Entrevista a Gilbert Achcar. Entre la revolución y las contrarrevoluciones

Terry Conway


Las monarquías quieren hacer una guerra sectaria de un levantamiento democrático.
Las monarquías quieren hacer una guerra sectaria
 de un levantamiento democrático.
-Terry Conway: ¿Podrías evaluar el estado actual de la Primavera árabe en general, antes de que nos centráramos específicamente en Siria?-Gilbert Achcar: Lo que está ocurriendo ahora es la confirmación de lo que se podía decir al inicio del proceso; lo que comenzó en diciembre de 2010 en Túnez no fue una "Primavera", como lo llamaron los medios de comunicación, un breve período de cambio político que, con el derrocamiento del tirano, abría el camino a una democracia parlamentaria mejor, y ahí se acababa todo. Los levantamientos fueron retratados como "La revolución facebook", otra de aquellas "revoluciones de colores". Yo insistí desde el principio en que ésa era una mala interpretación de la realidad. Lo que comenzó en 2011 fue un largo proceso revolucionario, que se desarrollará durante muchos años, o incluso durante décadas, especialmente si tenemos en cuenta la extensión geográfica.

Desde esta perspectiva, hasta ahora sólo hemos asistido a la fase inicial del proceso. En algunos países han logrado ir más allá de esa etapa inicial de derrocamiento de los gobiernos existentes. Es el caso de Egipto, Túnez y Libia, los tres países cuyos regímenes fueron derrocados por levantamientos. Y como se puede ver, en estos países aún persiste una situación de confusión e inestabilidad, algo habitual en los períodos revolucionarios.
Quienes crean que el levantamiento árabe ha terminado o está muerto, no han llegado a ver más allá de la victoria inicial de las fuerzas islamistas en las elecciones en Túnez y Egipto. Contra tales agoreros, señalé el hecho de que esto era en realidad inevitable, ya que las elecciones celebradas poco después de la caída de estos gobiernos solo podían reflejar la correlación de las fuerzas organizadas ya existentes en esos países. También señalé que el período en el que los islamistas fundamentalistas estarían en el poder no sería muy largo, si tomábamos en consideración las raíces reales del proceso revolucionario.
Este largo proceso hunde sus raíces en la realidad social de la región, caracterizada por muchas décadas de estancamiento en su desarrollo, con un alto índice de desempleo (especialmente desempleo juvenil), mayor que el de otras regiones del mundo. Éstas fueron básicamente las causas de la explosión y mientras no se resuelvan estos problemas estructurales el proceso continuará. El gobierno que no tenga solución para estos problemas endémicos estará condenado al fracaso. El fracaso de la Hermandad Musulmana era previsible. En mi libro "El pueblo quiere", que fue escrito antes del derrocamiento de Morsi en Egipto, sostuve que la Hermandad Musulmana fracasaría inevitablemente. Escribí lo mismo de Ennahda en Túnez, que ahora está encarando una protesta muy dura que cuestiona el futuro del gobierno.
Así pues, existe un proceso en marcha en toda la región que, como todo proceso revolucionario en la historia, tiene altos y bajos, períodos de avances y períodos de retrocesos y, a veces, períodos contradictorios. El momento más contradictorio que ha vivido este proceso hasta ahora es el que se dio recientemente en Egipto, donde el 30 de junio vimos una gran movilización contra Morsi, que constituyó una experiencia muy avanzada en democracia, protagonizada por un movimiento de masas que pidió la destitución de un presidente electo que había traicionado las promesas que hizo a la gente. Pero al mismo tiempo, y aquí radica la contradicción, tenemos el golpe militar y las ilusiones generalizadas de la gente de que el ejército puede jugar un papel progresista, compartidas por sectores dominantes de la izquierda así como por los liberales.

