La negociación argentino-iraní: Un campo minado


Ignacio Klich*
Le Monde diplomatique

La negociación argentino-iraní acordada en septiembre pasado, que pretende esclarecer el atentado de 1994 contra la AMIA, se inscribe en un complejo panorama geopolítico. Argentina se adentra en una senda con serios obstáculos y no exenta de riesgos.

Juan Lecuona, sin título, 2011 (Gentileza Galería Jorge Mara - La Ruche)
a negociación bilateral entre Argentina e Irán por el esclarecimiento del atentado de 1994 contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) –de autoría intelectual persa según la justicia argentina–, responde a distintos intereses de los países involucrados y, también, de Estados Unidos. Su despegue fue acordado en momentos en que la falta de seguimiento iraní al ofrecimiento de cooperación, hecho por Teherán en julio de 2011, amenazaba con el completo congelamiento argentino de los vínculos entre ambos países (1).

La negociación debería cobrar ímpetu tras la reelección del mandatario estadounidense Barack Obama y el reemplazo del presidente Mahmud Ahmadinejad en Irán, previsto luego de los comicios de junio de 2013. Sin cambio de primer ministro a la vista, la elección israelí de enero próximo es también significativa dada la importancia para Obama del interés hebreo en preservar su monopolio regional sobre las armas nucleares, incluso mediante un ataque a Irán que podría arrastrar a la potencia norteamericana a una guerra indeseada. Mientras tanto, Argentina e Irán buscan consensuar un marco jurídico que evite conflictos con uno y otro sistema legal, un proceso que podría prolongarse hasta después de instalado el sucesor de Ahmadinejad.

La negociación ya ha dado lugar a ciertas lecturas ligeras. Caracterizarla como un salvavidas de inspiración chavista para un Irán zozobrante tiende a ignorar que Argentina busca en primer lugar ayudarse a sí misma. Además, el alegado salvavidas parece tan ceñido a la realidad como las sospechas de contados legisladores estadounidenses de una cooperación nuclear venezolano-iraní-argentina (2). Fundadas en la insuficiente diferenciación entre un juicio y un interrogatorio judicial, la negociación también dio pie a expresiones de deseo que sostienen que Irán habría aceptado lo que claramente rechazó en 2010: un juicio en país neutral a los acusados del caso AMIA, para el que sólo faltaría acordar detalles.

Aún por confirmar, la abstención de críticas a la senda en que se adentra Argentina por parte de Obama o de su secretaria de Estado, Hillary Clinton, puede entenderse como una aprobación tácita. Es que la negociación argentino-iraní puede servirle a Obama: por una parte, deja sentado su interés en una solución diplomática de la cuestión nuclear siempre que Irán evite las armas atómicas, manteniendo sanciones visibles contra éste y una acrecentada presencia militar estadounidense en el Golfo Pérsico; por otra, permite intentar contener al gobierno hebreo, principal impulsor de un ataque preventivo, pese a la oposición de sus jefes militares y de inteligencia a una aventura solitaria de Israel (3). A diferencia de Netanyahu y otros, estos últimos no ven la nuclearización iraní como una amenaza existencial, argumento con el que el premier hebreo ha logrado alejar de la conciencia mundial a la cuestión palestina.


La perspectiva argentina


Argentina intenta hallar una solución a la alegada autoría iraní del ataque que, firmemente rechazada por Teherán, impide reencaminar la relación diplomática bilateral y consolidar el vínculo comercial –la principal y casi única expresión del nexo con Irán desde 1995–, su mayor mercado en Medio Oriente. No se pretende sacrificar el esfuerzo de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner por evitar que la deseada fluidez relativa de las relaciones con Estados Unidos se vea comprometida por el caso AMIA, cuyas pesquisas fueron contaminadas desde el inicio por distintos interesados. Tampoco se trata de desoír a los familiares de los 85 muertos en ese sangriento atentado, o de enfriar las relaciones con Israel. El ejercicio, empero, conlleva el riesgo, entre otros, de alejar a Argentina de la narrativa israelí sobre la responsabilidad iraní en el ataque. Ello explica la reacción del Estado hebreo: su cancillería envió a Buenos Aires una delegación para declarar inaceptable todo acuerdo que excluya la extradición de los buscados y la indemnización a las víctimas, requiriendo ser informados de todo lo tratado (4).

Para hacerse una idea de cuán complejo es el objetivo argentino, cabe notar que si bien Israel no duda de la responsabilidad en el ataque, entre otros, del otrora presidente iraní Hashemi Rafsanjani, del entonces canciller Ali Akbar Velayati y de su embajador en Buenos Aires en momentos del atentado, Hadi Soleimanpour, la justicia británica consideró insuficiente la evidencia presentada por Argentina en pro de la extradición de este último, tras su detención de 2003 en Durham. En su momento, la prensa argentina se hizo eco de interpretaciones posiblemente malintencionadas de ese dictamen como la resultante de presiones políticas. Desde entonces, el fiscal del caso AMIA acopió más material, y sin embargo Interpol excluyó a este trío de las alertas rojas concedidas en 2007 a pedido de Argentina para ocho buscados.

