José María "Pepe" Rosa; el hombre que nos enseño a repensar la historia
Por Daniel Brión*
publicado el 20 de agosto de 2012
publicado el 20 de agosto de 2012
José María Rosa, “Pepe”, nació en Buenos Aires el 20 de agosto de 1906 Hijo de Lucila Cano y José María Rosa.
Fue la suya una familia tradicional, de inmigrantes, Vicente Rosa, llegado al país en 1829 era hijo de un relojero Veneciano que había naufragado allá por 1795 cerca de Barcelona, donde se casó con Ventura Carim, de lejana ascendencia mora.
Su abuelo, José María Rosa (padre), se desempeñó dos veces como Ministro de Hacienda de los presidentes Julio A. Roca (1898-1904) y Roque Sáenz Peña (1910-1914) y su padre, José María Rosa (hijo), se desempeñó como interventor federal de Mendoza..
En 1931 Pepe Rosa contrae matrimonio con Delfina Bunge, con quien tuvieron tres hijos y una hija: José María, Eduardo Manuel, Juan Ignacio y Lucila.
En 1954 contrae matrimonio con Ana María Rocca, con quien tuvieron un hijo llamado Vicente, que nació en Madrid y regresó a la Argentina luego del exilio de su padre.
Cuenta Eduardo, su hijo: “El nombre PEPE tiene su historia: 1807. En la esquina de Perú y Alsina, hay un feroz combate. Un cuerpo de Miñones, al mando de un marino de río llamado José Pons, al que le decían “Pepe el Mahonés”, peleaba en ese sitio y consigue sacarle un cañón a los ingleses. Como o no supieron manejarlo o no tuvieron balas lo clavan y lo esconden. Finalizado el combate los Miñones van a buscar su cañón ¡Y no estaba! Se lo habían llevado los Patricios. Hubo un juicio y finalmente lo recuperaron, pero al poco tiempo se produce la revolución de mayo y ¿Quién era el Jefe? ¡Nada menos que el odiado jefe de los Patricios!
Pepe, que tenía pequeños barcos con los que hacía el traslado de mercaderías de Colonia a Buenos Aires, arma dos de sus barcos con un cañón cada uno y a uno de ellos, una chalupa que se que se impulsaba a remo lo bautiza “La Podrida” y se va a Montevideo a ponerse a las órdenes de Elío y en contra de la junta de Buenos Aires.
Mientras espera entrar en acción, Pepe saca patente de corso y según consta en el puerto de Montevideo captura algunos buques “de Buenos Aires” (de algo había que vivir…)
Se produce la batalla naval de Montevideo y en ella el único barco patriota hundido es el San Luis, que lo hunde “la movediza Podrida”, según se describe en los anales de la historia naval Argentina. Unos años después, llega a la casa de comercio de José Pons, un joven españolito llamado Vicente Rosa, bis abuelo de mi padre, que se casa con la hija de Pepe el Mahonés. Por eso siempre decimos que armar la podrida es cosas de familia.... El segundo hijo de Vicente, se llamará José por su suegro y le dirán Pepe. Ese será el abuelo de mi padre.
Mi padre siempre contaba que la historia se vivía en su casa como chismes de vecinos.
Solía ir los domingos a la casa de su abuelo, que se reunía con señores que hablaban con familiaridad de gente con nombres de calles y se sentía fascinado con esos viejos que dominaban un arte hoy casi olvidado: “El arte de conversar”.
La familia descendía más bien de unitarios, una de sus abuelas era hija del General Pacheco y recordaba de las viejas de la familia haber oído el relato de la batalla de Rodeo del Medio “Entre el Tío Goyo y el Tío Ángel” (Entre Lamadrid y Pacheco).
