Aldo Ferrer: “Es necesario consolidar un modelo que tiene que resolver problemas estructurales”

Tomás Lukin

El ex embajador argentino en Francia considera que la inflación, la competitividad, la puja distributiva, la producción de hidrocarburos y la política industrial son algunas de las tensiones que deben ser abordadas por el Gobierno.


El economista Aldo Ferrer rechaza que el resultado de las elecciones primarias condicione la política económica del Gobierno, pero advierte que hay desafíos estructurales y desequilibrios macroeconómicos a los que hacer frente. “El proceso de reindustrialización basado en la recuperación de la soberanía requiere más inversión privada y cambio tecnológico, la inversión pública y de las pymes son fundamentales pero no alcanzan. Para eso es fundamental el debate al que está convocando el Gobierno a los actores económicos”, afirma el ex embajador argentino en Francia y uno de los principales referentes del pensamiento económico nacional. La inflación, la competitividad, la puja distributiva, la producción de hidrocarburos y la política industrial son algunas de las tensiones que el fundador del Plan Fénix considera que deben ser abordadas para garantizar la “sustentabilidad del modelo”.
–¿El resultado de las elecciones primarias está vinculado a la coyuntura económica y el malestar de algunos sectores con medidas como las restricciones a la compra de divisas?
–Todos los aspectos de la realidad influyen en las opciones del electorado. Siempre hay algunas insuficiencias para resolver. Las PASO son una elección previa a la que le seguirá una renovación legislativa en octubre, y luego otra presidencial. Forma parte del proceso democrático. No hay que exagerar la influencia. Lo que sí está claro es que los modelos económicos se defienden en función de la consistencia de sus principios y de sus resultados, y estamos viendo que hay muchos logros relevantes que le otorgan al Gobierno un apoyo significativo sobre el electorado. El resultado de las elecciones no va a definir el rumbo financiero y económico de Argentina.
–¿Cuáles son los principales desafíos que enfrenta la economía argentina en la actualidad?
–Los riesgos que se plantean ahora están asociados a la sustentabilidad del modelo. Es necesario consolidar un modelo nacional que tiene que resolver problemas estructurales fundamentales como el energético o el déficit en el comercio exterior de manufacturas a pesar del fuerte aumento de la producción industrial de la última década. El déficit en el balance comercial de manufacturas industriales revela el insuficiente desarrollo del aparato industrial argentino. Subsisten problemas estructurales y también hay desequilibrios macroeconómicos que hay que atender.
–¿A qué se refiere con desequilibrios macroeconómicos?
–Hay una situación muy tensa en las finanzas públicas por la política de subsidios destinados a contener la inflación. También existen tensiones con los precios internos y con el tipo de cambio. Hay que tratar de evitar que los costos suban más que la paridad nominal del tipo de cambio y sostener espacios de rentabilidad a largo plazo que contribuyan a frenar la fuga de capitales. Hay un problema de sustentabilidad del modelo que permitió una muy importante recuperación de soberanía, pero esto sólo se puede consolidar sobre bases muy firmes de equilibrios fiscales y pagos internacionales. La reacción a los problemas se dio cuando éstos eran muy agudos. Hay tensiones que se pretende corregir con controles legítimos pero es necesario recuperar solvencia fiscal y competitividad. Hay situaciones tensas que no generan un clima propicio para el ahorro y la inversión.
–Ese análisis se asemeja mucho a los planteos ortodoxos.
–Hay una ortodoxia irresponsable y neoliberal que plantea la necesidad de un ajuste del gasto y bajar los salarios. Y hay otra ortodoxia que dice que hay que vivir con lo nuestro y mantener la casa en orden. La sustentabilidad radica en esos dos principios: no hay que depender de crédito externo y se deben mantener equilibrios responsables para evitar los desvíos que abren el espacio para el retorno a las recetas de la ortodoxia. Hay que buscar el pleno empleo, inducir la inversión y apuntar todos los instrumentos al crecimiento. Pero no se construye nada en el desorden ni en un escenario de tensiones.
