De Clarín a Mauro Viale y Moria Casan: la “inseguridad” como intoxicación mediática

Giselle Dal Mas y Leonardo Spivak 
Agencia Periodistica de Buenos Aires

La prensa escrita propone, la TV perfecciona, propaga y disciplina. La vuelta de tuerca desde la cual la palabra impresa y los contenidos audiovisuales se complementan. Las cámaras de seguridad como fetiche. Clarín impone, Mauro Viale desparrama: sangre, miedo y farándula, una formula que el periodismo basura consagra y adora.


La criminología mediática no descansa y semana tras semana colma las  páginas de la prensa dominante con tragedias, robos y asesinatos, convirtiendo a sus secciones “de policiales” en uno de los principales ejes para el despliegue de su estrategia difusora del miedo colectivo y tendiente a las diatribas contra la política, el Estado y las instituciones sociales en su conjunto; en definitiva a la creación de escenarios adversos al Gobierno Nacional y lo que es peor aun al orden democrático que garantiza la Constitución Nacional. En esa lógica se explican las campañas de esa prensa a favor de la cárcel como mero castigo o venganza, del endurecimiento de las penas, de la baja en la edad de la imputabilidad y de cada vez mayores medidas restrictivas de las libertades personales. El histérico reclamo “se-gu-ri-dad, se-gu-ri-dad”, apela siempre a las mismas soluciones: mayor presencia policial en las calles, leyes más severas, cámaras de seguridad y un sinfín de etcéteras resumido por el catedrático y ministro de la Corte Suprema de Justicia Raúl Eugenio Zaffaroni, con la fórmula “a mayor represión, menor libertad y mayor seguridad”.
Los contenidos de la criminología mediática se incuban y se sistematizan en la prensa escrita. Son los grandes medios gráficos nacionales los encargados de marcar la agenda en torno al tema seguridad e imponerlos sobre la denominada opinión pública. Pero es en la televisión donde estos contenidos maduran y adquieren vida. La pantalla de la TV cumple a la perfección un papel potenciador de la agenda seguridad, contando para ello con el innegable poder y atractivo cautivador del medio audiovisual, que opera en un espacio de casi completud social: en todos los ámbitos de la vivienda personal, particularmente como última luz en ser apagada en los dormitorios; en los bares, en los subtes, en los lugares de trabajo, en las terminales de transporte público. En ese contexto, puede observarse que el impacto de las cámaras ocultas (recordar el auge de programas de supuesto “periodismo de investigación” durante los 90’) hoy es reemplazado por las cámaras de seguridad (instrumento fetiche de la prensa en general), presentadas siempre con enorme dramatismo y muchas veces musicalizadas por algún amante del cine de horror.
Con las cámaras de seguridad, la televisión aprovecha la potencia de la imagen para difundir el miedo, reproduce las nuevas “modalidades delictivas” tipificadas en la prensa escrita. No es lo mismo leer sobre un ataque de pirañas, que ver un ataque de pirañas. Una imagen valdría más que mil palabras según suelen predicar desde la TV; pero una imagen es también descontextualización, manipulación  y simplificación pura.
El caso de Eduardo Vázquez
El domingo 29 de octubre, el diario Clarín publicó en su tapa la pieza Militancia todo terreno: Sacan a presos de la cárcel para actos del kirchnerismo”. La nota “denuncia” que desde el Servicio Penitenciario Federal se organizaba la salida de presos para participar de actos militantes del kirchnerismo, amparando estos traslados en motivos culturales. El medio se centra en el caso del ex baterista de callejeros, Eduardo Vázquez, condenado a 18 años de prisión por el femicidio de su esposa, Wanda Tadei.
La pieza expone sin sutilezas su intencionalidad manipuladora, implicando al jefe del Servicio Federal, Víctor Hortel, por pertenecer a la agrupación que utilizaría las salidas por motivos culturales para organizar actos políticos, en un intento de golpear al gobierno atacando a uno de sus funcionarios, en un tema tan sensible como el manejo de los penales. Clarín describe cómo “Eduardo Vázquez fue sacado de la cárcel al menos dos veces en los últimos ocho meses, casi a escondidas, a espaldas de la opinión pública y, al parecer, también de la justicia”.
La información que Clarín omitió corroborar fue que el Tribunal Oral 20 que lo condenó, confirmó que Vázquez había salido con su autorización. Pero al indebido chequeo de las fuentes se le suma además información errónea, ya que el medio en todo momento habla de salidas transitorias, un beneficio no amparado en la calidad de condenado de Vázquez. La penalista y experta en cárceles Florencia Arietto, en una entrevista con Página/12  se encarga de clarificar este intencionado error: “Lo de Vásquez y ahora lo del barrabrava (se refiere a la información periodística sobre las salidas de Rubén Pintos) no son salidas transitorias, ni siquiera son salidas, porque son traslados, los llevan de un lado, el penal, a otro lado. Y los traen de vuelta, esposados. No hay tal utilización.”