Cuatro años tenía Pepe Rosa cuando el centenario. En sus primeros recuerdos está una noche de mayo de 1910 en que su madre lo llevó a la azotea para que viera el cometa Halley. Siempre contaba que su madre rezaba en silencio ¿Por qué rezas, mamá? – Rezo para que Dios te dé vida suficiente y puedas ver al cometa otra vez. En el año 86 apunté –continúa relatando Eduardo- mi telescopio al cometa, invisible a simple vista, se veía una pequeña bola naranja que se desplazaba lentamente entre las estrellas del fondo. Lo hice ver a mi padre y este se quedó callado.... estaba enojado. ¿Qué te pasa? ¡Me pasa que esperé 76 años para volver a ver al comenta y el cometa no me quiso ver a mi!”
Ya desde pequeño, José María Rosa era un gran observador y lector, hay una anécdota de aquellos años que lo pinta de cuerpo entero, como pensador y como sostenedor de sus propias teorías más allá de los costos que eso le implicara. El siempre quería saber el origen y finalidad de las cosas. A los 11 años leyó “El origen de las Espacies” -de Darwin- , eso le costó un disgusto con su profesor de religión, quién decía a sus alumnos que Darwin había sido rebatido por Cuvier[1], demostrándose así la tesis bíblica de la creación divina. Pepe Rosa, respetuosamente se calló, buscó datos en la nutrida biblioteca de su casa y al día siguiente le dijo a su profesor: “Cuvier es del siglo XVIII y ya había muerto cuando Darwin publicó su libro, de manera que mal pudo haberlo rebatido”… resultado: una mala nota, la primera - según él – y una reprimenda por pensar. Luego vendrían muchas más por el mismo motivo, siempre por pensar y exponer sus pensamientos, más allá de cualquier especulación.
A los 20 años se recibe de Abogado.
Comienza en Santa Fe su verdadera vocación, la de Profesor, ejerciendo en la Universidad del Litoral y (ad-honorem) en La Plata.
Una vez por semana viajaba en la dura segunda clase de los trenes desde Santa Fe a La Plata y en una ocasión que alguien le dijo que hacer eso era una locura, el le replicó: “¿Acaso los pescadores no hacen sacrificios mayores por su pasión? Bueno, mi alegría es dar clase y tal vez me cueste menos plata que la que gastan los pescadores.”
En esos viajes de tren, solía encontrase con Alfredo Palacios en la Estación Constitución que también viajaba a La Plata, ya que tenía clases más temprano que Pepe Rosa, pero no era excesivamente puntual, tanto que Pepe a veces lo cubría dando la clase de Palacios, quien lo estimaba mucho y, sabiendo que se había presentado para la titularidad de su cátedra, le dijo que lo iba a apoyar, ya que lo consideraba mejor que otros aspirantes pero que debía prometerle doctorarse, ya que mi padre -por su traslado a Santa Fé- no lo había hecho. Cumpliendo con su promesa se doctoró con la tesis de “Origen místico del estado”.
En Junio de 1938, junto a un grupo de entusiastas fundan el Instituto de Estudios Federalistas[2].
Solía decir que “aunque algunos pensaban que éramos un peligro; la prensa unánimemente calló nuestros boletines, manifiestos y conferencias”. Empezó la "conspiración del silencio", fase primera de la lucha contra la verdad histórica, más tarde vendrán la tergiversación, la calumnia, la cesantía de profesores revisionistas, y hasta la cárcel.
Ocurrió después de una conferencia de Rosa, donde los concurrentes apenas pasaban de una docena.
-"No. A esta gente, no - dijo don Alfredo Bello presidente del Instituto e iniciador del grupo - eso mismo que usted ha dicho sobre Rosas repítalo en un asado popular que le voy a organizar en Coronda".
-¿Qué saben de historia argentina quienes asistirán al asado?".
-Nada, ni siquiera les ha quedado lo que se les enseñó en la escuela. Pero son criollos y tienen corazón".
Organizaron el asado, y fue un estruendoso éxito, la policía debió intervenir porque los concurrentes salieron “a matar salvajes unitarios”, y tirarle piedras a los bustos de Sarmiento.