-TC: ¿Cómo encaja en tu análisis la situación actual de Siria en el contexto general de la región?
-GA: No puede haber duda de que lo que comenzó en Siria en 2011 es parte del mismo proceso revolucionario de los otros países. Es parte del mismo fenómeno y es fruto de las mismas causas: estancamiento del desarrollo y desempleo, particularmente desempleo juvenil. Definitivamente, Siria no es una excepción. De hecho, es uno de los casos más agudos de la crisis social y económica de la región, debido a las políticas neoliberales implementadas por los Assad, padre e hijo, pero especialmente por el hijo desde que llegó al poder hace doce años, tras la muerte de su padre.
Siria es un país que se ha visto masivamente empobrecido en las últimas décadas, especialmente en las áreas rurales: el nivel de pobreza ha ido en aumento y llegó a una situación en que casi un tercio de la población estaba por debajo del umbral de la pobreza, con un desempleo creciente. En vísperas de la insurrección, las propias cifras oficiales de desempleo lo cifraban globalmente en un 15%, y en más de un tercio el de los jóvenes entre 15-24 años.
Todo esto se ocurría en un contexto de gran desigualdad social, con un régimen muy corrupto, en el que el primo de Bashar al Assad se convirtió en el hombre más rico del país, controlando, se cree, más de la mitad de la economía. Y esto sólo hace referencia a un miembro del clan gobernante: todos los miembros del clan han ido acumulando enormes beneficios materiales. El clan funciona como una verdadera mafia y ha estado gobernando el país desde hace varias décadas.
Lo anterior, junto al hecho de que el régimen sirio es uno de los más despóticos de la región, constituye la raíz profunda de la explosión. Comparado con la Siria de Al-Assad, ¡el Egipto de Mubarak era un faro de democracia y de libertades políticas!
Por eso no fue una sorpresa que después de Túnez, Egipto, Libia, Yemen, etc., Siria también entrara en este movimiento. Como tampoco lo fue (para quienes como yo estaban familiarizados con el carácter militar del régimen sirio) que el movimiento no pudiera lograr lo que logró en Túnez y Egipto a través de movilizaciones masivas.
Lo específico de este régimen es que el padre de Assad remodeló y reconstruyó el aparato del Estado, sobre todo su núcleo duro -las fuerzas armadas- con el fin de crear una guardia pretoriana para sí mismo. El ejército, especialmente sus fuerzas de élite, está ligado al régimen de varias maneras, especialmente a través del uso del sectarismo. Mucha gente que hasta ahora no había oído hablar de Siria, sabe ahora que el régimen está basado en el poder de una minoría del país que supone alrededor del 10% de la población, los Alawitas.
Con un ejército que es completamente leal al régimen, la ilusión (y había muchas ilusiones en el movimiento al principio) de que el régimen pudiera ser derrocado sólo a través de manifestaciones masivas era falsa. En cierto sentido era inevitable que la insurrección se convirtiera en una guerra civil, porque no hay manera de derrocar a un régimen de esta naturaleza sin una guerra civil.
En la historia de las revoluciones, las revoluciones pacíficas son la excepción, no la regla. La mayoría de las revoluciones, si no comenzaron con una guerra civil, como la revolución China, llevaron rápidamente a una guerra civil, como en Francia, Rusia, etc. 
Dicho esto, el régimen sirio no es más que una de las contrarrevoluciones a las que se enfrentan la revuelta siria, a pesar de que es, con mucho, la más mortífera. La segunda contra-revolución viene de las monarquías del Golfo, el principal bastión de la reacción en toda la región. Estas monarquías reaccionaron contra la primavera árabe de la única forma que podían hacerlo, especialmente teniendo en cuenta que su padrino, el imperialismo de los EEUU, no estaba en disposición de intervenir como una fuerza contra-revolucionaria contra los levantamientos. Intentaron cooptar el movimiento, recuperarlo. Y para las monarquías del Golfo, esto significaba luchar por convertir las revoluciones sociales y democráticas en movimientos dirigidos por fuerzas que, ideológicamente, no son una amenaza para ellos. Esto sirve para los Hermanos Musulmanes, que fueron fuertemente respaldados por el Emirato de Qatar, como para todo tipo de salafistas -incluyendo "jihadistas moderados"- respaldados por el reino saudí, o por varias redes wahabí-salafistas en los países del Golfo.
