Debates en Brasil sobre la política económica
Eduardo Luis Curia
Diario BAE
En varias oportunidades, y por motivos obvios, abordamos en esta columna
aspectos de la economía brasileña. Uno de éstos, clave, es el relativo a la
llamada “desindustrialización relativa” que vino enfrentando nuestro vecino.
Justamente, en este orden, viene a cuento cierta situación paradojal que se
perfila en Brasil en lo que hace a las relaciones entre la dirigencia industrial
de ese país y el gobierno de Dilma Rousseff.
La actual presidenta es continuadora política del ex presidente Lula. Ahora
bien, en los hechos, el período de gestión de Lula coincidió fuertemente con el
avance de aquella desindustrialización, de la mano de un modelo –exitoso y
alabado, en su orden– sustentado en el apalancamiento en el ahorro externo, las
altas tasas de interés y la severa apreciación cambiaria real. Brasil es una
economía comparativamente “referencial” en el mundo, en materia de altas tasas y
sobrevaluación cambiaria. En un tal marco se explica que el sector manufacturero
–en especial, el de mayor grado de transformación– haya perdido peso relativo en
la economía. Se dio la peculiaridad de la aplicación de una política social muy
activa con una acusada instancia de desindustrialización relativa.
Cuando Rousseff llega a la presidencia –incluso, antes, durante la campaña
comicial–, el tema de la desindustrialización fue ganando espacio en la agenda
pública y en su propia agenda. La continuidad política de los presidentes se
matizó en lo económico. Aquel fenómeno y las variables asociadas –vgr., altas
tasas y sobrevaluación del real– obtuvieron una atención antes desconocida.
En lo instrumental, el ministro del área económica, G. Mantega, que también
lo fue de Lula, es quien lidera ese cierto reacomodamiento, influyendo asimismo
el titular de Industria y el del Banco Central. Mantega procede de círculos
desarrollistas, aunque, claro, su orientación en el plano oficial ha sido más
bien almibarado.
Lo que resulta paradojal en esta circunstancia es que a pesar del
reconocimiento que hasta determinado punto hace el gobierno de Rousseff de los
problemas de la desindustrialización relativa y de la sobrevaluación cambiaria y
de algunos intentos rectificatorios, las quejas que parten de sectores del
empresariado industrial están alzando sus decibeles, marcando la insuficiencia
de esos intentos y reclamando decisiones más drásticas, incluyendo lo cambiario
como tópico relevante. En medio de una instancia incómoda de la economía mundial
y con una desaceleración interna en curso (en marzo atisbó algún repunte), es
como si se hubiera “abierto un grifo” que ahora es más arduo cerrar.
Los pasos oficiales. Siempre caracterizamos al esquema económico
brasileño, tan ensalzado en diversos ámbitos, como una gestalt o conjunto. De la
mano del régimen del inflation targeting, descansando intensamente en el ahorro
externo, las altas tasas de interés y la apreciación rampante del real, se montó
una fórmula macroeconómica muy definida. Por ende, la apreciación cambiaria es
componente inescindible de esa gestalt, y, a la par, esta última posee un
soporte esencial en la sobrevaluación del real.
Esta dimensión gestáltica exuda bastante cuando las autoridades brasileñas,
en el plano principista, imputan a sus homólogos de los EE.UU. el promover la
“guerra de monedas” a través de su laxa política monetaria, lo que presionaría
la apreciación del real. El reclamo suena bastante ornamental, porque, en rigor,
EE.UU. busca incentivar su propia demanda –lo que también tiene algo de
“multiplicador mundial”– y la implicancia cambiaria del asunto, aunque
característica, opera por vía indirecta; es difícil negar al país del norte que
encare aquella búsqueda. Por lo demás, la dinámica mundial imperante años atrás
de bajas tasas de interés “ayudó” mucho al modelo brasileño fundamentado en el
apalancamiento en el ahorro externo. Entonces, ¿en qué quedamos?