Tiempo más tarde La llamada "Revolución Libertadora" lo deja cesante y lo encarcela en ocasión de la detención de su amigo John W. Cooke, a quién había dado refugio en su casa. Aunque parezca demencial, la acusación que le imputan es de corromper a la juventud con su "rosismo". Luego de tenerlo una semana incomunicado, una noche lo llevan ante un extraño tribunal que lo interrogó sobre el gobierno de Rosas.
-¡Pero esto es una locura! – le dice a su interrogador que se presentaba como “El Capitán Ghandi”[3]
- Si usted quería saber mi opinión sobre Historia Argentina me hubiese invitado a su barco y no necesitaba traerme a punta de ametralladora; o al menos hubiese comprado mis libros así yo ganaba algo -dijo consternado Rosa.
-¡Usted es un mercader de la Historia!, -acusa el interrogador.
-¿Y usted de que vive? Porque supongo que será mercader de algo.
Continúa el demencial interrogatorio hasta que se toca el teme de los bloqueos anglo/franceses.
-El Capitán Ghandi no debe ignorar que un bloqueo es un acto de guerra, que hubo combates en Martín García, en Obligado....
-Pero no bombardearon Buenos Aires – minimizó Ghandi
Rosa – polemista de alma – no se pudo contener.
-Es cierto, Buenos Aires nunca fue bombardeada por marinos... extranjeros.
Eso le costó meses de cárcel.
La copia de este diálogo lo sacó la familia dentro de un termo y fue publicado tiempo más tarde, luego de varios meses de prisión sale para militar, ahora más activa y decididamente, enrolándose en el fallido y trágico intento del General Valle el 9 de junio de 1956.
La asustada reacción del gobierno "gorila" de entonces lo buscó para fusilarlo pero consigue pasar a Montevideo, de allí viaja a España donde permanece hasta 1958, ejerciendo el periodismo y dando conferencias en distintos ámbitos.
Desarrolla, entonces, su actividad en el Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, entidad de la que fue presidente en varias oportunidades, pasa a ser muy conocido en el Paraguay, donde es invitado permanentemente a dar conferencias o asistir a eventos relacionados con el prócer máximo paraguayo. Mientras tanto participa activamente en lo que se llamó la Resistencia Peronista convirtiéndose en uno de sus referentes más respetados y queridos.
Es en ese período que el movimiento Peronista, antes indiferente toma con entusiasmo las banderas revisionistas y las hace suyas. Rosa integraría la comitiva de notables que van a buscar a Perón en el famoso vuelo chárter del 17 de noviembre de 1972.
Para entonces ya se había publicado su HISTORIA ARGENTINA, obra en 13 tomos a los que luego de su muerte se le agregaron cuatro más, con la inestimable colaboración de uno de sus discípulos y amigos Enrique Manson quien, conjuntamente con Fermín Chávez, Juan Carlos Cantoni y Jorge Sulé, finalizó la obra con los tomos 14 a 17 (1946/1976).
El General Perón, dispone que se haga cargo de la embajada en Asunción, considerando que su prestigio en Paraguay pudiese ser positivo para los intereses nacionales dado que en ese tiempo se jugaban en las cotas de altura de la represa de Corpus, la factibilidad de construir Yaciretá.
Muerto Perón, tuvo desinteligencias con el canciller Vignes y optó por aceptar la embajada en Atenas, donde permaneció hasta el golpe militar de 1976.
Regresó a Buenos Aires, donde sus libros eran retirados de las bibliotecas y su nombre puesto en un "cono de silencio". Entonces fundó la revista "Línea" (por pretender abarcar a todo el pensamiento de la línea nacional), "la voz de los que no tienen voz".
El propósito fue mantener viva la llama del pensamiento nacional y mostrar que subyacía otra Argentina llamada a renacer.
