto en las cuevas de Tora Bora.

Diez años más tarde, el movimiento yihadista ha vuelto más fuerte que nunca. ¿Cómo? Hubo la guerra en Libia. Un autodenominado movimiento de protesta apareció en el este del país. Esta región mantenía diferencias históricas con el gobierno central de Trípoli, desde el derrocamiento del rey, que venía de esa región, por Gadafi. Esta protesta estaba en la raíz de la primavera árabe, y sabemos que, desde el principio, los Estados Unidos habían apoyado este movimiento.

Sin embargo, el este de Libia fue reconocido incluso por los Estados Unidos -como lo demuestra un documento de la academia de West Point, que data de 2007, mucho antes del levantamiento en Libia- como un santuario yihadista. Los Estados Unidos se apoyaron en estos grupos terroristas.

Cabe precisar que las guerras en Afganistán e Irak fueron un fiasco para los EE.UU. y que Obama había hecho campaña sobre la retirada de las tropas estadounidenses de ambos países. Así, no podía comprometerse a la guerra directa, enviando tropas sobre el terreno.

Lo que se explica en el libro es que, con Obama, tenemos el “poder blando”, lo que significa que en lugar de enviar soldados sobre el terreno, van a sostener a los grupos locales, que van a financiar y armar para llevar a cabo guerras de proximidad. Esto es lo que hicieron en Libia y continúan haciendo en Siria. Ha habido protestas populares espontáneas que han sido recuperadas.

La primera estrategia de Estados Unidos y sus aliados ha sido hundir a Siria en una guerra confesional, esperando que los sunnitas giraran sus armas contra su gobierno. Pero eso no ha funcionado y el ejército sirio sigue todavía en pie. Y para luchar contra este ejército, no han tenido más remedio que sostener a los yihadistas.

Se nos ha explicado que Estados Unidos apoyaba a los rebeldes moderados y no a los extremistas, mientras que todos los expertos que han seguido la guerra en Siria lo dicen: esta distinción entre rebeldes moderados y yihadistas no existe sobre el terreno.

Usted acaba de hablar sobre Siria. ¿Cuál es su lectura sobre Egipto, al que usted dedica un capítulo entero de su libro?

No existe un vínculo directo, a pesar de que toda la región esté en trance de sufrir grandes cambios. Tras la caída de Mubarak hubo elecciones que ganaron los Hermanos Musulmanes. ¿Por qué han ganado? Para responder a esta pregunta, habrá que ir hacia atrás en el tiempo: la revolución de Gamal Abdel Nasser trajo el renacimiento del nacionalismo árabe, que no era del agrado de los Estados Unidos. En respuesta, ellos dieron su pleno apoyo a su principal aliado en la región, Arabia Saudita.

De hecho, para luchar contra el nacionalismo árabe de Nasser, que era inmensamente popular entonces, han propuesto una alternativa a los otros pueblos de la región: el islamismo. Aún si Nasser y los Hermanos Musulmanes han combatido juntos el colonialismo, no tenían el mismo proyecto para un Egipto libre. Los Hermanos Musulmanes han dejado Egipto tras una gran represión.

Después de la muerte de Nasser, Sadat llegó al poder. Él giró la espalda a la herencia de Nasser, lo que iniciará el declive del nacionalismo árabe. El islamismo va, de repente, a hacerse poderoso. Sadat hará la paz con Israel y abrirá la economía a las grandes multinacionales. Para endulzar la píldora, permitirá la islamización de la sociedad egipcia y hacer renacer a los Hermanos Musulmanes en Egipto.

La política de Sadat hundirá a muchos egipcios en la miseria, que irán, en consecuencia, a caer en los brazos de los Hermanos Musulmanes. Estos últimos constituyen así una base social importante. Paralelamente, se reprimen las otras fuerzas de oposición. Lo que explica que después de la caída de Mubarak, la única fuerza de oposición organizada y participada por una base social importante eran los Hermanos Musulmanes. Sus desavenencias con el ejército egipcio llevó al derrocamiento de Morsi. Finalmente, son los mismos que permanecen en el poder, es decir, el ejército, como en tiempos de Mubarak. Al-Sissi jugará con las contradicciones entre el islamismo y el nacionalismo.