Moria Casan, las joyas y la “traición” de Jorge Tadei en programa de Mauro Viale
Político, el ciclo emitido por la señal de cable América 24 y conducido por Mauro Viale, tuvo dos grandes temas la semana pasada: el escándalo que involucra a la vedette Moria Casán con la desaparición de joyas durante una presentación de ella en Paraguay, y por supuesto, como no podía ser de otra manera, el tema “inseguridad”.
Es así, que durante la cobertura de las emisiones de dicho ciclo realizadas entre el 30 de agosto y el dos de julio, en medio de un desfile de panelistas tan variopintos como recios abogados, peluqueros de la farándula, ex esposos, modelos y actrices excesivamente maquilladas, Mauro se consternaba frente a una ola de niños y adolescentes muertos, remarcando en todo momento que en realidad esos eran los temas serios, y no la farándula a la que le dedicó durante tres días mucho más que la mitad su tiempo al aire: “la muerte del bebé chino, Marquitos, el caso Candela son tres, más Loana de Moreno son cuatro, más los tres chicos en la pileta en Moreno son siete, más dos chicas en salta son nueve…”, enumeraba Mauro sin contextualizar los hechos, para que no se escape ningún detalle del tema Moria, el tema de la semana.
Cuando los personajes “del circo de Mauro” se tomaban un descanso en su juego de Sherlock Holmes por encontrar a los responsables por las joyas desaparecidas en Paraguay, el conductor aprovechaba para volver a predicar sobre el tema que, a pesar de su poco tiempo en pantalla era relevante: “a nadie se le ocurre pensar que a alguien cuando habla del país tiene que hablar de inseguridad, ni darnos un diagnóstico de esta locura que está pasando, porque le puede pasar al hijo de cualquiera-eh!- al hijo de cual-quie-ra en cualquier actividad, que les corten las manos y que los maten. ¿Cómo puede ser que nadie nos hable al país de locura, inseguridad y de mafia, en este país que es Argentina y que por algunos momentos parece lo peor de la virgen de los sicarios de Colombia”. Todo un manifiesto de la criminología mediática, sobre la base de la muerte de 9 chicos registradas en dos semanas, de los cuales cinco perecieron en circunstancias ajenas a delitos violentos.
En resumen, el cóctel de farándula y arengas de respuestas frente a la “locura de la inseguridad”, constituyen un producto periodístico bastante difícil de digerir. Pero en la vertiginosa trasmisión de A24 se presentaron oportunamente diez valiosos minutos de cordura y reflexión. Así se lo pudo ver a Jorge Tadei, el hombre que padeció la muerte de su hija Wanda por las quemaduras ocasionadas por Eduardo Vázquez, compartiendo el estudio ante las atentas miradas de Mauro, abogados panelistas y cabelleras teñidas.
Probablemente el objetivo de su presencia haya sido erigirlo en el clásico recurso de la criminología medíatica, la víctima héroe, esa persona a la que se le ha negado el duelo de su pérdida y los medios convierten en propagandista de la mano dura (cuyo ejemplo mejor acabado lo constituye el autoproclamado “ingeniero” Bloomberg).
Pero en este caso, el disparo les salió por la culata, ya que las declaraciones de Tadei -mesuradas, coherentes- lejos estuvieron de satisfacer las expectativas de los criminólogos televisivos (a los que la realidad llevó, al contrario de Clarín, a admitir que los traslados fueron autorizados por la justicia): “…resocializar, estoy de acuerdo con programas donde se pueda reinsertar….de todos los que estudiaron no tuvimos un solo reincidente, esto es importante esta cifra que da (citando al ministro de Justicia, Julio Alak)… estoy de acuerdo hasta de que a Vázquez lo puedan resocializar y dentro de cinco, o diez años sivivo, si Vázquez se puede readaptar a la sociedad     no me va a doler. Y se lo digo con toda claridad a todo el mundo: ojalá que fuera así. Pero en este momento Vázquez hacía diez días que había tenido un veredicto de dieciocho años y dos condenas anteriores…entonces yo digo, justicia, sea verdaderamente justicia. Busquen las formas legales, yo estoy con la ley. Y lo dijo el general: con la ley todo, fuera de la ley nada. Pero hagámoslo como corresponde. Hagamos programas de reinserción de los presos. Tenemos que apoyar estos programas.”
Los testimonios de Jorge Tadei actuaron como un caballo do Troya ante los objetivos de la criminología mediática; en ningún momento cuestionan los mecanismos legales, ni denuncia irregularidades en los programas de traslados. El debate por él planteado no gira en torno a los objetivos planteados por Clarín.