Galasso: “Existe una presión imperial que recorre toda la historia argentina”

 Por Diego Eloy Ramirez*

para Revista Punzo

año 1 Nro. 3

publicado el 17 de diciembre de 2020

Ensayista, historiador, revisionista, Norberto Galasso, de 84 años, cuenta con una vasta trayectoria y con un compromiso inclaudicable con la realidad histórica de nuestro país. Meticuloso en sus análisis y en un lenguaje coloquial analiza el contexto de pandemia y asegura “que la experiencia sufrida, los dolores padecidos generarán, como generaron las grandes guerras, replanteos y reflexiones profundas que abren caminos a debates y avances en el conocimiento de la realidad”.

Galasso, quien en 2014 fue declarado Embajador de la cultura popular argentina, a través de innumerables trabajos supo reivindicar a figuras olvidadas de nuestra historia como Manuel Ugarte, Juan José Hernández Arregui, Arturo Jauretche, y Raúl Scalabrini Ortiz, entre otros. En una entrevista con Revista Punzó, el ensayista, que pertenece a una concepción de pensamiento denominada izquierda nacional, aseguró que muchas veces se distorsiona lo que es la revisión histórica y se cree que “es revisar pequeñas anécdotas, como hacen algunos”. Además, sentenció que “si la clase media hubiera sacado conclusiones de la revisión histórica no podría haber votado a Macri”.

   —Se recibió de contador en la Universidad de Buenos Aires. ¿En que momento nació su interés por la Historia?

   —A mí me afectó bastante el golpe de 1955. Fue en ese momento que empecé a tener algunas inquietudes políticas. Esas inquietudes me llevaron a concurrir a los actos de la campaña electoral para senador por Capital Federal, que llevó adelante Arturo Jauretche, por su cuenta, no avalado por Perón. Sacó 40 mil votos en la capital, un desastre. Fui a una primera charla en Plaza Italia, en 1961, lo recuerdo muy bien. Me faltaban tres o cuatro materias para recibirme de contador. Ahí, Jauretche habló de FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina), de la cual yo sabía poco y nada hasta ese momento.

   —¿Cómo fue esa primera experiencia militante?

   —En esa charla, Jauretche hace referencia a un amigo de FORJA, Manuel Ortiz Pereyra. Cuenta que le había dicho un día: “Dígame, ¿porqué dicen que en Argentina llueven riquezas y los argentinos estamos todos secos? Porque Argentina está techada. Y tiene dos canaletas. Una que va a Londres y una que va a Nueva York. Toda la lluvia, toda esa riqueza de lluvias se va a un país o a otro y nosotros estamos secos”. Eso se lo dijo Ortiz Pereyra en 1937 o 38 en FORJA y Jauretche decía que si él tenía que definir al peronismo diría que Perón no tuvo tiempo, no pudo o no tuvo la fortaleza para arrancar todo el techo, pero le hizo un buraco muy grande y entramos a recibir lluvia, es decir, riqueza durante su período.

   —Es una figura muy ilustrativa…

   —En esa anécdota encontré dos cosas: una, el imperialismo, y la otra, la redistribución del ingreso. Yo iba a la facultad donde se hablaba del imperialismo, pero del yanqui, que no tenía influencia sobre la Argentina. En cambio, no se hablaba del imperialismo inglés, que era el que nos afectaba. Y, respecto a la distribución del ingreso, no se la mencionaba directamente. Se enseñaba más que nada economía liberal. Todas estas cosas que escuché de Jauretche me provocaron un impacto importante porque si esto era así, ¿para qué iba a la facultad? ¿A tragarme libros y dar exámenes inútiles? Esta charla me hizo un cable a tierra. Me interesó siempre la economía y la historia, y Jauretche empezó a explicar cosas que yo escuchaba que los estudiantes peleaban y argumentaban, pero siempre en abstracto.

