Jordi Borja: No se puede tratar a un país como Cataluña como una colonia cuyo futuro dependa exclusivamente del Estado español.
Sin Permiso
Nuestro amigo Jordi Borja nos envió esta larga entrevista, una parte más reducida de la cual ha sido publicada en Nueva Tribuna. Reproducimos la versión completa de dicha entrevista. Las preguntas son del colaborador de Nueva Tribuna Orencio Osuna.
Pregunta: La gigantesca manifestación de la Diada ha supuesto una movilización sin precedentes por el soberanismo, además de mostrar la existencia de un descontento generalizado en la sociedad catalana que tuvo como antecedente las protestas por la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut. La independencia de Catalunya parecía la utopía de sectores minoritarios del catalanismo nacionalista, ¿puede que a partir de ahora independencia se convierta en un objetivo factible?
Respuesta: En los momentos históricos, cuando se pueden producir cambios trascendentales, los procesos se aceleran y lo que parecía fuera de lugar o imposible acontece como real y, para muchos, necesario. Son momentos donde los elementos emocionales cuentan mucho, las fuerzas movilizadas se multiplican y no se puede reflexionar como antes, incluso como tres meses antes. Hace falta una cierta empatía para entender el que sucede, para evaluar lo que es posible, para reconsiderar que aquello que era casi una utopía ahora nos parece realizable, lo que antes era una loca aventura ahora es realista, incluso indispensable. Pero yo no vivo estos momentos históricos como actor o participante. No puedo evitar que mi mirada sea interesada pero también fría. Mi posición es inevitablemente analítica y el optimismo de la voluntad sin participar en la acción difícilmente se puede imponer al análisis que ya sabemos que tiende a ser pesimista. Pretendo no serlo pero tampoco puedo participar de lejos en un entusiasmo por procuración. Pero si que constato que la cuestión de la independencia, nos guste o no, ha pasado de ser un sentimiento vago de una parte de la ciudadanía catalana a un formar parte inevitablemente de la agenda política de Catalunya y de España. Y negar la posibilidad de una consulta, un derecho básico en democracia (Cameron dixit), es un error político enorme, radicaliza el independentismo. Aceptarla probablemente crearía un ambiente más propicio a un nuevo pacto de encaje de Catalunya en España.
Pregunta: La irrupción de un potente movimiento independentista está cargado de fundadas apelaciones a los sentimientos agraviados del pueblo catalán, a la desafección y agotamiento del modelo autonómico, al hartazgo ante la catalanofobia que se azuza desde ciertos sectores del resto de España. Pero, ¿cómo la izquierda catalana puede asumir el liderazgo de Artur Mas y de CiU que representan el ultraliberalismo que está demoliendo el llamado estado de bienestar en Catalunya?
Respuesta: La movilización social y política va mes allá del catalanismo tradicional, puesto que incluye una parte de la población originaría de otros territorios del Estado español y una gran presencia de gente joven.
Seguramente muchos de los “indignados” y otros muchos que no participaron en el 15 M y muchos hijos o nietos de inmigrantes del resto de España estaban en la Manifestación del 11 de septiembre. El independentismo va también mes allá del “nacionalismo”, incluye sectores sociales y políticos de izquierdas, tanto de clases medias como populares, que priorizan tanto o más las políticas socioeconómicas y culturales y de derechos personales (como el laicismo por ejemplo) que el hecho de la independencia.
Parecen, aparentemente al menos, más viables mayorías y políticas de izquierdas en una Cataluña independiente que al Estado español.
Artur Mas y CiU han tenido la capacidad de liderar este movimiento por dos razones. Primero porque una gran parte de su base es sentimentalmente nacionalista y más o menos independentista, sentimientos radicalizados por factores relativamente recientes. Es inevitable citar las tribulaciones del Estatut aprobado en Catalunya y “cepillado” innecesariamente y con prepotencia por las Cortes y luego hecho trizas por un irresponsable Tribunal Constitucional. Y la cuestión financiera que es resentida como una discriminación que la crisis económica actual hace más aguda. Creo que la mayoría de la población catalana entiende que deben promoverse políticas territoriales de reequilibrio, pero por una parte ello ha dado lugar a que el gasto público por habitante sea menor que en otras regiones españolas. Por otra parte que las inversiones del Estado son muy superiores en otras zonas, caso de Madrid, mientras que en Catalunya ni tan solo las inversiones programadas se ejecutan, algunas llevan 10 años de retraso.
