La oligarquía se prepara para las legislativas del año que viene
Julio Fernández Baraibar
En los seis primeros meses del 2012, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner ha sufrido una virulenta ofensiva política de las fuerzas sociales y económicas que se sintieron profundamente amenazadas por el resultado electoral del mes de octubre del año pasado.
Una mayoría del 54,11 % en primera vuelta y una diferencia de 38 puntos con el segundo candidato más votado representa, en efecto, una legitimidad y un apoyo popular capaz de poner en riesgo la hegemonía política y económica de las tradicionales minorías privilegiadas en la Argentina, esos sectores a los que la tradición política nacional y popular ha bautizado para siempre como “la oligarquía”. Y pasadas las celebraciones del Nuevo Año, esa oligarquía, a través de sus medios de comunicación, comenzó un pertinaz ataque a la presidenta, a través de atacar a cada uno de los hombres en los que Cristina se ha apoyado.
A las ya reiterativas críticas y ataques al Secretario de Comercio, Guillermo Moreno, se sumó una andanada mediático-judicial contra el vicepresidente Amado Boudou, basada en las vagas y confusas acusaciones de una mujer despechada. No ha pasado día sin que los diarios monopólicos y sus medios asociados, no publiquen todo tipo de acusaciones calumniosas contra el vicepresidente, quien, es preciso recordar, fue quien llevó adelante la nacionalización de las AFJP, devolviendo al Estado argentino el manejo de la principal fuente de ahorro nacional y terminando con un negocio en el que el propio monopolio mediático estaba envuelto.
En dos oportunidades, la última recientemente, las cuevas financieras de esa oposición minoritaria e irresponsable lanzaron una absurda especulación sobre el dólar, llevándolo a precios inicuos para inducir una devaluación, generar zozobras en una población muy sensible, por las experiencias pasadas, a la evolución de esta moneda y favorecer la inflación. La solidez macroeconómica de la Argentina desbarató la maniobra. Pero el intentó le permitió a esta oposición salvaje, escasamente representada por los partidos opositores, un conato de cacerolazo aristocrático y escuálido a lo largo de la avenida Santa Fe, en la ciudad de Buenos Aires. Ni Caballito se sumó al bochinche oligárquico.
Callao y Santa Fe, el epicentro del cacerolazo gorila. Se observan los rostros macilentos por el hambre y la misertia |
La necesaria reforma impositiva en la provincia de Buenos Aires permitió también que la Mesa de Enlace -desmantelada durante los últimos meses- se pintase nuevamente la cara. Para nuestra clase terrateniente el impuesto es como la sal sobre una babosa, algo que atenta contra su misma existencia. Incapaces de una sola mejora en sus tierras y responsables de una irresponsable y empobrecedora explotación del recurso, el precio de sus propiedades aumentó geométricamente desde 2003, merced a las políticas gubernamentales. Convencidos que su holgazanería constituye un monumento al trabajo nacional, estos grupos minoritarios, ausentistas, residentes en su gran mayoría en la Capital Federal y su zona norte, y grandes acumuladores de dólares que por todos los medios intentan sacar del país, son el núcleo duro de la oposición al gobierno. Su odio, entrevisto en algunos reportajes televisivos o en algunas notas de La Nación, solo puede ser comparado al que manifestaron contra Perón y el peronismo en el siglo pasado, que terminó en los criminales golpes de Estado de 1955 y 1976.
Este lock out con el que pretenden seguir evadiendo sus impuestos ha carecido de los apoyos que tuvo el del 2008. Es que, justamente, el 54,11 % de los votos hace tan solo ocho meses es, todavía, una base política muy sólida. Y ese sustento popular ha sido fortalecido por el gobierno de Cristina con algunas medidas que han sido decisivas. La renacionalización de YPF ha sido entendida por el conjunto del país real y profundo como una ratificación del rumbo que se decidió tomar en 2003 y como una prueba de la contundencia del gobierno para enfrentar las grandes encrucijadas. Hoy no acompañan a los holgazanes agrarios los distintos sectores medios que en el 2008 se sintieron seducidos por sus camperas de gamuza y sus 4x4.
Todos estos ataques tienen una sola finalidad. Incapacitados como están los partidos opositores para unificar su enfrentamiento con el gobierno, el núcleo duro oligárquico y la corporación mediática intentan debilitar a Cristina y a los posibles candidatos del gobierno para las elecciones legislativas del año que viene. La presidenta debe evitar el cimbronazo del 2009 y, por el contrario, debe buscar un resonante triunfo que le permita una mayoría parlamentaria capaz de aprobar una convocatoria a una constituyente que reforme la carta magna. Y la cláusula de la reelección no es el tema excluyente, ni siquiera el principal. Lo sustancial para la consolidación del proyecto de país que se viene desarrollando desde 2003 es la derogación de los peores y más concesivos artículos de la constitución aprobada en 1994 con el contubernio de Alfonsín y Menem. Su sanción correspondió a la cristalización del proyecto neoliberal, del encuadramiento al Consenso de Washington, del desguace del Estado Nacional, del desmantelamiento de la soberanía nacional sobre nuestros recursos naturales, a la vez que creó la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en la que el gobierno nacional ha vuelto a ser huésped de un poder enemigo.
Revisar estos cimientos constitucionales a la luz de la nueva Argentina que emergió de los incendios de diciembre de 2001 es una de las tareas que permitirán evitar o dificultar los retrocesos, consolidar lo alcanzado y profundizar sus alcances.
Los enemigos de esta Argentina le temen al 2013 y toda su actividad apunta a aquella fecha. Cristina sabe y demuestra que gobernando con mano firme garantiza la continuidad de su proyecto nacional y popular.
Buenos Aires, 1° de junio de 2012