México. La "Caravana del Hambre" en la lente de Faustino Mayo

José Raúl Pérez Alvarado*
El conflicto de los mineros de Nueva Rosita con empresas privadas y el Estado mexicano tuvo su origen a finales del sexenio de Miguel Alemán (1946-1952), cuyo gobierno, en su afán por modernizar al país, consideró que el progreso nacional tenía que depender de la implantación de un nuevo modelo económico cimentado en un modo de industrialización con control obrero. Mientras, por una parte, el proyecto alemanista favorecía a los capitales privados —librándolos, por ejemplo, de pagar impuestos—, por la otra buscó manipular a los tres sindicatos independientes más importantes del país con el propósito de frenar sus reivindicaciones laborales y democratizadoras, lucha que para la administración alemanista representaba “un obstáculo que impedía modernizar y ampliar las operaciones de las empresas”.[1]

 Después de intervenir en el seno del sindicato ferrocarrilero en 1948, el gobierno emprendió una serie de acciones para controlar a otro gremio fuerte e independiente: el Sindicato Industrial de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana (SITMMSRM). Las coyunturas clave que aprovechó el Estado en esa organización para lograr su cometido fueron la VI Convención General, en la que se eligió a un nuevo secretario general, así como las revisiones del contrato colectivo de trabajo realizadas por las secciones 14 de Nueva Rosita y 28 de Palaú, en Coahuila, con las empresas Mexican Zinc y la Carbonífera de Sabinas del consorcio American Smelting and Refining Company (ASARCO)[2] durante mayo y junio de 1950.

Con la designación de un secretario afín al gobierno alemanista y el conflicto trabado durante nueve meses —del 14 de mayo de 1950 al 16 de enero de 1951—, las citadas secciones sindicales anunciaron movilizarse a la capital del país el 20 de enero de 1951. Su marcha, conocida como la Caravana del Hambre, demandó la reinstalación en sus puestos de trabajo de los mineros cesados, “el restablecimiento de la legalidad dentro de la sección 14, el respeto al contrato colectivo, la reapertura de la cooperativa de consumo y de la clínica; el levantamiento de las ‘disciplinas’, el pago de salarios caídos, la entrega del dinero retenido por las compañías”,[3] y el reconocimiento de Antonio García Moreno como legítimo secretario general electo en la VI Convención General del SITMMSRM.

 A bordo de camiones y caminando durante una gran parte de su ruta, los mineros de la sección 14 pasaron por Saltillo, Nuevo León, San Luis Potosí, Hidalgo y el Estado de México, acumulando un total de 1588 kilómetros. Los trabajadores de esa sección fueron los únicos que arribaron a la capital el 9 de marzo de 1951, puesto que los de la 28 alcanzaron un acuerdo con la Secretaría del Trabajo a los primeros días de haber emprendido la marcha.
La llegada de los mineros a la ciudad de México mereció la cobertura de los medios informativos. Esta investigación permitió identificar cuatro coberturas fotográficas. La primera, realizada por Ismael Casasola, fotógrafo de Hoy quien en compañía de José Revueltas hizo las tomas de los mineros cuando se encontraban acampando en el kilómetro 387 de la carretera a Monterrey. De manera visual y mediante una crónica periodística, respectivamente, el fotógrafo y el escritor relataron la proeza de los huelguistas norteños cuando la caravana descansaba en La Calera, en las inmediaciones de Saltillo. El trabajo de ambos fue publicado en los números 730 y 731 de la revista Hoy, los días 17 y 24 de febrero de 1951.
La segunda cobertura corrió a cargo de Foto Mayo a través de seis fotografías que dan una idea precisa de las jornadas diarias de los 4 500 mineros que integraban la caravana cuando ésta se encontraba en el estado de Nuevo León. Las imágenes recogen los momentos en que los mineros caminan, descansan y son atendidos por mujeres que, solidarias, acompañan a los carboneros en cada una de sus jornadas. Este material fue publicado en El Popular el 9 de febrero de 1951.
