La crisis capitalista y sus repercusiones políticas (Partes I, II y III)
Angel Gerra Cabrera
La Jornada
La honda crisis de la
economía capitalista mundial no da tregua y amenaza con adentrarse en la temida
depresión, aunque hay autores que ya la ven en esa fase. En todo caso, estamos
ante mucho más que una crisis estructural del capitalismo.
El
trastorno actual se inició en 1973, cuando el presidente Richard Nixon atajó el
deslizamiento de la economía estadunidense hacia el abismo, provocado por los
gastos de la guerra de Vietnam, el aumento de los precios del petróleo y el
declive en la tasa de ganancia. Unilateral y dictatorialmente desligó el dólar
–moneda de cambio internacional– del patrón oro y lo puso a flotar. Vulneraba así, en
provecho de los capitales yanquis y en detrimento de los demás países –sobre
todo los pobres–, los acuerdos de Bretton Woods, que pautaron las reglas de la
economía internacional bajo la batuta de Estados Unidos después de la Segunda Guerra
Mundial.
A
partir de entonces, Washington emprendió una demencial vorágine de impresión de
dólares e instrumentos de deuda sin respaldo productivo, con los que inundó los
circuitos financieros globales de moneda devaluada y ha llevado a cabo la
estafa más grande de la historia de la humanidad. La especulación financiera
pasó a ocupar un lugar mucho más relevante que la producción y el comercio en
la circulación monetaria y reforzó las políticas neoliberales, experimentadas
en Chile bajo la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), elevadas a la
categoría de dogma de fe mundial por los gobiernos de Ronald Reagan y Margaret
Thatcher (1979-1990).
Son
esas políticas generalizadas de achicamiento del Estado, contención salarial,
desmantelamiento de las conquistas de los trabajadores, circulación libre de de
capitales pero no de fuerza de trabajo, privatización del patrimonio público,
socialización de las pérdidas de las corporaciones, especulación hasta con los
alimentos, inclemente degradación ambiental e inicio de un nuevo ciclo de
guerras coloniales (Afganistán, Irak, Libia) las que han conducido a la debacle
económica manifestada abiertamente a partir del estallido de la burbuja
inmobiliaria en Wall Street (2008).
Citada
por pocos autores, otra causa fundamental, en el orden geopolítico, de la
descomunal ofensiva internacional del capital contra los trabajadores y pueblos
oprimidos fue el derrumbe de la Unión Soviética y demás países del experimento
socialista del este de Europa, empujado sí por gravísimos errores y
desviaciones de sus partidos dirigentes, pero portador de valiosas experiencias
en la liberación humana y factor de equilibrio hasta ese momento en la balanza
internacional de poder. La arremetida capitalista fue favorecida por los
traumas subjetivos que provocó la inesperada catástrofe, ahondados por una
vulgar campaña antisocialista que dura hasta hoy y la deserción hacia las filas
del liberalismo económico –apenas sin excepción– de las cúpulas
socialdemócratas europeas y partidos asociados en otras latitudes, así como de
muchos intelectuales. Mientras, un número considerable de los partidos
políticos y grupos de orientación marxista y socialista han tardado en
sobreponerse a la conmoción y dar una correcta lectura a la nueva realidad.
En
2010 irrumpió en Europa la llamada crisis de la deuda soberana con graves
consecuencias sociales, acentuadas por el ultraliberalismo de la señora Angela
Merkel. España ha entrado de nuevo en recesión y se vaticina la rápida caída de
la importancia, el tamaño de su economía y su quiebra no lejana dadas la
fragilidad de sus bancos y las extremas medidas de ajuste ordenadas por Berlín,
cumplidas al pie de la letra por el hidalgo Mariano Rajoy. De ser así
arrastrará consigo a la
Unión Europea , le pegará a Estados Unidos, que padece
esencialmente los mismos problemas, solapados por la suicida inyección de
liquidez, y es, en fin de cuentas, el mayor responsable de la crisis. Pero
impactará mundialmente, aunque hay luz al final del túnel.
Parte II
En la entrega anterior argumenté por qué la crisis financiera
inaugurada en 2008 no es un hecho aislado sino parte de un ciclo de trastornos
desencadenados en 1973. Tal vez un poco antes. En él se inscriben la quiebra de
Leman Brothers y de Islandia, detonadores de la irresuelta Gran Recesión de la
economía mundial.