Es como si el gobierno brasileño deseara “desplumar la gallina sin que haga
ruido”. Apuntó a influir aplicando impuestos –con idas y vueltas– al ingreso de
capitales especulativos, interviniendo algo más en el mercado de cambios y
procediendo a una paulatina disminución de la tasa de interés SELIC. A su vez,
encaró un “salpicado” de medidas limitantes de importaciones en determinados
rubros, a lo que se sumaron determinadas alzas de aranceles y reducciones de
impuestos y cargas laborales. En resumen: opera un combo que integra un manejo
más bien tímido en el frente cambiario para frenar y revertir algo la
apreciación del real, más un cierto arsenal de política comercial externa, de
ofertismo y de un aporte de créditos.
Finalmente, computando además algunos ruidos externos, la moneda brasileña
tendería a moverse en la franja de valores del Real que va de 1,85 a 1,89/90 por
dólar, dentro de un cuadro más amplio y extendido de oscilación, durante los
últimos meses, bastante pronunciado.
Es este punto donde crecientes sectores del empresariado industrial brasileño
manifiestan una impaciencia en ascenso. Consideran que, a esta altura, un real
por debajo de la paridad (respecto del dólar) de “2x1”, refleja un tipo de
cambio real excesivamente apreciado. Adicionalmente, fastidia el agudo grado de
fluctuación del valor cambiario. Las otras medidas de apoyo son aceptadas, pero
se las concibe como un aporte acotado frente a la entidad que trasunta el
problema competitivo. Se reclama, por lo tanto, una mayor competitividad
cambiaria y una mayor estabilidad en el valor de referencia. El ministro
Pimentel, por su lado, señaló que la paridad de reales 1,80 por dólar es
razonable, y que se intentará mantenerla, aunque no se apelará a la
administración del tipo de cambio. Sin duda, se estira la brecha entre las
posiciones.
Algunas argumentaciones. Lo dicho antes grafica bastante un debate
ascendente en el Brasil. Las autoridades del vecino no asumen hasta el momento
una ruptura más enérgica con la anterior matriz modélica macro proahorro externo
y prosobrevaluación cambiaria, por lo que se conforman con toques módicos
aplicados a la misma, con los resultados aludidos más arriba. Entonces, crece el
lote de voces que reputa este enfoque como insuficiente, señalando, además, que
las demás medidas carecen de envergadura como para compensar la distorsión
competitiva fundamental.
Esta postura es “teorizada” por el economista Bresser-Pereira, ex ministro de
Economía, referente neodesarrollista, y vinculado a la FIESP. En un reportaje de
días atrás, el citado economista, aludiendo a las medidas de política industrial
aplicadas por Rousseff con vistas a corregir la desindustrialización relativa,
señalaba que, esencialmente, aquel factor no se halla en discusión, recordando
su conocida postura favorable al respecto. De todos modos, también aclaraba que
esas medidas carecían de potencialidad como para sustituir –salvo “infinitos”
aranceles y subsidios a las exportaciones– a la política macroeconómica en
relación con el tipo de interés y el tipo de cambio, computando los daños de la
sobrevaluación cambiaria. De aquí su recomendación de apelar a la administración
del tipo de cambio –apuntando a un valor de reales 2,40 por dólar (un valor
asimilado del tipo de cambio competitivo industrial)–, reduciendo drásticamente
la tasa de interés real, reforzando la disciplina fiscal (priorizando de paso la
inversión en infraestructura) y estableciendo retenciones a las ventas externas
de commodities. Así se perfilaría, añade el colega, una solución más integral,
sin grandes riesgos en el frente inflacionario.
En la visión comentada, lo que opera es una confrontación directa de matrices
macroeconómicas, como criterio clave para el examen del fenómeno de la
desindustrialización en Brasil. Irrumpe un planteo integral con eje en la
paridad real-dólar de 2,40, no muy lejana a la que reclaman diversos sectores
industriales brasileños. Se trataría de recurrir en el plano cambiario a lo que
Frenkel, en otro reportaje, denomina una “intervención contundente” (tomando
como ejemplo una reciente decisión adoptada por Suiza).
Es evidente que, dadas nuestras condiciones en curso, el que las autoridades
brasileñas, en hipótesis, se inclinaran en la práctica hacia este enfoque más
alternativo, nos pegaría inconvenientemente en lo inmediato. No obstante, es
oportuno asumir una visual analítica más ampliada, procesando algunos de los
importantes debates que circulan en un país cuya economía es tan significativa
para nosotros.