La tercera cobertura fotográfica figuró, junto con una serie de crónicas publicadas del 14 al 19 de febrero de 1951, en el periódico Novedades, cuyo reportero Julio Teissier alcanzó la caravana cuando se hallaba a 53 kilómetros al sur de Monterrey y caminó junto con ella durante cinco días; en su trabajo describe las adversidades a las cuales los mineros se enfrentaban día a día en su avance a la capital, mientras que las escenas correspondían a la caminata, así como a los lugares donde paraban a comer o a descansar. No fue posible identificar al autor de esas fotos, pero es posible inferir que se trató del mismo Teissier porque las tomas se notan apresuradas.
La última cobertura fue realizada por Luisa Mayo —esposa de Francisco Mayo— mediante encargo de Vicente Lombardo Toledano. En el artículo “La Caravana del hambre”, de Adela Cedillo, apunta que esta fotógrafa participó en la jornada sabatina del 10 de marzo de 1951 y su trabajo lo centró en las mujeres que acompañaron a los mineros. Esta serie permanece inédita hasta el momento, ya que durante la investigación no fue posible localizarla.
El diario El Popular dio un amplio despliegue al movimiento, desde el inicio del conflicto hasta que los obreros regresaron a Coahuila. La línea editorial de ese periódico representaba el punto de vista de la clase obrera, sostenido a través de la óptica de su fundador, Vicente Lombardo Toledano, quien mantuvo una posición “mesurada” respecto a la política del gobierno de Miguel Alemán.
La entrada a la ciudad de México fue uno de los motivos más reiterados en el trabajo de Faustino Mayo,[4] pues abarca la tercera parte de los negativos que componen la serie original. Con su inseparable cámara Leica y con ayuda de un lente gran angular, Mayo logró construir aspectos formales: gran plano general, que proporciona una información amplia y ubica a los participantes; planos generales que permiten apreciar el escenario con sus actores y entorno; planos medios enfocados a personajes específicos, y primeros planos que detallan aspectos particulares de los oradores que participaron en el mitin. La concepción visual de Faustino al mostrar a los mineros como heroicos y triunfadores se comprende debido a las experiencias que vivió en España durante la Guerra Civil. Mayo llevaba radicando doce años en México, pero su visión como fotoperiodista combativo se mantenía vigente, lo mismo que su compromiso hacia las clases obreras, con las cuales siempre simpatizó.
Faustino llegó a comentar al respecto: “La fotografía es arte y política, y yo estoy en las dos cosas; pero más en política porque he luchado desde un principio con los trabajadores. Toda la gente de izquierda me busca, por ejemplo, en los movimientos estudiantiles y obreros”.[5] La combinación de estas variables fue el resultado de las fotografías que acompañaron la nota periodística de El Popular del domingo 11 de marzo de 1951. Se publicaron ocho imágenes en total, la cuales muestran a la caravana en su avance por calles aledañas al Zócalo capitalino y su arribo final a la Plaza de la Constitución.
Para el ejemplar de dicho día, el editor dio a una de esas escenas un lugar preponderante: la ubicó en la parte central de la última página del diario. La fotografía corresponde al momento en que los mineros avanzan por la calle Madero. Gracias al fotograma original se pueden apreciar mejor los detalles de la toma. En formato horizontal aparecen dos grupos de personas: el del lado derecho es una columna de mineros que avanza con dirección a la plaza central, y el del lado izquierdo son espectadores que flanquean la caminata. La toma resulta emotiva, pues Mayo se centra principalmente en las reacciones y actitudes de los capitalinos, quienes, en un ambiente de alegría y euforia, apoyan a los mineros en los últimos metros que les quedaban de distancia para cumplir una parte de su cometido.

