La Argentina, Australia y Canadá

Por Pablo J. Mira*
para El Economista (Argentina)
publicado el 28 de agosto de 2012

Simon Kuznets clasificaba a nuestro país como un caso particular tan solo entre cuatro sistemas económicos en el mundo. El argumento era que la bendición de sus recursos agropecuarios no había sido aprovechada como en otros países. La evidencia suele ser la creciente separación del ingreso per capita de la Argentina respecto de países supuestamente comparables como Australia y Canadá (AyC), que hoy integran la élite de los países más desarrollados del mundo. Aquí nos hacemos dos preguntas. Primero, ¿cuándo exactamente empiezan AyC a diferenciarse conjuntamente de la Argentina? Segundo, ¿qué causas macro se pueden adscribir a tal separación?
En 1950 Australia tenía un ingreso per capita 40% mayor al nuestro. Esta diferencia se puede rastrear hasta el principio de las estadísticas existentes, lo que sugiere que Australia “largó con ventaja”. En cambio, en 1900 Canadá y la Argentina se parecían, pero Canadá se nos anticipó, y en 1950 contaba con 40% más de ingreso per capita. Como Canadá también aventajó a Australia, esto no se puede atribuir a una explicación común. Partamos entonces de 1950=100, y veamos que pasó (ver gráfico). Hasta inicios de los ’60 AyC no se separan de la Argentina, y hasta mediados de los ’70 se acumulan diferencias por apenas 15%.

Desde 1975 las diferencias se ensanchan drásticamente, fundamentalmente por el estancamiento argentino y no por un desempeño llamativo de AyC. La brecha exhibe un máximo local hacia fines de los ‘80. Entre 1991 y 1998 se reducen las diferencias y en 2002 se pierde por completo el terreno ganado. A partir de allí las diferencias se reducen, y en 2007 (justo antes de la crisis) la divergencia acumulada ronda el 60%.

¿Por qué?

La aproximación macro más publicitada al problema del desarrollo relativo fue la visión de Stanley Fischer (1), quien identifica esencialmente: (I) inflación reducida; (II) evitar grandes déficits fiscales, y (III) liberalización de la economía. ¿Y qué hay de las otras variables?

El primer candidato es la inflación y sus posibles efectos disruptivos sobre el crecimiento. Hasta 1969 la inflación argentina fue mucho mayor a la de AyC, pese a lo cual todavía no había perdido el tren. En cambio, el pasaje a la alta inflación entre 1970 y 1990 parece ocupar un lugar preponderante en la explicación de la brecha. En los ’90 la inflación resulta ser muy baja, pero los últimos cuatro años de la convertibilidad retrasan el crecimiento relativo de la Argentina. Luego de un retorno a una inflación moderada, la economía argentina recuperó posiciones. Aun cuando la inflación no parece haber resultado dañina en todos los períodos, estamos lejos de sentenciar su irrelevancia en la dinámica de crecimiento local.

La segunda de las variables es la fiscal. Se recomienda no incurrir en déficit sostenidos y reducir la participación del Estado en la economía para mejorar la eficiencia. Si bien Australia mantuvo cuentas públicas equilibradas desde 1970, Canadá exhibió déficit sistemáticos desde mediados de 1975. Las cuentas fiscales argentinas mostraron resultados negativos sistemáticos y voluminosos desde 1975, pero no muy diferentes de los canadienses. En cuanto a la participación del Estado en la economía, Canadá la incrementó drásticamente hasta alcanzar el 50% del PIB en 1993. Y en Australia, si algo ha sucedido desde principios de los ‘70, es una participación creciente hasta mediados de los ‘80, que se estabiliza luego entre el 23% y el 25% del PIB. Finalmente, el caso argentino muestra desde 1977 y hasta 2003 una oscilación entre el 24% y el 32% del PIB sin tendencia definida, y a partir de allí un aumento, que coincide con que la Argentina descuenta su desventaja respecto de AyC.

El tercer argumento invoca la apertura comercial y financiera como condición del crecimiento. Si bien desde 1975 Canadá casi duplicó su apertura comercial, Australia mostró una variación leve (de entre 5 y 10 puntos porcentuales), que lo sitúa hoy en día en un grado de apertura comercial similar al nuestro. La Argentina no experimentó una caída en su acceso al comercio desde 1975, y la tendencia ha sido a incrementarlo. En cuanto a la liberalización financiera, Canadá siempre mostró una apertura máxima, que mantiene hoy. Australia, mientras tanto, experimentó una rápida apertura entre 1980 y 1995, que se redujo levemente en el siguiente lustro. En el caso argentino, se produjeron abruptas experiencias de liberalización financiera en 1976-1982 y 1991-2001, que terminaron con cierres violentos de los mercados por crisis financierasy cambiarias, que lejos de ayudar a su crecimiento lo perjudicaron gravemente.

Otras variables

La visión de Fisher omitía el problema de la sostenibilidad externa. Una economía con déficit permanentes en cuenta corriente se endeuda, circunstancia que puede dar lugar a severas restricciones de desarrollo. Pero Australia convivió con déficit sistemáticos en los últimos cincuenta años, alcanzando valores recientes que promedian el 6% del PIB, un nivel que los análisis de sustentabilidad juzgarían alarmante. Canadá también ha observado déficit sistemáticos, que sólo se corrigieron recientemente. La Argentina presenta un promedio deficitario, pero con episodios violentos de ajuste obligado para restablecer el superávit externo.

Otro factor no considerado es la volatilidad macro (el desvío estándar del crecimiento). Si bien Australia y Canadá siempre exhibieron menor volatilidad que la Argentina, a partir de 1975 la volatilidad argentina es 5 veces superior a la de AyC.

Una tercera variable relegada son los cambios en la distribución del ingreso. A mediados de los ‘70 la distribución personal del ingreso en la Argentina no era muy distinta de la de Canadá, pero desde allí el empeoramiento es rápido y progresivo, y toca un máximo en la crisis de 2001. En ese período Canadá ni Australia mostraron cambios notorios.

Tenemos entonces tres variables que diferenciaron claramente a nuestro país de AyC desde 1975: la inflación descontrolada (1972-1991), la volatilidad macro y la distribución del ingreso, en un marco donde la restricción externa limitaba sistemáticamente el crecimiento. Y es justamente a partir de mediados de los ‘70 que se modifica drásticamente la estructura económica, política y social del país, cambios que no se pudieron terminar de revertir hasta hace muy pocos años.

Si Kuznets tenía razón (y los datos parece justificar su opinión), el caso argentino debe ser analizado por separado, pero entendiendo los procesos económicos, sociales y políticos específicos que dieron lugar a nuestro atraso relativo.

*Pablo J. Mira es docente de la UBA

(1) Fischer, S. (1991), “Growth, Macroeconomics, and Development”, NBER Macroeconomics Annual, Vol. 6 (p. 329 – 379).