Silvio Frondizi, pensador trágico de la crisis
(Horacio Tarcus, Las palabras y las cosas)

Agosto de 1974. Tras el fallido intento de un comando
guerrillero de copar un regimiento en Catamarca, el general Luciano Benjamín
Menéndez se convierte en el gobernador plenipotenciario de la provincia. Al
mando de una gigantesca operación conjunta, que moviliza unos 2.000 efectivos,
el general dirigió una increíble cacería sobre esos 80 hombres, que culmina con
la muerte en combate de unos pocos, el aprisionamiento de muchos y el
fusilamiento de los restantes.
Se hacen presentes en el feudo de Menéndez los abogados
defensores de los detenidos. Todavía regían, al menos formalmente, las garantías
constitucionales, y el pequeño dictador no podía negarse a la investigación.
Pero podía recurrir a todos los medios de intimidación posibles. La orden para
los abogados, ante de permitirles ingresar al terreno de los hechos, era la de
desnudarse, como requisito previo de "seguridad".
-Yo no voy a desnudarme -dijo el mayor de los abogados, mirando
fijamente a los ojos del general. Y agregó, lacónica pero firmemente:
-Soy Silvio Frondizi.
El general respondió al desafío. Los dos hombres se miraron,
frente a frente, a los ojos. Se sucedieron tensos minutos de silencio. A través
de estos dos hombres, de estas dos miradas, se enfrentaban dos tradiciones, dos
símbolos, dos países.
-Esta bien. Pase, doctor.
El general había cedido al revolucionario.
Pero en el plano de las fuerzas sociales en que se encarnaban
estas personalidades, la resolución del enfrentamiento fue a la inversa. Aquí la
fuerza sometió a la razón. Recuperar para las nuevas generaciones y para la
memoria colectiva la trayectoria de Silvio Frondizi no es, pues, sólo un acto de
justicia con una de las máximas figuras del marxismo olvidado en
nuestro país, sino una de las formas de preparar, para futuros combates, la
victoria de la razón y la revolución.
Años de
formación
Silvio Frondizi, el doceavo de catorce hermanos, nace en Paso de
los Libres en 1907, en el seno de una familia de inmigrantes italianos,
relativamente acomodada y culta. Mientras el clan Frondizi se mantuvo reunido,
la mesa familiar fue centro de debates filosóficos y políticos. Silvio y Arturo
están unidos entrañablemente en los años de niñez y juventud. Juntos llegan a
Buenos Aires en 1923, terminan el bachillerato e ingresan a la Facultad de
Derecho en 1926.
Pero lo senderos comienzan a bifurcarse: Silvio se concentra
largos años en el estudio del derecho y la historia, mientras Arturo hace
carrera meteórica. Silvio es un oscuro profesor de historia en la Universidad de
Tucumán, en tanto Arturo se convierte en un dirigente radical de primera línea.
Silvio prepara, desde Tucumán, su tesis sobre John Loocke; Arturo proyecta un
ensayo sobre Maquiavelo. Las tesis del fundador del liberalismo llevarán a
Silvio, vía Rousseau, a la senda de Marx. El realismo político del florentino,
sus consejos al Príncipe para manipular la ignorancia de sus súbditos, conducirá
a Arturo a la senda del poder.
Visión del mundo
Entre 1938 y 1946 Silvio Frondizi sistematiza sus estudios sobre
teoría política, mientras enseña en la Universidad de Tucumán. En 1943 ve la luz
su Introducción al pensamiento de John Loocke y dos años después El
Estado moderno. Aunque tributarias del legado liberal, lo peculiar del
liberalismo de Silvio Frondizi es su carácter desgarrado, contradictorio. Entre
el individuo y la comunidad, entre el interés público y el privado, entre la
libertad y la propiedad, se plantean antinomias irresolubles. Se trata de la
visión trágica de un demócrata liberal que constata que "la concepción
en que hemos sido educados está en crisis".
Silvio Frondizi pertenece a una generación cuyas nociones de
progreso, armonía, democracia, etc., se ven sacudidas doblemente: en el plano
mundial, la crisis capitalista, el fin del Estado liberal, el ascenso del
fascismo y la Guerra; en el nacional, la crisis del proyecto del ´80, la
violación permanente del orden constitucional, la emergencia de la "sociedad de
masas ...".
La actitud del intelectual trágico ante la crisis será
la de la revuelta ética contra el orden social capitalista, que hace
tabla rasa con las mayores conquistas de la historia y la cultura. La función
del intelectual consistirá en salvar aquellos valores del humanismo clásico que
la barbarie capitalista arrastra en su propio hundimiento. Su solución será: ni
repliegue ensimismado en los valores puros, ni aceptación de lo real,
independientemente de los valores. Su tertium datur es el de asumir, en
su contradicción, valores y realidad, teoría y práctica, objetivo y
subjetivo...
