El Acuerdo de “Achnacarry”. Nacimiento del cartel petrolero

Por Rafael Quiroz*
Parte I

En agosto de 1928, en la costa oeste de las tierras altas de Escocia, en Invernesshire, y a unos 20 kilómetros de Glasgow, y sobre el lomo de una de una bella colina escocesa, se encuentra un vetuste castillo construido desde la decimonónica era victoriana llamado Achnacarry Castle. Allí se efectuó uno de los acontecimientos más interesantes de la historia del petróleo, y que marcaría pauta en los años porvenir en el mercado de los hidrocarburos. 

Se trata del famoso “Acuerdo de Achnacarry”, en donde se dieron cita los principales magnates de las mayores compañías petroleras de esa época, para establecer una política de satisfacción del consumo de una zona con la producción de la misma; disminuir la producción donde hubiese excedente y controlar la producción futura para, de esta manera, controlar exportaciones y los precios del petróleo; y así controlar toda la industria petrolera, desde la exploración, pasando por la producción, refinación y transporte, y terminando en la comercialización.

Terminada la Primera Guerra Mundial, las compañías petroleras americanas de Rockefeller y las inglesas forcejeaban para apoderarse del control del negocio del petróleo mundial. El problema era, tal como hoy, la superproducción petrolera y el exceso de capacidad de producción, frente a una disminución de la demanda que ya era el tinglar de las primeras señales de  la caída de los mercados de valores en 1929 y del comienzo de la Gran Depresión. Es de destacar, que el petróleo de Venezuela, Estados Unidos, Rumania y la Unión Soviética ya estaba inundando el mercado mundial, debilitando los precios y planteando el peligro de, lo que alguien llamó, “una ruinosa competencia”. Para aquel entonces Venezuela era el segundo país productor y el tercer exportador de petróleo del mundo, pues fue en la década de los años 20 cuando comenzó realmente, en  nuestro país, “la era del petróleo”. 

Vale subrayar, que fue el petróleo ruso el que más culpa tuvo para animar a los grandes petroleros -de entonces- a que se reunieran en el viejo castillo de Achnacarry,    situado en las riveras del río Arkaig; pues la virulenta guerra de precios que algunas petroleras habían desatado contra la Standard Oil of New York en venganza por sus compras de petróleo ruso se había extendido a todos los mercados mundiales. La confrontación, tal como sucede hoy entre los miembros de la Opep y productores independientes, se les había escapado de las manos y se había convertido en una dura lucha mundial, los precios estaban caídos y amenazaban con seguir cayendo, y ninguna de las compañías petroleras se podía sentir segura en ningún mercado ni tampoco quería hacer sacrificios en términos de producción. 

Sin embargo, en aquel encuentro petrolero de Achnacarry, más que tratando de buscar una tregua en las guerras del petróleo, estaban intentando de llegar a un acuerdo formal para Europa y Asia; un acuerdo que trajera consigo orden, dividiera los mercados por regiones, estabilizara el sector y defendiera la rentabilidad. Era, a diferencia de hoy en la Opep, la particular búsqueda del consenso a fin de solucionar los indeseables desajustes de la industria. En poco tiempo se dieron cuenta de lo poco conveniente que era luchar entre sí y optaron por facilitarse las cosas, y nada mejor que formar un cártel petrolero en beneficio mutuo; un cártel corporativo cuasi global cuyos límites abarcaran las mayores reservas de petróleo conocidas del mundo. Pasada ya la época de la conquista, era el concordato el objetivo principal de los petroleros reunidos en Achnacarry.

Así nacieron las siete principales compañías integrantes del cártel, conocidas como “Las Siete Hermanas”; ”Las Siete Grandes” o “Las Siete Mayores”, que controlarían absolutamente todo el mercado petrolero en los próximos cincuenta años. Estas compañías eran la Esso (Standard Oil de New Jersey y posteriormente Exxon), Mobil (Standard de New York), Gulf Oil, Texaco, Chevron (Standard de California -Socal-), y las dos compañías inglesas Royal Dutch Shell y la Anglo Iranian Oil Co. (o, Anglo-Persian), que más tarde sería la British Petroleum (BP). Este conjunto de empresas trataba de mitigar la perniciosa competencia causante de la sobreproducción y excesiva explotación de los yacimientos, tal como hoy, derivando en nefastas condiciones de precios, heredada desde los tiempos del monopolio Rockefeller. Básicamente, los compromisos consistían en dejar la industria como estaba, “as is” (“Cómo Estamos”), buscando como objetivo principal costos decrecientes, rendimientos crecientes a escala, y eliminando excesos de oferta y demanda a través de mecanismos compensatorios.



