Después del experimento de maíz transgénico y las ratas, ¿qué sigue para México?

Antonio Turrent Fernández*
La Jornada


   El grupo encabezado por Gilles-Eric Séralini de Francia alimentó con grano del maíz transgénico NK 603 de Monsanto a una cepa de ratas de laboratorio con predisposición genética al cáncer, cepa usada como modelo para la salud humana. El experimento duró los dos años que abarca el ciclo de vida de las ratas, en vez del período estándar de 90 días. Se encontró que el consumo de NK 603 está asociado con daños mayores a la salud y mortandad, aunque los datos no necesariamente demuestran causalidad. Hacia la mitad del último tercio de su vida, las hembras mostraron de 2 a 3 veces mayor incidencia de cáncer de mama con respecto al tratamiento de referencia. Los machos sufrieron cinco veces mayores incidencias de tumores de riñón o daño letal de hígado que el tratamiento de referencia, al inicio del último tercio de su vida. El mensaje de esta investigación es que el grano de maíz NK 603 no es inocuo como alimento y que su daño, como el del tabaco, es de tipo crónico-subclínico.

Como toda investigación significativa para la humanidad, pares científicos del mundo la han revisado meticulosamente. Algunos la descartan argumentando fallas metodológicas y otros la consideran profundamente relevante. Ambos grupos concuerdan, sin embargo, en que los resultados han de ser cotejados por científicos independientes y sin conflicto de interés, para alcanzar el estatus de verdad científica. Claramente, la misma condición de cotejo es necesaria con respecto a la aseveración de inocuidad, sostenida por la industria, para los organismos genéticamente modificados. Ambas hipótesis, opuestas, están en la etapa de las posibilidades, teniéndose que pasar a la etapa de las probabilidades y del conocimiento causa-efecto.
El consumo directo de maíz, así como su cuantía en la metodología seguida por Séralini, lo hacen muy pertinente al caso de México, que no así para la mayor parte de los países del mundo, donde el maíz se usa como forraje. En estos países, el maíz es la fuente principal de energía para animales domésticos, que a su vez son consumidos por los humanos. Para éstos, habría de por medio un filtro biológico en los animales. En cambio en México, 53 por ciento de la ingesta energética y 39 por ciento de la proteínica provienen del consumo directo de maíz.
El gobierno mexicano está ante la disyuntiva de autorizar la siembra de maíces transgénicos al nivel comercial o imponer una moratoria. Entre los permisos solicitados se incluye precisamente al híbrido NK 603 de la investigación del grupo de Séralini. La solicitud es para sembrar hasta 700 mil hectáreas de ese híbrido bajo riego en el ciclo primavera-verano 2012/2013 en Sinaloa y hasta 351 mil 284 hectáreas bajo riego en Tamaulipas. El gobierno mexicano, a través de Cofepris (Comisión Federal para la Prevención de Riesgos Sanitarios), considera al híbrido NK 603 adecuado para el consumo humano y animal.
La misma autoridad considera al glifosato, herbicida acompañante de la tecnología NK 603 como adecuado para los humanos y la ecología.
Sin embargo, estudios científicos sobre este herbicida lo desmienten, habiéndose demostrado que es teratogénico (causa malformaciones de nacimiento) y también disruptor del sistema endócrino.
A los ciudadanos de este país también nos compete ponderar esta decisión, porque seríamos los directamente afectados a través de nuestro alimento básico. Hay cuatro alternativas posibles de la combinación de con o sin moratoria y con o sin inocuidad para el consumo humano directo. En juego están principalmente los intereses de la nación y los de la industria de las semillas transgénicas. Solamente las dos alternativas con-moratoria-con-o-sin-inocuidad ponen a salvo los intereses de la nación. Además de eludir el riesgo para la población de que el maíz transgénico no fuera inocuo, se protegería a la principal biodiversidad del maíz y sus parientes silvestres que existe en México, única en el mundo y bajo la mayordomía de los mexicanos. Esta biodiversidad no puede coexistir con el maíz transgénico. Muy significativamente, se tiene evidencia de que el campo mexicano puede lograr la autosuficiencia en maíz, sin recurrir a la tecnología transgénica.
La alternativa sin-moratoria-sin-inocuidad para consumo humano, implica la posibilidad de que en el futuro cercano se siembren hasta 500 mil hectáreas del híbrido NK 603 u otros eventos transgénicos en Sinaloa y hasta 100 mil hectáreas en Tamaulipas. Las 5.5 millones de toneladas de grano producidas –casi la mitad de los 12 millones de toneladas anuales consumidas como alimento en el país– irían en gran medida a la dieta nacional, pero principalmente, a la población urbana. Mientras los mexicanos asumimos este riesgo injustificable e inaceptable, los intereses de la industria quedarían a salvo. Como en el caso del tabaco, solamente después de 20 años de esta alternativa, cuando el daño fuera inevitable e irreparable, caeríamos en cuenta como sociedad del error histórico. También presenciaríamos, inermes, cómo las razas nativas de maíz acumularían irreversiblemente ADN transgénico basura.
La alternativa sin-moratoria-con-inocuidad a la que apuesta la industria, pondría a salvo sus intereses y le pagaría grandes dividendos, mientras que México habría hecho un uso catastrófico de su mayordomía de la principal biodiversidad del maíz del mundo.
Desde la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad (UCCS) impulsamos una campaña mundial para urgir al gobierno mexicano a que suspenda cualquier permiso de siembra de maíz transgénico a campo abierto en México. Se puede participar mediante la liga:
* Presidente de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad, AC, e investigador nacional emérito.
http://www.jornada.unam.mx/2012/12/22/opinion/015a1pol