No pudieron los militares acusar a Pepe Rosa de ser guerrillero solo porque su figura era demasiado visible y conocida. Pero buscaron todos los medios para acallarlo, desde el secuestro de la revista hasta los innumerables juicios entablados en su contra.
Definamos un poco más el pensamiento de Pepe Rosa:
Llega el siglo s.XX, que se ha definido como “el siglo de los pueblos”. El imperialismo se bate en retirada y el liberalismo no convence a muchos. Surgen en la Argentina nuevos movimientos populares (el Irigoyenismo de 1916 a 1932, el Peronismo de 1945 en adelante), que por ser populares son naturalmente nacionalistas. Se interrogó a la historia “oficial”, para saber por que no éramos dueños de nuestros destinos, y no se encontró respuesta.
De ese impulso – a la vez académico y político – surgió el revisionismo histórico.
Solía repetir que un auténtico nacionalista no es un anti: su verdadera posición es afirmativa y no negativa. En cambio un cipayo puede ser un anti: empieza por ser antipatriota, y sigue por oponerse a todo imperialismo que no sea el de sus preferencias. En tiempo de Rosas había unitarios anti británicos por pro franceses, o anti franceses por pro ingleses. Como hoy encontramos anti soviéticos, anti yanquis o anti británicos, por ser defensores de otro imperialismo foráneo.
Un verdadero argentino no entiende esas oposiciones: combatirá con uñas y dientes al imperialismo que quiera mandar en nuestra tierra, exclusivamente por ese hecho y sin llevar la lucha más allá.
En “Rivadavia y el Imperialismo Financiero”, Pepe Rosa afirma con una actualidad casi visionaria: “Hay sus graduaciones: odian más los débiles, porque odiar es propio de impotentes; los fuertes no puede decirse que odian sino que ignoran. El que ignora al pueblo todavía está fuerte en su "patria" colonial; cuando empieza a odiarlo es que se sabe débil.
Y entonces - cuando se odia al pueblo - es que la oligarquía se sabe débil, y está cercana la hora de la liberación nacional.”
Finalmente también hicieron llegar la consigna, decía Pepe Rosa, nos decían “hay que negar a Juan Manuel de Rosas”. La oligarquía no condenó a Rosas por tirano, lo condenó por la defensa de la soberanía, y porque representó auténticamente a las clases populares. Todo lo demás fue una leyenda mentida para cohonestar este odio; la leyenda de la mazorca, la de las ejecuciones, la del cierre de la universidad. Había que presentar a las futuras generaciones el peligro de los gobiernos populares: mostrar el oscurantismo y el terror que advendrían si volvían los gauchos y orilleros conducidos por un gran caudillo a regir los destinos de la Patria.
No bastaba con la caída de Rosas, ni con las masacres de Pavón. Era necesario, imprescindible, dotar a la nueva Argentina de una idea de patria que no fuera la tierra, los hombres, la tradición, ... se enseñó que la Argentina eran las “instituciones” (las instituciones copiadas), la libertad, la civilización, o cualquier abstracción universal. Los argentinos tendrían al “amor a la libertad” (libertad para pocos) como el fundamento único de la argentinidad.
Para finalizar reproduzco la respuesta que José María Rosa río a la pregunta sobre su opinión del “progresismo”[4]:
Pregunta: Generalmente usted no responde cuando se le pregunta si es hombre de derecha o de izquierda porque considera – según lo declaró más de una vez – que esas son categorías propias de un liberalismo que rechaza. Veremos si tenemos la suerte de hacerle contestar mediante un camouflage. Para Mannheim, progresista es el que ve el presente como el comienzo del futuro, y reaccionario el que lo ve como la continuación del pasado. De acuerdo a este esquema, ¿cómo ve usted el presente?