–¿Sostiene que hay que bajar el gasto público?
–No es un problema de nivel del gasto, no hay que bajar el gasto. El nivel de gasto público es razonable dado el nivel de desarrollo. Pero es necesario ocuparse de la calidad del gasto público y mantener una situación de superávit primario que transmita señales contundentes de que las finanzas públicas están sólidas. Naturalmente hay una demanda de gasto muy grande pero los desequilibrios generan climas poco propicios para la sustentabilidad del modelo. Los subsidios tienen que estar bien focalizados y analizar si se justifican como instrumentos para contener el alza de precios. También queda mucho por hacer en materia tributaria. Es necesaria una reforma integral y una iniciativa como la de gravar la renta financiara es buena.
–¿Cómo se logra impulsar la exportación de bienes industriales en un escenario internacional de crisis donde cayó sensiblemente la demanda para esos productos?
–El problema de Argentina no apareció ahora, es una vieja limitación. Incluso en condiciones de tensión como las que hay ahora existen muchas cosas que se pueden hacer en materia microeconómica y en las economías regionales para promover la transformación productiva. Así como no es todo por viento de cola no todo es por el viento de frente.
–El BCRA reconoce que se perdió parte del colchón cambiario extraordinario que generó la devaluación de 2002. ¿La pérdida de competitividad se debe resolver con un nuevo salto cambiario?
–No. El tipo de cambio se tiene que discutir en conjunto con toda la política económica que define la competitividad. Está claro que hay un desfasaje entre los costos internos y la paridad nominal y esto achicó la rentabilidad. El BCRA ajusta continuamente la paridad nominal. Un tipo de cambio competitivo, administrado, para atender la realidad en un país en desarrollo es fundamental. Pero el tema de la competitividad no incluye sólo el tipo de cambio. Hay que apelar a todos los instrumentos necesarios para fortalecerla.
–¿Se requieren mayores niveles de inversión para lograr una transformación de la estructura productiva?
–Es necesaria una política explícita de incentivos a la inversión privada en sectores estratégicos. Lo que hace al éxito de la política industrialista en Asia es que los beneficios para las empresas están condicionados a metas de exportación, inversión y cambio tecnológico. Si no lo cumplen, pierden los beneficios. Hoy no está la contrapartida de la sanción al no cumplimiento de objetivos compartidos. La política de transformación implica alianza con sectores privados y públicos que requiere incentivos y sanciones. En los últimos años existió un énfasis público en materia de ciencia y tecnología. En Argentina continúa aumentando el déficit comercial en materia de bienes industriales de alto contenido tecnológico. El desarrollo en esos sectores dinámicos continúa rezagado. Para eso hacen falta compromisos recíprocos entre las políticas públicas y el sector privado.
–Sin embargo, los avances en materia de regulación formal e informal desde el Estado son duramente resistidos desde los grupos económicos más poderosos, que son beneficiarios de las políticas de impulso a la demanda y las herramientas de protección comercial.
–Cuando hay incentivos debe haber compromisos. Si el atractivo del régimen para la inversión y las ganancias es suficiente vas a tener una respuesta positiva. El economista polaco Michal Kalecki planteó hace mucho tiempo que los grupos económicos dominantes privilegian la posición dominante por sobre sus ganancias. No les gusta que intervenga el Estado, prefieren operar en sectores con alto desempleo y poca presencia sindical. La clave del éxito es atraer al campo de la inversión y el cambio técnico a un sector privado que puede tener ese comportamiento. Es necesario y posible pulir las políticas de industrialización con incentivos y objetivos claros. Si no lográs la incorporación de la inversión privada a la reindustrialización y el cambio tecnológico, descansás esencialmente en la inversión pública y de las pymes, que son fundamentales pero no alcanzan.
–La presidenta Cristina Fernández de Kirchner convocó a los principales actores económicos y sociales a debatir el proyecto económico.

