El 7D y la imagen positiva de Cristina


Alejandro Horowicz
Tiempo Argentino


La victoria electoral de Hugo Chávez, quién lo ignora, tonificó políticamente al oficialismo argentino. 

¿Si se produjera la derrota de Barak Obama, como parte del viraje electoral a derecha del Viejo Continente, cómo afectaría a la política nacional? No faltarán por cierto los que sostengan que las diferencias entre demócratas y republicanos no definen per se orientaciones "ideológicas". 

Después de todo, un republicano como Richard Nixon se retiró de Vietnam y dio los primeros pasos para reincorporar a la China de Mao al comité de seguridad de Naciones Unidas, corriendo definitivamente a los descendientes del Kuomitang del centro de la escena internacional. Y un demócrata como Obama no dejó nunca de ejecutar la política de la bancocracia globalizada. Pero incluso admitiendo que las diferencias no son "decisivas", que nadie imagina una vuelta de campana en la política demócrata de los EE UU, en el bosque de los signos una cosa dista de ser igual a la otra. 

Es decir, la derrota de Obama afectará no sólo a los norteamericanos, además entorpecerá las relaciones con los gobiernos al sur del Rio Grande.

A modo de ilustración. Es cierto que la derrota del PSOE en las elecciones gallegas muestra que el electorado no se aleja de las recetas más conservadoras, y que, si bien los que marchan por las calles intentan resistir, a la hora de las urnas no exhiben mucho más que su profundo desasosiego. Tampoco deja de ser cierto que la hegemonía del segmento dinámico, en términos electorales, facilitaría la aparición de nuevos jugadores a la izquierda del sistema político, y que su ausencia traba incluso esta posibilidad potencial. Dicho con sencillez: nunca una cosa es igual a la otra, y una mirada tan desencantada delata, desnuda, anuncia una visión de trazos muy gruesos, una colosal inepcia para el matiz. 

Mientras tanto, Mitt Romney se aproxima peligrosamente al habitante transitorio de la Oficina Oval, y los diez puntos que Obama exhibió a su favor meses atrás fueron borrados por el debate televisivo. Quedó claro que en el imaginario del ciudadano medio de USA un experto en crisis, en capearlas exitosamente, es quien ya lo ha hecho. Y que Obama no lo hizo antes de ser presidente y tampoco siéndolo. Esa es la carta de Romeo, y no es imposible que alcance para llegar a Washington.

En cambio, en la Argentina pasa otra cosa. Si la política nacional se midiera en términos de imagen positiva, Cristina Fernández en lo inmediato puede sentirse tranquila. No es para menos, dos mediciones distintas arrojan prácticamente idénticos resultados. 

 "Hay una matriz de fidelidad que explica la intención de voto de CFK –señala Roberto Bacman, titular del CEOP–. Un 66% de quienes la votaron el año pasado lo harían otra vez hoy mismo. Eso la hace partir del 35,5 por ciento. Pero proyectando el 25% de indecisos o de votos negativos, que después en la elección no se dan, la presidenta llega al 47 por ciento. Por otra parte, sus pérdidas no van a otros candidatos, sino que engrosan esas columnas de indecisos y votos en blanco."

Bacman explica que la idea es reproducir la elección del año pasado, con los mismos candidatos, porque todavía no están claros los postulantes para el 2015. "Hoy Cristina no es candidata, Macri da la impresión que lo será, Binner también, Ricardo Alfonsín tendrá que recorrer un camino, Eduardo Duhalde casi seguro que no se postulará y nada sabemos de Rodríguez Saá. Los que más ganaron son Binner, que recoge votos del radicalismo, y Rodríguez Saá, que reúne distintas vertientes." Para el estudio del CEOP la oposición ha avanzado entre abril y octubre. Cuando a la gente se le pregunta si se siente más cerca de la oposición o del oficialismo, este último se estabilizó en el 40% y la oposición en el 30 por ciento.