Intencionalmente, la vista lateral logra captar ese momento de la recepción capitalina al destacar del lado inferior izquierdo a algunas mujeres vestidas con indumentaria tehuana que miran curiosas y sonrientes a los hombres que pasan frente a ellas. Las imágenes no publicadas de la misma serie dejan ver igualmente expresiones festivas y el cálido recibimiento a la Caravana del Hambre, cuyos integrantes, en acto de gratitud y respeto, avanzaban solemnemente con la cabeza descubierta mientras que “en la avenida de Juárez y Madero los metropolitanos aclamaron a los caravaneros: ¡Vivan los mineros de Rosita! ¡Arriba Coahuila!”.[6]
Una vez que los marchistas llegaron al Zócalo, se acomodaron de tal forma que la vanguardia original se colocó frente a Palacio Nacional. La fotografía corresponde a una de las gráficas publicadas en la última página de El Popular el 11 de marzo de 1951 en ella se ve en primer plano a un hombre sosteniendo la bandera nacional, una de las tres insignias portadas por los mineros durante toda su caminata y que también aparece en otras tomas; sin embargo, en esta escena se nota un poco desdoblada, lo que permite apreciar con mayor detalle la imagen de la Virgen de Guadalupe que sustituye el símbolo del águila: la misma que enarbolaron el cura Hidalgo el de 16 de septiembre de 1810 y, un siglo después, los campesinos zapatistas en las alas de sus sombreros durante sus luchas agraristas.
En el caso de los mineros, la imagen no sólo pudo ser utilizada como símbolo para reafirmar su creencia religiosa, sino también para deslindarse de las ideas comunistas con las que trataban de vincularlos algunos medios, como las revistas Impacto y Mañana.
El seguimiento de la caravana hecho por Faustino permitió identificar espacial y geográficamente el arribo de los mineros a la ciudad de México; pero cabe aclarar que no todas las imágenes de su cobertura fueron publicadas en El Popular. Una parte de este material, previa selección realizada por el fotógrafo, fue enviada a las revistas ilustradas.
¿Qué determinó que otras fotografías de la misma cobertura ocuparan espacios en las revistas? La respuesta podría ser que quizá la agencia fotográfica de los hermanos Mayo funcionara como un negocio, con la consecuente posibilidad de que se constituyera en una fuente de ingresos monetarios para cada integrante. “El hecho de que los Mayo se hayan ganado la vida como periodistas gráficos fue definitivo: estaban atados a la necesidad de proporcionar fotos a varias publicaciones”.[7]
Para marzo de 1951 cuatro revistas (Voz, Mañana, Tiempo y Nosotros) publicaron imágenes de la Caravana del Hambre, y en ellas aparece el crédito de los “Hermanos Mayo”. Sin embargo, para efectos de este trabajo sólo se comentarán las impresas en Mañana.
Mañana. La revista de México, fue creada en 1943 por los editores más sobresalientes de la época de oro de las revistas ilustradas: José Pagés Llergo y Regino Hernández Llergo. De formato parecido a la revista estadunidense Life,[8] Mañana se caracterizó durante el sexenio alemanista por asumir una línea “conservadora a causa del contexto represivo del alemanismo y de la ideología de los fundadores. El catolicismo de Pagés y Hernández fue un elemento clave en sus convicciones políticas: Pagés adoraba a Hitler y Hernández había sido descrito como siempre reaccionario”.[9]
En 1951 la dirección del semanario recaía en Daniel Morales, quien lo enfocó en la exaltación de la figura presidencial, por lo que de manera destacada cubría actos encabezados por el mandatario, como giras, banquetes, inauguraciones de obras públicas y reuniones con asociaciones privadas, entre otros.
Con un precio de 1.50 pesos, Mañana estaba dirigida a las clases acomodadas, ya que en sus páginas se anunciaban llantas para autos, whisky, perfumes y cosméticos, entre otros productos, mientras que en su columna “La semana social” se reseñaban celebraciones de 15 años, aniversarios, cumpleaños, desayunos, matrimonios religiosos elegantes…
En cambio, la clase obrera fue uno de los sectores más criticados por el semanario; sus líderes fueron objeto de diversos ataques en sus páginas, vinculándolos siempre a grupos de tendencia comunista. Las excepciones a dichas críticas fueron las organizaciones obreras corrompidas por el régimen y las que se encontraban abiertamente adheridas a éste por conveniencia, como era el caso de la mayoría.
