Martínez de Hoz: horresco referens*

Por Carlos Abel Suárez*
para Sin Permiso (México) 
publicado el 17 de marzo de 2013

José Alfredo Martínez de Hoz, el principal artífice de la política económica de la dictadura militar argentina murió el viernes pasado en su domicilio a la edad de 87 años. El ex ministro de Economía del dictador Jorge Videla, que estaba procesado – con prisión domiciliaria - por el secuestro extorsivo de los empresarios Federico y Miguel Gutheim, se llevó a la tumba gran parte de la memoria del teje y maneje de una época tenebrosa. Había sido indultado por Carlos Menem en 1990 y las causas por crímenes de lesa humanidad fueron reabiertas en 2006.

Los más de 90 avisos fúnebres que participan su fallecimiento en el diario La Nación constituyen un muestrario de una especie en extinción. Están apellidos ilustres de la vieja oligarquía y el genocida Jorge Rafael Videla, varias veces condenado a perpetua por sus crímenes. No están todos los que tendrían que estar y que se beneficiaron de sus políticas, nunca reconocerán en público, como suele ocurrir, los que aplaudieron entonces y se llenaron los bolsillos para siempre. Solamente Carlos Pedro Blaquier, la cabeza del grupo Ledesma, que actualmente enfrenta una causa por la participación de la empresa azucarera en la trágica “noche del apagón”, escribió: “su amigo de toda la vida, participa con gran pena su fallecimiento”.

