Las tragicas muertes de Felicitas Guerrero y Rufina Cambaceres
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Estatua de Felicitas y su hijo Felix |
La leyenda cuenta que la joven y bella Felicitas Guerrero de Alzaga se aparece vestida de blanco. Que carga con lo que queda de un viejo vestido de época, pudiéndose verla llorar desconsoladamente. Felicitas Guerrero de Alzaga fue viuda joven, rica y hermosa. Pero una maldición hizo que jamás descansara en paz.
Cuentan las historias que el fantasma de Felicitas empezó a aparecerse en el año 1930, y que cada 30 de enero vuelve a pasearse sin remordimientos por la iglesia que lleva su nombre y que desde siempre carga con su leyenda y su espanto. Un templo con muchas historias, en donde nadie quiere casarse.
El fantasma, como todos los fantasmas, tiene un origen trágico, reconstruido una y otra vez durante años. Felicitas Guerrero era preciosa aunque desgraciada, a los 15 años se casó con Martín de Alzaga, que le doblaba la edad, y con él tuvo dos hijos, uno murió a los seis años y otro nació sin vida. A los 26 años, ella ya había enviudado. La leyenda narra que a pesar de su belleza y de una fortuna incalculable, quedó rodeada de muerte. Luego del luto, comenzó a asistir a diversas fiestas de la sociedad; era famosa no solo por su belleza, sino también por su dulzura y buen carácter por lo que los pretendientes le sobraban. En una de esas fiestas conoce a Enrique Ocampo (tío de Victoria) que le declara su amor; comenzó a acosarla y perseguirla. A Felicitas, que en un principio se había sentido atraída, ya le estaba resultando molesta su presencia. Enrique prometió transformarse en su sombra. “Te daré una y mil veces la muerte” prometió. Una sola bala resultó suficiente para acabar con la vida de la joven mujer. El 30 de enero, ella muere en brazos de sus padres. Estos, que habían heredado todos los bienes de Felicitas, ya que ésta no tenÍa descendientes, optaron por mandar a construir una Iglesia en el mismo lugar donde su hija había fallecido, para recordarla. La placa dice: “Capilla de Santa Felicitas. Fundada el 30 de enero de 1879 por Carlos J. Guerrero y Felicitas C. de Guerrero en memoria de su hija Felicitas G. de Alzaga”.
Aseguran que la maldición del pretendiente aún le impide descansar en paz, que el fantasma de Felicitas vive ahí y que incluso a veces la escuchan llorar.
Amores despechados
Aseguran que hay quienes juran escuchar campanas que se agitan solas o haber sido testigos de tragedias y amores rotos, y que varias parejas evitan dar el sí en ese lugar, que actualmente custodian tenazmente decenas de gatos. Otros relatan que hubo novios y novias que se arrojaron desde su torre. Pero también algunos afirman que las rejas, en cambio, les devuelven a los amantes despechados su amor para siempre, sólo deberán ir hasta la entrada, atar un pañuelo blanco en cualquiera de sus barrotes y pedir que el amor llegue a sus vidas o pedir que regrese el amor perdido (aunque el cura encargado de la iglesia asegura que es frecuente encontrar ropa interior atada).
Verdad irrefutable, o no, en el barrio prefieren mantener viva la leyenda. Algunos aventuran que el cuerpo de Felicitas busca descanso eterno en el cementerio de Recoleta. Otros sostienen que está enterrado en la iglesia que, además, le da lugar al mito. Lo cierto es que cada 30 de enero, los más desdichados siguen dejando pañuelos o cintas blancas atados en sus rejas, como ofrendas de amor y sus pedidos son concedidos. A los enamorados no les importa lo que se habla y si sus pañuelos aparecen mojados, con lágrimas de Felicitas, habrá deseos cumplidos, el amor por fin llegará y será para siempre.
No pasó mucho tiempo para que la historia del fantasma de felicitas fuera desparramada por quienes intentaron contraer matrimonio en esta iglesia levantada donde fue el sangriento asesinato de la joven viuda, muchos dicen haberla visto cada 30 de enero fecha de su asesinato, llorando y gritando desconsoladamente detrás de la rejas de la iglesia pidiendo ayuda o cada noche de tormenta, puede oírse el sonido de las campanas.
La estatua de Felicitas
Hay algo más allá de esta trágica historia, ya que existe el mito de que cada persona que osa tocar la excepcional estatua que representa a Felicitas junto a su difundo hijo Félix, se llena de desgracias. A pesar de ser una hermosa iglesia, es la menos elegida para casamientos: la trágica historia aún pisa fuerte. También afirman los vecinos del lugar que quien toque las rejas de la entrada, recuperará su amor para siempre.