En el número 394 del 17 marzo, Mañana publicó un fotorreportaje sobre la Caravana del Hambre[10] compuesto por cuatro fotografías más dos columnas de opinión. El artículo, firmado por Luis Gutiérrez González, tildó a los trabajadores y a sus líderes de “aprovechados”, “estafadores” y “comunistas”, mientras en el editorial se argumentó que el origen del conflicto minero era un problema intergremial y que la caravana era un acto demagógico de falsificación y confusión organizada por los líderes mineros antinacionales. En el fotorreportaje se hace referencia a tres momentos de la movilización: su paso por el Monumento a la Revolución, el mitin realizado en la Plaza de Armas y la visita de los marchistas a la Basílica de Guadalupe un día después de su llegada.
Las tres imágenes aparecieron publicadas en la página 12; dos corresponden a Foto Mayo y la otra a un autor no identificado. La fotografía que se encuentra en el lado superior izquierdo muestra otra escena de la visita de los mineros a la Basílica: en ella se observa a dos hombres que dan la espalda mientras sostienen un par de banderas. Delante de ellos, una multitud apresura su paso hacia el atrio del santuario.
La imagen, atribuida a los Mayo —posiblemente hecha por Faustino al localizarse en la serie original—, se publicó editada, pues el negativo tiene un formato horizontal donde se observa a tres hombres sosteniendo sendas insignias bañados por una luz cenital; el plano medio, así como la toma en ligera contrapicada, magnifican sus cuerpos, mientras los tres palos utilizados como astas separan en tres planos verticales la fachada de la Basílica de Guadalupe. El trío, solemnemente de pie en el atrio con las cabezas descubiertas, parece contemplar la entrada del templo, mientras un tumulto que se desplaza por el mismo lugar pasa sin prestarles demasiada atención, salvo un par de personas que los mira con curiosidad; una de ellas se ubica en la parte inferior derecha de la imagen. Al observar con detenimiento, se distinguen cuatro insignias; uno de los blasones es el estandarte de la sección 14 de Nueva Rosita.
En la segunda foto, colocada en la parte izquierda de la página 12, se ve a los mineros cuando dejan atrás el Monumento a la Revolución; se trata de la misma imagen que aparece en Voz. La tercera y última fotografía de Mañana realizada por Faustino Mayo registra la llegada de la caravana al Zócalo de la capital; publicada asimismo en la última página de El Popular el domingo 11 de marzo, permite corroborar el crédito del fotógrafo y advertir los diferentes manejos editoriales efectuados por ambos medios. La foto que aparece en el diario forma parte de una secuencia de seis imágenes,  acompañadas por un pie de foto donde se pone de manifiesto el uso de la efigie de la Virgen de Guadalupe como símbolo del pueblo mexicano en sus luchas de liberación, y utilizada por los mineros como faro de esperanza y fe en su penosa marcha.
En lo que respecta a Mañana, la misma imagen está contextualizada por un pie de foto conservador, acorde con la línea editorial del semanario, donde se afirma que los mineros de “ideología comunista suplantaron el símbolo nacional por la imagen de la santísima Virgen de Guadalupe, en un intento por engañar al pueblo de México”.[11] El tratamiento editorial que se les dio en Mañana a las fotografías de la serie original de los Hermanos Mayo corresponde a la línea descrita con anterioridad. Bajo dicho criterio, las gráficas aparecen ancladas sólo con pies de foto que exponen consignas anticomunistas, para descalificar al movimiento minero e intentar construir una percepción negativa en torno al mismo.
El presidente Miguel Alemán actuó con cautela y, como hizo desde el inicio del conflicto, mantuvo la posición de no intervenir directamente en el problema, de tal manera que así como en un principio designó a Manuel Ramírez Vázquez como secretario de Trabajo para legitimar el golpe al sindicato minero; para ponerle fin al conflicto relegó el asunto a una comisión especial que falló de manera adversa a los carboneros. Quien estuvo a cargo fue el secretario de Gobernación, Adolfo Ruiz Cortines. “Clausurados todos los espacios de negociación y agotados los procedimientos legales para expresar su inconformidad,”[12] el 20 de abril de 1951 los mineros regresaron en tren a Nueva Rosita. En total fueron 112 los días que permanecieron en la ciudad de México.
Algunos de los obreros participantes en la marcha fueron recontratados en las minas pero sin que éstas les tomaran en cuenta los años de antigüedad que habían acumulado; otros optaron por irse como braceros a Estados Unidos, y algunos más aceptaron créditos que el gobierno les ofreció para que trabajaran tierras.