Estas monarquías han hecho todo lo posible para ayudar y promover una salida favorable a sus intereses desde dentro del levantamiento sirio, desviando la revolución democrática, que podía ser una amenaza para ellos, en una guerra sectaria. Esto significa actualmente una convergencia entre ellos y la primera contra-revolución, la del régimen.
Al principio lo que había en Siria eran manifestaciones, como en cualquier otro lugar de la región, organizadas y seguidas por la gente joven del pueblo, la creación de redes a través de medios sociales; manifestaciones muy animadas, con demandas claramente sociales, democráticas y anti-sectarias. Pero desde el primer día, el régimen acusó a estas movilizaciones de estar promovidas por al-Qaeda, al igual que Gaddafi en Libia; en ambos casos, este era un mensaje dirigido a Occidente. Ellos estaban diciendo a Washington: "No os confundáis, nosotros somos vuestros amigos, estamos luchando contra el mismo enemigo, nosotros estamos luchando contra al-Qaeda, así que no deberíais estar contra nosotros, sino con nosotros".
El régimen sirio hizo algo más que librar una guerra de propaganda: permitió a los jihadistas salir de las cárceles para que pudieran construir su corriente dentro del levantamiento. En la oposición siria hay una creencia muy generalizada de que los grupos de Al-Qaeda están infiltrados y manipulados por el régimen. Esta no es una visión descabellada de la realidad; seguramente, hay un cierto nivel de implicación, aunque nadie puede decir cuánto.
Pero aún hay una tercera fuerza contra-revolucionaria trabajando contra el levantamiento sirio: se trata, por supuesto, de los EEUU y, yo agregaría, Israel. Respecto a Siria, como respecto al resto de países de la región, los EEUU son contra-revolucionarios en el sentido estricto del término. Washington no quiere que ningún Estado sea desmantelado. Quieren lo que denominan una "transición ordenada": que el poder cambie de manos sin que cambie básicamente la estructura del Estado. En Washington y en Londres continúan hablando de "las lecciones de Iraq" y de cómo se equivocaron desmantelando el Estado baazista. "Deberíamos haber mantenido ese Estado y simplemente haber echado a Saddam Hussein, y si lo hubiéramos hecho, no habríamos tenido tantos problemas".
¿Y qué pasa con Libia? Antes de la caída de Gaddafi, escribí un largo artículo explicando que la intervención de la OTAN en Libia iba encaminada a cooptar el levantamiento para dirigirlo y administrarlo mientras participaban en las negociaciones con Saif al-Islam, hijo de Gaddafi, que era visto por Occidente como el mejor miembro de la familia gobernante. Occidente quería que él intercediera para que su padre capitulara en favor de los deseos de Washington, Londres, París y el resto. Pero por supuesto el levantamiento en Libia fue más allá cuando la insurrección de Trípoli llevó al colapso de todo el régimen.
Respecto a Siria, Washington dijo claramente -incluso durante la reciente crisis alrededor de las armas químicas-: "Nosotros no queremos la caída del régimen, nosotros queremos una solución política", lo que Obama llamó hace un año "la solución Yemen". ¿Qué ocurrió en Yemen? El presidente, Ali Abdullah Saleh, después de un año de protestas, entregó el poder a su vicepresidente con una gran sonrisa en la cara, y desde entonces sigue en el país donde aún maneja muchos hilos. Esta es la razón por la que el conflicto está lejos de terminar en Yemen, a pesar de que no se oiga nada en las noticias de los medios occidentales. El movimiento continúa no solo en Yemen, sino también en Bahrein y en toda la región.
Esta es la misma solución que quieren los EEUU para Siria. No quieren intervenir militarmente como hicieron en Libia. La reciente crisis se debió a la presión que sufría Washington desde dentro, con su credibilidad en juego, desde que Obama había marcado como "línea roja" el posible uso de armas químicas por parte del régimen sirio. Pero incluso cuando contemplaban la intervención militar, explicaron que ésta sería muy limitada y que no afectaría a la correlación de fuerzas en conflicto. The New York Times publicó un extenso artículo informando que Israel deseaba exactamente esto mismo: ataques limitados que no alteraran el equilibrio de fuerzas dentro de Siria.
Las fuerzas occidentales no prestarán un apoyo substancial - especialmente apoyo militar - a nadie, ya que no confían especialmente en ninguna fuerza de la oposición. Como escribió el Jefe del Estado Mayor estadounidense, Martin Dempsey: "No se trata hoy de elegir en Siria entre dos lados sino entre muchos. En mi opinión, el lado que elijamos debe estar preparado para defender sus intereses y los nuestros cuando el equilibrio se desplace a su favor. A día de hoy, no existe esto".