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Londres, 19 de septiembre de 2012. Las ratas alimentadas durante toda su vida con maíz transgénico de Monsanto o expuestas mediante el consumo de agua a su fertilizante más vendido, Roundup, sufrieron tumores y daños múltiples en sus órganos, según un estudio francés publicado este miércoles, el cual generó duras críticas de expertos independientes.
Gilles-Eric Seralini, de la Universidad de Caen, y colegas, dijeron que las ratas alimentadas con una dieta que contenía NK63, variedad de semillas modificadas genéticamente para tolerar las dosis de Roundup, o a las que se dio agua que contenía ese químico, permitido en Estados Unidos, murieron antes que las que siguieron una dieta normal.
Expertos que no participaron en el estudio se mostraron altamente escépticos sobre sus métodos y hallazgos, y algunos acusaron a los científicos franceses de embarcarse en una salida estadística.
Los animales bajo dieta genéticamente modificada sufrieron tumores mamarios, así como daños severos en hígados y riñones. El estudio fue publicado en la revista Food and Chemical Toxicology y presentado en una conferencia de prensa en Londres.
Los investigadores dijeron que 50 por ciento de los machos y 70 de las hembras murieron de forma prematura, frente a sólo 30 y 20 por ciento en el grupo de control.
Son productos seguros, alega la compañía
   Monsanto no estuvo disponible de inmediato para realizar comentarios; sin embargo, anteriormente había dicho que que sus productos son seguros y que no hay evidencias creíbles de riesgos para la salud de los humanos o animales derivados del consumo de cultivos transgénicos.
Los transgénicos son muy poco populares en Europa y muchos otros países, pero dominan los cultivos claves de Estados Unidos luego de que Monsanto introdujo en 1996 soya genéticamente modificada para tolerar su fertilizante Roundup.
Los especialistas a los que periodistas pidieron que revisen el artículo advirtieron tener mucho cuidado al sacar conclusiones de la investigación.
Tom Sanders, jefe de la división de investigación de ciencias nutricionales del Colegio Real de Londres, señaló que el equipo de Seralini no había proporcionado ningún dato sobre qué cantidad de alimento recibieron las ratas o cuáles eran sus tasas de crecimiento.
Estas ratas son muy propensas a los tumores mamarios, particularmente cuando no se le restringe la ingesta de alimentos, indicó en un comentario enviado por correo electrónico.
Los métodos estadísticos no son convencionales y las probabilidades no están ajustadas a comparaciones múltiples. No hay un plan de análisis de los datos claramente definido y parecería que los autores se han embarcado en una salida estadística.
Mark Tester, profesor de la Universidad de Adelaide, en Australia, dijo que los resultados del estudio generaban la duda de por qué ninguna investigación anterior había despertado preocupaciones similares.
Si los efectos son tan graves como se propone y si el trabajo es realmente relevante para los humanos, ¿por qué los estadunidenses no están cayendo como moscas? Los transgénicos han estado en la cadena alimenticia durante más de una década allí, y la longevidad sigue aumentando inexorablemente, indicó en un comentario enviado por correo electrónico.
Mientras quienes respaldan los cultivos transgénicos dicen que estudios anteriores han demostrado abrumadoramente su seguridad, los críticos argumentan que la información disponible sobre los efectos a largo plazo aún es limitada, ya que los cultivos han estado en el mercado sólo por alrededor de 15 años.
Seralini informó que parte de un equipo expresó temores sobre la seguridad basándose en un estudio en ratas de menor duración publicado en diciembre de 2009 en una revista científica, pero éste lleva las cosas un paso más allá, al seguir a los animales a lo largo de su ciclo vital, de dos años.
Cree que sus estudios más recientes en ratas aportan un punto de vista más realista y mejor documentado sobre los riesgos de los ensayos de alimentación durante 90 días que forman la base de las aprobaciones de cultivos modificados, ya que tres meses es sólo el equivalente de la primera fase de la edad adulta en ratas.
El francés José Bove, vicepresidente de la comisión de agricultura del Parlamento Europeo y conocido opositor de los transgénicos, pidió la suspensión inmediata de todas las cosechas y autorizaciones de importaciones de cultivos genéticamente modificados en la Unión Europea (UE).
El estudio probablemente también generará roces en Estados Unidos, donde quienes se oponen a los transgénicos luchan en California por lograr que se retiren todos los alimentos genéticamente modificados de la cadena alimenticia.