   —Dice que siempre le interesó la economía y la historia. ¿Cómo se entiende entonces que hasta ese momento no se había acercado a los escritos de Raúl Scalabrini Ortiz?

   —Absolutamente. Lo que pasa es que, en la facultad, Scalabrini era mala palabra. En realidad no era mala palabra, mejor dicho, era palabra no pronunciada (risas). No sabía nada de él. Fue con Jauretche que fui entendiendo un poco mejor las cosas. A partir de ahí, me interesé por distintos textos y autores.

   —Después de la crisis del 2001 resurgió un interés por la Historia como hacía mucho tiempo no se veía. ¿A qué cree que se debió?

   —Creo que obedeció a una necesidad de la sociedad. Algunos sectores de la sociedad, especialmente después del 2001, empezaron a buscarse, a intentar entender, comprender la identidad nacional. Entonces, primero aparece la novela histórica por el 2000 más o menos, y después aparecen todos los otros fenómenos como que la historia llegue a la televisión con el programa que tenía Pacho O’ Donnell, “Historia confidencial”, por ejemplo. Después, el éxito que ha tenido Felipe Pigna con sus libros.

   Claro que, a mi juicio, a veces eso puede distorsionarse y entender que revisar el pasado es revisar pequeñas anécdotas, como hacen algunos. Las conclusiones que más interesan son cómo se polemizan las ideas, más que si un hecho ocurrió en una fecha u otra, o si tales personas tenían tales costumbres u otras. Lo que hizo (José Ignacio) García Hamilton, por ejemplo, desde una postura liberal conservadora, fue estudiar si San Martín tuvo dos o tres amantes, cosa que no tiene mucha importancia a mi juicio.

   —¿Cómo entiende que trabajos de hombres como Pacho O’ Donnell, Felipe Pigna o hasta José Ignacio García Hamilton puedan tener más llegada que revisionistas de la talla de Arturo Jauretche o Raúl Scalabrini Ortiz muchas veces olvidados o minimizados?

   —Es una cuestión política en el fondo. Jauretche no escribiría en la revista de Clarín, como lo hace Pigna. Hay factores políticos que hacen que los medios, la clase dominante, acepten que se revisen sólo algunas cosas. Pigna no comprende al peronismo en la medida que hace una exaltación de Evita, pero trata de criticar a Perón, una especie de trampita. Todo eso hizo que pueda estar en programas televisivos y pueda tener una venta importante de libros. Fijate que la clase media de la ciudad de Buenos Aires, que lo convirtió a Pigna en un best seller terminó votando a Macri. ¿Cómo se comprende? Si hubiera sacado las conclusiones de la revisión histórica no podría votar a Macri. Me refiero a cuando fue jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, trampolín que lo llevó a la presidencia. Lo de Hamilton, en cambio, fue tratar de recuperar el mitrismo con el argumento de que los españoles eran todos bárbaros y los americanos y los anglosajones eran muy preparados y que por eso Estados Unidos progresó. Nosotros pensamos que hay que ir más allá. Explicar que en el Norte de América hubo una burguesía que centralizó el país, que se hizo imperialista. Que América Latina debió haber sido los Estados Unidos de América Latina y se la dispersó, se la despedazó en 20 pequeños países que no tenían otro destino que ser dependientes como productores de materias primas. Eso sirve para el futuro, sino la historia no sirve para nada.

   —¿Por qué cree que, a pesar de su larga y prestigiosa trayectoria, usted no tiene ingreso en los medios masivos de comunicación?

   —Eso le paso en su momento a Scalabrini Ortiz que nunca apareció en televisión. Jauretche, apareció porque en los últimos tiempos, allá por 1968, tuvo éxito con “El medio pelo en la sociedad argentina”, un libro muy leído. Después apareció reiteradamente. Pero bueno, esto es lo común. Es decir, hay programas televisivos sobre cultura que han estado 20 años en el aire. Yo no he aparecido nunca. No lo digo porque yo sea una expresión muy importante de la cultura, pero podrían haberme llamado alguna vez. Pero bueno, esa gente es la que silencia.

