La Unión Europea: aún “en veremos”
Eduardo Luis Curia
Diario BAE
La marcha de la
economía europea continúa complicada, tanto en su devenir concreto como en lo
atinente a la discusión sobre las terapias aplicables.
Un
dato emergente conspicuo es el asociado a los resultados comiciales que se
fueron suscitando en diversos países de Europa, los que reflejan en general una
animadversión política con relación a la estrategia dominante del “ajuste
incontinente”.
En
líneas generales, da la sensación que, de un modo bastante tumultuoso,
proliferan posturas alternativas a aquella estrategia, pero, sin que aún
despunte una opción tangible, y, que, asimismo, consiga un consenso palpable.
Es
evidente que, en especial computando la derrota de Sarkozy en Francia y el
encumbramiento del socialista Hollande, se vino consolidando una tendencia de
progresiva desavenencia con la estrategia que impulsa sistemáticamente
Alemania. En rigor, en cuanto a solidaridades en lo que hace a planteos,
pareciera que sólo acompañan seriamente a ese país Holanda, Suecia y Finlandia.
Los
temas en danza se perfilan siguiendo distintos niveles de profundidad. Por
ejemplo, surgen algunos elementos que nadan entre lo interesante y lo
pintoresco. Véase que días atrás el Parlamente europeo aprobó medidas alineadas
con la famosa “tasa Tobin”. Se crea una tasa sobre las transacciones
financieras, que sería del 0,1% en lo referido a operaciones de compraventa de
valores, y de 0,01 en el caso de los derivados.
Por
supuesto, el planteo de la “tasa Tobin” es muy importante, pero, en el caso
específico ahora bajo examen, y pensando en la oportunidad y en el contexto en
que se verifica la recomendación, daría la impresión de que se trata, en una
gran dosis, de un “gesto”.
La
recaudación anual del impuesto se estima en unos 60.000 millones de euros.
Frente a esto, los bancos ya han recibido a guisa de subsidios para encarar la
situación en curso, sumas muy superiores a aquélla. Asimismo se bancan con
dinero barato vía el Banco Central Europeo, que pueden represtar a una tasa
interesante.
Ni
qué decir que esa institución monetaria, de pensamiento muy ortodoxo, rechaza
vivamente la imposición de la tasa a las transferencias financieras por
considerarlo perjudicial y a contramano del momento de tensión económica que se
afronta.
Se
verá la dinámica que alcance esta propuesta del Parlamento europeo, pero, de
todos modos, hoy apremian cuestiones más de fondo.
La dicotomía “ajuste-expansión”. En el plano que cabe llamar teórico o doctrinal, las diferencias
entre Hollande y Merkel versan sobre concepciones estelares acerca del diseño
de las terapias aplicables al caso europeo. La canciller alemana insiste en lo
que denominamos la tesis del ajuste incontinente, mientras que Hollande
reclamaría contemplar una perspectiva más expansiva para encarar la crisis.
Esta posición parece registrar algunos puntos coincidentes con la estrategia
americana.
Prima
facie, la postura de Hollande luce más realista y atractiva. De todos modos,
aquí tallan varias dimensiones sensibles, y una de ellas versa sobre “quién le
coloca el cascabel al gato”. Cuando los grandes enunciados aterrizan, se
comprueba que en el plano instrumental, lo que se halla en danza son los
eurobonos. Activos financieros respaldados solidariamente por toda la eurozona.
La administración generosa de éstos, permitiría a los necesitados de
asistencia, asumirla sobre la base de costos más bajos que los ahora conocidos.
Cuando
se piensa en el manejo relativamente más persistente del déficit fiscal y del
endeudamiento que se hace en los EE.UU. para intentar superar el debilitamiento
de la actividad económica, no debe olvidarse que se trata de la “economía
hegemónica”, o casi, en la cual su propia moneda (nacional) funge como moneda
de reserva mundial, y siendo que se considera a esa economía como un
“santuario”, aunque por cierto algo deteriorado, para la colocación de fondos
de terceros. Por lo cual, a los EE.UU., “un solo país”, le es comparativamente
fácil empuñar el endeudamiento por vía interna y externa.