Estas siete corporaciones gigantes constituyeron un raro abanico de empresas petroleras que tuvieron en sus manos toda la comercialización del petróleo mundial; convirtiéndose así en una de las mayores sociedades anónimas del mundo occidental. 

Los propósitos planteados hace 87 años en Achnacarry, son los mismos que la Opep ha abrazado desde su creación en 1960; solo que ahora tales propósitos, y la OPEP misma, son satanizados por aquellos países y gobiernos que se dieron cita en aquella colina escocesa situada a orillas del río Arkaig, y a donde hoy los productores de crudos tienen que volver la mirada cuando se quiera recuperar precios. Allí encontrarán al viejo Achnacarry Castle, construido al más puro estilo señorial escocés, que servirá como ejemplo para defender los intereses de los países que aun no hemos logrado la tan anhelada emancipación del rentismo petrolero.  

Fuente: notiminuto.com

****
Parte II

Con el Acuerdo de Achnacarry, descrito en el artículo anterior, se va a conformar el oligopolio más fuerte y sólido que jamás haya existido en el mundo de los hidrocarburos. Así nacieron las siete principales compañías integrantes del cártel, conocidas como “Las Siete Hermanas”, ”Las Siete Grandes” o “Las Siete Mayores”, que controlarían absolutamente todo el mercado petrolero en los próximos cincuenta años. Estas compañías eran la Esso (Standard Oil de New Jersey y posteriormente Exxon), Mobil (Standard de New York), Gulf Oil, Texaco, Chevron (Standard de California -Socal-), y las dos compañías inglesas Royal Dutch Shell y la Anglo Iranian Oil Co. (o, Anglo-Persian), que más tarde sería la British Petroleum (BP). Este conjunto de empresas trataba de mitigar la perniciosa competencia causante de la sobreproducción y excesiva explotación de los yacimientos, tal como hoy, derivando en nefastas condiciones de precios, heredada desde los tiempos del monopolio Rockefeller. Básicamente, los compromisos consistían en dejar la industria como estaba, “as is” (“Como Estamos”), buscando como objetivo principal costos decrecientes, rendimientos crecientes a escala, y eliminando excesos de oferta y demanda a través de mecanismos compensatorios.

 Estas siete corporaciones gigantes constituyeron un raro abanico de empresas petroleras que tuvieron en sus manos toda la comercialización del petróleo mundial; convirtiéndose así en una de las mayores sociedades anónimas del mundo occidental. Gracias al petróleo, con su inmensa expansión geográfica e importancia geopolítica, estas empresas lograron tener un poder determinante al recibir el control de concesiones por las que las naciones subarrendaban una gran parte de su soberanía, y su peso, en muchos casos, desbordaron en decisiones y adopción de políticas públicas a las mismas naciones occidentales.

Fue así, como estas transnacionales no se conformaron únicamente con el negocio petrolero, y se llevaron todo el petróleo que necesitó su ritmo de desarrollo, y a los precios viles que ellos mismos establecían; sino que también se inmiscuyeron en decisiones gubernamentales, sobornaron Jefes de gobierno y altos funcionarios públicos, motivaron y auspiciaron procesos de desestabilización política, fomentaron espionajes, se hicieron cómplices complacientes de dictaduras, alentaron invasiones y propiciaron golpes de Estado. Alentada por largos años de dominio sobre los países productores, la historia de las transnacionales petroleras -en buena parte- es una letanía de atropellos, vejámenes, trampas, manipulaciones, golpes de estado y violaciones a los derechos humanos.

Los propósitos planteados hace 88 años en Achnacarry, son los mismos que la OPEP ha abrazado desde su creación en 1960; solo que ahora tales propósitos, y la OPEP misma, son satanizados por aquellos países y gobiernos que se dieron cita en aquella colina escocesa situada a orillas del río Arkaig, y a donde hoy los productores de crudos tienen que volver la mirada cuando se quiera recuperar precios, como es el caso de estos momentos. Allí encontrarán al viejo Achnacarry Castle, construido al más puro estilo señorial escocés, que servirá como ejemplo para defender los intereses de los países que aun no hemos logrado la tan anhelada emancipación del rentismo petrolero.
        
*Economista Petrolero
Jefe de la Cátedra de Econ. y Polit. Petrolera
EEI/FaCES/UCV @rafaelquiroz1

Fuente: notiminuto.com