Mario: “Fui a los refugios de Macri y, sinceramente, es mejor la calle”

Nicolás Peralta
Infonews


“Fui a los paradores de Macri, pero, te digo sinceramente, es mejor la calle. No están mantenidos, hay piojos, pulgas. Son desastrosos”, dice Mario desde su banco predilecto. Le gusta sentarse en uno de los taburetes de cemento que pueblan el parque, de espaldas al paredón del cementerio. Vive en el Parque los Andes, entre las avenidas Corrientes, Dorrego, Lacroze y la calle Guzmán. Está ahí hace diez años. Duerme frente a las grandes columnas del portal del cementerio de Chacarita, entre los puestos de flores que a la noche cierran y paran un poco el viento. Cuando llueve, Mario, como muchos otros, se refugian en la estación de ferrocarril del Urquiza, Federico Lacroze. 

“Lo mejor en la calle es manejarse solo” –dice– “hay que ser mudo, ciego y sordo. Nunca se sabe.”

Ocasionalmente duerme una siesta, con su mochila de almohada, pero a veces esto le trae problemas con la Metropolitana. “Estos arlequines se creen no sé qué. Son maltratadores. Con la Federal todo bien, pero estos vienen y te molestan sin razón; los ‘bici voladores’ son los peores. Vienen y  te dicen que no podes dormir en la plaza. Insólito”, se queja.

Mario sonríe con los pocos dientes que le quedan. Es que fue Fakir, dice, y masticó todo tipo de elementos.

A eso de las cinco de la madrugada despierta y camina hacia una iglesia de Núñez, donde el pan, el dulce y su minúsculo vaso de plástico con mate cocido son más sabrosos que en cualquier otra. Se pasa casi toda la tarde pensando. Duerme siesta si no lo molestan, toma mate y escucha radio. A eso de las siete encara para un par de comedores comunitarios donde cena algún guiso o milanesas. Hace changas de vez en cuando. Una joyería y una juguetería sobre Avenida Rivadavia lo contratan por la temporada navideña y lo dejan dormir en la puerta del local.

“Es duro pero te acostumbrás”, dice, sobre su vida. “Sobrevivís. Tenés que ser fuerte de acá –pone un dedo en la sien–. Yo no molesto a nadie, no me gusta pedir. No merezco que vengan a patotearme, como alguna vez la UCEP vino y me cagó a patadas y me tiró las cosas. Eso no está bien… aunque sea negro, de Boca y peronista, ¿no?”