   —¿Quiénes son los que silencian?

   —La clase dominante impone sus ideas al resto de la sociedad, determina las editoriales, otorga generalmente la educación, controla los grandes diarios; controla también los medios televisivos, y entonces no va a hacer referencia a tipos que han planteado cosas que la perjudican, que ponen en duda sus privilegios. Hay que entender que existe una presión imperial que recorre toda la historia Argentina y que hay un pueblo que busca expresarse. Cuando tiene a sus mejores hombres para hacerlo, como pueden ser Jauretche o Scalabrini Ortiz, Hernández Arregui o John William Cooke, esos hombres no tienen acceso a la universidad, no tienen acceso a los medios.

   —¿Pero por qué tiene tanto éxito el relato de la clase dominante?

   —El hombre de clase media, inocente, que cree que la maestra dice la verdad, no sabe que la maestra dice lo que le mandan a decir. Ella dice: “Vamos a hablar de la Historia Argentina”, cuando en realidad debe decir: “Vamos a hablar de una interpretación de la  Historia argentina”, que es la de (Bartolomé) Mitre. Pero esto sucede porque las academias silencian, los profesores universitarios silencian también.

   —¿Y la clase trabajadora no tiene influencia sobre la enseñanza en las universidades?

   —La mayoría de la clase trabajadora es muy difícil que llegue a ser profesor universitario. A los obreros se les hace muy difícil poder hacer una carrera y, cuando pueden, generalmente siguen una carrera técnica, con el objetivo de ascender socialmente, si es que puede. Pero en la clase media es distinto, se tiene una tendencia a despreciar a los trabajadores. Son los negros, los analfabetos, los incultos, los bolivianos, los paraguayos, y todas estas especies de cosas racistas que se dicen. Entonces, cuando uno llega a la cátedra en general coincide con la historia mitrista. O si no, coincide con una izquierda que Jauretche la denominaba “mitromarxista” porque era una mezcla de Mitre y Marx que abominan de toda la historia del peronismo y a las clases populares. Por supuesto, hay excepciones. Existen muchos profesores que no piensan así. Trabajadores que llegan a ser docentes universitarios e intentan revertir estas cuestiones. Pero, en general, prevalece la otra línea de pensamiento.

   —Encontramos el caso de Tulio Halperín Donghi que tenía esa línea de pensamiento y es considerado una eminencia en el ámbito académico.

—Halperín Donghi fue una expresión de una historia nueva a partir de 1955, más enriquecida, porque recurría a la colaboración de otras disciplinas como la geografía, la estadística y la sociología. Historia que hoy llamamos “Moderna” en las universidades. Después, se fue del país en 1966. Se autopresentaba como un historiador rigurosamente científico. Esto lo han creído y lo creen todavía muchos profesores. Me ocupé de leer algunas cosas de él como el libro La democracia de masas, por ejemplo, en donde dice textualmente que el 16 de junio del 1955 “fue ametrallado el centro porteño”, nada más. No dice la cantidad de personas muertas, que fue un desastre, sólo dice eso. “Por la noche, quizá por la indignación que provocó esa metralla hubo quema de iglesias”, agrega. Entonces, la quema de iglesias las describe todas. Hice una pequeña campaña dentro de mis posibilidades en el sentido de que evidentemente él era tendencioso, no era rigurosamente científico. Después de muchos años, el suplemento “Enfoques” del diario La Nación le hizo un reportaje y se ve que alguna de esas cosas que dije y escribí llegó a manos de él. Entonces, le dijo al periodista: “mire, lo que pasa con los historiadores es que creamos los hechos porque los interpretamos desde nuestra perspectiva, no podemos dejar de ser tendenciosos. Ahora salió un señor Galasso que me dice que yo soy tendencioso. Claro que soy tendencioso”. Ahí lo admitió por primera vez y entonces agregó que esa crítica yo se la hice en un estilo tosco como si él quisiera que se la hagan en un estilo literario brillante. Yo le escribí una carta inmediatamente a Enfoques diciéndole que me provocaba un gran contento que Halperín Donghi reconociese que él era tendencioso, porque yo siempre dije que lo era. Yo estoy del lado del protagonismo popular y él veía las cosas desde otra perspectiva.