Pero el liderazgo de Mas ahora parece muy fuerte, agrupa a la derecha social y económica, con reticencias pero sigue (veáse La Vanguardia) y es aceptado por las clases medias que solo parte, importante, votan a CiU. La izquierda a la izquierda del PSOE-PSC se ha integrado y gran parte de los sectores populares y sindicales participan o siguen en mayor o menor grado el movimiento independentista y plantean en su seno nuevas políticas sociales. Los socialistas y una parte de los sectores profesionales progresistas se han quedado en tierra de nadie, con un discurso “federalista” que pocos se toman en serio. Sin casi nadie detrás que lo apoye y sin nadie delante que lo escuche.
Pero el liderazgo de CiU puede ser en un futuro próximo el talón de Aquiles del movimiento independentista, el cual corre el riesgo de romperse y perder fuerza tras las elecciones. A menos que la incompetencia del gobierno español lo radicalice. Mas no puede hacer marcha atrás en el tema de la consulta y como el general della Rovere, el personaje que interpretó Vittorio de Sica, es posible que se haya creído el personaje bolivariano que le ha permitido adquirir este liderazgo, el de un nuevo Macià, el que invadió Cataluña desde Prats de Molló y en 1931 proclamó la República. Pero Mas representa a la derecha política catalana, algo más tratable que la española (no olvidemos que CiU viene del antifranquismo) pero que comparte vínculos e intereses con los mismos sectores sociales. El independentismo ha servido a Mas, para dejar en segundo plano su complicidad activa con las políticas españolas y europeas claramente antipopulares. Sin prejuiciar que éstas fueran sus intenciones es evidente que le ha ido muy bien dejar fuera del primer plano político sus responsabilidades, compartidas con el PP y los socialistas, en la crisis y en las respuestas a la misma. La independencia hipotética presente y la crisis real ausente del escenario preelectoral. Pero después de las elecciones buscará un pacto con el gobierno español. Si éste tiene la habilidad de negociar la consulta y algo más, una exigencia que va mucho más allá del independentismo, Mas pactará aunque una parte del movimiento actual se sienta quizás traicionado. Pero si la posición del gobierno es la que expresan ministros o dirigentes tan frívolos como Wert o tan reaccionarios como Gallardón o tan primarios como Cospedal o tan extravagantes como Vidal Cuadras, entonces es muy difícil que haga marcha atrás. No se puede tratar a un país como Catalunya como una colonia cuyo futuro dependa exclusivamente del Estado español. En esta caso puede pasar cualquier cosa.
Pregunta: Tanto la derecha política de CiU como el tejido empresarial catalán han sido uña y carne con sus homólogos del resto de España y de la UE ¿es posible que esa misma derecha vaya a cambiar esas alianzas por la incertidumbre de un proceso de secesión que chocaría contra esos intereses?
Respuesta: Las presiones internacionales, en especial europeas, y de los sectores del empresariado, en especial los grandes, influirán en moderar el independentismo de parte de los sectores medios y también influyen y mucho en los gobernantes catalanes y a los medios de comunicación. Todo eso se notará mucho más después de las elecciones. Además ya han empezado las campañas terroristas-mediáticas sobre los males que nos caerán encima si se pretendiera declarar la independencia. La votación del Congreso de diputados en contra de una posible consulta a la ciudadanía decidida por la Generalitat es un indicador de las posiciones radicalmente contrarias al reconocimiento del pueblo catalán cómo sujeto político por parte del PP y del PSOE. Por cierto, coincide con el momento histórico en que la consulta está a la orden del día en Quebec y en Escocia y se negocia con el Gobierno central que acepta que se plantee explícitamente la independencia. Esta votación ha acentuado el descrédito del PP y del PSOE ante gran parte de los catalanes y ha dado más legitimidad al independentismo. Desde un punto de vista “españolista” ha sido un error tremendo. ¿Cómo se puede negar una consulta indicativa? ¿Tan idiotas son que no saben que el voto, sean elecciones o referéndums, es siempre mucho más conservador y miedoso que las manifestaciones en la calle y los movimientos sociales?
Pregunta: ¿La derecha catalana y las clases sociales dominantes pueden ser realmente independentistas o es que CiU ha dejado de representar a esos sectores?
