Íñigo Errejón, doctor en Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid: “Es poco creíble que alguien publique a plena portada que no hay libertad de expresión" (Parte 1/2)


Carlos Heras Rodríguez
poppol.es

Íñigo Errejón (Madrid, 1983) es doctor e investigador en Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid y miembro del consejo ejecutivo de la fundación CEPS (Centro de Estudios Políticos y Sociales). Doctorado con una tesis sobre el proceso boliviano, el MAS y la construcción de hegemonía, es un gran conocedor de los procesos de cambio de Ecuador, Venezuela y Bolivia. Junto con Alfredo Serrano ha editado el libro ¡Ahora es cuando, carajo! Del asalto a la transformación del estado en Bolivia (2011). Es asimismo miembro del consejo editorial de la revista de análisis político Viento Sur. Ha realizado recientemente una estancia de investigación de siete meses en la Universidad Central de Venezuela. De las últimas elecciones y el proceso de cambio que vive el país lationamericano hablamos en esta primera parte de entrevista. También de las posibles analogías y traducciones, de los diferentes tratamientos a un lado y a otro del Atlántico.

El 7 de octubre Chávez ganó las elecciones contra una oposición unida que aceptó los resultados. ¿Supone esto un cambio de escenario? 

Sí. Yo creo que la novedad fundamental no se ha producido por el lado de la candidatura de Chávez, sino por el lado de la candidatura de la oposición. No solo porque reconociera los resultados, que ya es muy significativo, y que me parece a mí que indica una voluntad de aceptar el marco del sistema político en el que tienen que competir e ir hacia una competición a largo plazo. Pero lo más importante para mí ha sido me parece el entendimiento, no sé si eso es una cosa política muy profunda o más en términos de estrategia electoral, de que hay cosas que ya han cambiado en el país, de que los valores, las cosas que los venezolanos consideran buenas y malas, los criterios de legitimidad, la cultura del país ha cambiado, y por tanto hay que disputar dentro de esa nueva cultura. Ahí está por ejemplo el reconocimiento o la declaración del candidato de la derecha de que las misiones sociales tenían que ser respetadas, de un intento de disputarle la identidad nacional y la cuestión de la soberanía.

¿Cuáles son los retos del proceso venezolano para los próximos seis años?
 

Lo que la gente ha expresado en las urnas, que siempre es difícil saberlo… Es que hay fundamentalmente un mandato de seguir el proceso de cambio político pero con mayores niveles de eficacia. Me parece que hay un cierto cansancio del choque político permanente, y hay una voluntad de seguir con las políticas sociales. Determinadas políticas públicas que funcionen: hay una reclamación importante con la cuestión de la seguridad, que en todo caso es un problema regional. Hay una reclamación importante sobre la vialidad, sobre la electricidad. Hay básicamente un acuerdo en la mayoría de los venezolanos sobre el modelo político, pero corrigiendo cosas, corrigiendo hacia el interior.

El Presidente es la figura dominante de la política de Venezuela. ¿Hay sucesores? ¿Habrá chavismo después de Chávez? 


Divido las preguntas: lo habrá con toda seguridad. Creo que el chavismo es una identidad política que ha llegado para quedarse en la política venezolana, y que la va a seguir marcando las siguientes décadas. En un cierto sentido estamos hablando de un fenómeno parecido al peronismo en Argentina, lo que pasa que con menos ambivalencias. Es decir, en el chavismo no caben posiciones casi de extrema derecha como cabían en el peronismo clásico. Pero sin duda estamos ante la identidad política más importante, la que sigue dividiendo los amores y los odios de la gran mayoría de los venezolanos. Hay una mayoría política pero tiene en frente a un 30-35% que tiene como factor de cohesión detestar. Eso seguirá, y seguirá por tiempo. Y ahí se ha generado una identidad, un desguace, unos nuevos valores, un sentimiento de comunidad afectivo, mítico, que va a permanecer.
¿Habrá sucesores? Es difícil pensarlo. Es difícil pensarlo ahora, no porque no los haya, sino porque ese tipo de liderazgos no dejan que surja un segundo. Eso habrá que verlo en el momento en que Chávez ya no esté en el centro de la vida política. Sin duda, habrá estímulos para que haya personas que rescaten o que encarnen la continuación del chavismo sin Chávez, pero es pronto para decirlo.

El pasado 16 de octubre, la 
Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) dio a conocer una resolución sobre Venezuela donde exige al gobierno venezolano cesar la persecución política, policial y judicial contra los periodistas y medios. Es una constante criticar al gobierno venezolano (y también al de Ecuador) de déficits en cuanto a libertad de prensa, ¿qué hay de cierto en esto? 

Hay que contextualizar: la SIP es la patronal de los propietarios de medios de comunicación privados. Es una asociación de empresarios que tiene derecho a emitir los dictámenes que quiera pero que se ha acostumbrado durante demasiados tiempo a que un derechos como es el derecho a la comunicación y a la información esté concentrado en pocas manos. Y en pocas manos no en razón de ninguna legitimidad democrática, sino de la propiedad. Es decir: es un gremio de propietarios que defiende lo que hasta ahora ha sido un oligopolio: muy pocas familias controlando los medios que generaban opinión. Y de ahí se derivaba claramente un importante caudal de poder político.

Que en Venezuela hay libertad de prensa es algo que es obvio, se dice permanentemente y basta comprobarlo en el país. Hay afirmaciones en programas de televisión, portadas de diarios que en España serían prohibidos, que en España habrían hecho que cerrara el medio. Sin embargo se expresan permanentemente con una beligerancia desconocida para el público europeo contra el gobierno. Con una beligerancia que además es aumentada por el hecho de que son casi el 80% del espectro mediático. Y por tanto sobrerrepresenta una posición política que es relevante en el país pero en el mejor de los casos llega al 45%. Es decir, esa posición política tiene el 80% de los medios de comunicación y los utiliza como trincheras contra el gobierno. Está en su derecho. Pero claro, es poco creíble que alguien publique en plena portada que no hay libertad de expresión. Me parece una contradicción en los términos. En todo caso es una de las peleas fundamentales abiertas en América Latina.

