Política internacional de Yrigoyen

Por Delia Kamia

Del libro"Entre Yrigoyen e Ingenieros (Un episodio de la Historia Argentina Contemporánea)", Bs. As., Ediciones Meridión, 1957.

A Yrigoyen le tocó gobernar durante los dos últimos años de la guerra mundial de 1914-1918. 
Aparte de la crisis económica que produjo, la guerra dio origen a un clima de intranquilidad. Durante su curso tuvieron lugar tres revoluciones que derribaron a las tres casas dinásticas más autocráticas de Europa: en 1917, la revolución rusa, que liquidó al zarismo de los Romanoff; en 1918, la revolución alemana, que acabó con los Hohenzollern, y la austríaca, que quitó poder a los Habsburgo. 
En la guerra mundial combatían, aliadas, Inglaterra y Francia contra Alemania. Italia, que intervino a favor de Alemania, se pasó luego a los Aliados. El apoyo bélico de los EE.UU. a los aliados en 1917, ayudó a liquidar el conflicto con la derrota de Alemania por los aliados en 1918. 
Afrontando la opinión pública que quería tildarle de progermanista, Yrigoyen supo mantener en el conflicto mundial europeo una actitud neutral, que impidió que su país fuese arrebatado a la guerra por los intereses imperialistas de ambos bandos beligerantes. 
Supo asimismo hacer respetar los derechos internacionales de navegación, con motivo del hundimiento del vapor argentino "Monte Protegido", en abril de 1917 por los alemanes, y hacer que el gobierno alemán pidiese disculpas por el hecho ofreciese reparaciones. 
En las gestiones preliminares a la formación de la Liga de las Naciones, Yrigoyen se pronunció por el derecho de igualdad en su seno, de todas las naciones, pequeñas o grandes, vencedoras o vencidas, beligerantes o neutrales.5 El delegado argentino ante la Liga, doctor Honorio Pueyrredón, en la asamblea reunida en Ginebra e fines de 1920, manifestó, en representación de su país, que la Argentina no funda su derecho sobre el triunfo de la fuerza, y que "la victoria no da derechos". "La República Argentina" -terminó diciendo- juzga de toda necesidad que la Liga de la Naciones encare la creación de una organización permanente de cooperación económica entre los Estado responsables, a fin de asegurar y de mejorar la suerte de los pueblos. Dadas las relaciones cada vez más estrechas que las naciones han establecido, es difícilmente posible el bienestar internacional si el bienestar interno no está previamente asegurado. 
Los fenómenos sociales que la necesidad y las justas aspiraciones de los obreros al progreso provocan en un país, tienen repercusión en los otros y hacen incómoda la vida de las poblaciones. Es necesario establecer una cooperación económica, una especie de "estadismo internacional", por cuyo medio los gobiernos puedan coordinar su acción social, defendiendo al mismo tiempo el interés colectivo contra la presión del interés privado." 
En su obra "El último caudillo", no favorable a Yrigoyen, Carlos Sánchez Viamonte considera esta posición neutralista del dirigente radical como "su mayor acierto y el de más trascendencia en su actuación de gobernante", así como su criollismo, que en parte el autor hace derivar de una vaga xenofobia el "régimen afrancesado" que combatió Rosas, y en parte de la inquietud y desconfianza que, según él, inspiró a Yrigoyen la cultura europea, tanto en su faz artística como literaria. "El americanismo o criollismo del caudillo no tiene nada en común con el de la nueva generación. Es un resabio ancestral. Anacronismo puro. Inmovilidad. Reticencia." 
Con la neutralidad, dice Luis V. Sommi, Yrigoyen "promovió la independencia de la política exterior, que en las décadas anteriores era un juguete en manos de la diplomacia inglesa." Agrega dicho autor que si el presidente radical "no fue más lejos, si no pudo realizar algunas de sus importantes iniciativas, fue ante todo porque la oposición lo saboteó y porque limitó su iniciativa y acción a las condiciones políticas herederas de los gobiernos anteriores, sin proceder de inmediato a la restauración completa de todos los gobiernos provinciales y de las representaciones electivas."