Respuesta: Creo que a priori no son independentistas en sentido estricto. Mas habla de interdependencia, que podría entenderse como confederalismo o federalismo fuerte. La base social de la derecha, el sector empresarial incluido, puede interesarle el pacto fiscal y un trato más respetuoso y abierto en relación al más autogobierno. Una parte importante de los sectores que apoyan a CiU son probablemente ambivalentes o incluso contrarios a la independencia, especialmente si plantearla representa un conflicto muy duro con el Estado español. Pero la intransigencia y la prepotencia de los gobernantes españoles puede incluso radicalizar a estos sectores.
El movimiento independentista puede desbordar a CiU y a Artur Mas. Pero la marea independentista puede empujarles a ir adelante para mantener su liderazgo. CiU, como todo partido político con vocación de poder y relativa autonomía, tiene muy en cuenta los movimientos de opinión y es probable que no quiera repetir la historia de la Liga el 1931 que se posicionó en favor de mantener la Monarquía cuando la gran mayoría del país imponía la República. Aunque una parte de sus bases fueran muy reticentes o contrarias a la independencia si la miopía del gobierno español no ofrecía salidas políticas (la consulta por descontado, un nuevo y específico encaje político de Catalunya en España) la situación se radicalizaría y el movimiento independentista incluso podría ampliarse. CiU puede pensar que es mucho más viable una Cataluña independiente dirigida por un gobierno conservador y sus bases más reticentes podrían entenderlo. En un escenario de independencia o a un grado muy elevado de autogobierno la izquierda catalana, incluso la federalista o no independentista y especialmente la izquierda social podría considerar que la situación le resultaba más favorable pues la confrontación derecha/izquierda sería mucho más visible que hoy, sin la túnica que ahora tapa en gran parte este conflicto. Es un escenario que ahora parece poco probable, pero si tenemos en cuenta las experiencias otros países no sería nada del otro mundo llegar a una situación de casi independencia. Mira los casos de los flamencos, de los escoceses o del Quebec.
Puede ser que la caverna española, y también el conjunto de la derecha y el PSOE acentúen el discurso amenazante. Los unos exigiendo que se envíe el ejército en Cataluña para impedir cualquier consulta. Los otros, desde las instituciones, haciendo declaraciones solemnes que el poder político es exclusivo de los poderes centrales y en último término del “pueblo español”. No solamente no se reconoce “el derecho a decidir”, es decir, la autodeterminación que todos los partidos políticos catalanes democráticos tenían en su programa de lucha contra la dictadura, también se pretende prohibir que se exprese una voluntad colectiva indicativa del pueblo catalán. Estos razonamientos son provocaciones que radicalizan el independentismo.
¿Es contrario al espíritu democrático de la Constitución (que por otra parte se reconoce por numerosos sectores que hay que reformar urgentemente) que un gobierno elegido haga una consulta no vinculante a los ciudadanos? No nos engañamos: las amenazas represivas desde el Estado pueden tener efectos disuasorios en una parte importante de la ciudadanía. Pero también el efecto contrario.
Pregunta: Lo que si parece evidente es que Mas está escenificando un relato político nuevo para Catalunya en la medida en que ha hecho girar el debate hacia el soberanismo y la independencia, marginando el debate sobre los recortes. Mas, e incluso otras voces pertenecientes a la tradición progresista catalana, fingen pensar que la secesión será un camino de rosas al que sólo se oponen fuerzas antidemócratas en España o, en Catalunya, los “blotiflers” y lerruxistas. ¿En verdad esa visión puede tener credibilidad?
Respuesta: Nadie seriamente piensa en un camino de rosas. Y hay colectivos muy diversos, incluidos equipos universitarios o muy cualificados que estudian tanto los procesos como la viabilidad de la independencia o de una relación confederal. Es cierto que la “independencia” se presenta como una solución mágica, que resolverá los problemas actuales, educación, sanidad, empleo, servicios sociales, desarrollo económico, infraestructuras, etc. Hay una parte de manipulación en este discurso pero también es propio de todos los movimientos o procesos de cambio. ¿A caso no se daba algo parecido durante el franquismo respecto a la “democracia”? ¿A caso la izquierda no ha tenido el mismo discurso sobre el “socialismo” o el “comunismo”, el de “pan y rosas” para todos?
