Steve Coll habla del poder de tipo estatal y de la influencia del gigante petrolero Exxon Mobil
Amy Goodman
Democracy Now
JUAN GONZÁLEZ: Analizamos ahora una de las empresas más grandes y poderosas del país, ExxonMobil. En la hora que dura este programa, ExxonMobil obtendrá ganancias por casi cinco millones de dólares. La semana pasada, la empresa informó que obtuvo ganancias por nueve mil millones y medio de dólares en el primer trimestre de este año, es decir, unos $ 104 millones de dólares diarios.
A principios de esta semana, ExxonMobil firmó un contrato con la petrolera Iraqi Drilling Company (IDC) en Basara, para la explotación de veinte pozos petroleros en uno de los terrenos con reservas petrolíferas recuperables más grandes del mundo y que aún no se explotaron. Se prevé que Irak se convierta en el mayor proveedor mundial de nuevos recursos petrolíferos en los próximos años, luego de firmar contratos con las grandes empresas petroleras para realizar proyectos de gran envergadura.
Escuchamos al vicepresidente de ExxonMobil, Jon Penn:
JON PENN: El contrato que firmamos con IDC es por veinte pozos ubicados al oeste de Qurna-1, por un valor de $ 124 millones de dólares. Hoy dimos un paso importante con IDC que constituye un momento histórico para la continuidad de nuestra sociedad con la empresa South Oil Company (SOC), al igual que con nuestros socios.
AMY GOODMAN: Nos acompaña en este momento Steve Coll, periodista ganador del premio Pulitzer, que nos muestra la empresa Exxon en su nuevo y exhaustivo libro “Private Empire: ExxonMobil and American Power” (Imperio privado. Exxon Mobil y el poder estadounidense). Steve Coll preside la organización New America Foundation y es redactor de la revista The New Yorker. Anteriormente fue jefe de redacción en el periódico Washington Post y también fue reportero, corresponsal en el extranjero y editor en ese mismo diario. Ganó el premio Pulitzer por segunda vez con su libro “Ghost Wars: The Secret History of the C.I.A. Afghanistan, and Bin Laden, from the Soviet Invasion to September 10, 2001” (Las guerras fantasmas: historia secreta de la CIA, Afganistán y Bin Laden, desde la invasión soviética hasta el 10 de septiembre de 2011). También es autor del libro “The Bin Ladens: An Arabian Family in the American Century” (Los Bin Laden, una familia árabe en el siglo estadounidense).
Steve Coll, bienvenido a Democracy Now! Comencemos por el título de su nuevo libro, “Private Empire: ExxonMobil and American Power” (Imperio privado. Exxon Mobil y el poder estadounidense). ¿Puede explicarnos qué significa?
STEVE COLL: En los más de cuatro años que llevo trabajando en el caso, llegué a la conclusión de que realmente ExxonMobil se ve a sí misma como una entidad soberana e independiente en el mundo, casi equivalente a un Estado. Esto tiene sentido, sobre todo al ver que sus ingresos alcanzan un volumen de casi $500 mil millones de dólares al año, una cantidad que supera el tamaño de las economías de muchos países del mundo. Es casi igual al tamaño de la economía de Noruega.
La parte privada es que realmente se trata de una de las empresas más grandes y cerradas con sede en Estados Unidos. Trabajan en un sistema cerrado y evitan cualquier tipo de control. De hecho, trabajando en este proyecto —que fue duro— me llamó la atención cómo, siendo yo un periodista con bastante experiencia, habiendo dedicado tanto tiempo a investigar los gobiernos y tratar de entender el modo en que ejercen el poder, me di cuenta de que en nuestro mismo entorno, operan instituciones muy grandes e importantes a las que casi nunca se analiza en profundidad de la manera en que los periodistas intentamos hacerlo.
JUAN GONZÁLEZ: Steve Coll, usted dedicó especialmente mucho tiempo a analizar las políticas de ExxonMobil en relación al cambio climático, a través de dos directores ejecutivos. ¿Podría comentarnos algo sobre eso y cómo esas políticas fueron cambiando en la empresa?
STEVE COLL: En 1997 se firmó el Protocolo de Kyoto que contemplaba una normativa global que pusiera precio a los combustibles a base de carbono, con el fin de crear incentivos económicos destinados al reemplazo gradual del carbón y el petróleo por energías más sustentables que redujeran el riesgo de calentamiento global. Ahora bien, el Protocolo de Kyoto no cayó bien en Estados Unidos por varias razones: en parte porque los requisitos para los países en vías de desarrollo no eran los mismos que para los países industrializados. Pero, a mi juicio, ExxonMobil abordó el desafío de Kyoto de una manera innovadora. Financiaron —a veces de forma encubierta— grupos del libre mercado y empresas de comunicaciones para cuestionar la base científica del calentamiento global en sí, no la negociación política o económica de Kyoto, sino los principios científicos. Lo hicieron para poner en duda la verdadera existencia del calentamiento global y —si existía— para confirmar si representaba un grave riesgo. Contaminaron la atmósfera pública en Washington con esta campaña de financiación. Hicieron algo bastante inesperado, incluso para muchas multinacionales que se oponían a Kyoto, al desarrollar este enfoque anticientífico.