El 2 de abril de 1976, Martínez de Hoz exponía ante la cadena nacional de radiodifusión el programa económico de lo que se denominó el Proceso de Reorganización Nacional, que entre sus instrumentos nodales figuraba la ley de entidades financieras todavía vigente, la apertura de la economía, un dólar alto acompañado de una “tablita” de devaluaciones programadas, piedra libre para el endeudamiento externo con la convicción de que no importaba el déficit de la balanza de pagos y un ataque sistemático al salario real y a las conquistas de los trabajadores. Sus ideas no constituían una novedad, ya en Chile tras el derrocamiento del presidente Salvador Allende  se estaba implementando la política de los “chicago boys”.
Martínez de Hoz tenía a sus espaldas la tradición de sus padres, abuelos y bisabuelos, una familia de terratenientes desde los tiempos de Rosas, fundadores del Jockey Club y de la Sociedad Rural, o sea la más rancia oligarquía. Sin embargo, el “Joe”, como le llamaban sus íntimos, transitaba por el mundo académico y sus intereses se habían diversificado. Una de las figuras del poderosos Consejo Empresario Argentino, miembro del directorio de una docena de empresas industriales, agrarias y de servicios; presidente de Acindar, líder en la producción de acero y de la Compañía Italo-Argentina de Electricidad, con amigos en el mundo de los negocios de Estados Unidos y Europa.  De modo que el respaldo de la plana mayor del empresariado y de organismos internacionales (FMI y Banco Mundial) no fue difícil, especialmente en medio de la crisis terminal del gobierno de Isabel Martínez.
 Sin embargo, la disputa entre bambalinas fue muy fuerte y constante, entre las diversas corrientes de la clase dominante, tecnócratas y facciones militares.
Los antecedente tan destacados del Joe, por consiguiente, no salvaron la pulseada con otros aspirantes que pretendían ser ungidos por los militares para manejar la economía. En la lista se encontraba un precursor del neoliberalismo autóctono, el ing. Álvaro Alsogaray, que desde la caída de Perón peleaba por la conducción de la economía, logrando durante el malogrado gobierno de Arturo Frondizi una importante cabecera de puente, para recién gritar “cartón lleno” en los ’90 con Carlos Menem.
De todas maneras Martínez de Hoz fue tal vez el cuadro más apto para llevar adelante la parte principal del libreto que la mayoría de la clase empresaria había encomendado a los militares: perforar la resistencia de los trabajadores, liquidar las conquistas sociales.
“La cuestión central para la coalición golpista que instauró la dictadura de Videla-Martínez de Hoz era claramente social: cómo transformar el sistema de relaciones políticas, sociales y económicas para maximizar las condiciones de explotación del trabajo asalariado suprimiendo la capacidad de las clases populares de defender sus conquistas anteriores y de lograr nuevos avances”, como afirma Ricardo Sidícaro. (1) El tema de la guerrilla o de “la lucha contra la subversión” fueron la justificación o el pretexto del golpe. Del punto de vista de la acción militar: las ejecuciones de la Triple A, la barbarie iniciada en Tucumán y encomendada por el gobierno peronista al Gral. Vilas, la brutal represión de  Villa Constitución,  particularmente contra los trabajadores dirigidos por el clasista Alberto Piccinini en Acindar (la acería que presidía Martínez de Hoz), entre otras acciones que habían desarticulado a las organizaciones.  El objetivo entonces eran los trabajadores, sus convenios colectivos, su organización en las fábricas, fortalecida por una nueva generación de activistas en las industrias de punta, al calor de las revueltas populares (Cordobazo, Rosariazo, Mendozazo, Villazo)  y el más cercano Rodrigazo, la movilización obrera y popular contra el plan de ajuste del ministro de Economía de Isabel Martínez de Perón, Celestino Rodrigo. Las grandes fábricas se convirtieron en campos de concentración, mandando a prisión o “despareciendo” a los miembros de las comisiones internas y cuerpos de delegados. Entre 1974 y 1983 el salario real cayó más de un 18 por ciento.
Fuera de ese consenso había una lucha, a veces reptante otras abiertas, de las corporaciones, de la financierización, de los grupos económicos que hacían negocios como proveedores del Estado, del complejo militar industrial en expansión y de múltiples canonjías, la consolidación de la “patria contratista” que se había perfilado ya en los tiempos del golpe de Juan Carlos Onganía.  El consenso contaba con otros apoyos visibles o nebulosos: la Iglesia, los medios de comunicación (principalmente los gráficos, porque la TV y las radios estaban en manos de la Junta Militar) y algunos políticos que siempre alternaban los despachos militares.
La idea de perpetuarse en el poder y buscar una rebuscada legitimidad en los comicios estuvo desde el comienzo en la agenda de los militares y el círculo de tecnócratas y políticos allegados.
Ricardo Yofre, jefe de campaña de Eduardo Angeloz, el candidato radical que enfrentó a Menem en las elecciones de 1989, había sido antes asesor de la secretaría general de la presidencia en los primeros años de Videla. Yofre que cuenta en sus memorias las visitas de políticos y personajes civiles a la casa Rosada, entre ellos dos dirigentes del Partido Comunista; el tema que los convocaba eran proyectos para una salida “institucional”, con Videla a la cabeza. Pero también advierte que había una fuerte oposición interna a esos planes.  Consultado en septiembre de 1990 por Ernesto Tenembaum sobre cómo jugó frente a esas ideas Martínez de Hoz, explicó:
“Era otro que quería ser presidente. Yo almorcé una vez con él en esos meses (1978). Intenté comprometerlo con la apertura. Él se reía. `Mire Yofre, yo de esto no entiendo, soy economista, no político´. Yo le recordé que había sido fundador del partido Demócrata Cristiano en 1954. Pero dos días antes del golpe le había confesado al entonces coronel Maya Gil que soñaba con ser presidente si el plan económico andaba bien. Él influía directamente sobre Videla y su mujer, sobre Raquel Hartridge, quien la escuchaba mucho. A pocos días de haber comenzado el Proceso llegó del exterior Rodolfo Martínez, el ex ministro del Interior de Frondizi que después fue ideólogo de los Azules. Un hombre inteligentísimo. Almorzó con Martínez de Hoz y le preguntó qué estaba pensando para salir a la democracia. `No, eso lo pensaremos después´, dijo Martínez de Hoz. `Me voy muy preocupado. Tendrían que haberlo pensado antes del 24 de marzo´ respondió Martínez. Pero, claro, Martínez de Hoz era uno de esos políticos que llegan al poder sólo con gobiernos militares. Nosotros quisimos evitar que el entorno de Videla fuera ese”.
El  7 de abril de 1979 el círculo de ex Legisladores organizó una cena de homenaje a Videla, que fue el único orador. Estaban presentes los radicales Ricardo Balbín y Antonio Tróccoli,  además de unos 30 ex diputados justicialistas y un representante de Oscar Alende, según la prensa de la época, que seguía estos incipientes pasos de una apertura, lo que muestra por un lado que los militares no eran un bloque homogéneo y  que había una lucha política y también sindical, de aliados o posibles aliados. Otros que jugaban, como después se manifestó abiertamente, fueron el almirante Massera, que soñaba con ser un nuevo Perón, y el Gral. Galtieri con “su” Plaza de Mayo vivándolo por la hazaña de Malvinas.
Estado y mercado: el neoliberalismo imperfecto de Martínez de Hoz
Hay numerosos trabajos publicados en Sin Permiso que advierten sobre el error de pensar que  las políticas neoliberales quieren debilitar el papel del Estado. En realidad lo que hacen es poner el Estado al servicio de los intereses de los grupos más concentrados del capital y propender a burbujas de consumo.
Esto se observa de modo elocuente durante la gestión de Martínez de Hoz.  Jorge Schvarzer, gran investigador, colaborador de Milcíades Peña y de Silvio Frondizi, fue uno e los primeros en estudiar sistemáticamente el plan del Joe. Llegó a la conclusión que “la batalla contra el sector público ha tenido resultados curiosos al cabo de estos cinco años. El Estado ha crecido en términos relativos y absolutos dentro de la economía argentina y la política de privatizaciones ha hecho muy poco por modificar esa situación. Ella está creando, al mismo tiempo, un grupo apreciable de empresas privadas con características especiales que tienden a vivir a la sombra del presupuesto creando, en definitiva, una carga adicional sobre los requerimientos financieros del sector público”. (2)
Asimismo la política de Martínez de Hoz presentó algunas singularidades, que algunas deben explicarse por el contexto internacional. Rompió el bloqueo cerealero a la URSS, resuelto por Estados Unidos en el marco de la Guerra Fría, convirtiendo al bloque soviético en uno de los principales destinos del comercio exterior argentino. El colmo de la paradoja: nacionalizó su propia empresa, la Compañía Italo-Argentina de Electricidad, una escandalosa estatización investigada por la Cámara de Diputados en 1984, por lo que fue procesado y salvado por el indulto de Menem.   
Martínez de Hoz explicó las fallas de su modelo porque "no hubo continuidad inmediata" por los conflictos internos. "El gran error –aseguró -  fue una cuestión de personalidad, el Gral. (Roberto) Viola tenía ambiciones políticas propias y no era inteligente, tenía fama de ser vivo, manipulador y quiso congraciarse con todos".
En una entrevista de fines de los ´90, al contestar por los baches de su gestión, afirmó: "no se perdió ya que volvió con el ex presidente (Carlos) Menem, un hombre con inteligencia natural, un gran político que tuvo el olfato popular, el instinto de ver que no se podía seguir con este estatismo y había que privatizar”.