A partir del análisis de los medios consultados se logró determinar que para 1951 no había prensa de oposición que impugnara el modo de industrialización con control obrero del gobierno alemanista ni que cuestionara las medidas que afectaban a ese sector laboral. Al contrario, desde el inicio de la caravana algunos medios capitalinos empezaron a tergiversar la información surgida de cada jornada del movimiento. Si bien Mañana se destacó por sus valoraciones negativas, El Popular brindó información coherente, crítica y más objetiva acerca de la movilización minera y, más aún, se mostró solidario con los trabajadores. Este periódico fue considerado dentro del círculo minero como el único rotativo capitalino que publicaba información veraz en torno al movimiento minero disidente.
 Notas:

* Facultad de Filosofía y Letras, UNAM. Agradecimientos: Rebeca Monroy Nasr y Aurelio de los Reyes.
[1] Juan Luis Sariego, Enclaves y minerales en el norte de México. Historia social de los mineros de Cananea y Nueva Rosita 1900-1970, México, CIESAS, 1982, p. 272.
[2] Este consorcio de capital estadounidense era la principal compañía minera en México. Sus accionistas mayoritarios formaban parte de la familia Guggenheim. Con sede en Estados Unidos, la ASARCO construyó todo un imperio minero en el norte del país, conformado por las fundiciones Monterrey, Aguascalientes, Ávalos, Velardeña y Matehuala, además de las plantas con las que contaba en otros países. La Mexican Zinc Company era una empresa subsidiaria que instaló en Nueva Rosita la primera refinería de zinc de la república. Ibidem, p. 28
[3] Victoria Novelo, “Pequeñas historias de grandes momentos de la vida de los mineros del carbón de Coahuila”, en Estudios Sociológicos, vol. XII, núm. 36, septiembre–diciembre, 1994, p. 551.
[4] El caso de los hermanos Mayo fue singular y de buen resultado para la prensa nacional. Eran de origen español y provenían de las familias Souza Fernández-Francisco (Cándido y Julio) y del Castillo Cubillo (Faustino y Pablo). Los hermanos Mayo conformaron el colectivo fotográfico más influyente en el periodismo gráfico mexicano de 1939 a 1994. Parte de sus orígenes profesionales los encontramos durante la proclamación de la Segunda República Española y el estallido de la Guerra Civil en 1936. Con la derrota republicana, Pablo y Julio fueron encarcelados, pero fueron reclamados para su exilio por la embajada de México en Lisboa en 1947 y 1952, respectivamente, mientras Francisco, Cándido y Faustino fueron internados en campos de concentración franceses, hasta que lograron salir rumbo al exilio a México en 1939, adonde llegaron a bordo del Sinaia con otros 1700 refugiados españoles.
[5] Entrevista de John Mraz a Faustino Mayo, en La Jornada, 17 de diciembre de 1989, pp. 14-20.
[6] Mario Gill, “La huelga”, en La Huelga de Nueva Rosita, México, s.e., 1959, p. 17.
[7] John Mraz, “Orígenes, trayectoria y herencia: los Hermanos Mayo en España y México”, enArchivo General de la Nación, núm. 9, julio-septiembre de 2005, p. 83.
[8] Life, revista compuesta principalmente de fotografías, tiene un formato que se utilizó para contar historias que giraban en torno a una serie fotográfica. Véase Gisèle Freund, La fotografía como documento social, Barcelona, Gustavo Gilli, 2001.
[9] John Mraz, Nacho López y el fotoperiodismo mexicano en los años cincuenta, México, Océano/INAH (Alquimia), 1999, p. 44.
[10] Los fotorreportajes se distinguían por presentar una serie de fotografías sobre un tema en particular, acompañados por un texto o nota.
[11] “Caravana de la demagogia”, en Mañana, 17 de marzo de 1951, núm. 394, p. 12.
[12] Rossana Cassigoli, Liderazgo sindical y cultura minera en México: Napoleón Gómez Sada, México, Miguel Ángel Porrúa, 2004, p. 137.