Ahora bien, hubo otros grupos que contra atacaron. Greenpeace, investigadores y científicos ambientalistas y, con el tiempo, investigadores del Congreso —entre los años 1997 y 2005— sacaron a la luz gran parte de la actividad de ExxonMobil, poniéndolos en una situación incómoda al compararlos con la industria del tabaco, que en su momento también había hecho un esfuerzo por debilitar las pruebas científicas que demostraban los peligros del hábito de fumar. En 2005 el director ejecutivo que había supervisado esta campaña y era abiertamente escéptico acerca del calentamiento global, un tipo llamado Lee Raymond, se jubiló. Su sucesor, me imagino que debió pensar: "Tenemos que ocuparnos de un problema; somos una empresa muy grande con muchísimos empleados y accionistas. En verdad no podemos tener una posición tan distinta del resto". Así que poco a poco empezaron a cambiar. Al principio decían: "No nos equivocamos, sino que nos mal interpretaron". Luego intentaron crear una campaña de comunicación en torno a esa idea. Pero hace poco, en 2009, anunciaron su apoyo al cobro de un impuesto al carbono, lo cual al menos constituye la primera vez que la mayor empresa petrolera reconoce que los riesgos del calentamiento global son tan importantes que es necesario cobrar un impuesto a los combustibles a base de carbono para incentivar un cambio.
AMY GOODMAN: A finales de marzo, el Senado no aprobó una medida destinada a poner fin a los miles de millones de dólares en desgravaciones para grandes empresas petroleras. La medida fue desestimada por 51 votos contra 47, cerca de los 60 votos que hacen falta para superar el bloqueo de los senadores republicanos. El presidente Obama instó a los legisladores a elegir entre las empresas petroleras y el pueblo estadounidense.
PRESIDENTE BARACK OBAMA: Hoy los miembros del Congreso están ante una simple disyuntiva: pueden tomar partido por las grandes empresas petroleras o por el pueblo estadounidense. No es que estas grandes empresas no puedan valerse por sí solas. El año pasado, las tres empresas petroleras más grandes de Estados Unidos obtuvieron más de ochenta mil millones de dólares en concepto de ganancias. Exxon se quedó con casi 4,7 millones de dólares por hora. Y cuando el precio del petróleo sube, también sube el precio en las estaciones de servicio y, por lo tanto, suben las ganancias de estas grandes empresas.
AMY GOODMAN: Escuchábamos las declaraciones del presidente Obama. Steve Coll, ¿qué relación hay entre ExxonMobil y tanto el Partido Demócrata como el Partido Republicano? y ¿hasta qué punto [esta empresa] participa de la política estadounidense y las elecciones en la actualidad?
STEVE COLL: Participa mucho en la política estadounidense. Tiene una oficina en Washington que aproximadamente entre 1998 y 2011 gastó $ 169 millones de dólares en grupos de presión. Esa fue la tercera mayor operación entre las grandes empresas con sede en Estados Unidos en ese periodo. También tuvieron algunos años de actividad muy intensa en el Congreso y la Casa Blanca para presionar por sus intereses. Además operan un comité de acción política que hace donaciones a los candidatos a cubrir cargos públicos.
Algo que resultó interesante al examinar los archivos del comité de acción política fue que ExxonMobil —la única gran empresa estadounidense que usa la estrategia del comité de acción política— le da casi todo el dinero a los republicanos. El 90% de los aportes en el ciclo 2010 fue para candidatos republicanos. Y en 2012, el ciclo actual, el reparto ha sido aún más extremo. Me resultó curioso el hecho de que muchas empresas —que uno daría por sentado que son partidarias del Partido Republicano o están alineadas a ese partido, como Wal-Mart o Dow Chemical— dividan el dinero de forma bastante uniforme entre los dos partidos. ExxonMobil afirma que eso se debe a un cálculo científico de dónde están sus intereses en Washington, pero resulta sorprendente en una democracia que una organización tan grande e importante apueste todo a un solo partido.