Lo
novedoso dentro de este ciclo es el estallido de las crisis financieras en los
centros imperiales, por no hablar de ese enfermo crónico llamado Japón. Las
anteriores crisis de origen financiero dentro de esta onda se manifestaban en
la periferia: deuda externa de América Latina (1982), México (1994-1995),la
Gran Depresión de 1929 y todavía es temprano para conocer su
real magnitud.
tigresasiáticos (1997-1998), Rusia (1998), Brasil (1999), Turquía (2001) y Argentina (2002). No es ocioso subrayar que el capitalismo ha experimentado graves crisis desde el siglo 19, aunque la actual es sólo comparable con
En
el orden político, la
Gran Recesión y las humillantes derrotas militares de Estados
Unidos en Irak y Afganistán han acelerado mucho los cambios en la correlación
mundial de fuerzas que se venía gestando hace más de dos décadas. Lo
comprobamos al comparar el estancamiento estadunidense y eurocomunitario con el
acelerado crecimiento económico de los países emergentes y, en todo caso, la
menor vulnerabilidad de los que rechazan o no acatan en crudo el dogma
neoliberal. Estos han aumentado considerablemente su participación en la
economía y la política mundial en detrimento de aquellos. Aunque Estados Unidos
continúe siendo la economía más grande del planeta, existe gran distancia de la
hegemonía unipolar que mantenía a posteriori del derrumbe soviético a la
multipolaridad actual, con la consolidación de nuevos centros de poder
económico, político y militar. Ello explica la creciente atención que todos los
analistas geopolíticos serios le dan a los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y
Sudáfrica). No hay más que observar su extensión territorial, población, tasa
de crecimiento de sus economías, de educación de sus jóvenes y el hecho de que
tres de ellos posean respetables arsenales nucleares. China ya es la segunda
economía mundial y el arsenal nuclear de Rusia es comparable al de Estados
Unidos.
A
partir de 2008 se acentúan y se hacen más visibles las discrepancias de los
BRICS con Washington en numerosos temas económicos y políticos. El caso más
notorio es el de Siria al poner, sobre todo Rusia y China, un enérgico alto a
la agresividad yanqui otaniana, impidiendo o dificultando mucho el plan de
aplicarle el modelo libio.
Otro ejemplo es la gravísima amenaza de guerra creada innecesariamente por
Washington y Tel Aviv contra Irán. Si llegara a desmantelarse mediante una
salida política muy probablemente se deberá a la razonable propuesta
brasileño-turco-iraní contenida en la Declaración de Teherán. Patrocinada por los
BRICS, ha ido ganado consenso internacional. Los BRICS, conviene no
sublimarlos, también presentan serios problemas que deben atender para mantener
su posición.
Estados
Unidos se resistirá con todo a aceptar la disminución de su tiranía sobre el
mundo. Pese a sus gigantescos y ultramodernos arsenales se ve orillado a menudo
a la condición de uno entre otros interlocutores importantes, y hasta en
ocasiones a ser prescindible en la decisión de ciertas cuestiones estratégicas
internacionales, como es el creciente intercambio comercial de los BRICS entre
sí y de estos con Irán y otros países en sus monedas nacionales, prescindiendo
del dólar.
Cuando
en materia de luchas sociales parecía no moverse una hoja en el planeta comenzó
a vislumbrarse una luz al final del túnel en América Latina y el Caribe a
mediados de los años 90 con el vigoroso resurgimiento de los movimientos
populares del río Bravo a la
Patagonia. Los movimientos entronizaron gobiernos reacios al
dogma neoliberal en Venezuela, Brasil, Argentina, Bolivia, Ecuador, Uruguay,
Paraguay, Nicaragua y algunas pequeñas isla del Caribe anglófono que, cada uno
con sus características, ponen énfasis en la expansión del mercado interno, la
atención a los problemas sociales y la unidad e integración regional.
Ferozmente bloqueada, Cuba, con sus brillantes logros sociales y
transformaciones en curso, continúa siendo un referente mundial. Si se tratara
sólo de América Latina, podríamos casi asegurar que la crisis saldrá por la
izquierda, pero no es así necesariamente en el resto del mundo. De eso
hablaremos.
