¿Reelección indefinida o sucesión controlada para institucionalizar el modelo?


Mariano Fraschini

Artepolitica


El 10 de diciembre de 2015, el texto constitucional vigente indica que Cristina Fernández de Kirchner deberá dejar el gobierno y culminar, de esa manera, con 12 años consecutivos de Kirchnerismo, una experiencia inédita para la política argentina.
Durante la semana que culmina y luego de la abrumadora mayoría obtenida para devolverle al Estado el 51% de las acciones de YPF, se volvió a instalar con más fuerza en la opinión pública el futuro deloficialismo de cara a los próximos años. ¿Quién será el candidato del kirchnerismo en las presidenciales de 2015? ¿Qué perfil será el requerido para consolidar el modelo? ¿Este proceso dependerá, en soledad, de la presencia indiscutible de Cristina? ¿Quién será el delfín elegido por la presidenta?
Dos grandes propuestas anidan en la superficie en la que se debate como institucionalizar el modelo. La primera de ellas (desde aquí en más Opción I) descansa en la necesidad de una reforma constitucional que no sólo plasme en el texto constitucional los cambios operados durante esta década por el Estado, sino que también incluya la habilitación para  un tercer periodo presidencial. La segunda propuesta (de aquí en más Opción II), apunta a enhebrar acuerdos en el interior del peronismo que dé lugar a una sucesión ordenada (con un K paladar negro de máxima o un peronista K condicionado, de mínima)
Estas opciones que emergen como las principales (y tal vez únicas) alternativas del kirchnerismo, ya fueron materia de decisión en varios de los países de Sudamérica. Veamos, brevemente, que nos ofrece el menú regional: Por un lado observamos tres procesos en los cuales la opción I fue la elegida: Venezuela, Bolivia y Ecuador. En estos tres países, la institucionalización de los modelos de cambio (con sus características distintivas) es indivisible del liderazgo que lo lleva a cabo. Es decir, los liderazgos que encabezan esos procesos no son fácilmente reemplazables, ya sea por la ausencia de alternativas ganadoras o porque la oferta es escasa o insuficiente. En estos casos, dichos liderazgos deben necesariamente, para salvaguardar los procesos, modificar la constitución y habilitar institutos como la reelección inmediata o indefinida.
Por otro lado la Opción II tiene dos variantes: Brasil (hasta hoy efectiva) y Colombia (el caso fallido). En el primer caso, que llamaremos acá de “sucesión controlada” es la fórmula que encontró Lula para darle continuidad al proceso de cambio. En ese sentido, el líder brasilero ungió su propio delfín y sucesora, a la que no sólo popularizó (hay que recordar que Dilma tenía una intención de voto inferior a las dos unidades, un año antes de la elección) y sostuvo hasta en los peores momentos. Dilma había sido ministra de gobierno de Lula y se convirtió en la figura de recambio en el interior del PT. La excelente convivencia entre ambos augura que dicha relación puede mantenerse en el tiempo, al menos hasta el 2014 que será el tiempo de la disputa por la candidatura presidencial.
El caso de Uribe, que aquí denominé como “fallido”, es la sucesión que no pudo controlarse. El líder antioqueño eligió como delfín a uno de los ministros más importante de su gabinete, Santos (casualmente un ministro como el caso de Lula, a los que puede agregarse los casos de Mujica- Tabaré, en Uruguay y Bachelet- Lagos en Chile. ¿Será la estrategia de los casos de sucesión?) pero a los meses de avanzar en el gobierno, comenzó el divorcio político. En este caso, el sucesor (al igual que Néstor con Duhalde) rompió lanzas con el “patrocinador” y produjo un desfasaje del proyecto en curso. Es cierto que Uribe intentó reformar la constitución por segunda vez (ya había sido reelegido en 2006 reformando el texto) y no pudo superar la resistencia legal de la Corte colombiana, pero a la hora de seleccionar a su delfín, contaba con índices de popularidad cercanos al 70%.
Como se observa el panorama variopinto de casos sudamericanos no indica un camino unívoco y seguro, sino diversas alternativas con resultados dispares. Nada asegura un resultado óptimo y en la política la incertidumbre parece ser moneda corriente para las decisiones de los jefes de estado.
