Israel exporta su guerra a América Latina II

José Steinsleger
La Jornada

    La creciente injerencia de Israel en América Latina sintoniza con el fortalecimiento de los gobiernos populares en el sur del continente, el rotundo no al Acuerdo de Libre Comercio para las Américas (cumbre de presidentes de Mar del Plata, Argentina, 2005), y la consolidación de Brasil como potencia soberana y mundial.

Brasil es una potencia mundial y soberana, en tanto otras no lo son. Israel, por ejemplo, es una potencia. Sin embargo, y más allá de su política interior, depende, opera y funciona al compás de la agenda belicista de Estados Unidos. ¿Es posible que no siempre haya sido así? Puede ser. Pero una golondrina no hace verano.
Washington y Tel Aviv coinciden en atacar al Diablo que, como es sabido, vive entre Venezuela y Teherán, y en las sucursales que el infierno abrió en Bolivia, Ecuador y Nicaragua. ¡Tengan cuidado con Irán!, dicen los sionistas a los países que osan fortalecer sus relaciones diplomáticas y comerciales con el país asiático. Y el Comando Sur del ejército estadunidense, feliz de contar con un argumento más para instalar sus bases militares.
Cuando en la cumbre árabe-sudamericana de Brasilia (mayo 2005), el presidente de Argelia, Abedelaziz Buteflika, defendió el derecho de los palestinos de tener a Jerusalén por capital y que Israel se retire de los territorios ocupados, la embajadora sionista Tzipora Rimon y el Centro Simon Wiesenthal denunciaron que en su declaración se había omitido la condena explícita al terrorismo suicida. Teniéndoles sin cuidado que Celso Amorim (canciller de Lula) había condenado todas las formas de terrorismo.
Un año después, el telefonista Andrés Oppenheimer entrevistó a Sergio Widder, director para América Latina del Centro Simon Wiesenthal, quien se declaró sorprendido por la alianza entre grupos radicales de izquierda y grupos islámicos radicales en el gobierno de Néstor Kirchner (sic).
“Su causa común –añadió– ya no es la demanda de la creación de un Estado palestino, sino la adopción de la agenda iraní, que exige la aniquilación de Israel.” La cizaña de Oppenheimer aportó lo suyo: Una de las cosas que más me sorprendió en recientes visitas que hice a Argentina y a otras naciones latinoamericanas es el creciente sentimiento antisraelí (sic), y la tácita tolerancia con el terrorismo de la milicia de Hezbolá en varias partes de la región (sic, Reforma, 14/8/06).
El falaz y maniqueo discurso sionista cuenta con poderosos ideólogos y exégetas. En Estados Unidos figuran el Comité de Asuntos Públicos (Aipac, por sus siglas en inglés), creado por republicanos y demócratas a finales del decenio de 1950; el tenebroso Comité del Peligro Presente (CPD, por sus siglas en inglés, nacido en 1950 y reactivado en 1976para combatir al terrorismo y las ideologías que lo promueven) y el Washington Institute for Near East Policy (Winep).
Tales entidades nutren y pautan las directrices de un par de institutos que en Israel dirige el experto Ely Karmon: el Internacional para la Lucha contra el Terrorismo (ICT), y el Político y Estratégico del Centro Interdisciplinario (IDC). Y de ambos surge la llamada diplomacia pública, que a modo de soft power rige la propaganda del Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel: la hasbará.
La hasbará es un término hebreo que quiere decir explicación oesclarecimiento. Que en contante y sonante no es más que propaganda y contrapropaganda. Un ejemplo de hasbará podemos apreciarlo en los pueriles conjuros que el remitente SER acostumbra a insertar al pie de artículos como el que usted lee ahora en la página web de La Jornada. Y, faltaba más, en los del colega y amigo Alfredo Jalife-Rahme.
Durante una gira por varios países, Karmon declaró a una revista colombiana: Hezbolá (NR, partido político libanés) usa indígenas para penetrar en América Latina. Y a continuación acusó a las instituciones islámicas chiítas de América Latina, cuyo propósito sería el defortalecer la influencia de Irán en suelo americano (Cambio, Bogotá, 29/4/09).
El proverbial terrorismo mediático de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) amplificó las declaraciones de Karmon. No obstante, la sólida y acreditada revista Veintitrés de Buenos Aires (dirigida por la periodista pro israelí Romina Manguel) sostuvo exactamente lo contrario: que las instituciones sionistas serían las que reclutan indígenas para la causa israelí (Veintitrés Internacional, Buenos Aires, mayo 2009).
Dato que no parece descabellado al revisar un artículo exhumado por Husain Ali Molina (Boletín Islam y Al-Andalus, núm. 89, agosto 2009). El texto, firmado por Grez Myre y publicado por la agencia de noticias Associated Press (9/7/02), da cuenta de la política de reclutamiento empleada por el gobierno israelí entre los indígenas de América Latina.
Escribe Myre: “Atraídos desde todos los rincones del globo, nuevos conversos al judaísmo están ayudando en la ocupación ilegal. Se trata de peruanos que fueron formalmente convertidos al judaísmo por rabinos israelitas en noviembre pasado, para ser cualificados para la residencia bajo las leyes del Estado judío…”. O sea, carne de cañón para asesinar palestinos.