La Zwi Migdal, una historia sepultada
Por Sergio Vaisman
para Revista Redacción
julio 1973
Cada vez que se recuerdan episodios sobre la trata de blancas en la Argentina, asoma el nombre tenebroso de la Zwi Migdal, una sociedad de rufianes polacos que fueron combatidos por los propios judíos y que actuaban marginados de esa inmensa colectividad.
Raquel Liberman en 1930, con sus dos hijos (de 10 y 9 años). Fuente Wikipedia |
EN los comienzos de este siglo (siglo XX) la Argentina se convirtió, entre otras cosas, en un reducto mundial de la prostitución. Fue la gran corriente inmigratoria iniciada en la década de 1870 la que trajo al país a millones de hombres y mujeres, en su mayoría trabajadores europeos, con sus costumbres, sus ideas políticas, sus modos de vida. Con ellos vinieron también muchos capitales extranjeros que modificaron nuestra economía y dieron origen a diversas clases de negocios. Uno de ellos fue desde luego la prostitución, con su inevitable cadena de tratantes de blancas.
Hay abundante literatura sobre el tema. Entre los libros más conocidos figuran: "La trata de las blanquísimas", una crónica del escritor Francisco Ciccotti publicada en 1932; "El camino a Buenos Aires", donde se recopilan los testimonios recogidos en Europa por el periodista francés Albert Londres, durante la década del 20; "La mala vida", historia breve, aunque muy actualizada, del ensayista Ernesto Goldar; y "Trilogía de la trata de blancas", del comisario Julio L. Alsogaray. Ahora se ha reeditado "La Zwi Migdal, mi padre y yo", de Alberto Gurbanov.
Entrevistado exclusivamente para Redacción, Gurbanov explicó que entre 1853 y 1930 entraron a la Argentina seis millones de extranjeros, con una diferencia importante: era medio millón más de hombres que mujeres. "Mi padre —dice— fue un dirigente sindical que colaboró en la lucha contra esa tenebrosa organización que fue la Zwi Migdal, y un familiar mío muy cercano soportó graves presiones para que se incorporara al infamante comercio, de modo que conozco muy bien cómo operaban".
En su libro "Psicología de la viveza criolla", Julio Mafud dice que "la inmigración masculina impuso sus costumbres y hábitos, y por ende se importaron rameras". Gurbanov propone, en cambio, una explicación más profunda: "La burguesía liberal necesitaba desarrollar diversas formas de carroña social, frente a una inmigración sana y trabajadora que llevaba en su seno connotaciones revolucionarias, pues directa o indirectamente eran trabajadores perseguidos o arrojados por el capitalismo europeo y el zarismo ruso. Prueba de ello fue que apenas llegaron los primeros inmigrantes surgieron en el país las organizaciones obreras, se produjeron las primeras huelgas y por consiguiente los primeros actos de represión política. Una de las tantas formas de represión consiste en hacer que se pudra la manzana fragante; por eso la prostitución masiva no se relacionó solo con el negocio sexual sino también con el tráfico de drogas y, como en el caso de la Migdal, con el contrabando de sedas y artículos suntuarios. No es una casualidad que esas siniestras organizaciones criollas, francesas y polacas tuviesen buenos contactos con los factores de poder de la época, particularmente con los encargados de reprimir a los movimientos obreros".
Gurbanov aclara que la Zwi Migdal "es sólo un episodio en la historia de la colectividad judía en la Argentina, pues se trataba de apenas 400 personas complicadas en un siniestro negocio y que fueron repudiadas por cientos de miles de judíos que llegaron a este país a trabajar honestamente". Para corroborarlo, Gurbanov pone como ejemplo algunos nombres de judíos que se destacaron por sus honrosas actuaciones: "Sin necesidad de mencionar a los judíos que colaboraron en la emancipación de nuestro país, y que han sido estudiados por el historiador Boleslao Lewin, vale la pena citar por ejemplo a los hermanos Enrique y Adolfo Dickman, brillantes legisladores socialistas; a Miguel Sajarof, uno de los pioneros de la colonización y el cooperativismo agrario; a Alberto Gerchunoff, César Tiempo, Samuel Eichelbaum, que son grandes nombres de nuestra literatura; a la recitadora Berta Singerman, por ejemplo; a los dirigentes sindicales Marcos Kaner, Meyer Kot, Isaac Faerman y los hermanos List, entre muchos otros militantes de la clase obrera. Omito la mención, por ser extensa, de millares de técnicos y científicos". "Pero toda la historia —dice— debe conocerse, porque si se esconde algo aumentan las suspicacias. El 7 de mayo de 1906 nació la Sociedad de Socorros Varsovia, compuesta en su gran mayoría por polacos (aunque también había rusos y rumanos), para competir con los franceses en el mercado de tratantes de blancas. Su técnica era sencilla: enviaban jóvenes argentinos a las aldeas judías de Europa oriental a tomar contacto con padres de familias prolíficas y con la ayuda de casamenteras venales contraían matrimonio religioso con las mujeres más jóvenes. Luego las traían en barco hasta Montevideo y allí las contrabandeaban por Entre Ríos hacia Buenos Aires. Generalmente se remataba a las desdichadas en un café de Billinghurst y Avenida Alvear. Si se resistían eran castigadas brutalmente, y si se escapaban con algún rufián criollo o francés eran perseguidas hasta confinarlas en pequeños prostíbulos de campaña.
El 30 de agosto de 1927, ante la protesta pública del embajador polaco Ladislao Mazurkiewicz, la Sociedad cambió de nombre y se llamó Zwi Migdal (que en hebreo significa Gran Fuerza). De allí surgió una nueva sociedad, La Asquenasum, cuando los rusos y los rumanos decidieron trabajar por su propia cuenta. La Migdal, con sus tres mil mujeres, recaudaba por año 108 millones de pesos de aquella época; La Asquenasum 54 y otro tanto las organizaciones francesas, alemanas y criollas".
La presencia de un misterioso cementerio judío en Avellaneda (Agüero 4400). clausurado desde hace 30 años, también tiene su vinculación con esta historia. "En 1909 —explica Gurbanov— la colectividad judía impulsó a su Gran Rabino a que no dejara que los rufianes y las prostitutas fueran sepultadas en el cementerio común. Entonces la organización compró ese terreno del otro lado del Riachuelo y enterró allí sus muertos. Después se creó la Comisión Popular Judía de Lucha Contra la Migdal, que consiguió prohibir la entrada de los rufianes a los teatros judíos.
Y el 24 le mayo de 1930 el juez Rodríguez Ocampo mandó detener a los 442 rufianes de la Migdal, al ordenar el allanamiento del local central, en Córdoba 3280. Pero sólo cayeron presos 110, los que recuperaron su libertad después de la llegada del general Uriburu al Gobierno. Desde el periódico Di Presse, Pinie Katz combatió a la Migdal continuamente, lo mismo que el doctor Sansón Drucaroff, también judío".