¿La soberanía está en la Fragata Libertad o en el Banco Central?

Roberto Caballero
Tiempo Argentino

La detención de la Fragata Libertad en Ghana puso nuevamente en discusión el significado de la palabra soberanía. Según la óptica telenovelística, que Clarín y La Nación reprodujeron y trataron de instalar desde sus tapas, la soberanía retoza en los camarotes de la nave escuela que el gobierno nacional no supo, no pudo o no quiso proteger. 

En teoría, hubiera bastado con evitar ese puerto o, incluso una vez producido el incidente, con pagar la fianza exigida, para que la fragata, es decir, "la soberanía" misma, quedara a salvo. 
En ningún caso el fondo buitre NML Capital Limited tendría responsabilidad sobre lo ocurrido. El relato mediático opositor lo omite, casi lo pone en el lugar de un inocente actor de circunstancia, pero ese fondo buitre –uno de los que no entró en la renegociación con quita que sí aceptó el 95% de los tenedores de bonos defaulteados por Adolfo Rodríguez Saá– es el que viene por las reservas en dólares de 40 millones de argentinos. 
Ceder a su planteo, ¿no sería resignar independencia económica? ¿Y dónde está la soberanía, entonces? ¿En la Fragata Libertad o en el Banco Central de la República Argentina
Que los dos diarios hegemónicos coincidan con estos fondos buitre y una corte neoyorquina en que el culpable de todo es el gobierno, no habla de la impericia de este –es insólita la cantidad de notas cruzadas para ver si el culpable fue Guillermo Moreno, el ministro de Defensa o la Armada misma– para defender un presunto símbolo de soberanía flotante. 
Por el contrario, es prueba irrebatible de lo colonizado de sus argumentos. Las notas del "periodismo cautivo", como lo define en sus papers diplomáticos el propio Departamento de Estado, son evidencia de un pensamiento trasnacionalizado que sólo puede reivindicar como logro de Evo Morales el haber tomado deuda para castigar a Cristina Kirchner, sin mencionar que los contextos económicos de ambos países son sideralmente distintos. Bolivia necesita endeudarse; la Argentina, no. 
Del mismo modo, ahora se pregona la necesidad de arreglar con el Club de París, antes de que un nuevo cataclismo nos deje afuera del mundo. Evitan informar esos columnistas que Argentina está en plena negociación con el club, sin negarse a pagar, simplemente exigiendo, soberanamente, un plazo mayor, como haría cualquier gobierno que defiende los bolsillos de sus mandantes.
Mientras tanto, la Fragata Libertad, que se comenzó a construir en tiempos de Perón y fue botada por el dictador Pedro Eugenio Aramburu, tendrá que soportar temporalmente el cepo de un fondo buitre, precisamente, para no entregar esa soberanía, que no es otra cosa que la capacidad de una nación para tomar decisiones autónomas. 
Eso, al menos con el kirchnerismo en el poder, se hace en Buenos Aires, y no en Nueva York, Washington o París. Pero esto, así dicho, no lo van a leer en los diarios de siempre.
La telenovela de la fragata consumió otras noticias importantes de la semana. Entre ellas, el fin de un enigma clave de la historia reciente: por qué Hugo Moyano se volvió opositor del kirchnerismo, al que antes apoyaba. 
Luego de reírse de la fórmula "Macri-Moyano" y sugerir que, en todo caso, el orden sería inverso, el líder de la CGT Azopardo confesó ante "Chiche" Gelblung que no había nacido para "ser número dos" de nadie. O sea, ni de Macri ni de Cristina. 
Hasta ahora, el divorcio era explicado desde el moyanismo con apelaciones a la frialdad de Cristina o a un entorno presuntamente frepasista que los alejó de la Casa Rosada. Y, desde el kirchnerismo, por un supuesto elevado precio –siempre hablando en términos políticos– que Moyano había querido cobrar por su apoyo. 
Finalmente, el camionero sinceró un proyecto de poder personal ("no nací para ser número dos"); legítimo, por qué no decirlo. Ni las cuestiones ideológicas de fondo, ni el reclamo por Ganancias, ni el inexistente giro a la derecha del gobierno explicaban lo sucedido. Pasó que, cuando Moyano advirtió que su sueño de ser cabeza del kirch-nerismo era impracticable, saltó a la vereda del antikirchnerismo.

 

Moyano quiere ser el "Lula" argentino. Fue a IDEA a sacarse una foto con el brasileño. Pero hay algo raro en eso: en vez de generar adhesiones entre los que admiran a Lula por lo bueno que hizo contra el neoliberalismo, las cosecha entre los que aplauden a Lula por lo opuesto. 
Pelearse en público con Héctor Recalde para recibir luego una rosa blanca de Macri no lo pone más cerca de la presidencia del país. Convierte a su propuesta en un híbrido, algo difícil de digerir, incluso, dentro de su propia tropa. Pero tiene derecho, claro.