En
el caso europeo, las cosas pintan distintas. En el respaldo solidario de los
eurobonos, algo que debe considerarse el quid del asunto, hay un respaldo
destinado a ser “más solidario” que el de otros, y ese es el alemán. A cuyo
efecto, los contribuyentes alemanes deberían prepararse para cubrir con más
impuestos la erogación adicional que podría suponer los eurobonos destinados a
ayudar a otros. También Alemania se financia como país individual a costos
bajísimos; ¿correspondería pensar en algo así como un cierto “calce” de
operaciones para encarar el respaldo de los eurobonos?
En
síntesis: si Alemania, con su visual estratégica, “perturba” la opción de
contemplar cierta salida expansiva a la crisis, cuando se trata de asumir esta
última salida, y, por ejemplo, el recurso es la apelación a los eurobonos,
Alemania vuelve a tener la llave. De lo que se desprenden implicancias
políticas internas para ese país muy delicadas, que involucran a la propia
canciller.
Alemania
está en el núcleo de la cuestión. Así fue cuando, en el período “festivo”, la Unión Europea se
extendió mediante la accesión de nuevos miembros, que se veían beneficiados por
la “confianza de rebote” que significaba sumarse a una unión que tenía como eje
a una economía protagónica con la alemana. Y lo es en esta etapa “más agria”,
donde el recurso de los eurobonos termina dependiendo de la disposición de
aquel país.
La “secesión”, de una punta a otra. Mientras la delicada
situación económica del continente europeo continúa, y los debates sobre
“salvar” a la eurozona no llegan a buen puerto, se avivan las posturas más
radicales, que plantean la secesión o abandono de la eurozona por parte de
“alguien”. En general, el gran candidato al respecto es Grecia, pero, las
cosas, aquí, tampoco son sencillas.
La
asfixia que pueden suponer las estrategias de ajuste inverecundo, con una
actividad que se contrae y un ordenacionismo fiscal que nunca alcanza, atizan
la tentación de dejar la eurozona, y, de esta manera, recuperar a escala
nacional, en el plano formal, el manejo de las distintas políticas, empezando
por la cambiaria. El caso griego es el más patente sobre el particular, pero,
la especie puede extenderse a otros.
De
todas formas, aun en la hipotética experiencia de secesión, las cosas distan
del mero “soplar y hacer botellas”. Supongamos que Grecia abandona la eurozona,
recupera la política cambiaria y el manejo del dracma, su propia moneda. Y se
produce una depreciación de su moneda, probablemente, importante. El
interrogante es lo que sigue luego. Por ejemplo: si la depreciación se
acompañara de una combinación en lo monetario y fiscal de mucha laxitud, los
riesgos de inflación podrían ser muy pronunciados y la misma actividad
económica también se expondría a sufrir marcadamente. O sea: ¡hay que tener
sumo cuidado con el mix de políticas aplicable! En su defecto, la presunta
“liberación de ataduras” haría recordar un salvavidas de plomo. Ahora bien, si
Grecia elige seguir en la eurozona, la ayuda que pueda recibir es, en
principio, a cambio de la ratificación en lo esencial del pesado esquema de
ajuste. Así lo recordó recientemente la titular del FMI.
La
comentada recién, es la secesión “por abajo”. Se habla, asimismo, de la
secesión “por arriba”. Aquí, sería Alemania quien debería abandonar la
eurozona, llevándose consigo su “puritanismo”, su productividad y
competitividad, su política de demanda interna sujetada, y, en fin, sus
“códigos” exportables –a modo de disciplina impuesta– a los demás países de la Unión Europea ,
arrancando por los del sur. Seguramente, con esa nación volcada sobre sí misma,
el marco alemán renacido enfrentaría una seria apreciación, por de pronto, en
gran parte del concierto europeo. A la postre, siguiendo la hilación, se
tornaría así más factible ir corrigiendo los desequilibrios entre nacionales
del continente.
En
fin: el panorama europeo, en cuanto a las fórmulas de superación de la crisis,
persisten en su esencial complejidad. Hay alternativas para todos los gustos,
pero, hoy por hoy, juegan a modo de un caleidoscopio. Y ninguna pinta
enteramente “redonda”. Una opción, donde Alemania queda sola, regodeándose en
su austeridad y en su competitividad –aun enfrentando una apreciación del
marco– para perseverar, y por el otro lado opera un “resto” que interpretara,
eventualmente, que dispone de un “viaje gratis”, difícilmente goce de una
entera convicción.