La memoria política de los argentinos es muy corta. En plena crisis del 2001 cuando ningún político podía salir a la calle, las vidrieras de bancos y negocios todavía no se habían reparado y la sangre de los caídos por la represión estaba aun fresca, veo una tarde  a Martínez de Hoz, de camperita corta de carpincho, jean azul claro y mocasines marrones, estaba en una fila para entrar a un cine de la avenida de Santa Fe  y Ayacucho. Llamé a una agencia de noticias para que viniera urgente alguien a sacar una foto, el colega me responde “es sábado”, en tono como que yo tendría que suponerlo, “tenemos un solo fotógrafo y está afuera”. Un transeúnte lo reconoció y gritó: “todo lo que nos pasa es culpa tuya”, nadie lo acompañó en su rabia. Joe fue indiferente, igual que todos los que ya avanzaban para entrar al cine. Ese día “el hijo de puta” era Cavallo, habrá pensado aliviado Martínez de Hoz. 
Notas:
* horresco referens: Me estremezco al contarlo. Virgilio
1)Alfredo Pucciarelli et al. Empresarios, tecnócratas y militares, la trama corporativa de la última dictadura, Siglo XXI, Buenos Aires: 2004
2) Jorge Schvarzer, La Política Económica de Martínez de Hoz, Hyspamérica, Buenos Aires. 1983
*Carlos Abel Suárez es miembro del comité de redacción de Sin Permiso.