Hay también un discurso primario en algunos sectores independentistas radicales (incluidos sectores convergentes) y en las zonas menos urbanas y más homogéneas culturalmente de confrontación con los “otros”, o de considerar “traidores” a los catalanes que se oponen a la independencia. Probablemente algunos independentistas me pueden catalogar así. Por ahora es un “nacionalismo” poco tolerante pero de baja intensidad. Pero al que hay sin duda que denunciar y educar.
En cuanto a las reacciones sociales en contra el independentismo por ahora son más escasas y débiles de lo que se podía esperar. Se ha publicitado mucho la declaración amenazadora del señor Lara, pero él mismo después lo ha matizado en parte: no se va ir él ni todo el grupo pero si gran parte de la edición en castellano. Tampoco es sorprendente. Su papá, que entró en Barcelona en 1939 como “ocupante” con el ejército franquista, ya amenazó con irse si el Ayuntamiento no recalificaba el campo del Español para que la familia Lara como acreedora del club pudiese cobrar la cuantiosa deuda que ellos mismos, como accionistas y directivos, habían propiciado. Ha sido una declaración que no ha tenido muchos seguidores aunque ciertamente hay empresarios y banqueros inquietos.
Tampoco el movimiento en la calle ha sido por ahora significativo. La manifestación promovida por la extrema derecha inicialmente y luego recuperada por el PP y Ciutadans con un planteamiento mucho más moderado y pacífico solo reunió a unos pocos miles de personas.
Pero el que hoy son provocaciones de personajes individuales, a veces extremistas o excéntricos, mañana pueden ser amenazas muy reales desde el poder político o económico. Ya nos hemos referido a declaraciones amenazadoras de ministros, muy mal contestadas por el impresentable “conseller de Interior” Felip Puig, anunciando que si es necesario los Mossos de Escuadra actuarán a las órdenes del Govern catalán para que se puedan aplicar sus decisiones. El problema que hay con las provocaciones es que generan provocaciones de signo contrario, de la misma forma que el nacionalismo españolista, arrogante y dominador alimenta al nacionalismo independentista catalán. La oposición o reticencia de grupos o sectores económicos por ahora se adivina más que se manifiesta y más bien parece expectante y así continuará probablemente hasta después de las elecciones. Su discurso por ahora, en el que coinciden Lara ysimilares y líderes económicos más cercanos CiU es conocido y se dirige a ambos gobiernos: dialoguen, negocien, pacten.
Es probable que surjan otras iniciativas que intenten por medio de acciones más o menos masivas pero que pueden derivar en violencia destinadas a crear una imagen de ”fractura social” y de “desorden público”. El PP (con el apoyo explícito o tácito del PSOE) podrán aprovecharlo para justificar medidas represivas en relación a la consulta e incluso a las manifestaciones en nombre de evitar la “confrontación civil”. Cómo si no existiera ya la confrontación, la cuestión es si se quiere resolver por medios pacíficos y democráticos, como la consulta y la negociación, o por la represión autoritaria y violenta. La violencia del Estado no siempre es legítima.
Ha surgido recientemente una iniciativa de facto “antiindependentista” pero de signo muy distinto a las anteriores que es la de los federalistas. Ha habido ya algunos manifiestos, uno de ellos promovido por el sector “catalanista” del PSC. Y el otro de un amplio abanico de la izquierda, la gran mayoría no socialista.
Este segundo manifiesto incluye a bastantes cuadros e incluso algunos dirigentes históricos del PSUC, algunos socialistas o del entorno y algún exdirigente de CCOO, además de numerosos intelectuales y profesionales progresistas sin adscripción partidaria. Se trata de dos manifiestos curiosos pues entre los firmantes hay numerosos experimentados “políticos” y en cambio el texto corresponde a lo que podríamos llamar “izquierda angelical”, desencarnada, que no se mancha las manos en asuntos terrenales. Algunos o quizás bastantes de los firmantes me consta que son favorables al derecho de autodeterminación, por lo tanto al referéndum o a la consulta. Pero los manifiestos no citan para nada ni este derecho básico ni el hecho que es ahora objeto de confrontación entre el gobierno catalán con un amplio apoyo social, que va mucho más allá del “nacionalismo”. Es decir hay que deducir que el manifiesto es contrario a la consulta, sea cual sea la posición personal de los firmantes. La otra objeción que se puede oponer a estos manifiestos es que está fuera de la realidad presente. ¿El federalismo tiene una base de apoyo, una fuerza capaz de hacerse escuchar? ¿Hay alguien hoy en el Estado español dispuesto a escuchar? ¿Es oportunoahora, desde la izquierda, sacarse de la manga una tercera vía sin caminantes y sin camino cuando el movimiento por el derecho a decidir incluye a amplios sectores que asumen la cuestión nacional catalana pero ponen también en primer plano una políticas económicas y sociales alternativas? ¿Es acertado ahora pretender fracturar este movimiento amplio y plural que desborda por todas partes a CiU aunque ahora su líder cabalgue en cabeza? ¿Es defender el federalismo, que puede ser quizás una alternativa de futuro, en un momento en que lo convierte en enemigo del derecho a decidir con lo cual está “quemando” un concepto político válido ante una gran parte de la ciudadanía? ¿Es democrático y de izquierdas negar de facto el derecho a decidir cuando lo reclama en la calle una gran parte del pueblo catalán?
