Ha llegado el momento de sacar la Capital Federal de la ciudad de Buenos Aires

Walter Moore


El hecho de que se mencione, en algunos canales extranjeros, a la ciudad de Buenos Aires como una “Ciudad Estado” es sumamente preocupante.

Esta anomalía, consecuencia del mayor error histórico del siglo 20, la modificación constitucional de 1994, donde Alfonsín consiguió imponer la Autonomía, y Menem la sumisión al capital extranjero, debe ser remediada, pues mientras toda la Nación trabaja para construir un futuro mejor, los porteños tradicionales, siguen disfrutando de la vida y atacando a la Argentina Democrática, con la finalidad, nunca explicitada, de vivir del trabajo del resto del país, quedándose, como siempre, con las ventajas de su inserción internacional y el equipamiento que pagaron todos los argentinos para beneficio de un grupo que tiene una brutal diferencia entre su ingreso per cápita con el del resto del país.

Lo diferente que ocurre ahora es que existe un claro enfrentamiento entre la Nación, cuyo gobierno representa a la mayoría del Pueblo argentino, y la conducción antiperonista elegida para la ciudad.

No sólo es necesario volver atrás esa autonomía, lograda en base a enjuagues políticos entre Alfonsín y Menem, hoy cadáveres políticos, sino que, existen circunstancias que hacen necesario desarrollar cambios de fondo en el sitio de conducción de la Nación, tales como:

·        El nuevo mapa bicontinental de la Argentina, que incluye a la Antártida, y la enorme superficie del Océano Atlántico cuya soberanía obtuvo nuestro país, requieren que el poder central se encuentre en una ubicación que facilite el control y desarrollo de esta Nueva Argentina Marítima.

·        La existente cadena portuaria sobre ríos (Paraná y de la Plata) no resulta la más adecuada para las necesidades estratégicas del comercio exterior, pues el porte de las naves utilizadas se agranda continuamente, y el futuro está en los grandes puertos de mar.

·        Las actividades propias de la Administración del país, constituyen un foco de atracción para miles de actividades, que conforman un poder nacional que desde hace demasiados años ha sido capitalizado por los habitantes de esta ciudad.

·        El traslado de la Capital permitirá remover muchas estructuras que se han especializado en poner palos en las ruedas al desarrollo independiente de la Argentina, y movilizará grandes energías para el traslado y la adecuación de las estructuras necesarias para su funcionamiento.

Por otra parte, la Ciudad de Buenos Aires se ha convertido en un centro de atracción cada vez más importante para migrantes internos y extranjeros, y esta aglomeración de cada vez más gente, que trae consigo una creciente cantidad de autos y motos, genera una cantidad de desechos que no puede procesar por sí misma, requiere energía procedente de todo el país, y, al mismo tiempo, concentra los empleos mejor remunerados y se aprovecha de que se agrandan continuamente los puestos de trabajo creados por las inversiones de capitales nacionales y extranjeros, que quieren aprovechar la infraestructura existente.

La Capital Federal de la Argentina no es necesario que se encuentre siempre en la misma ciudad, es más, el concepto de federalismo se materializaría espacialmente si el gobierno nacional estuviera, por algunos períodos, en distintos lugares de nuestro vasto territorio.

La ciudad de Buenos Aires se ha convertido en una sociedad elitista, sin capacidad suficiente para autoabastecerse, concentra todo lo mejor que ocurre en el país. Y es por eso es necesario cambiar su estructura aprovechadora, haciendo que los beneficiados habitantes de la ciudad  compartan la carga de miseria distribuida en el conurbano que la rodea.
Para esto es necesario que todas estas poblaciones se integren en una Provincia Urbana, donde se mezclen las personas que trabaja, con las que viven aprovechándose de ellas, de la especulación, las rentas o las relaciones con el poder.
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                   Buenos Aires, con su enorme poder de succión, atenta con el desarrollo económico del resto del país, que en esta etapa debe ser mirado desde “el Interior”, puesto que la riqueza de nuestro suelo se encuentra allí, y las necesidades reales a satisfacer, también.

Si la elite porteña quiere disfrutar de los privilegios acumulados durante tantos años de cooperación con los imperios saqueadores, puede hacerlo, pero debe obligársela a repartir su poder con los habitantes del conurbano pobre.

Resumiendo, esta situación de un grupete de pitucos queriendo hablar de igual a igual con los representantes de toda la Argentina, no es sostenible, por eso debemos encontrar soluciones creativas a este problema. Ideas no faltan: la propuesta de Alfonsín de trasladar la Capital uniendo las ciudades de Viedma y Carmen de Patagones, no es despreciable. Otras propuestas se dirigieron hacia el centro de la Argentina, sustituyendo a Buenos Aires por Córdoba y trasladando la capital cordobesa a Rio Cuarto.

Otra idea es cambiarla de lugar muchas veces, con cada cambio de Presidente, sumando a su elección, la decisión sobre la nueva sede que deberá arreglar para el próximo período, así al final del siglo, se tendría una constelación de ciudades que disfrutaron de un estatus internacional durante cuatro u ocho años, gracias a las oportunidades que conlleva estar en el lugar donde se encuentra el gobierno nacional. La provincia de Jujuy no sería la misma después de haber sido sede de la Capital Federal, lo mismo que La Pampa o Corrientes.

Quedaría allí los edificios representativos de una nación, un sistema de hotelería internacional, el enorme flujo de pasajeros requerirá nuevos aeropuertos, carreteras, ferrocarriles y estaciones, las empresas buscarán establecerse donde aparecen las ventanas de negocios futuros, y la cultura nacional se enriquecería constantemente con las distintas tradiciones locales.

Buenos Aires seguirá siendo una gran ciudad, llena de historia, y de iniciativas, pero eso no agranda la Argentina, sino que la minimiza. En cambio una Red de Grandes Ciudades, que lo serán por el solo hecho de haber sido la capital federal durante algunos años, permitirá reinstalar un verdadero federalismo.

Debemos acostumbrarnos a pensar sin miedo.

El Correo-e del autor es Walter Moore ecodemocracia@gmail.com