Nuevas victorias en Crimea profundizan el riesgo de Putin

Rafael Poch
La Vanguardia [x]

                          El jefe de la flota ucraniana, recién nombrado por Kíev, jura lealtad 'al                                       pueblo de Crimea' y su administración moscovita.
Nuevas victorias en Crimea profundizan el riesgo de Putin
Las banderas de Rusia y Ucrania están presentes en Crimea Afp/ Genya Savilov



En la famosa escalera de Odesa, la "Potiómkinskaya lésnitsa" inmortalizada por Sergei Eisenstein, entrevisto a unos muchachos pro Maidán, provistos de cascos, escudos y porras. Hoy ha sido su día: manifestación de 5000 personas. La víspera sus adversarios reunieron el doble en el Kulikovo Pole de esta ciudad, que lleva el nombre de la célebre victoria rusa contra los tártaros del siglo XIV. Ayer era "¡Putin, Putin!" y "El fascismo no pasará". Hoy, "¡Ucrania, Ucrania¡" y "Fuera Putin". En medio, el grueso de la ciudadanía que no parece dispuesta a dejarse arrastrar hacia el tumulto.

Vista desde arriba, la prodigiosa escalera que desciende hacia el puerto no parece que sea tan inmensamente larga (127 escalones) merced a los amplios descansillos que impiden la visión. Esta crisis contiene la misma ilusión óptica. Aparentemente parece que el poderoso oso ruso se sale con la suya asediando a la débil Ucrania y comiéndoselo todo en Crimea, donde continua tomando el control de más y más infraestructuras y unidades, y donde hasta el jefe de la marina ucraniana, Denis Berezovski, nombrado anteayer por el gobierno de Kíev, juraba "lealtad al pueblo de Crimea", junto a Sergei Aksionov, el jefe de la nueva autonomía rebelde, que es un títere de Moscú. La realidad es muy diferente.  Como la escalera cuando se mira desde abajo: la cuesta, que une el bulevard con el puerto de Odesa, es tremenda. Como el riesgo que está corriendo Rusia.

No se trata de todo lo que ayer dijo John Kerry; la amenaza de sanciones contra Rusia, de expulsarla del G-8, ni del reproche de que la invasión de territorio ajeno, "no es la manera en que las naciones modernas resuelven los problemas". Todo eso, que no tiene la menor credibilidad viniendo de quienes -por mencionar solo los últimos años- se pasaron por la entrepierna la "integridad territorial" de Afganistán, Irak, Libia y Siria, es, sin duda, importante. Síntomas de guerra fría. Sin embargo no es nada, o es muy poco, al lado de lo que Rusia, que es un gigante con los pies de barro, se está jugando aquí.

El menor desliz, el menor patinazo con resultado de violencia (ahora mismo hay algunas unidades militares ucranianas rodeadas por tropas rusas en Crimea) cubriría a Rusia de lodo ante los ucranianos. Si este pulso en su zona de influencia más vital no le sale bien y se salda con un incremento de la particular conciencia nacional de los ucranianos más rusófilos del Este y Sur del país, la consecuencia no solo será tener a la OTAN más allá de la línea del Dnieper, es decir definitivamente aposentada en tierra ancestral rusa, sino que como perdedor de Ucrania, Vladimir Putin se arriesga a vivir un 1905 en Rusia.

Aquel año la flota zarista fue hundida por los japoneses en Tsushima, en el contexto del pulso que ambos imperios libraban por los despojos de China. Todo el mundo daba por supuesta la victoria del Zar, pero fue mucho peor que lo nuestro en Santiago de Cuba: el adversario era una potencia no europea, seres "inferiores" (Nicolas II los llamaba "macacos"). Aquella humillación sentó las bases de la primera revolución rusa (hubo tres). Después de las fichas que ha movido -fichas varoniles e imperiales frente a las sofisticadas fichas de sus adversarios del Imperio Euroatlántico- si Putin pierde Ucrania todo su sistema moscovita se hundirá como un castillo de naipes tal como le ocurrió al Zar Nicolás. Primero humillación, luego Revolución.

Pero vista desde arriba esta escalera es otra cosa; ayer los pro Putin, hoy los anti Putin, mientras se consolidan posiciones en Crimea, con el gobierno de Kiev y su mezcla de favoritos de Washington y neonazis, ofreciendo la imagen de una nave desarbolada: los militares no le obedecen (¡gracias a Dios¡) y el patético nuevo ministro de exteriores, Sergei Deshitsia, pidiendo ayuda a la OTAN. Por su parte el flamante nuevo secretario del Consejo de Seguridad Nacional, Andrey Parubi, llama a la, "movilización de reservistas, pero solo los necesarios". Parubi es un facha, pero al lado de su vicesecretario, el nazi Dmitri Yarosh ("Pravy Sektor") podría pasar hasta por liberal. Gente como ellos fueron la fuerza de choque del Maidán, que, hay que decirlo, contiene también impulsos populares y nacionales absolutamente impecables. En esta peligrosa ruleta rusa de Ucrania, perderá el que primero de un paso en falso, pero en este sorteo, pese a las apariencias, Rusia tiene muchos más números.