Entre la rosa blanca y la fragata, el escándalo del narco-comisario santafesino hubiera merecido más despliegue noticioso. 
El gobernador socialista de Santa Fe, Antonio Bonfatti, se enojó porque Nilda Garré, la ministra de Seguridad de la Nación, no le informó que su jefe de policía, el ahora preso comisario Hugo Tognoli, mantenía vínculos con el narcotráfico, y tuvo que enterarse por los diarios como cualquier hijo de vecino. 
Lo de Bonfatti parece chiste: Tognoli fue nombrado por él en el cargo, no por Garré. Se supone que cuando un gobernador designa a un jefe de policía lo hace porque valora su desempeño y conoce sus antecedentes. ¿O no? Garré tampoco podía, en el caso de que lo supiera de antemano, en el medio de la investigación confidencial de la PSA (Policía de Seguridad Aeroportuaria), decirle a Bonfatti lo que ahora este le reprocha airado: hubiera quebrado la ley. 
El escándalo dejó en claro que la Santa Fe socialista, muy a pesar del perfil público prolijo y apocado de sus líderes, como el propio Bonfatti y el líder del FAP, Hermes Binner, afronta problemas de inseguridad tanto o más graves que la provincia de Buenos Aires, pero sin que Clarín –que hizo negocios con el estado provincial, como el de la impresión de las boletas electorales– los magnifique o dramatice hasta el hartazgo. 
A muchos sorprendió, y sobre a todo al arco progresista del kirchnerismo, que Agustín Rossi hablara tanto de la seguridad en su pago chico durante la última campaña santafesina. El episodio Tognoli demostró que sabía de lo que hablaba.
Otro cruce interesante se produjo con la votación de la nueva Ley de Riesgos del Trabajo. En este mismo espacio, el 25 de septiembre, reflexionábamos sobre el proyecto del Ejecutivo: "En el medio de tanta hiperactividad, (Cristina) mandó un proyecto de ley al Parlamento para modificar el régimen de riesgos del trabajo, flanqueada por empresarios y sindicalistas comprensivos. Lo había prometido el Día de la Industria, festejado en Tecnópolis, con Paolo Rocca (Techint) ausente y De Mendiguren (UIA) presente. Los abogados laboralistas –a quienes la nueva ley les bajaría la cuota litis– no están muy conformes. El diputado por el FPV Héctor Recalde, especialista en la materia, no hizo pública su opinión. No estaría tan convencido de sus bondades, primero quiere leerlo en profundidad, aunque alguna vez dijo que lo que había era pésimo. Habrá que ver qué sucede: Cristina también habilitó que empresas y sindicatos constituyan ART mutuas, sin fines de lucro, y se comprometió en público a trabajar sobre otro proyecto de prevención de riesgos, que es un reclamo histórico de los trabajadores." 

 

Y agregábamos: "Pocos lo dirán. Casi nadie, salvo los que le reconozcan al kirchnerismo olfato para construir correlaciones de fuerza con distintos actores, a veces antagónicos, según la batalla a librar. Pero con este proyecto, el Ejecutivo abrió una grieta clave en el frente patronal, cuando falta muy poco para que el Estado avance con todo el peso de la ley sobre el Grupo Clarín, pretendido altavoz de la AEA (Asociación Empresaria Argentina), que ya tiene armado un plan de contingencia, tanto a nivel nacional como internacional, con eje en el supuesto "giro chavista" y "confiscatorio" del gobierno nacional. Para los patrones, la nueva Ley de Riesgos del Trabajo, que impide la doble vía judicial; es decir, que un empleado accidentado pueda recibir indemnización y luego litigar en sede judicial por más dinero, sería como elevar el mínimo no imponible de Ganancias para los sindicatos: es la música que hace rato quieren escuchar. De Mendiguren, como titular del ala patronal no colonizada por AEA, ya tiene qué mostrarles a sus pares. Y todo, fruto de su política de evitar confrontaciones innecesarias con la Casa Rosada. ¿Quizá el gobierno espera de los empresarios muestras de solidaridad atenuada para con el holding de Héctor Magnetto a partir de este gesto? Es lógico, más lógico que probable. Pero sería temerario que los empresarios, entre ellos, Rocca de Techint, socio de Clarín en Impripost, elevaran la voz para validar un monopolio que incumple la ley, cuando el mismo Rocca bebió el trago amargo de ser manipulado por Magnetto, que le hizo decir a través de su diario que estaba exigiendo una devaluación, lo que le valió una réplica por carta de la presidenta explicándole en tono didáctico que había sido víctima de una operación de parte de un grupo que no respeta el derecho humano a la información veraz. La impresión es que el 7 de diciembre, Magnetto podría recoger solidaridades simbólicas y no mucho más que eso. 

Sigue siendo más lógico que probable, claro, tratándose de centrales empresarias que recelan del modelo, aunque les vaya bien o muy bien. Pero es importante destacar que la última encuesta de D’Alessio Irol sobre 246 ejecutivos participantes del Coloquio de Idea revela un panorama más alentador que sombrío entre los empresarios para el 2013. 
En general, todos ellos hablan de reactivación y de retorno de la demanda. En ningún caso, de temor a confiscaciones o escenarios catastróficos como los que plantea Héctor Magnetto, cada vez más solo, incluso en AEA. 
Por último, el oficialismo logró que la nueva Ley de Riesgos del Trabajo (ley corta, concentrada en las indemnizaciones) se vote sin mayores dificultades. Tiene aspectos plausibles, por ejemplo, se elevan los montos, estos se actualizan dos veces al año y deben pagarse en no más de 15 días al trabajador víctima de un accidente; y otros negativos, como sacarle el legítimo derecho al pataleo en el fuero Laboral y derivarlo al Civil, lo cual seguramente será recurrido porque constitucionalmente es materia opinable. 
Dicho esto, hay otra ley que está en estudio (la ley larga) sobre la prevención. Esta es, quizá, mucho más importante que la anterior: con trabajadores realmente protegidos se achica el margen de accidentes y, por ende, la litigiosidad judicial derivada de la negligencia, la desidia o, en muchos casos, el comportamiento lisa y llanamente criminal de ciertas patronales indolentes.
Siempre es mejor prevenir que curar. Y vale esto, también, para todos los episodios que describimos anteriormente.