-TC: Cuando has hablado de las fuerzas contra-revolucionarias no has mencionado a Rusia. ¿Sería exacto describirla como la cuarta columna en este caso?
-GA: No la he mencionado pero es obvio que es la clave de la fuerza del régimen de Al-Assad. En este sentido, la Rusia de Putin forma parte de la primera columna, no de la cuarta.

-TC: ¿No es cierto que su implicación no sólo tiene un importante efecto material a través del suministro de armas a al-Assad, sino también un efecto ideológico importante que desorienta a algunos de los que se podría esperar que apoyaran a la insurrección?
-GA: En última instancia, el levantamiento tiene muy pocos amigos. Incluso entre la gente de la que se podría esperar que fuera amiga de las revoluciones se pueden ver algunas actitudes hostiles; la gente asume la propaganda del régimen sirio, así como la de Moscú, que retrata a toda la insurrección como jihadista. Y alguna gente mira a Rusia como si ésta fuera aún la Unión Soviética, a pesar de que en términos de carácter político y social, los Estados Unidos aparece como bastante progresista en comparación con lo que significa la Rusia de Putin: gobierno autoritario, capitalismo salvaje, tasa fija de impuesto a la renta fija del 13%, cleptocracia, etc. Hay muchos más elementos para considerar a Rusia como un país imperialista, que como uno anti-imperialista.
En cuanto a los que creen que el régimen sirio es "anti-imperialista", ignoran justamente la historia de este régimen y el puro oportunismo que guía su política exterior. La Siria de Assad intervino en 1976 para aplastar a la resistencia palestina y a la izquierda libanesa en Líbano y evitar su victoria sobre la extrema derecha. Entre 1983 y 1985 libró una guerra contra los palestinos en los campos de refugiados de Líbano. En 1991, el régimen sirio luchó en la guerra contra Iraq bajo el mando de los EEUU; fue parte de la coalición con los EEUU hasta 2004, el régimen sirio fue el protector del gobierno neoliberal pro-EEUU de Hariri en el Líbano; y durante todos estos años, la frontera siria ha sido la más tranquila y segura para Israel. Así que no tiene ningún sentido describir al régimen de Al-Assad como anti-imperialista: éste es un régimen oportunista que no ha dudado de cambiar de bando y alianzas para defender sus propios intereses.

-TC: ¿Podrías comentar algo sobre la correlación de fuerzas dentro de la oposición siria?
-GA: Por noticias de amigos a los que creo y que han visitado todas las áreas controladas por la oposición, los dos grupos que representan a al-Qaeda no suponen más del 10% de los combatientes, mientras que los salafistas probablemente representen al 30%. Esto significa que la mayoría de las fuerzas que actúan lo hacen bajo la bandera del Ejército Sirio Libre (FSA), aunque parte de ellos también son de tendencia islamista. Este es el resultado de que las principales fuentes de financiación de las fuerzas contrarias al régimen sirio hayan sido islámicas y del Golfo, desde las monarquías hasta las diferentes redes religiosas.
Esto en lo que respecta a los grupos armados; en lo que respecta a la resistencia popular, su gran mayoría no está interesada en ninguna clase de estado islámico, sino que sus aspiraciones son sociales y democráticas, las que han estado en el origen del levantamiento desde el principio.