Sin embargo sí que es cierto que ha habido emisoras de radio cerradas, y que se extinguió la licencia de Radio Caracas Televisión en 2007.
 

Sí, lo que sí que ha habido en Venezuela son medios a los que se les ha caducado la licencia y no se les ha renovado. A pesar de lo cual sigue habiendo una increíble mayoría de medios de propiedad privada. Pero sí, es verdad que a RCTV, a un canal golpista –pero no golpista por la ideología que defienda, golpista por sus posiciones declaradas, explícitas, en apoyo a un golpe contra un gobierno constitucional – que ha seguido emitiendo y cuando se le acabó la licencia no se le renovó. Si en España hubiera un medio de comunicación que alentase un golpe de estado y ese golpe de estado fracasara, ese medio desaparecería al día siguiente. Yo creo que esto no le cuesta a nadie entenderlo.

Cruzamos el charco pero seguimos hablando de medios. Los españoles cubrieron la campaña de Chávez usando expresiones como “régimen” o “caudillo” para referirse a su gobierno y a su persona mientras tomaban partido por el candidato opositor. ¿Por qué sucede esto?
 

Diría que hay dos razones. Hay una primera muy burda, muy poco sofisticada: los propietarios de los medios de comunicación tienen intereses económicos en América Latina, y esos intereses se ven amenazados por los gobiernos que recuperan la soberanía y que toman control de parte importante de sus recursos. Y por tanto esos gobiernos tienen intereses objetivamente contrapuestos a los del oligopolio mediático. Ahí está por ejemplo la postura especialmente beligerante de PRISA, que es una máquina de guerra contra los gobiernos progresistas de América Latina, y lo es en primer lugar porque tiene sus intereses comerciales afectados.

Pero hay un segundo motivo, que es el más complicado y que yo creo que pasa desapercibido, puede que incluso para muchos de los periodistas que escriben esas noticias agresivas contra los gobiernos de izquierdas en América Latina: es la identificación de democracia y liberalismo, que además tiene que ver con una cierta mirada colonial por la cual se piensa que en el fondo los electorados latinoamericanos son menos maduros que los europeos y lo que votan no tiene el mismo valor democrático.

¿Es posible que surja una figura de liderazgo similar a Hugo Chávez o Evo Morales en Europa, o estos son fenómenos específicamente latinoamericanos? 


La forma concreta de liderazgo no, me parece más raro pensar que aparezca aquí. Ahora, creo que América Latina enseña muchas cosas que no deben ser tomados como “lationamericanismos” sino como formas de expresión de la transformación política. Es decir cuando la política se hace conflictiva, tumultuosa y de masas emergen rasgos que en Europa tenemos olvidados porque llevamos sin ver ejemplos de política de masas 35 años. Creo que vamos a ver que, si hay fenómenos de cambio político en Europa, inequívocamente van a pasar por una cierta producción de nuevos liderazgos, eso seguro.

Y eso va a obligar a repensar, también a una parte importante de la izquierda, la relación entre liderazgo y democracia. Hay una cosa asentada en algunos sitios de la izquierda por la cual si hay liderazgos fuertes eso es incompatible con la democracia, que es una idea que para mí no se sostiene. Entiendo la relación de representación como una relación de negociación mutua: uno representa a una sensibilidad popular en la medida en que cumple con sus anhelos. Y cuando los deja de cumplir deja de representar y por lo tanto de ejercer el liderazgo.

No obstante, esos liderazgos que surjan no van a tener la forma, el carácter, el aspecto, el lenguaje del liderazgo de Chávez o del de Evo Morales. Porque las sociedades son diferentes. El liderazgo se va a parecer más a nuestras formas culturales. Yo por eso pienso –no es una preferencia, es, digamos, una intuición- que un liderazgo aquí se parecería más a uno como el de Correa en Ecuador que a una cosa como la de Evo Morales en Bolivia. Básicamente por la composición de la sociedad y por quiénes son los actores que se están empobreciendo que pueden en algún momento dado encarnar sus aspiraciones en una persona, que creo que es algo que sí que vamos a ir viendo.

¿Qué papel tienen el nacionalismo y el antiimperialismo en los procesos latinoamericanos de Ecuador, Bolivia y Venezuela? 

Crucial. Esto cuesta entenderlo porque es una tradición relativamente ajena, por lo menos en las últimas décadas, a la política europea y a la política de la izquierda europea. Los relatos fundamentales que han construido procesos de cambio en América Latina han sido relatos de lo que algunos autores llaman identidades nacional-populares. Son unos relatos que identifican el interés general del país con sus capas más desfavorecidas, que por tanto entienden que la reivindicación de la patria coincide con la reivindicación de sus mayorías subalternas, su parte más olvidada. Eso en Bolivia se traduce por reinventar la idea de nación poniendo en el centro a los pueblos indígenas. O en Venezuela a las mayorías históricamente excluidas en los barrios, de la población rural… Me parece que la recuperación y la disputa de la idea de nación juega un papel absolutamente central en los procesos políticos de cambio latinoamericanos. Hasta el punto de que han desplazado la idea liberal conservadora de nación, denunciando que las repúblicas que existían antes eran repúblicas formalmente democráticas pero sustancialmente oligárquicas. Y eso es gran parte de la clave que permite entender la construcción de mayorías por el cambio político en los procesos latinoamericanos de avance.



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