Entendió entonces que la concepción que le permitiría recoger lo
mejor del legado democrático-revolucionario y pensar estas contradicciones en el
camino de su superación dialéctica, era el marxismo. Pero al no
resolverlas formalmente en este nuevo cuerpo teórico, sino al reinstalarlas en
él, el marxismo de Silvio Frondizi será uno de los más abiertos y críticos de
América Latina.
Bajo el signo de la praxis
Separado en 1946 de sus cargos universitarios abandona Tucumán e
instalado definitivamente en Buenos Aires, se entrega a la actividad política y
al estudio de la realidad argentina. La persecución ideológica de que fue objeto
desde 1943 no lo acerca a la "oposición democrática". Entiende entonces al
peronismo como una expresión de la crisis social y política argentina, no como
su causa.
En numerosos textos de 1945/46 -como La crisis política
argentina- cuestionará a las izquierdas que "no comprendieron el peronismo
como un fenómeno social". En lugar de llevar a cabo un frente único contra el
enemigo común -"la oligarquía terrateniente y clerical"- ingresaron en la Unión
Democrática, una verdadera aventura de las fuerzas reaccionarias del
país.
Los mejores frutos de esta etapa aparecerán en la segunda mitad
de los ´50, con su obra teórica cumbre, La realidad argentina, y con su
organización política, el MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria)-Praxis,
precursora, a pesar de su efímera vida, de las corrientes del mismo nombre en el
resto de América Latina.
Tanto su pensamiento como su grupo fueron pioneros en el
planteamiento de un marxismo crítico y antidogmático, de un socialismo
antiburocrático y autogestionario, de la necesidad de partidos de izquierda de
nuevo tipo, que pusieran en cuestión la escisiones alienantes de la "vieja
izquierda": dirigentes/dirigidos, vida pública/vida privada,
teoría/práctica.
A través de libros, folletos, periódicos, cursos, intervenciones
políticas, Silvio Frondizi fue el maestro de una generación de revolucionarios a
los que habló, ya en los ´50, de la "crisis de la vieja izquierda", reformista y
burocrática, de la "crítica de la vida cotidiana", del socialismo como
recuperación del "hombre total"...
El luchador solitario
La nueva situación creada por la Revolución cubana -Silvio viaja
a Cuba en 1960 donde se entrevista reiteradamente con el Che-, sumada a la
ilegalización que pesa sobre su grupo, provocan el descalabro del pequeño pero
activo MIR-Praxis. Concentrado desde entonces en la actividad docente y en la
defensa de presos políticos y gremiales, sólo publicará La Revolución cubana
(1960), Argentina: la autodeterminación de su pueblo (1973) y sus
Lecciones de derecho político.
Independientemente, desde entonces, se transforma en asesor de
innumerables corrientes revolucionarias de América Latina, que desfilan
incesantemente por su estudio o por su casa. En 1973 es candidato
extrapartidario a senador por el FIP (Frente de Izquierda Popular) que lidera
Abelardo Ramos y, al año siguiente integra la Mesa Directiva del FAS (Frente
Antiimperialista por el Socialismo) que constituyen el PRT (Partido
Revolucionario de los Trabajadores), corrientes peronistas e independientes de
izquierda.
Amenazado de muerte por la Triple A en 1974, después de defender
a los detenidos de la masacre de Catamarca, allegados y amigos le recomiendan
alejarse del país. El viejo revolucionario se niega: "Este es mi puesto de
lucha".
El 30 de agosto una bomba de alto poder incendia su estudio. El
luchador solitario sigue, imperturbable, su labor de investigación y denuncia.
Más que nunca, la desgarbada figura del viejo abogado recorre las comisarias,
las cárceles, los Tribunales.
El 27 de septiembre será el golpe definitivo: un comando de la
Triple A, dirigido por el subcomisario Juan Ramón Morales y el subinspector
Rodolfo E. Amirón Cena, penetra en su domicilio y lo secuestra, después de
golpearlo salvajemente.
Dos horas mas tarde un comunicado de una organización terrorista
se atribuye el crimen e informa que su cuerpo fue arrojado en Ezeiza, donde se
encuentra acribillado a balazos por la espalda.
Pero el ensañamiento continúa: las fuerzas policiales que dirige
el comisario Villar interceptan, dos días después, el cortejo fúnebre, agreden a
los acompañantes y secuestran el féretro por varias horas. Tres años después,
fuerzas del Ejército allanan su departamento, secuestran la biblioteca, el
archivo y hasta los manuscritos inéditos.
El asesinato de Silvio Frondizi parece cerrar así una vida
signada por la tragedia. Tragedia de un país que el intelectual revolucionario
-el liberal consecuente, el marxista crítico- decidió asumir hasta las últimas
consecuencias, pues, como planteaba el joven Luckacs, la vida trágica está
indisolublemente unida a la muerte en cada uno de sus acontecimientos. Así,
trágicamente, vivió, pensó y murió Silvio Frondizi.