-TC: ¿Podrías decirnos algo sobre cómo se organiza la resistencia y cuáles son sus principales demandas?
-GA: La resistencia es muy heterogénea. Como en el resto de la región, durante los primeros meses del levantamiento los líderes eran mayoritariamente gente joven organizada a través de las redes de internet. Se auto-organizaron en comités locales de coordinación (CLCs) y elaboraron un programa progresista: democrático, anti-sectario y con una orientación secular. Globalmente, un conjunto de demandas progresistas que no puedes dejar de apoyar sí te consideras de izquierdas.
La segunda etapa fue la constitución del Consejo Nacional Sirio (CNS) en el extranjero. Esta es la mayor diferencia con Libia, donde el Consejo Nacional de Transición se organizó en el interior del país y fue reconocido como legítimo por la mayoría de los libios que se levantaron contra Gaddafi, aunque incluso allí hubo algunos problemas. El CNS fue creado en el extranjero por gente que no tuvo un papel real en el liderazgo del levantamiento, pero que tenían algunas conexiones. Fue creado con la injerencia de Turquía y de Qatar. El emirato financió el CNS, especialmente a los Hermanos Musulmanes, quienes fueron y siguen siendo un componente importante de la oposición oficial en el exilio.
Pero en el mismo CNS puedes encontrar gente que pertenece a la izquierda siria, como el Partido Democrático del Pueblo, que es una escisión del Partido Comunista Sirio. Incluso los propios CLCs están representados en el CNS y reconocen su liderazgo en la oposición. Desde un punto de vista de izquierdas no hay problemas para estar de acuerdo con su programa: es democrático, anti-sectario y con una orientación clara. Por supuesto, podríamos decir que no es suficientemente social, pero el CNS no es ciertamente una dirección de izquierda radical.
Ahora el CNS ha sido reemplazado por la Coalición Nacional Siria. Básicamente sigue siendo una coalición de fuerzas similar a las que participaron en las revueltas de Egipto y Túnez. No hay que olvidar que en Egipto, la Hermandad Musulmana y los salafistas ya estaban allí, en el levantamiento, junto con los liberales y la izquierda.
Con la militarización de la lucha, la mutación del levantamiento en una guerra civil que se desarrolló progresivamente desde el otoño de 2011, hemos visto la emergencia de una línea dura de grupos islamistas jihadistas que, además de los grupos salafistas, incluyen dos grupos que trabajan bajo el sello de Al-Qaeda, con algunas diferencias entre ellos. De las dos filiales de Al-Qaeda, los combatientes de una vienen fundamentalmente de fuera de Siria; la otra está formada, sobre todo, por sirios y hay tensiones entre ellas. Han aumentado los enfrentamientos entre el FSA, el brazo armado de la oposición oficial, y los grupos de Al Qaeda.
Es reconfortante ver que los jihadistas más duros son cada vez más rechazados por la oposición, pero también hay que entender que la oposición no puede librar una guerra contra dos frentes, ya tiene suficientes problemas con la muy desigual relación de fuerzas entre ellos y el régimen. Desafortunadamente, en la lucha armada, no existe una izquierda. La izquierda radical en Siria es muy marginal. Y la izquierda más amplia no ha intentado organizarse al margen del FSA.