Pregunta: Las elecciones en todo caso serán decisivas para aquilatar la voluntad política de los ciudadanos catalanes en las urnas y, a su vez, forzarán los posicionamientos de los actores políticos en presencia tanto en Catalunya como en España. ¿Cómo crees que puede evolucionar la estrategia de Mas y del gobierno español?
Respuesta: Tras las elecciones todo se complicará. Un escenario probable es que el presidente de la Generalitat, muy probablemente Artur Mas, irá a Madrid a buscar un acuerdo para hacer una consulta sobre el derecho a decidir. El gobierno español dirá que no es legal y el presidente catalán que es legítimo. Y empezarán a negociar. Es posible que los gobernantes de Madrid, si fueran inteligentes, se saquen algún conejo de la manga, como una propuesta de Ley que de facto reduzca el impacto de la sentencia del TC. O negociar una consulta con una pregunta pactada que no incluya explícitamente independencia. Las propuestas más abiertas del gobierno español difícilmente aceptables por el independentismo en sentido estricto, pero pueden serlo para CiU. En todo caso el presidente de la Generalitat tendrá que aceptar la negociación, puesto que no quiere salir del marco legal definido por el gobierno del Estado con lo cual la consulta quedará relegada para tiempos mejores. Un efecto probable de este escenario, que nos tememos es bastante realista, es que se genere una gran frustración colectiva, una desmovilización social importante pues se generarán movimientos fragmentados sin objetivos integradores y unificantes.
La negociación generará impaciencias inmediatas, el sector mas radical del independentismo aumentará su desconfianza en Mas y en CiU y quizás las primeras rupturas vendrán por este lado. Sobre todo si se ve que la consulta se aparca sine die. No será fácil que el bloque independentista para unos, interdependentista para otros y limitado al derecho a decidir para los que reivindican políticas distintas, se mantenga unido. Pues el principal sustrato de la unión es la incompetencia de un gobierno español enroscado y que quiere tapar sus vergüenzas en un españolismo rancio y una actitud prepotente.
Las izquierdas partidarias de la autodeterminación por su parte es probable que se desmarquen claramente de CiU a lo largo de la campaña electoral y multiplicarán las criticas al gobierno y las propuestas opuestas al conservadurismo social. Si Mas entra en un proceso negociador posterior lento, que pretenda desmovilizar a la ciudadanía y que se plantee en términos poco aceptables para el independentismo y para la autodeterminación, las izquierdas que han defendido la consulta y el derecho a decidir tendrán la oportunidad de criticar a la vez su debilidad ante el gobierno del Estado, exigirán cambios radicales en la Constitución y en las políticas económicas y promoverán varios movimientos propios. El gran movimiento independentista unitario, en este escenario, a los pocos meses después de las elecciones puede ser más débil que ahora pero también más orientado hacia la izquierda. Y de todas formas las fuerzas plurales que lo integran, juntas o separadas, deberán confrontarse con el gobierno español.
En teoría entra dentro de lo posible que exista otro escenario más propicio al independentismo. Mas convoca y consigue hacer la consulta a pesar de la oposición del gobierno español donde se proponga el SI o el NO a la independencia, o a otra propuesta que se haga desde el govern (interdependencia, convocatoria más adelante de un referéndum vinculante como el de Escocia, etc.). Y se gana con una gran mayoría, del 60% o más, con un No minoritario y bastantes indecisos pero no muchos abstencionistas (que no lleguen al 40%). El Gobierno español se encontraría muy debilitado, no solamente por la derrota en Cataluña, también estará tan desprestigiado en el resto de España que probablemente debería dimitir y de facto aceptar el resultado de la consulta, y dejará tácitamente las puertas abiertas a la negociación de la independencia o de lo que se haya propuesto. Cómo sucedió en el Sáhara al final del franquismo. Pero este escenario, happy end, es más propio de Hollywood, con un Mas interpretado por un Gary Cooper, que de laEspaña de la rabia centralista y uniformista.