Respuesta: La gran dificultad de un reportaje consiste en que, a veces, reporteado y reporteador no hablan el mismo lenguaje, y las respuestas de aquél deben encogerse o estirarse a la medida de las ideas políticas o filosóficas de éste, cuando no adaptarse, simplemente, al valor que el reporteador da a las palabras. Hecha esta aclaración de que me someto voluntariamente a un lecho de Procusto, empiezo. Eso de progresista o reaccionario, dicho en términos absolutos, lo usan quienes creen en el avance de las sociedades hacia una meta determinada, como los liberales o los marxistas. Para mí, “progreso” y “reacción” son términos de física, que pueden aplicarse a la historia de las sociedades en relación con algo: el bienestar individual, el de una clase social, el de una comunidad nacional, o mi concepto personal del arte, del confort, de la moral, del derecho, etc. Entonces, sólo así podría decirle si hay progreso o regreso: en relación a ese “algo”. Y usted me podría catalogar, con Mannheim, según creyese que comienzo el futuro o continúo el pasado.
José María Rosa pasó a integrar el comando celestial el 2 de julio de 1991.
Recordémoslo con sus propias palabras como homenaje a una vida de convicción:
“…Tal vez no sea tan difícil la obra, en esta hora del despertar de los Pueblos. Porque llegará un momento en que los intelectuales, como grupo social, entiendan cuál es su misión y piensen, escriban y actúen en función de la sociedad, sin sentirse atados a extranjerismos ni divorciados de su Comunidad. Entonces se logrará la Liberación Nacional…”.[5]
* Miembro de Número del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego
[1] Georges Léopold Chrétien Frédéric Dagobert Cuvier (también llevó el apodo de Chrétien)1 barón de Cuvier, (Montbéliard, Francia, 23 de agosto de 1769 – París, Francia, 13 de mayo de 1832) fue un naturalista francés.
Fue el primer gran promotor de la anatomía comparada y de la paleontología. Ocupó diferentes puestos de importancia en la educación nacional francesa en la época de Napoleón y tras la restauración de los Borbones. Fue nombrado profesor de anatomía comparada del Museo Nacional de Historia Natural de Francia, en París.
[2] El Instituto fue presidido por el docente santafesino y presidente del Consejo de Educación local Alfredo M. Bello –a quien José María Rosa atribuyó su conversión al rosismo-, quien en ese carácter suscribió el diploma de miembro correspondiente en Salta del citado profesor Romero Sosa, investigador que participó por entonces -1938-, en representación de la Unión Salteña –Sociedad Provincial de Fomento fundada por Cristian Nelson y Agustín Usandivaras-, de las Jornadas de Estudios Históricos sobre el Brigadier General Estanislao López celebradas en Santa Fe y organizadas por la Junta de Estudios Históricos de aquella provincia que presidía el historiador, académico, profesor universitario y hombre público bonaerense radicado en Santa Fe, doctor Manuel M. Cervera, y cuya vicepresidencia desempeñaba Monseñor Nicolás Fasolino, después cardenal. Lo hizo con un extenso trabajo sobre “Relaciones políticas entre Salta y Santa Fe durante la administración del Brigadier General Don Estanislao López”, publicado en 1942, en el tomo II de los anales de dichas Jornadas.-
[3] Prospero German Fernandez Alvariño, sin ser militar se hacía llamar Capitán Ghandi, mientras los presos eran torturados en su lugar de detención, él junto a Perazzo y Naón, tras el golpe de 1955, exhibían en su escritorio dentro de un frasco con formol y durante los interrogatorios, la cabeza de Juan Duarte, también el comando civil –antecedente inmediato anterior de los “grupos de tareas”- José María Rosa, lo sufrió en dos interrogatorios de la Revolución Libertadora, lo recordaba como un petiso paranoico medio ridículo, sólo famoso por haber profanado la tumba de Juan Duarte para cortarle la cabeza.
[4] Del libro “Historia del revisionismo y otros ensayos”) 1968
[5] El Revisionismo Histórico y la Liberación Nacional, José María rosa