-TC: ¿Cómo ha respondido la oposición al intento del régimen de caracterizarla como sectaria?
-GA: Ha respondido de varias formas: a través de declaraciones y proclamas, pancartas en las manifestaciones, utilizando nombres de personajes históricos alauitas, cristianos o drusos para sus movilizaciones de los viernes, etc.
El hecho es que no hay comparación posible entre los asesinatos sectarios perpetrados por el régimen y los shabbihas -sus milicias-, que han provocado las mayores masacres, y los asesinatos sectarios de las fuerzas anti-régimen. Estos últimos son en su mayoría perpetrados por los jihadistas, a quienes considero como otra fuerza contrarrevolucionaria.
Por supuesto hay reacciones salvajes de gente con poca conciencia política que reacciona con una orientación sectaria en respuesta a la brutalidad del régimen. Ahora bien, ¿qué se podía esperar? Este no es un ejército de intelectuales marxistas que plantan cara al régimen; es un levantamiento popular sin una dirección política que eduque a la gente. Por tanto hay reacciones sectarias por parte de la oposición en respuesta al masivo sectarismo del régimen. Hemos vivido el mismo caso en la guerra civil del Líbano, con una mayor simetría en la violencia sectaria por parte de los dos bandos. Si hubiera que utilizar ese criterio, todo el mundo debería haber rechazado por igual a ambos lados en la guerra civil libanesa.
Por supuesto, hay que denunciar todos los actos sectarios cuando se den. Y actualmente están siendo denunciados por la oposición y por el FSA. Pero no se debería caer en la trampa de ignorar la diferencia entre los masivos asesinatos sectarios del régimen y aquellos perpetrados por las fuerzas anti-régimen.

-TC: ¿Cuál es la relación con la lucha de los kurdos?
-GA: Tanto el régimen como la oposición cortejaban a los kurdos desde el principio. El régimen no quería que los kurdos participaran en el levantamiento, y la oposición, al contrario, quería sumarlos al levantamiento. El CNS incluyó en su programa el reconocimiento de los derechos de las minorías, pero no el derecho a la auto-determinación, aunque ésta ni siquiera es una demanda unánime entre los kurdos de toda Siria, lo que no quiere decir que no apoyarían este derecho.
El movimiento kurdo sirio aprovechó la oportunidad y tomó el control de las zonas kurdas. La fuerza dominante entre los kurdos sirios está ligada al PKK, que domina en Turquía y tiene el control de parte del Kurdistán, y que ha cultivado relaciones con el régimen sirio a lo largo de los años. Pero los kurdos no están interfiriendo directamente en la guerra civil, ya que están ocupados en el control de su propia área y en el establecimiento de la autonomía de facto, como pasó en Iraq. Ellos se mantienen a cierta distancia de la guerra civil, si dejamos aparte algunos enfrentamientos con los jihadistas.

-TC: ¿Cómo describirías la situación en las áreas controladas por el FSA? Evidentemente, la situación humanitaria es un desastre pero, ¿cómo la describirías políticamente?
-GA: Efectivamente, la situación humanitaria es espantosa. En muchas de las áreas de las que la oposición se hizo cargo y desmontó el Estado baazista, hemos visto la creación de comités locales democráticos, con alguna forma de elección. Esto es positivo y totalmente normal: cuando la autoridad desaparece, se intenta organizar algo para reemplazarla. Alguien podría retratar estos comités como "soviets" o algo así, pero estaría completamente fuera de lugar. Estas estructuras pueden representar un interesante potencial para el futuro, pero por el momento no son más que medidas de auto-organización con el fin de reemplazar el vacío de poder creado por el colapso de las instituciones estatales locales.

-TC: ¿Cómo resumirías lo que debe de hacer la izquierda en relación a Siria?
-GA: Es muy importante movilizarse en solidaridad con la revuelta siria y no ser tímido al respecto. Si creemos en el derecho de los pueblos a la autodeterminación, si creemos en el derecho de los pueblos a elegir libremente lo que quieren, entonces, incluso si tuviésemos un levantamiento con el liderazgo de las fuerzas islamistas, no deberíamos cambiar de posición, como no lo hicimos, por ejemplo, con Gaza y Hamas, o con la resistencia iraquí, la cual estaba bajo un control islamista más fuerte que el existente en Siria.
Por todas estas razones, pienso que es muy importante expresar nuestra solidaridad con la revolución siria, construir redes con los progresistas de la oposición, combatir la propaganda del régimen, así como la propaganda de Moscú, y denunciar a Washington y a Occidente como cómplices de los crímenes contra la humanidad perpetrados en Siria.