La crisis del neoliberalismo y la globalización
Aldo Ferrer
Diario BAE

Las épocas de
transformación del orden mundial son siempre acompañadas por un cambio radical
en las ideas económicas predominantes. A fines del siglo XVIII y principios del
XIX, cuando emergía la
Revolución Industrial , el paradigma mercantilista fue sustituido
por el liberalismo de la teoría económica clásica. En el derrumbe del orden
mundial, en la década de 1930, la ortodoxia liberal fue desplazada por el
enfoque keynesiano. En la actualidad, la crisis ha desacreditado el paradigma
neoliberal. Sin embargo, el mismo sobrevive, arraigado en la
influencia que la financiarización y los intereses transnacionales ejercen en
la opinión pública y las políticas de los antiguos países centrales del sistema
global. Es oportuno, por lo tanto, recordar las inconsistencias del relato
neoliberal.
El
neoliberalismo supone que se ha producido una transferencia irreversible del
poder dentro del sistema internacional. Actualmente, serían los mercados
financieros, las corporaciones transnacionales y los gobiernos de un reducido
grupo de grandes países industriales, en primer lugar los Estados Unidos, los
depositarios del poder de decidir la asignación de recursos y la distribución
del ingreso en la economía mundial.
En
consecuencia, la globalización sería un conjunto de redes de comercio,
inversiones y finanzas, administrado por los titulares del poder, dentro del
cual los países periféricos del sistema mundial han perdido capacidad de
decidir su propio destino. Es decir, no tendrían posibilidad alguna de
administrar la globalización, trazar su desarrollo y su forma de inserción en
el sistema mundial.
El
“realismo periférico” de los países marginales del sistema, como los de América
latina, consistiría en aceptar esta situación irreversible y actuar en
consecuencia. Se trataría, entonces, de transmitir señales amistosas a los
mercados, abrir incondicionalmente las economías a los actores transnacionales,
desregular los mercados y esperar que, desde afuera, se organice la producción,
la acumulación de capital y la inserción en la división internacional del
trabajo.
Semejante
postura culminó con la crisis terminal del 2001/2002. Los resultados eran
previsibles por dos motivos principales. Primero: porque el desarrollo es un
proceso de acumulación de capital, tecnología, organización de recursos,
educación y capacitación de los recursos humanos, sinergias entre los público y
lo privado, que un país realiza, en primer lugar, dentro de su espacio nacional.
La visión neoliberal desorganiza ese espacio, lo articula en torno de ejes
transnacionales y, por lo tanto, es incompatible con el desarrollo. Segundo:
porque la experiencia histórica y la contemporánea revelan que la globalización
puede administrarse en beneficio propio ampliando, al mismo tiempo, las
relaciones con la economía mundial. Las evidencias más recientes y notables las
proporcionan las economías emergentes de Asia, que administran las tendencias
del comercio mundial al crecimiento relativo de los bienes de creciente valor
agregado y tecnología, promoviendo la industrialización, la integración de las
cadenas de valor, el impulso a la educación, la ciencia y la tecnología y la
especialización intraindustrial en la división internacional del trabajo.
Administran también la presencia de filiales de las corporaciones
transnacionales vinculándolas al tejido productivo interno y al acceso a los
mercados internacionales, preservando el liderazgo de las empresas de capital
nacional y del Estado. Regulan, asimismo, la globalización financiera
manteniendo los equilibrios macroeconómicos, evitando las burbujas
especulativas y apoyando la acumulación de capital en el ahorro interno y,
complementariamente, en el extranjero.
Administrar
la globalización es una condición necesaria para desplegar el potencial de
desarrollo argentino y ocupar una posición simétrica, no subordinada, en las
relaciones internacionales. Para tales fines es imprescindible la
gobernabilidad de la economía. Es imposible construir nada sólido y permanente
en el desorden que caracterizó, en otros tiempos, la realidad del país. Todos
los países que despliegan exitosamente su potencial de desarrollo dentro del
orden global, mantienen una fuerte solvencia fiscal, superávit en sus balances
de pagos en cuenta corriente, elevadas reservas internacionales genuinas no
fundadas en deuda, sistemas monetarios asentados en la moneda nacional, tipos
de cambio que sustentan la rentabilidad de la producción de bienes transables
sujetos a la competencia internacional.
En
todos estos terrenos, la
Argentina realizó avances importantes. La recuperación de la
economía nacional se explica porque se logro recuperar la gobernabilidad de la
economía y administrar la globalización. Actualmente, el país puede mantener
sus cuentas al día y en orden, con recursos propios, porque administra la
globalización. Esto requiere el aumento y la movilización del ahorro interno el
cual supera el 25% del PBI. Para tales fines, deben erradicarse las
consecuencias de la prolongada memoria inflacionaria y la ausencia de
instrumentos de ahorro y de aplicación de recursos, de mediano y largo plazo,
para la inversión privada y pública y el comercio exterior. Es necesario el
convencimiento de que el lugar más rentable y seguro para invertir el ahorro y
el talento argentino es nuestro propio país.