El abanico de alternativas existente en el interior del kirchnerismo, como se dijo al comienzo, muestra dos grandes salidas (Opción I y II) que daría lugar a  tres cursos de acción a los cuales les vamos a poner nombre propio.
Una primera variante (Opción I) es reformar la constitución con el objetivo de institucionalizar el modelo y con ello tocar el artículo 90 con el fin de eliminar la cláusula que impide la reelección por tercera vez consecutiva. Esta opción tendría la ventaja de no abrir el debate de la sucesión y asegurar que sea quien lidera el proyecto quien lo continúe sin grandes contradicciones internas. La desventaja de esta salida sería la resistencia institucional, no sólo de parte del parlamento, sino también de la Corte Suprema de Justicia. Dentro de esta variante está la alternativa de construir un diseño parlamentario para reemplazar al actual presidencialismo, la que, desde el vamos, asegura la reelección ilimitada (al igual que en los parlamentarismos europeos, “horror” que las usinas mediáticas omiten descaradamente cuando hablan de la calidad institucional del viejo continente), pero que dicen no cuenta con el apoyo de la propia beneficiada. Como se dijo, esta elección fue la de Venezuela, Bolivia y Ecuador y se plantea como una reforma constitucional a gran escala.
La segunda, la Opción II que denominé “sucesión controlada” es la selección de un delfín del riñón más cercano y es la que hoy cuenta con mayores posibilidades. Esta variante supondría la selección presidencial de un sucesor de su confianza (¿Alicia?, ¿Boudou? ¿Máximo?, ¿Un tapado/a?) que asegure fielmente la continuidad del modelo. La evidencia histórica, en el caso sudamericano, muestra dos claros ejemplos de éxito y fracaso en dicha sucesión: el primero lo ejemplifica Brasil y el segundo Colombia. En ambos casos el delfín emergió del gabinete y tuvo un apoyo explícito del presidente. Esta opción, sin embargo, implica siempre un costo para el oficialismo ya que dicha candidatura deberá construirse, implicará seleccionar a una de las agrupaciones internas y habrá que hacer al candidato/a un presidenciable. La ventaja de optar por esta alternativa es que se evita el costo de reformar la constitución y de ser exitosa, permitiría institucionalizar el modelo amén de las personas. Lo negativo de esa opción es que no asegura el triunfo electoral y el elegido puede dar marcha atrás en las políticas oficiales.
Dentro de esta Opción II aparece el tercer curso de acción que es la selección de un candidato que no forma parte del riñón del kirchnerismo pero que aseguraría la victoria en el 2015. Estamos pensando en el caso de Scioli, quien sin lugar a dudas sería un candidato ganador, pero que a gran parte de la militancia del espacio le genera muchas dudas y oposición. Una nota al pié al respecto: (Lo paradójico del caso es que el gobernador de la provincia de Buenos Aires ha sido un histórico del kirchnerismo y nunca ha sacado los pies del plato. La duda será siempre la misma: ¿Continuará Scioli el legado kirchnerista? ¿Es el gobernador la expresión del kirchnerismo moderado o simplemente parte de la derecha disfrazada en un proyecto nacional y popular?. La evidencia histórica muestra que Scioli es parte de un peronismo que siempre en su interior anida las diferentes patas que compondrían casi un propio sistema político).
Volvamos. La alternativa de Scioli vendría de la mano de un fuerte condicionamiento en el armado electoral, que implicaría la presencia de actores de veto en lugares clave para evitar que el modelo tomé una dirección distinta a la oficial. De todas maneras, en un sistema presidencialista como el nuestro, estos controles pueden servir, siempre y cuando, el poder ejecutivo cuente con una escasa legitimidad de origen y no tenga voluntad de cambio. En los otros escenarios, estos frenos pueden ser gambeteados con éxito por un presidente con voluntad de poder y de transformación.
Estas distintas alternativas aparecen en el horizonte como las opciones a seguir en un mundo político cada día más apasionante. ¿Será Cristina nuevamente la candidata del espacio? ¿Será un delfín de la presidenta? ¿Será Scioli condicionado con en capacidad e iniciativa política? Hagan sus apuestas, faltan tres años, que en política están a la vuelta de la esquina.

*Politólogo y docente UBA- UNSAM