Creo que el ejemplo que usted dio sobre los subsidios al petróleo es una buena muestra de la forma en que ExxonMobil se mueve en Washington. Son antipáticos. No tienen tantos amigos como para aprobar la ley que ellos quieren, pero son muy buenos bloqueando propuestas. Por lo tanto, la votación 51 a 47 de la que usted hablaba es el tipo de resultados que suelen conseguir.
JUAN GONZÁLEZ: Steve Coll, para volver al tema del cambio climático, obviamente ExxonMobil es una compañía que basa buena parte de su trabajo en la exploración científica que hacen sus geólogos. Usted destacó que algunos geólogos ven el cambio climático como una oportunidad para la empresa. ¿Podría hablarnos sobre eso?
STEVE COLL: Se están abriendo reservas de petróleo que antes estaban cerradas por capas de hielo; esta es básicamente una forma de mirarlo. Esto fue justo hace un par de años; ExxonMobil estuvo yendo a Rusia y el año pasado firmó un acuerdo de gran alcance con una de las mayores empresas petroleras de Rusia, Rosneft, para explorar y explotar reservas de petróleo en el Ártico, en la zona que está después del Círculo Polar Ártico. Ahora, ese petróleo era inaccesible hace 15 ó 20 años, pero el motivo por el cual el petróleo es accesible –cosa que va a ser difícil porque incluso con el calentamiento global, aún hace frío en esa zona- es que el hielo marino ha estado retrocediendo muy rápido en los últimos 10 años, en particular en los meses de verano. Así que este es el ejemplo más transparente y explícito de esto. El libro también describe, como usted señalaba, que a los geólogos de los departamentos de exploración básicamente se les pedía en cierta etapa que buscaran todas las maneras en que el calentamiento del planeta permitiera hacer descubrimientos y perforaciones de petróleo y gas.
AMY GOODMAN: Steve Coll, vayamos a algunos de los ejemplos. En 2001, once habitantes de un pueblo de Indonesia presentaron una demanda en EE.UU. contra ExxonMobil por supuesta violación de los derechos humanos. Los habitantes del pueblo sostienen que ellos y sus familiares fueron víctimas de torturas, asesinatos y violaciones llevadas a cabo por una fuerte unidad militar indonesia formada por unos 3.000 hombres contratados por Exxon para proteger un gasoducto y una planta de licuefacción en Aceh, al norte del país. Uno de los sobrevivientes le contó lo ocurrido a la cadena Al Jazeera. Escuchamos un fragmento.
ALDEANO INDONESIO: [traducido] Iba en bicicleta por la carretera cuando un grupo de soldados en motocicletas me hicieron parar. Eso fue en agosto de 1999. Muchos de ellos eran miembros de las fuerzas de seguridad de Exxon. Hubo muchos disparos y me caí de la bicicleta. Pensaron que yo era uno de los combatientes rebeldes, pero no lo era. Me vendaron los ojos, me ataron las manos en la espalda, me metieron en un camión militar y me llevaron a Ramcung.
AMY GOODMAN: Escuchábamos un fragmento del testimonio de uno de los sobrevivientes. Nunca olvidaré, Steve, la doble página de la revista Businessweek, cuando la empresa todavía era Mobil, en la que se veía a un hombre con un cráneo en la mano, en Aceh, y el titular decía “Lo que Mobil sabía”, en referencia a la venta o cesión de equipamiento de excavaciones por parte de Mobil al gobierno de Indonesia para que abriera fosas comunes donde poner los cuerpos. ¿Qué puede decirnos de Aceh? Tenemos un minuto.
STEVE COLL: Si, empecé a investigar este caso por todas estas razones de peso, viajé a Aceh y entrevisté a las víctimas. Entre la información nueva que pude presentar estaban los pedidos de la Ley de Libertad de Información que sacaban a la luz telegramas del Departamento de Estado donde se veían las relaciones entre ExxonMobil y el gobierno de EE.UU., el gobierno de Bush, a medida que la amenaza de una demanda se hacía más grave. Y en segundo lugar, esta demanda a la que se refiere está aún en marcha; los abogados descubrieron una gran cantidad de material que poco a poco se está dando a conocer, así que pude presentar mensajes de correo electrónico y documentos desde dentro de ExxonMobil que mostraban cómo, en efecto, se había desarrollado esta guerra.
AMY GOODMAN: Steve Coll es presidente de la organización New America Foundation y redactor de la revista The New Yorker. Su nuevo libro se llama “Private Empire: ExxonMobil and American Power¬” (Imperio privado. Exxon Mobil y el poder estadounidense). Continuaremos con la segunda parte después del programa. Emitiremos esta entrevista el lunes, así que sintonice nuestra radio. Estamos con Steve Coll, ganador del Premio Pulitzer dos veces.
Traducido por Carey Beemer, Ter García y Javier Trino; editado por Gabriela Díaz Cortez.