Por último, no se puede descartar que ante la convocatoria de una consulta no pactada el gobierno de España responda con la represión. Sería imprevisible lo que puede pasar pero seguramente sería una derrota, quizás momentánea, de Cataluña. El movimiento independentista saldría inicialmente mucho más débil, la frustración colectiva sería enorme pero la resistencia social y nacional renacería rápidamente, puesto que parece muy improbable que la represión fuera comparable con la de los años 40. Y begin to begin, volvemos a empezar.
Pregunta: Resulta evidente que la derecha castiza de la “España, Una, Grande y Libre” jamás ha aceptado la existencia de diversas identidades y nacionalidades dentro del estado español, pero negar que existen millones de españoles que tienen una visión plural, democrática y respetuosa con todas ellas es la otra cara de la misma barbarie. ¿Para qué la independencia en este mundo en crisis y cada vez más interdependiente?
Respuesta: Estoy desde hace meses fuera de Catalunya y no quiero considerar la independencia como única salida posible, pero tampoco la excluyo. Considero ante todo que expresar esta alternativa es un derecho indiscutible del pueblo catalán. Es posible que fuera la mejor solución si no hay un cambio estructural en España: modificación de la Constitución y un nuevo encaje, específico para Catalunya, en España. Pero si bien tengo muchas dudas que este cambio en España sea hoy posible también creo que hay que tener en cuenta los costes y los riesgos de tener como objetivo único la independencia. Hay que plantearse también otras salidas. Si me preguntan si soy independentista tiendo a decir que yo mismo no lo sé, o sí lo soy como una de las salidas posibles, que pueden ser también favorables y no se deben considerar a priori como una derrota. Estoy convencido que hay que estar en este movimiento unitario, con las reservas, ya expresadas, que tengo sobre su futuro. Si se mantiene la gran fuerza que se ha expresado hasta ahora tenemos que concluir que no hay otro salida lógica que la independencia o lo que este movimiento que aparece como claramente mayoritario exprese. Desde un punto de vista muy subjetivo encuentro la independencia fascinante. Pero existen para mi razones de peso que me llevan a pensar que no es seguro e incluso que es muy probable, que el movimiento independentista no pueda mantener la gran fuerza mayoritaria y unitaria, tranquila y casi festiva, que ha tenido hasta ahora. Hasta ahora no ha encontrado una oposición seria en Catalunya y tampoco una ofensiva decidida y violenta por parte del Estado. Pero pronto cambiará el panorama. Y tanto puede ocurrir que esta reacción dura contra Catalunya derrote al movimiento independentista que lo rompa como que lo extienda y lo radicalice. Creo que todos, en Catalunya y en España, debemos pensar no solo en una solución A, también en soluciones B y C. Los españoles no catalanes deben asumir como una posibilidad la independencia catalana, aunque no les guste, pero a veces es mejor ser amigos separados o parejas en casas distintas que estar juntos y mal. Y los catalanes debemos pensar que si hemos estado juntos varios siglos, casi siempre bastante mal es cierto, debemos buscar otras soluciones de convivencia respetuosa además de la independencia. Si el resto de España no desea la independencia entiendan que nosotros tampoco la dependencia.
Pregunta: Entre las fuerzas progresistas y de izquierdas españolas no se puede negar que existe un rechazo hacia el catalanismo independentista que no se debe confundir con el nacionalismo españolista, sino con una identidad basada en valores de ciudadanía, democracia, igualitarios y solidarios. La adhesión de gran parte de la izquierda catalana al independentismo produce una incomprensión cercana a la perplejidad. Mas allá de los sentimientos agraviados y la defensa de la propia identidad como sujeto político soberano ¿que reflexión hace la izquierda catalana, cuáles son las razones de fondo para esa deriva?