El otro sondeo de opinión señala que si los comicios se hicieran hoy, con los mismos postulantes, CFK cosecharía el 47,9% de los votos. La encuesta de Ibarómetro ubica en segundo lugar con el 22% de intención de voto al socialista Hermes Binner, seguido de Alberto Rodríguez Saá, con el 10,8%, Ricardo Alfonsín con el 6,6%, Elisa Carrió con el 6,1%, Eduardo Duhalde con el 4,7% y Jorge Altamira cierra el pelotón con el 1,9 % de las voluntades. La medición de Ibarómetro arroja una imagen buena o muy buena para la presidenta Cristina Fernández del orden del 53,7%, un nivel de aceptación muy similar a la cosecha de votos que obtuvo en los comicios de 2011.

Binner es el otro político entre los dirigentes sondeados que muestra una imagen positiva superior a la negativa, con el 47,3% de resultados favorables. Sin embargo, el ex gobernador santafesino tiene un alto grado de desconocimiento entre los consultados. El 30,1% de quienes participaron del sondeo dijeron no conocer al ex candidato presidencial del Frente Amplio Progresista. Claro que ese desconocimiento no juega exactamente en contra de Binner, más bien permite establecer que su techo de crecimiento, no sólo no está cerrado, sino que puede ser el próximo aglutinante de la oposición. Pero la política nacional marcha por otra cancha, en la que Binner también se terminará definiendo. A saber, la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, o si se prefiere el 7D, constituye el escenario privilegiado.

 La cláusula de desinversión, esto es, los grupos cuyo cupo de licencias los obliga por lo menos a reestructurarse, será puesta en práctica. En rigor de verdad, 4500 licencias no tienen ninguna clase de problemas y unas 250, propiedad de Clarín, deberán comunicar cómo enfrentan la nueva situación. 

A juzgar por el modo en que el Grupo encabezado por Héctor Magnetto viene jugando sus cartas, es posible que intente desconocer la norma. En todo caso, esta posibilidad no puede ser descartada. Los abogados entenderán, y de hecho así lo hicieron saber, que el 7 de diciembre deberán "iniciar" su programa de desinversión, con lo cual intentan patear la pelota para adelante. La respuesta del gobierno, dentro del margen que le otorga la ley, es simple: aplicar de oficio la cláusula y determinar sin más de cuáles licencias deberán desprenderse con el sencillo trámite de hacerlas caducar. Por cierto, ese comportamiento no puede evitar la intervención judicial, pero como la Suprema Corte de Justicia implícitamente hizo saber con qué instrumentos se ajustará a derecho, la posibilidad de la zona gris queda jurídicamente descartada.  Para que se entienda, desde el momento en que le impuso a la Cámara el mecanismo para designar jueces en la causa, dejó establecido que la "arbitrariedad" tiene un límite intraspasable.  

Como esa lectura no puede no haber sido hecha por los responsables legales del Grupo Clarín otra posibilidad emerge en el horizonte: la reestructuración. Los mismos accionistas en otras proporciones patrimoniales pueden "dividirse" el patrimonio en términos que no violen la ley. En tal caso, la sangre no llegaría al río.

Para el gobierno hacer acatar la ley, que tanta resistencia produjo, será una inequívoca constatación de su propio poder de fuego. Es cierto que no es lo mismo una confederación de empresas "amigas" que un grupo monopólico, sobre todo en término de costos operativos. No podrán usar ni los mismos movileros, ni los mismos periodistas, ni el mismo capital de trabajo. En no pocos casos estarán obligados a "invertir" y duplicar costos, ya que esas son las exigencias de la "autonomía"  empresaria. Pero más allá de esos detalles, la unidad del mensaje político no tiene por qué verse afectada. No estoy diciendo que esto suceda obligatoriamente, sino que de la división del grupo en empresas independientes no surgen visiones opuestas de la realidad nacional. Entonces, a mi ver es poco probable que Clarín facilite la intervención del Estado en la reconfiguración de su estructura operativa, es más probable que intente adecuarse admitiendo que la ley también rige por primera vez y desde hace muchísimo tiempo para sus empresas. Y esa no es precisamente una novedad pequeña.