Manipulando la historia: el secreto del triunfo de "The Help" ("Criadas y señoras")


Beatriz Leal Riesco

No abundan las películas que, con actores y actrices negros en sus papeles principales, logren buena distribución en salas comerciales nacionales e internacionales. The Help (Criadas y señoras, 2011) lo ha conseguido. La colaboración entre el actor y director Tate Taylor (Pretty Ugly People, 2008) con la escritora y amiga personal Katryn Stockett, autora de la adaptación a la pantalla de su novela homónima, ha obtenido el reconocimiento del público mayoritario y la llamada de la Academia de Hollywood. ¿Cuál es el secreto de su éxito? ¿Resulta inesperada la visibilidad alcanzada por la película? y, para terminar: ¿Es la cinta realmente loable en términos de la representación que hace de los negros estadounidenses en un momento crucial como fue el Movimiento por los Derechos Civiles en su país?A raíz de los múltiples galardones recibidos, los creadores y actrices de The Help han asistido a ruedas de prensa en las que sistemáticamente han elevado la voz a favor de la lucha contra el olvido de miles de historias de criadas negras que sufrieron en carne propia la opresión provocada por la desigualdad racial hace poco más de medio siglo. A pesar de estas declaraciones, el retrato final que compone la película resulta más que problemático en cuanto a su fidelidad histórica y a su compromiso en la lucha. No sorprende lo más mínimo, sin embargo, que este melodrama de solidaridad interracial entre una mujer blanca y unas criadas negras en el sur de los EEUU haya sido tan bien recibido por los audiencia. Que se haya erigido como la única película con afroamericanos que compite en los Oscars se debe a un par de decisiones bien meditadas que la convierten en un producto de fácil digestión cuyo blanco (nótese la ironía de la expresión) es un espectador complaciente que reclama un cine de puro entretenimiento. A costa de tergiversar la verdad histórica y mantener estereotipos raciales The Help evita adentrarse en los enmarañados caminos de la reflexión crítica y sus inevitables dolores de cabeza, situándose en el lado opuesto a la polémica. El hecho de que haya sido enarbolada por algunos como muestra indiscutible de ejemplo de lucha a favor de los derechos civiles y la solidaridad femenina resulta, por lo menos, discutible. ¿Acaso también paradójico? ¿Incomprensible? ¿Dolo(ro)so?
Para encontrar respuesta a estas preguntas, debemos analizar cuáles han sido las estrategias desplegadas por su guionista (posteriormente enfatizadas por su director) para lograr este cóctel de emoción, lucha y solidaridad femenina y obtener así, tanto en taquilla y como en librerías, inmejorables resultados. Para la que fue su primera novela y actualmente un best-seller, Katryn Stockett ha afirmado haberse servido de sus propias experiencias creciendo en el sur norteamericano. Estas declaraciones se sitúan dentro de la tradición de la narración autobiográfica de la que forman parte las memorias y los diarios íntimos, género literario en gran auge al otorgar a la obra de ficción ese plus de veracidad tan valorado y que acaba convirtiéndola en practicamente incuestionable. La decisión de dar la palabra a tres mujeres parece, en un primer momento, no plantear mayores problemas: una joven con anhelos de convertirse en escritora empieza a recopilar las historias personales de dos criadas negras. En el proceso se convierte en su amiga y llega a conocer la terrible realidad que les ha tocado vivir, sufriendo ella misma ciertos (menores) embates del odio y la discriminación racial. ¿Qué necesidad hay, en pleno siglo XXI, de recurrir a un narrador blanco que se erige como mediador y, por ende, único sujeto capaz de dar la palabra a la comunidad negra a la que previamente se la había usurpado? Uno de los procesos más importantes en la lucha por la libertad es la recuperación de la voz, sin intermediarios ni medias tintas, tal y como por aquellos años Martin Luther King y tantos otros gritaban desde sus tribunas o en las calles. The Help es muestra sangrante de que todavía no se ha conseguido esta igualdad, al recurrir a una mujer joven blanca y encantadora como dispositivo fílmico y narrativo para conseguir una identificación emocional como el público.