Respuesta: Hay un catalanismo emergente más radical, con presencia en el escenario político, en algunos casos con vocación de izquierdas como las CUPs y núcleos similares a Bildu. Pero han otros sectores, hipernacionalistas, que pueden derivar hacia la intolerancia, la xenofobia y el autoritarismo. No será fácil combinar todo el independentismo puro y duro con la cultura de las izquierdas. Ahora tengo la sensación que en ciertas partes de Catalunya donde este catalanismo radical es hegemónico, el ambiente puede resultar algo asfixiante, es decir contrario a los valores democráticos y de las izquierdas. Se puede suponer que una parte del catalanismo independentista estrictamente “nacionalista” se inclinará hacia CiU y otra mantendrá un independentismo radical sin contenidos sociales o muy genéricos, para centrarse en un solo objetivo: un Estado totalmente independiente de España. Pero habrán sectores catalanistas radicales, independentistas, nacionalistas de izquierdas que pueden integrar un bloque de izquierdas u otras formas de alianza política. Y tengan en cuenta que hay un independentismo que no es necesariamente nacionalista, que viene de una cultura de izquierdas, socialista o comunista. Pero atención la inmensa mayoría consideramos, diga lo que diga el Tribunal Constitucional y el periódico El País, que Catalunya es una nación.
Los diversos grupos catalanistas, colectivos, agrupaciones poco formales, etc., que en gran parte han formado parte de la Asamblea nacional catalana y que han aparecido o se han desarrollado recientemente son muy diversos y es muy difícil de prever cuál será su porvenir e incluso si lo tendrá. Quizás acabará diluyéndose en los partidos existentes, o formarán uno o más de uno, o será la estructura que acogerá a sectores radicales del catalanismo o se fracturará. Hay un mundo que se puede denominar “sociedad política” (término mas preciso que sociedad civil) que tiene como base integradora el catalanismo, pero sea cual sea el proceso difícilmente se mantendrán unidos. A medida que se tengan que definir políticas más
complejas que “independencia sí o no”, las diferencias entre “pactistas” y “radicales”, o entre socialmente conservadores o indiferentes y de izquierdas, etc. saldrán a la superficie. Principalmente entre derechas e izquierdas. Como a la independencia habrá que preguntarle lo mismo que a la democracia ¿para hacer qué? Una respuesta en forma de pregunta que le dieron a Fernando de los Ríos ahora hace 90 años en una reunión de la Internacional.
Lo que no me parece válido ni útil descalificar de entrada la opción independentista o a favor de la autodeterminación (que es la posición más extendida en la izquierda) considerándolo “una deriva”. Con este lenguaje es difícil entendernos. Se olvida fácilmente que las izquierdas, por lo menos en teoría, socialistas, comunistas, anarquistas, progresistas en general, han defendido siempre la autodeterminación de los pueblos y el internacionalismo, no hay lo uno sin lo otro. El gobierno español y los partidos dominantes (PP y PSOE) no reconocen a Catalunya como posible sujeto político, dígale demos, pueblo o comunidad capaz de expresar aspiraciones colectivas. Durante el franquismo en Catalunya todos los partidos, incluidos socialistas y comunistas, tenían en su programa el derecho de autodeterminación. Lo cual era aceptado de buen grado por los partidos de ámbito español. ¿Quienes han “derivado” y se han alejado de la democracia? La Constitución fue un apaño cuando estábamos entre la dictadura y la democracia. Se hizo un paso adelante en la democracia pero solo fue un primer paso. En los años 80, después del golpe de Estado fallido, hubo una nueva oportunidad para abrir una segunda etapa democratizadora. Pero lo que tuvimos fue la LOAPA (acuerdo inconstitucional de la derecha centralista con el PSOE) y luego con el gobierno socialista, las políticas neoliberales, la negación de la memoria histórica democrática, la interpretación restrictiva de la Constitución y contra a las autonomías fuertes (especialmente con Catalunya), la OTAN, el terrorismo de Estado en el País Vasco, etc. ¿Dónde empezó la deriva, compañero?
Pregunta: ¿Pero cómo pueden algunos sectores de la izquierda catalana mantener sus valores tradicionales, por otra parte análogos a los de la izquierda española y europea, con la lógica de un movimiento independentista centrado en la secesión estatal, o se trata de una incompatibilidad insalvable?
Respuesta: Las izquierdas pueden ser o no ser independentistas, según lo que más convenga a los trabajadores, a los sectores populares y a la gran mayoría del país. Ahora deben asumir la posibilidad de la independencia pero desmarcándose de las estrategias de las derechas y de los talibanes. No podemos separar la autodeterminación de los programas sociales y económicos, del laicismo y los derechos civiles, de la interculturalidad y de la tolerancia.