Hay más: en 1981, la Iglesia fue donada al municipio, y comenzó su restauración por el arquitecto Devincenzi; las alas de los cinco ángeles de mampostería estaban caídos simétricamente y cuando comenzó a tallarlas, también sonaron las campanas.
Así que, amigos nicoleños, si están por visitar esta iglesia de Barracas y pasan cerca de la estatua de Felicitas y su hijo Felix, no osen tocarlos porque una terrible maldición los acompañara el resto de sus vidas.
Fecha de publicación: 16 el mayo de 2014
Fuente: diarioelnorte.com.ar
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La historia de Rufina Cambaceres retrata uno de los miedos más frecuentes del ser humano
Por Rodrigo Zeballos

Este miedo ha acompañado al ser
humano desde prácticamente la existencia de las civilizaciones, aunque las
historias al respecto se vieron incrementadas hace aproximadamente 100 o 200
años cuando los médicos descubrieron que estaban diagnosticando como
fallecidas a muchas personas que aún estaban vivas.
Rufina Cambaceres, la joven
que murió 2 veces
Rufina Cambaceres nació el 31 de mayo de 1883 en el
seno de una familia adinerada en la ciudad de Buenos Aires,
en Argentina. Rufina fue creciendo en una época fuertemente marcada
por la cultura victoriana procedente de Europa, convirtiéndose
en una adolescente bastante querida tanto por familiares como por las personas
del pueblo.
En el año 1902, a la edad de 19 años, Rufina se preparaba para salir con
su familia a ver un espectáculo cuando se desplomó misteriosamente en
el suelo, sin explicación aparente. No obstante, existen quieren han
señalado que la causa del desmayose debió a la revelación de que su
novio se acostaba con su madre, aunque obviamente no existen sustentos que
avalen la historia.

El cementerio de la Recoleta es un cementerio bastante
famoso debido a su asombrosa capacidad de mezclar sus funciones con un
estilo de construcción inspirado en la bella corriente de arte
barroco.
En el cementerio de la Recoleta se encuentran las tumbas de muchas
personas famosas, como Eva Perón (ex primera dama
argentina), Luis F. Leloir (ganador de un premio Nobel)
o Isabel Walewski Colonna (nieta de Napoleón Bonaparte).
La historia de Rufina Cambaceres cuenta que, quizás una semana más tarde,
un empleado del cementerio encontró que el ataúd se encontraba roto en
algunas partes mostrando ademas señales de haberse movido. Temiendo
que esta situación fuera obra de algún tipo de ladrón procedió a abrirlo,
encontrando marcas de arañazos en la parte de adentro,
observando después que las manos de Rufina estaban lastimadas.
Los médicos confirmaron entonces que Rufina había fallecido
nuevamente, quedando marcada en la cultura bonaerense como «la joven que
murió 2 veces». La causa del error de los médicos fue una enfermedad
llamada catalepsia, en la cual el cuerpo de una persona entra en un estado
como de pausa sin mostrar signos vitales o movimientos, incluso
mostrando rigidez, como si efectivamente hubiera fallecido.
La catalepsia fue la
responsable
La persona que está en un estado de catalepsia puede
estar consciente o inconsciente dependiendo de qué tan intenso sea el ataque.
En la actualidad los médicos dicen tener muchas formas de confirmar que la
persona a la que declaran fallecida no se encuentra en este estado, pero muchas
personas siguen desconfiando, llegando incluso a solicitar que pongan teléfonos
celulares de gran alcance en el ataúd o alguna forma de
activar una alarma en el exterior para evitar que les pase lo mismo
que a Rufina Cambaceres.
En memoria de Rufina Cambaceres existe una estatua de tamaño
completo en el cementerio, ubicada en el mausoleo en donde quedó
atrapada, con una mano en la puerta mientras su mirada perdida busca
explicaciones. Muchas personas han señalado incluso haber escuchado su
llanto o haberla escuchado cantar, pero las probabilidades
de que eso sea cierto son prácticamente inexistentes.
Los médicos encargados de la investigación acerca de la segunda muerte de
Rufina Cambaceres señalaron que probablemente murió de un ataque de
estrés al notar su situación. Lo que es cierto es que, a pesar de
haber muerto 2 veces, vivirá para siempre en la memoria colectiva de
la ciudad de Buenos Aires.
Frente a una historia tan terrible solamente nos queda reflexionar.
Afortunadamente, vivimos en una época en donde los errores de este estilo han
sido prácticamente eliminados, evitando de ese modo que se den estas
situaciones terribles. Los avances medicinales sin dudas han
sido una gran respuesta a la catalepsia. Sin embargo, nunca está de
más tomar precauciones...