La evidencia acriminadora –mayormente aportada por Israel, según Zeev Schiff, el muy respetado fallecido analista israelí–, dista, pues, de ser definitiva. Y un estudio estadounidense reciente sostiene que “no se ha podido saber quiénes fueron los perpetradores [del atentado] y cuáles sus motivos, más allá de toda duda fundada” (5).

En materia comercial, las ventas a Irán –ninguna de material bélico–, sumaron 1.700 millones de dólares en 2011, el 2% de lo exportado por Argentina ese año, y fuentes iraníes anticipan que excederán los 2.000 millones de dólares en 2012. El aceite de soja, por caso, totalizó 129.000 toneladas en el tercer trimestre de este año, casi el doble de lo que se vendió en el mismo período de 2011 (6). Este incremento dio pie a interpretaciones exageradas: se alegaron “maquinaciones” del canciller Héctor Timerman –impulsor de “una política exterior ‘transaccional’, trocando las posturas internacionales de Argentina por réditos políticos y económicos”–, que la tornaron en “el mayor socio económico de Irán en América Latina” (7). Si bien Argentina carece de tal estatus, su intercambio con Irán es mayor que las cifras que manejan los organismos internacionales: a las exportaciones directas, deben sumarse las trianguladas, que no se contabilizan aquí como parte del intercambio con Irán. Según Teherán, en 2011 parte de sus exportaciones –unos 20 millones de dólares– también llegaron al Río de la Plata vía terceros.

Pero más allá de los crecientes superávits que representa el comercio bilateral para Argentina desde que Teherán optó por América Latina para abastecerse de productos que adquiría en Estados Unidos antes de la ruptura de relaciones en 1980, la tendencia alcista de las exportaciones argentinas este año es, con todo, afín a la estadounidense. Y ello pese a la agudización de las sanciones, que afecta al comercio permitido con Irán. Según Washington, en los ocho primeros meses de 2012, las exportaciones estadounidenses a Teherán sumaron casi 200 millones de dólares, un alza del 32% frente a los 150 millones de dólares en el mismo período de 2011 (8). Dado el peso de los granos en tales compras iraníes y el intento en los años 90 de aceiteras estadounidenses de desalojar de Irán a competidores argentinos, es evidente quiénes podrían beneficiarse de un cese del comercio argentino con Teherán, deseado por quienes no habiendo logrado provocar el quiebre diplomático, se oponen al comercio bilateral. En suma, teniendo en cuenta la crítica situación económica mundial, no parece atinado descuidar plaza alguna, ni regalarla, más aun en vistas del posible acceso a recursos energéticos que Irán puede ofrecer, siempre y cuando todos los costos de una transacción que los incluya sean sopesados con rigor.

Práctica corriente, el ocultamiento de una fracción –la triangulada– de las cifras de comercio con Irán dista de ser una exclusividad argentina. Parte de las exportaciones brasileñas a Irán va, por caso, vía países del Golfo Pérsico, cosa que también sucede con ciertas importaciones de Israel vía Turquía: así se introducen mármoles iraníes con certificados de origen apócrifos, que adornan edificios israelíes. Lo mismo sucede con los pistachos iraníes en Israel, de los que Rafsanjani, quien encabeza la nómina de requeridos en el caso AMIA, es paradójicamente uno de sus mayores productores (9).

No obstante, a la luz de las sanciones del Consejo de Seguridad, ampliadas por Estados Unidos y la Unión Europea, las exportaciones iraníes han caído dramáticamente. Dista de sorprender, pues, la temprana especulación sobre un canje de commodities con Argentina –alimentos por energía– que les ahorraría divisas a ambos. Aunque no resulte imposible, éste parece difícilmente realizable: con petróleo o gas iraní incluidos, la transacción sometería al país a grandes presiones políticas. Después de las que llevaron en los años noventa a descartar el proyecto Cóndor y a cancelar la venta de equipamiento nuclear a Irán, ¿acaso podría Argentina sobrellevar las presiones a las que Estados Unidos somete a países de la talla de Corea del Sur, Japón o Turquía para que abandonen esos insumos iraníes? Una Argentina deseosa de hacerse de éstos sin desafiar a Washington necesitaría una dispensa suya. Y aun así, los tan requeridos derivados del petróleo aquí serían imposibles de obtener: la capacidad de refinación iraní no logra atender la demanda interna. La historia tampoco parece ofrecer antecedentes auspiciosos: tras la nacionalización del petróleo iraní en 1951, no se concretó una operación económicamente atractiva, que incluía productos argentinos en pago por petróleo a precios descontados (10).


La perspectiva iraní


Desde el punto de vista de Teherán, la negociación con Buenos Aires permite compensar el matizado enfriamiento de relaciones con su principal socio comercial latinoamericano, Brasil, con un desarrollo favorable en Argentina, miembro del consejo del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) y, en breve, del Consejo de Seguridad. Visto su peso, ambos países son además de gran importancia para la diplomacia iraní en la región, entre otras razones, por el hecho de no pertenecer a la alternativa bolivariana alentada por Venezuela.