El PSC ha conseguido aparecer como un partido que no es catalanista ni de izquierdas, es decir con vocación suicida. Los que quieren ejercer de catalanistas o dejan el partido o se constituyen en minoría opositora a la dirección. Solamente faltaba que votasen con el PP, UDP y el PSOE en contra del No al derecho a consultar al pueblo catalán. Su incapacidad de promover políticas de izquierdas frente a la crisis, más bien todo lo contrario, ha hecho que no represente las esperanzas de los sectores populares y que vaya perdiendo los que lo votaban por adhesión a los valores de la izquierda o del socialismo. Ello a pesar de las ideas de algunos de sus dirigentes y de los intereses de la mayoría de sus militantes y electores que se sienten de izquierdas. Hoy es un partido fantasma, sin liderazgos, sin proyectos y sin credibilidad.
ERC como dijo un exsecretari general del partido cuando ejercía el cargo “no es de izquierdas ni es republicana... por eso estoy yo”. Se trata de una exageración pero lo cierto es que es un partido errático con tendencia a caer hacia el catalanismo conservador y en ciertos sectores hacia el talibanismo. Pero también tiene sectores claramente de izquierdas. Si el debate político está exclusivamente centrado, como elemento unificador, en “independentismo sí o no” las diferentes sensibilidades pueden convivir. Pero esta única alternativa no se mantendrá indefinidamente y los procesos en marcha exigirán tomar posición en situaciones más complejas. Ya veremos si a medio plazo se puede mantener un partido que tiene caras tan diversas y una atracción fatal por el oportunismo.
Las izquierdas catalanas hoy están más en la sociedad política que en las instituciones, aunque ICV-EUiA (con presencia institucional significativa y con arraigo social entre sectores intelectuales y profesionales, en el ecologismo y entre la clase trabajadora) y otros grupos como los CUPs (Comités Unitarios Populares, fundamentalmente jóvenes de izquierda catalanista) y otros grupos o personalidades tienen también presencia especialmente en las instituciones locales. En este mundo que he denominado “sociedad política” las izquierdas me parece que constituyen un universo magmático numeroso y relativamente estructurado, pero fragmentado y con menos visibilidad que el nacionalismo. Este universo social, político y cultural está muy parcialmente representado por los partidos institucionales.
En este mundo hay una parte del socialismo catalán, el conjunto complejo que es ICV-EUiA, una parte importante del sindicalismo, de las organizaciones cívicas y sociales o de barrios, algunas ONGs, entidades y movimientos culturales colectivos procedentes del altermundialismo, indignados, ecologistas, etc. Pero no hay un proyecto político, ni estructura organizativa, ni escenario político que les unifique. Existe un vacío y no siempre la naturaleza de las cosas llena ese vacío. Las izquierdas han de tener un proyecto político y organizativo que les dé posibilidades de hegemonizar o influir decisivamente a medio plazo el actual movimiento y ofrecer alternativas, como ocurrió en la Asamblea de Catalunya.
Algunos intentos unificadores, como el proyecto de un Frente Cívico se han visto frenados paradójicamente por la proximidad de las elecciones. En unos caso las organizaciones con una cierta inserción en el sistema institucional han optado por “contarse” y hacer listas por su cuenta y la mayoría de las organizaciones de la “sociedad política” no tienen vocación institucional pero si que hubieran podido aportar elementos con savia nueva a esta izquierda institucionalizada que ha perdido en gran medida la conexión con la calle. El nuevo Parlament catalán no reflejará bien la fuerza de la sociedad política que se ha movilizado estas últimas semanas. El futuro no se decidirá únicamente en el ámbito institucional. Como ocurre siempre en los procesos de cambio.
En un momento de aceleración histórica lo que era utópico deviene en realista, lo que lo que parecía imposible se convierte en necesario. “Soyez realistes, demandez l'impossible”, se escribió en 1968. Por eso es necesario un proyecto político con vocación hegemónica en la sociedad y voluntad de conquistar el poder político. Hoy por hoy quien ha aprendido la lección gramsciana ha sido la derecha. La izquierda política o institucional sufre en general de vejez prematura.
Jordi Borja, sociólogo y urbanista radicado en Barcelona, fue un destacado luchador de la resistencia antifranquista en Cataluña.