–El debate entre los actores económicos y sociales y el Gobierno es fundamental. Los cambios necesarios para el desarrollo, para el crecimiento con inclusión social, creación de empleo y cambio tecnológico no se pueden lograr en un marco de hostilidad continua entre el Estado y los sectores privados. El diálogo es fundamental para limar asperezas, pero eso no quiere decir que desaparecen los conflictos ni que la creación de una mesa de diálogo le quite al Poder Ejecutivo la responsabilidad de gobernar. Puede mejorar mucho la calidad del diálogo. Las medidas de protección al mercado interno y estímulo de la demanda son fundamentales pero son necesarios incentivos a la transformación industrial. Porque si no vuelve a suceder que el sector industrial desequilibrado en términos comerciales termina descansando en el superávit de divisas que genera la actividad primaria. Ese es un modelo de industrialización a medias y eso no es consistente.
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“Inflación inercial”


–¿Qué evaluación hace sobre la dinámica de precios actual?
–Es necesario bajar los niveles de inflación. En primer lugar hay que aclarar que la inflación que tenemos ahora no tiene nada que ver con los registros históricos. Nosotros tuvimos el siglo pasado el record mundial de inflación como consecuencia de la inestabilidad institucional y los desórdenes macroeconómicos. Esos dos factores no existen en la actualidad. Lo que hay es básicamente una inflación inercial. La sociedad incorporó la idea de que los precios suben el 20 por ciento y sobre ese nivel se discute la distribución del ingreso. Eso da ajustes de salarios promedio del 25 por ciento que llevan la inflación a niveles semejantes. Por eso una mesa de diálogo continúa en el marco de señales contundentes que puede contribuir para desactivar la inflación inercial. No hay riesgos de desborde hiperinflacionario.
–¿Cuál es la causa de los aumentos de precios inerciales?
–Se basan en la memoria histórica de un país que vivió con condiciones de alta inflación e incorporó esos niveles de aumentos como un piso. Hay que desactivar esa base. No hay exceso de demanda, tampoco hay restricciones severas de oferta ni hay un abuso de las posiciones dominantes. No operan condiciones tradicionales de inflación y los precios internacionales pueden incidir pero son controlados a través de las retenciones.
–¿Desactivar esa inflación que usted considera inercial es neutral en materia de salarios y distribución del ingreso?
–Creo que sí, puede serlo. Hay que intentar que la puja distributiva sea sobre distribución de riqueza real, donde se reparten los frutos de los aumentos de productividad. Pero la equidad social se basa en el reparto de incremento de riqueza y la política de redistribución que debe seguir siendo un instrumento activo como lo fue hasta ahora a través de la AUH, el salario mínimo y las jubilaciones. Hay que transmitir señales contundentes de una economía ordenada y sólida y avanzar en un pacto social para desactivar el elemento inercial de la inflación.
–Distintos economistas y políticos afirman que se debe imitar el modelo de metas de inflación de Brasil para mantener a raya los aumentos de precios.
–Lo peor que podés hacer para controlar la inflación es apreciar el tipo de cambio y ofrecer altas tasas de interés para que ingresen capitales de corto plazo como sucede en Brasil. La estrategia ortodoxa de las metas de inflación es fatal para los sectores populares y la industria. En cambio, beneficia a las elites financieras. El esquema de metas de inflación forma parte del equilibrio político brasileño. El gobierno de Brasil tiene objetivos muy parecidos a Argentina en materia de inclusión social, redistribución y soberanía. Pero en materia cambiaria y monetaria son ortodoxos y eso afecta a su crecimiento y a la industria. Ese esquema le otorga estabilidad de precios pero muy malos resultados en materia de desarrollo.
–¿Esa situación tiene algún impacto sobre la economía argentina?
–La falta de crecimiento de Brasil afecta a Argentina. Es nuestro principal socio comercial. Argentina y Brasil tienen una relación muy buena en términos de empatía política. Hay aspectos positivos y dificultades, pero más allá de todo se trata de una alianza importantísima para el desarrollo de los dos países y su posición a nivel internacional. En virtud del proceso de desindustrialización argentino persiste una división del trabajo regional donde nos especializamos en productos primarios. Esto debe modificarse integrando cadenas de valor de distintos sectores dinámicos donde las filiales de empresas multinacionales juegan un rol predominante. Las empresas en esos sectores deben ser orientadas con decisión política para corregir los desequilibrios.
–¿Es necesario avanzar en un acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea como el que están negociando entre los bloques?
–Las relaciones entre países en desarrollo con un núcleo desarrollado hay que manejarlas con mucho cuidado. Con un acuerdo como ése no sólo buscan la baja de aranceles para el comercio, también quieren meter reglas para disciplinar la orientación del gasto público hacia la industria nacional y controlar cuestiones vinculadas a la propiedad intelectual. Los países centrales buscan fortalecer su posición dominante aun cuando están en crisis. Un acuerdo de esas características no te permite hacer política de desarrollo. Nos quieren vender espejitos de colores diciendo que el acuerdo va a abrir mercados, aumentar la inversión y otros beneficios. Es lo mismo que pasa con los tratados bilaterales de inversión que se firmaron en los noventa con el cuento de que iban a venir inversiones y lo único que generó fueron los pleitos en el tribunal del Ciadi por millones de dólares. La época de hegemonía neoliberal dejó ataduras muy fuertes. Consolidar el Estado nacional y la soberanía es fundamental.
–¿El endeudamiento externo es necesario para facilitar ese proceso?
–La política de desendeudamiento le permitió al Estado recuperar soberanía necesaria para fortalecer el Estado. El endeudamiento para cerrar desequilibrios macroeconómicos conduce a una crisis. Pero tomar deuda para hacer una central nuclear donde haya una fuerte participación de la industria local es un recurso legítimo.
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La crisis en Europa


Luego de analizar la situación económica argentina, Aldo Ferrer realizó una breve reflexión sobre la crisis que atraviesa Europa: “Europa está muy dominada por los intereses financieros. Así, buscan ‘solucionar’ la crisis a través del ajuste y la recuperación de la confianza de los mercados. Por eso se han dedicado muchos recursos al salvataje de los especuladores a costas de los fondos sociales, la inversión y la educación. Hay un eje dominante en la política europea que es la hegemonía de intereses trasnacionales particularmente de la actividad financiera. Se van acumulando tensiones que pueden llevar a una ruptura del equilibrio político que permitió esta situación. Eso significa que en algún momento se puede producir que alguien patee el tablero en materia de deuda y plantee una reestructuración en serio como sucedió en la Argentina y recuperación de políticas activas de crecimiento e inversión. La experiencia argentina es observada con admiración e interés por los heterodoxos, y los banqueros la miran con una bronca terrible que se expresa a través de las calificadoras de riesgo. Si en Europa se rompen los equilibrios que llevan a la situación actual de estancamiento, endeudamiento y ajuste, se puede esperar una política keynesiana que sustituya a la actual versión monetarista neoliberal, pero también se puede prolongar el actual escenario”.