A partir de la presidencia de Dilma Rousseff, el relativo enfriamiento de las relaciones entre Brasilia y Teherán se vio reflejado por ejemplo en el apoyo de Brasil en 2011 para que la ONU sea informada sobre violaciones de derechos humanos en Irán, su primer voto adverso a Teherán en un decenio, aunque Brasil se abstuvo a la hora de expedirse sobre tal informe. Otro matiz lo brindó el canciller Antonio Patriota al no satisfacer en octubre pasado el pedido presidencial israelí de boicotear a Ahmadinejad. Patriota dijo que Brasil veía “con gran preocupación las amenazas de ataque israelí a Irán”. Y pese a un desencuentro meses antes, defendió los encuentros previos con Ahmadinejad, recordando al antecesor de Dilma, Luiz Inácio Lula da Silva, que compartió con su par iraní su rechazo a la negación del genocidio nazi y a la destrucción de Israel, y su firme creencia en un Medio Oriente en paz, “exento de armas nucleares” (11).

A diferencia de Dilma, Lula cultivó la relación con Ahmadinejad, y medió en un acuerdo aceptado en Teherán, pero rechazado por Obama, que requería el canje de uranio iraní levemente enriquecido por combustible de proveedores externos, dada la sospecha que podría retener el primero para armas atómicas, no sólo los usos civiles que Irán publicita. El acuerdo rechazado, donde Lula cree que jugó un papel el no haberlo logrado los países centrales, desembocó en la decisión iraní de producir tal combustible por su cuenta. Ello implica enriquecer uranio hasta un nivel aun más alto, lo cual lo acerca, más que aleja, de la capacidad de fabricar un arma atómica, cosa que Lula descree que haga.

Pese a las diferencias entre Dilma y Lula, éstas fueron sobredimensionadas por el entonces asesor principal de medios de Ahmadinejad al alegar que la mandataria estaba golpeando “contra todo lo logrado por Lula” en “años de buenas relaciones”. Este acalorado alegato, reacción al desinterés en una escala de Ahmadinejad en Brasilia durante su primera gira de 2012 por América Latina, sólo ameritó una referencia a la calidez del nexo brasileño-iraní por parte de un portavoz diplomático de Brasil. Tras la visita fallida, Ahmadinejad estuvo en junio pasado en Río de Janeiro para la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable. Allí se encontró con Lula, pero no fue recibido por Dilma. Su llegada tampoco fue saludada por algún subalterno de jerarquía (12).

Lo fundamental a subrayar es que, desde la mediación de Lula, Brasil se opuso a otra vuelta de torniquete a las sanciones del Consejo de Seguridad, decidiendo respetar, empero, la resolución adoptada. Éste es quizás el principal antecedente del enfriamiento con Irán. Aunque Brasil no deja de resguardar el derecho al enriquecimiento de uranio por parte de los signatarios del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) y se opone a inspecciones más intrusivas por parte de la OIEA, áreas en las que coincide con Irán.

Mientras crece el número de especialistas estadounidenses e israelíes favorables a la desnuclearización de Medio Oriente, o a la convivencia de los programas de Israel e Irán, el desaire recibido por Lula, pese a una mediación coordinada con Obama paso a paso, ilustra un enorme riesgo para Argentina, en particular si Washington llegara a apartarse de la negociación con Irán (13). Otro frente de riesgo es Israel, que difícilmente acepte sin más que su largamente impuesta narrativa sobre la autoría iraní del atentado no está fehacientemente comprobada.

1. MercoPress, 19-9-12.
2. Americas Report, Washington, 18-7-11.
3. Haaretz, Tel Aviv, 5-11-12.
4. Haaretz, 30-10-12.
5. Haaretz, 25-10-06; Stephen Johnson, Iran’s influence in the Americas, CSIS, Washington, 2012.
6. MercoPress, 31-10-12.
7. Washington Times, 27-9-12.
8. Al Jazeera, Doha, 15-10-12
9. Haaretz, 21-11-07; Los Angeles Times, 25-3-09.
10. Zidane Zeraoui e Ignacio Klich, Irán. Los retos de la República Islámica, Siglo XXI, Buenos Aires, 2011.
11. Ignacio Klich, “Lula en Medio Oriente”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, abril de 2010; “Peres tells Brazil to boycott Ahmadinejad”, AFP, 15-10-12.
12. The New York Times, 23-1-12; Asia Times, Hong Kong, 10-7-12.
13. Haaretz, 15-11-07; Kenneth N. Waltz, “Why Iran should get the bomb”, Foreign Affairs, Nueva York, julio de 2012; Uri Bar Joseph, “Why Israel should trade its nukes”, Foreign Affairs, 25-10-12.


* Historiador, autor junto con Zidane Zeraoui, de Irán. Los retos de la República Islámica, Siglo XXI, Buenos Aires, 2011.

© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur


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