Él se proclama heredero de Nasser, pero no es la más bella faceta de Nasser la que en realidad reivindica. Reprime a los Hermanos Musulmanes y continúa alineándose con la política de Estados Unidos con respecto a Israel; no tiene en cuenta el desarrollo de una economía nacional y dejar a los egipcios disponer de sus propios recursos. Podemos decir que Al-Sissi no muestra señales de un gran nacionalista árabe.

Mohamed Hassan explica en el libro que los Hermanos Musulmanes y Al-Sissi no son finalmente más que dos caras de la misma moneda, es decir, que ni uno ni los otros piensan cuestionar los dos principios importantes para los Estados Unidos que son la apertura de la economía de Egipto a las multinacionales occidentales y la paz con Israel.

Usted dice en su libro que no hay un “islamismo”, sino más bien “cinco corrientes contradictorias”. ¿Nos puede decir más?

Hemos hablado de Siria y de Egipto y la cuestión del islamismo vuelve todo el tiempo. Nosotros nos dirigimos, sobre todo, a un público europeo. Y en los medios de comunicación europeos de habla francesa el Islamismo se ha convertido en un concepto “cajón de sastre” (en el que cabe de todo. NdT.). Se habla de los islamistas en Siria, Egipto y Somalia y nos damos cuenta de que el islamismo finalmente cubre una variedad de conceptos.

En el libro, Mohamed Hassan ha querido aportar una mayor precisión. Existen cinco corrientes con intereses, a veces, contradictorios. Hay ante todo lo que él llama los tradicionalistas, como Omar El-Mukhtar en Libia y el Emir Abdelkader en Argelia, que estaban comprometidos con la lucha anti-colonial y se servían del Islam para movilizar a las poblaciones cuyas tradiciones han sido sacudidas por las potencias coloniales.

Están, también, los reaccionarios y esto se refiere principalmente a Arabia Saudita. Luego están los Hermanos Musulmanes que están comprometidos en la lucha anti-colonial y que después han cambiado completamente su vestimenta y se han convertido en los servidores de los intereses de las potencias coloniales. Cabe recordar que en los años 80 -hubo un movimiento de revuelta en Siria- los Hermanos Musulmanes habían desarrollado todo un programa para su revolución si es que alguna vez lograban derrocar al gobierno. Un programa que habla de justicia social y del desarrollo de una economía nacional y soberana.

Pero con Morsi, estaban muy lejos de eso. Morsi sólo estuvo un año en el poder, durante el cual ya había comenzado las negociaciones con el FMI para obtener un préstamo. Lo que quería decir que a partir de entonces se aplicarían severas medidas de austeridad. Los Hermanos Musulmanes son un concepto muy complejo que ha evolucionado con el tiempo y, como toda organización política, este movimiento está atravesado por varias corrientes.

También hay una corriente islámico-nacionalista representada por Hezbolá y Hamas. El Islam es un componente esencial de su lucha política, pero se dieron cuenta de que la lucha nacional tenía prioridad sobre el proyecto de islamización de la sociedad. Por último, están los yihadistas de los que ya hemos hablado. Creo que hay que precisar que la organización de Bin Laden no tiene nada que ver con que la de hoy en día. Bin Laden se revolvió contra los EE.UU. y contra la familia real saudí.

Pero, para los miembros de Al Qaeda hoy, el principal enemigo son los Estados nacionales árabes. Y para lograr sus objetivos, no dudan en aliarse con los enemigos del Al Qaeda de Bin Laden. Dicho esto, hay varias teorías sobre el tema. Algunos dicen que son sólo marionetas en manos de los Estados Unidos, pero Mohamed Hassan aporta, por su parte, algunos matices. Dice que son oportunistas, que hacen alianzas temporales con esos países, pero siempre tienen su propia agenda, que es el establecimiento del califato. Y no es imposible que se vuelvan contra la familia real saudí.

Ya ha habido señales. Se ve hoy que Arabia Saudita está en trance de retirarles su apoyo y que Estados Unidos se ha comprometido en una guerra contra Daesh. Estos poderes tienen miedo, por un lado, de que la situación les desborde, pero, por el otro, este grupo terrorista representa un enemigo bastante útil para ellos en la región. Ellos lo apoyaron. Ahora ellos los bombardean, pero no donde realmente les duele. Esta organización terrorista basa su poder en sus ingresos financieros, especialmente el tráfico de petróleo. También es posible que Estados Unidos quiera dejar que la situación se pudra aún más para mantener el status quo.