La película va más allá en sus estrategias audiovisuales para provocar la identificación emocional del espectador, facilitar la lectura, y rehuir adentrarse en complicados vericuetos ideológicos que podrían resultar críticos con el sistema. Para ello, Tate Taylor sitúa convenientemente la acción en un espacio y tiempo pasados que han sido vaciados de complejas explicaciones históricas y raciales. Cualquiera que decida anclar una ficción en un momento tan importante como fue el del surgimiento del movimiento a favor de los derechos civiles en los EEUU en las pasadas décadas de los 50 y 60 ha de ser plenamente consciente de la gravedad de su gesta. Enormes son el simbolismo y la relevancia histórica del momento, así como sus efectos posteriores, visibles en la actualidad. Sin embargo, Stockett y Taylor se empeñan en la proeza de ofrecernos un edulcorado y distorsionado retrato de la discriminación sufrida por un grupo de criadas negras sureñas.
Hay consenso en considerar que el Movimiento por los Derechos civiles comienza por el boicot de los autobuses de Montgomery (Alabama) en 1955 y termina con el asesinato de Martin Luther King en 1968. La que fue una rebelión principalmente no-violenta, consiguió terminar, tras siglos de injusticias, con la discriminación de los negros y otros grupos minoritarios, consiguiendo que se declarase la igualdad ante la ley de todos los hombres y mujeres en los EEUU. Sus logros y fracasos se hacen sentir hoy en día, en un 2012 en el que un afroamericano ocupa la Casa Blanca mientras la estigmatización de la raza negra sigue siendo una de las mayores lacras de la sociedad estadounidense. Así lo demuestran las abultadas cifras de fracaso escolar, SIDA, criminalidad y reclusión carcelaria de la comunidad afroamericana, muy superiores al del resto de razas y etnias que conviven en los EEUU.
En la situación actual en la que no han desaparecido sino que se han creado nuevas formas de segregación y discriminación, la historia de solidaridad femenina que es The Help en una ciudad de provincias sureña como Jackson (Misisipi) en los 60 resulta escapista en su aislamiento espacio-temporal. La película desconecta la acción central de la película de la ola de insurrección y lucha ciudadana por la igualdad racial que estaba en curso en otros lugares del país, descontextualizándola intencionalmente. ¿Cómo se logra este aislamiento histórico a través del lenguaje fílmico? Para evocar un espacio y tiempo remotos, universales y abstractos, se ha optado por situar los acontecimientos de la historia en bellas cocinas y apartamentos de clase media blanca, revival historicista kitch en la onda de la moda actual por lo vintage, cuyo único contrapunto son las breves incursiones en limpias casuchas de negros. La luminosidad del sur americano con sus grandes plantaciones y espacios abiertos, prístina en exceso, contrasta con la oscura suciedad de las ciudades y barracones reales que nos han llegado a raíz de la labor del fotoperiodismo de la época, testigo fiel de lo que verdaderamente estaba sucediendo. De este modo, las historias personales y anécdotas dramáticas de las protagonistas se sitúan en el telón de fondo de un tiempo y espacio irreales y abstractos, evitando por consiguiente vincular la acción a los polvorines que fueron Birmingham, Washington o Detroit dentro del movimiento a favor de los derechos civiles. Este relato de unión femenina, al ser ubicado deliberadamente en un enclave aislado en lo temporal y espacial niega su relación con el resto de acontecimientos históricos sorteando los obstáculos del pensamiento crítico activo. Los tumultos que se estaban viviendo en todo lo ancho de la geografía norteamericana no dejan trazas en esta película que narra una historia íntima y personal en la que únicamente late, y de manera lejana, la alusión a Montgomery y la valiente decisión tomada en 1955 por Rosa Parks de no sentarse en la parte reservada a los negros de un autobús, hecho que, sin embargo y a causa de su repetición hasta el agotamiento por parte de docentes de enseñanzas medias y falsos próceres anti racismo, se ha convertido en mera anécdota desprovista de toda carga de insurrección y complejidad histórica.