   —A pesar de que hubo avances y retrocesos, la colonización pedagógica parece que siempre logra imponerse en países semicoloniales como la Argentina. En este contexto de pandemia y crisis global, ¿cree que puede producirse un cambio profundo en este sentido?

   —En realidad, durante la pandemia es muy difícil que se produzcan cambios, porque se limitan los caminos de expresión, de difusión de las ideas. Será en la pospandemia, como en todos los períodos de poscrisis que obligan a una  reflexión profunda sobre lo que se ha padecido. Yo creo que sí. Soy bastante optimista en este sentido. Es decir, pienso que la experiencia sufrida, los dolores padecidos generarán, como generaron las grandes guerras, replanteos y reflexiones profundas que abren caminos a debates y avances en el conocimiento de la realidad. Aunque no dejo de ver las dificultades que existen. Es decir, frente a la crisis los sectores de clase media optan, generalmente, o por ponerse más rebeldes y antiimperialistas o también se ven expresiones fachistoides como se han expresado en muchas de las manifestaciones que se hicieron en contra de este gobierno. La clase media es un tanto imprevisible. Uno piensa, y quiere pensar, que todo lo que se ha sufrido va a devenir en un replanteo positivo.

   —¿Y respecto a la dirigencia política?

   —Yo te daría un ejemplo. Al desnudarse las falencias de la Argentina tal cual funciona, el presidente de la Nación ha dicho algo así como que la Ciudad de Buenos Aires, el puerto, la distribución de la coparticipación, son un mundo, y el interior es otro mundo. Eso es un poco lo que ha dicho la izquierda nacional durante mucho tiempo, desde el punto de vista histórico. La lucha de los sectores porteños liderados por (Bartolomé) Mitre y después por los conservadores, han expresado una opinión desde Buenos Aires de sometimiento a los intereses externos y han enfrentado al interior como si fuera otro país. Me resulta interesante esta conclusión de Alberto Fernández, porque es de algún modo un reconocimiento a lo que marcamos desde nuestra concepción histórica. Existen dos países. Por ejemplo, desde el punto de vista sanitario, son dos mundos distintos la Capital Federal y un pueblo del interior que no tiene casi recursos para enfrentar la pandemia. Entonces, es positivo el acercamiento de algunos sectores, que a lo mejor no relacionan lo que dicen con los planteos históricos, pero están reconociendo que esto es así. Que hay un país interior que es latinoamericano y hay un país porteño que es pro yanqui o pro europeo. En el gobierno se puede vislumbrar cuestiones que son importantes en este sentido. Por ejemplo, ahora mismo, cuando se está preparando un salón de la historia del Senado de la Nación, la vicepresidenta Cristina Kirchner no recurre a los historiadores oficiales ni a los historiadores académicos, sino que se vincula con nuestro movimiento. Del mismo modo en que fue ella quien durante su presidencia me designó Embajador de la cultura popular. Estas decisiones de Cristina o de Néstor en su momento, que recomendaba leer mis libros y estaba muy de acuerdo con la historia que yo hice sobre Perón, son indicios de que el peronismo en su forma nueva tiene una mayor coincidencia con nosotros que con las posiciones de la historia liberal e incluso con las de la historia nacionalista de derecha.

* Diego Eloy Ramirez es licenciado en Periodismo (UNLZ); asesor en comunicación en la Jefatura de Gabinete de Ministros de la Nación; e integrante de la cátedra de Pensamiento Nacional de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora.

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