Parte III
La elección de Francois Hollande a la
presidencia de la influyente Francia pareciera condensar el rechazo de los
europeos a las feroces políticas de austeridad del dúo Mercozy con las que el
inminente inquilino del Elíseo ha discrepado. Su promesa de crecer, crear
empleos y cobrar altos impuestos a los ricos es contraria al camino seguido
hasta ahora por el eje germano-francés como también el compromiso de retirar
este año las tropas francesas de Afganistán. La proyección de Hollande, aunque
no sea el cambio social, sintoniza con la tajante inconformidad hacia aquellas
políticas y con parte de las demandas del 15M (oindignados) de España
y otros países europeos expresadas en una larga cadena de protestas populares y
huelgas –como en Grecia, Italia, y de nuevo España y Francia– que han tenido ya
alentadoras repercusiones al otro lado del Atlántico en Ocupa Wall Street. Debe
reconocerse la influencia en ellas de los legítimos movimientos populares
árabes de 2011 por más lascas que de su irrupción hayan sacado el imperialismo
y las monarquías árabes contrarrevolucionarias.
Hollande, con la presión desde su
siniestra del Frente de Izquierda de Melenchon y el apoyo de fuerzas sociales,
políticas y de algunos gobiernos del viejo continente que han mostrado su
aversión a los inhumanos la Unión Europea. Pero para lograrlo tiene que
enfrentar resueltamente al mundo de las finanzas, su adversario según ha
declarado, y, por consiguiente, a Angela Merkel y a gran parte de la derecha
europea. No obstante los mencionados avances de la izquierda en la zona
mediterránea y los que se vislumbran en otros países de Europa –sea vía
electoral o de la protesta en las calles–, no debe subestimarse ese otro fruto
de la crisis manifestado en el ascenso electoral de la ultraderecha, muy
cercana, por cierto, al gobernante y franquista Partido Popular.
ajustesque dicta Berlín vía Bruselas, podría iniciar la ruptura de la socialdemocracia con la ponzoñosa tercera vía de Tony Blair y levantar de nuevo la histórica bandera parisina de la solidaridad, contraria a las actuales normas de
El liderazgo francés podría alentar
a Europa al rescate de la democracia, el bienestar, la solidaridad y la paz,
movimiento que adquiriría una enorme importancia internacional y podría
encontrar decididos aliados en América Latina y el Caribe. Es esta la región
del mundo a donde en los últimos 20 años se ha desplazado el polo principal de
enfrentamiento contra el sistema de dominación del imperio yanqui. Al sur del
río Bravo una pionera ola de luchas populares desencadenada entre fines de los
ochentas y principios de los noventas puso al neoliberalismo cuando menos en la
picota pública. Cuando más, se tradujo en un grupo de gobiernos que en
distintos grados adversan al Consenso de Washington, han dado firmes pasos
hacia su independencia económica y política, gestado significativos programas
de inclusión social e impulsado la creación de una conciencia de unidad e
integración que toma cuerpo en nuevas y promisorias instituciones al margen de
Estados Unidos, como la Alba ,
la Unasur ,
Petrocaribe y la Celac. El
desafío consiste en seguir avanzando en esta dirección con un sólido apoyo
popular, mantener una estrecha unidad y cooperación entre los gobiernos
progresistas de la región, pero también entre éstos y los de derecha en todo
aquello en que sea posible coincidir.
La gran recesión va para largo y el
gran capital financiero y los gobiernos a su servicio, como en Europa y Estados
Unidos, la han aprovechado para aplicar más y peor de lo mismo que la creó a
costa del sufrimiento y el desmantelamiento de los derechos de los pueblos e
insistiendo en el camino de la guerra. Avanzan además en la militarización y la
criminalización de la protesta social con pretextos como las supuestas guerras
contra el terrorismo o el narcotráfico. Por eso, a la luz de la posibilidad
esbozada por la elección de Hollande, es válido pensar en un gran frente de
pueblos y gobiernos de África, Asia, Europa y América Latina que abogue por la
paz, el respeto a la soberanía, la no intervención, la justicia social, la
relación armónica con la naturaleza y la equidad. Los países del BRICS podrían
contribuir mucho a tal iniciativa. Pero este frente únicamente puede tener
éxito si continúan incrementándose las luchas populares contra los planes de
ajuste del capital financiero y sus aventuras militares.