En la misma línea simplificadora está la decisión de evitar tratar asuntos, personajes e historias más complejos y mucho menos agradables, optando en cambio por recurrir a temas universales que hablan del incondicional amor materno hacia los hijos, del compañerismo entre oprimidos, y de la fraternidad femenina como único recurso ante la injusticia. Frente a la gran precisión histórica en aspectos tan hollywoodienses como la ropa y la decoración de interiores, los personajes están poco elaborados y redundan en los lugares comunes, llegando a momentos vergonzosos de pretendida erudición histórica cuando una de las criadas protagonistas revela a su ama la que considera “la mejor receta de pollo frito”: ¿cómo se permiten emplear este estereotipo una vez más? ¿pretenden acaso hacernos creer que el pollo frito es el culmen de la rica tradición criolla y que en él se concentran los secretos exorcizantes de una comunidad maltratada durante siglos? Semejante escena no se puede entender sino como ofensa directa o ridiculización premeditada de la riqueza cultural de la comunidad de la Diáspora africana. En similar dinámica estereotipadora encontramos la forma en que se retrata a los pares masculinos de las criadas negras. Sus esposos aparecen representados como ausentes o maltratadores, cayendo en la mentira dolosa cuando, sin embargo, se evita mostrar el sistemático abuso y acoso sexual sufrido por las criadas negras por parte de los hombres blancos para los que trabajaban.
La conclusión es firme: a través de un relato de amistad entre una joven y bella blanca y unas criadas negras se nos hace creer que este tipo de actuaciones solidarias e íntimas son la esencia de la humanidad y resultan suficientes para alcanzar la igualdad. Que director y guionista se hayan servido del Movimiento por los Derechos Civiles en los EEUU como telón de fondo parece ser meramente circunstancial vista la desconexión que a nivel de espacial, temporal e histórico se produce durante todo el metraje. Sin embargo, este tipo de producciones fílmicas y literarias que se sirven de la simplificación y el melodrama intrascendente, tal y como lo hizo Steven Spielberg en su momento con El color púrpura (1985), construyen una historia premeditadamente engañosa, que silencia la verdadera cara de la dominación y el racismo mientras oculta cuál es el verdadero lugar en el que se juega la lucha por la igualdad de derechos de los grupos minoritarios oprimidos: en las tribunas, en las calles y a costa de pérdidas humanas. En un momento en el que los ecos de la Primavera Árabe de hacen oír en los linchamientos policiales de jóvenes estudiantes que han salido a las calles de Valencia para reclamar su derecho a una educación y futuro dignos, el que se sigan realizando películas complacientes y serviles al sistema como ésta no solo es paradójico sino peligroso.
¿Llegará pronto el día en el que la comunidad y los artistas negros alcancen igual reconocimiento y difusión internacional con historias relatadas por su propia voz que impostores como los directores de The Help o El color púrpura? ¿Se acabarán de trivializar momentos tan íntimos y dolorosos de la historia negra como el Movimiento por los Derechos Civiles? ¿Desaparecerá por fin el discurso racista, xenófobo y paternalista que inunda los medios generalistas?
Demos la palabra y los instrumentos necesarios para que ésta sea oída a los que tratan de ser fieles a la verdad, a los que a través del arte se adentran en la complejidad del ser humano sin negar la incoherencia de algunas de sus actuaciones, a los que se atreven a retratar la llamada de la violencia y la capacidad infinita para ejercer la piedad que reside en el ser humano, a los que nunca comprometerán su arte ni olvidarán sus principios morales por muchos ejemplares o entradas de cine que estén en juego…
Beatriz Leal Riesco es investigadora e historiadora especializada en cine y cultura contemporánea africana, trabaja actualmente en el African Film Festival de Nueva York.
Blog de la autora: http://africaencine.com/2012/02/22/manipulando-la-historia-el-secreto-del-triunfo-de-the-help-criadas-y-senoras/