Fuente: vix.com
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Rufina Cambaceres
Por Carlos Balmaceda
Hoy en "Carentes", en una sección que titulamos Historias, leyendas y episodios que nunca ocurrieron... o sí", contamos esto.
El padre es escritor, de los buenos, dicen que el primero que escribió una novela naturalista, que es como se le llamaba en el siglo XIX a las descripciones crudas, ajustadas a la realidad, si hasta fue capaz de contar cómo un aristócrata como él, en la novela “En la sangre”, se mataba achurándose bien profundo, con detalle de vísceras y sangre.
Cambaceres se llamaba, Eugenio, y ella, su hija, Rufina. Rufina Cambaceres. La madre era artista, de la ópera, cantaba; una familia con campos, relaciones, viajes a Europa, vacas. El tipo fue diputado hasta que se cansó, de niño rico tal vez, y entonces hizo lo mejor que podía hacer, se hizo escritor, el primer escritor argentino, así, reconocido como un tipo que no hace otra cosa. El escritor profesional.
Se largó con una novela, Silbidos de un vago, en la que se
burlaba de su clase, de sus cercanos, de su mundo. Porque el tipo estaba por arriba de todo ya.
Escribía, pero la historia que vamos a contar, a él jamás se le ocurrió, aunque terminó siendo el artista que le puso punto final, con el cuerpo y con el bronce, ya van a ver por qué.
Un tipo anda por Recoleta, se encuentra con una mujer, hermosa, de blanco de la cabeza a los pies, llueve, torrencialmente, la mina le da bola, esas cosas que no suelen pasar, así que el quía se enloquece, habla de más, tartamudea un poco, se ayuda con un whisky, la pilotea. Ella tiene una belleza que no es de este mundo, al hombre le parece demasiada suerte, porque no es galán ni seductor, pero se crea una de esos climas íntimos, confesión, suspiros, el aliento que te llega como una brisa, el perfume de ella. Van a otro lugar, un café, y cuando están en lo mejor de algo que pinta para romance, las tacitas tibias de un cortado, la lluvia que repiquetea en la vereda, se le derrama un poco sobre el vestido. Un percance de nada. El, caballero, le deja el piloto para que no se moje, y que de paso, cubra esa nube oscura que cayó sobre la tela.
Al otro día, no aguanta sin llamarla; teléfono, una madre que lo insulta, que después llora, que le corta. Y el tipo que no entiende nada, que insiste, que recibe más gritos, que se va, en otro día de lluvia hasta la casa, donde la dejó el taxi, que a él no se van a quedar ni con su piloto ni con su cita, y entonces, lo que ya sabemos, porque a esta historia la escuchamos muchas veces pero no deja de hechizarnos: ella está muerta hace tres años, cerca, en la Recoleta. Hay una foto con otro vestido, enmarcada en el comedor, aunque la mancha está ahora en la mortaja, bajo tierra. El tipo corre, grita, sale llorando de ahí porque lo único que quiere es olvidarla.
La dama de blanco se cuenta de muchas maneras, se hizo hasta una película con Pepe Arias y Zully Moreno, dirigida por Discepolín, “Fantasmas en Buenos Aires”, todos la conocemos, lo que no es tan conocido, es el origen posible de la leyenda. Y ahí volvemos a Cambaceres. Dicen que la madre de Rufina envejecía de mala gana compitiendo con su hija, dicen que cuando la visitaba el novio, le coqueteaba, dicen que a la hija le ponía un par de gotitas de somnífero en el té para que se durmiera profundamente, hasta que un día se le fue la mano, y la piba se murió.
Con todo el dolor a cuestas, Eugenio Cambaceres enterró a su hija, parece cosa e mandinga, en la novela “En la sangre”, al protagonista se le moría una hijita.
Los ricos suelen irse al otro mundo como los faraones, con joyas encima. Los ladrones suelen tener el dato, y les importa poco vérselas con un muerto, o una muerta, para tenerlas. Dos pícaros fueron a la Recoleta, abrieron una bóveda, forzaron un ataúd, y de pronto se encontraron con una mujer, con sus joyas, sí, pero toda arañada, como si hubiera hecho una fuerza sobrehumana para romper la cáscara de la muerte.
Catalepsia, le llaman. Rufina fue enterrada viva. Para Cambaceres fue como perder dos veces a su hija. Pensó que la única forma de mitigar un poco ese dolor era rendirle un homenaje, que recordara esa última ironía del destino. Levantó un monumento en el que Rufina sale o entra de la tumba, nunca lo vamos a saber. Se la ve relajada, en paz, con su vestido largo, tal vez como más de un parroquiano la haya visto en algún boliche de Recoleta.
Fuente: El Facebook del autor