También es probable que al permitir dejar pudrirse la situación los Estados Unidos quieran conseguir una balcanización del Medio Oriente, un proyecto que ya han mencionado, así como Israel. La ventaja que tendrían que sacar de esto es que usted tendría un califato sunnita, un Estado chií, otra república nacionalista árabe, etc., pequeños interlocutores que nunca podrán ponerse de acuerdo. Incluso se puede añadir que entre un Estado chiíta, un Estado sunnita y un Estado cristiano, un Estado judío ya no sería una mancha.

Analistas en geopolítica están de acuerdo en decir que los EE.UU. son una potencia en declive. Se basan en el debilitamiento del sistema capitalista y la imposibilidad de lanzar guerras convencionales. ¿Podemos conocer su opinión al respecto?

Efectivamente, los EE.UU. atraviesan una crisis muy importante. Hay varios elementos ahí. Hay la crisis del sistema capitalista. También existe la transición de un mundo unipolar a un mundo multipolar. Después de la Guerra Fría y la caída de la Unión Soviética, los Estados Unidos creían que iban a dominar el mundo. Sólo que no han podido evitar el surgimiento de otras potencias importantes, como los BRICS.

Hoy en día, Rusia y China representan su principal problema. Estos países son lo suficientemente potentes como para hacer oír su voz. Si no hubieran estos dos países en el Consejo de Seguridad de la ONU, habría habido ya una intervención militar en Siria. Está igualmente el hecho de que las guerras en Irak y Afganistán han sido fracasos. Sin embargo, a pesar de su caída, los EE.UU. no pueden renunciar a sus pretensiones sobre el Oriente Medio.

También hay que entender lo que conduce a los estadounidenses a querer llevar guerras al Medio Oriente. Este lo que se analiza en el libro. Los Estados Unidos, en tanto que potencia económica, están en competencia con las otras potencias mundiales. Están obligados siempre a buscar un mercado para las materias primas, la mano de obra, controlar las regiones estratégicas, etc. Yo añadiría también que la historia nos ha demostrado que un imperio en declive puede ser más peligroso que un imperio en plena potencia.

Usted dice que es necesario entender cuales son los intereses detrás de todas estas guerras si se quiere construir la paz. ¿Piensa vd. que Occidente permitiría la paz sabiendo que el objetivo que se esconde detrás de estas guerras y esas “revoluciones árabes” es remodelar el Oriente Medio en provecho de Israel?

Esto no se puede hacer en estado actual de cosas. ‘Jihad made in USA’ se dirige también a los occidentales. Si se quiere la paz en el mundo, es preciso que haya un cambio en nuestras sociedades occidentales. Si continuamos viviendo en sociedades donde la búsqueda de la maximización del beneficio dicte todas las decisiones políticas, no habrá ni cambio ni paz.

El exeurodiputado Giulietto Chiesa afirma que los atentados del 11 de septiembre y los de Charlie Hebdo son similares. Los atentados del 11 de septiembre han justificado la guerra contra Irak. Los de París serían el preludio de una guerra contra Siria?

En todo caso, una guerra contra el EI ya se ha comprometido. Ahora tenemos que ver si no van a pasar a una marcha superior contra Daesh diciendo: ya no nos conformamos con bombardear las posiciones del EI, ahora vamos a atacar las posiciones de los yihadistas en todas partes y por lo tanto, bombardear Siria. Pero la situación ha evolucionado significativamente. Para bombardear Siria, primero se debe obtener el consentimiento de Rusia y de China, y no pienso que lo hagan. Espero en todo caso, se explica en el libro que la solución para poner fin a la guerra en Siria e incluso al EI no puede ser más que política. Realmente espero que Occidente no pase sobre el veto de los rusos y los chinos, si no, eso nos llevaría a un conflicto muy grave. Y también todo depende de las verdaderas intenciones de las potencias involucradas allí.

Traducción: Carles Acózar Gómez (Investig’Action9