Osvaldo Bayer: “El intelectual tiene el deber de salir a la calle”

Por Mabi Sosa
para INFOnews
Publicado en mayo de 2012

El escritor estrena hoy por Encuentro Mundo Bayer, un programa de cuatro episodios en el que recorrerá su propia historia. En la intimidad de su casa, el investigador compartió con Tiempo Argentino parte de su apasionante y comprometida vida y reflexionó sobre la política actual.


El timbre suena fuerte. Sobre la puerta angosta se lee “El Tugurio”. Cuando se abre, aparece Osvaldo Bayer. Sin ceremonia pero con mucha calidez, uno de los intelectuales más grandes, valiosos y comprometidos que tiene la Argentina invita a pasar a su casa.
A los 85 años, Bayer no para nunca. Da conferencias, reportajes, escribe, una vez al mes va a la Villa 31 para ver cómo están los vecinos, viaja adonde lo inviten y milita para que se reconozcan los derechos de los pueblos originarios. En estas últimas semanas, para promocionar el programa que comenzará esta noche a las 22:30 por Encuentro está dando notas a diarios y radios, por eso el teléfono, sin que él se desconcentre suena sin parar. Entre los llamados se cuela una invitación de las Madres de Plaza de Mayo. En El Tugurio las horas pasan volando. 
“El nombre se lo puso mi amigo, Osvaldo Soriano”, cuenta Bayer con un orgullo inocultable. En la casa los libros se multiplican: en la pared del pasillo, en su habitación en el patio y en cada mesa. Todo remite a la lectura. “Parece que no, pero en El Tugurio hay lugar para todos”, dice cuando alguien llega. “Busquen un silla y háganse un lugar”, indica mientras habla de todo con pasión.
–Si se trata de relatar su vida ¿qué cosas le interesa recuperar de su historia para contarlas?
–Lo que más me importa son los temas que he tratado en mis libros, pero también hablar sobre el acompañamiento en las calles cuando esta sociedad tuvo problemas. Siempre he sostenido que todo intelectual tiene el derecho de escribir con libertad, pero también tiene el deber de salir a la calle cuando ve problemas profundos en su sociedad, no refugiarse en la torre de marfil porque se cree intelectual. Es uno más de la sociedad y tiene que luchar por una sociedad en paz, más justa.

–Hace 20 años, parecía imposible hablar de historia en televisión, sólo estaba en los libros…
–Yo lo considero siempre una especie de fantasía de la realidad: ver que alguien que estuvo perseguido y prohibido ahora tenga su programa. El primer libro que fue prohibido fue Severino Di Giovanni. Lo prohibió el presidente Raúl Lastiri (1973), yo me enteré estando en un café. Compré el diario y de pronto me sorprendió un título que decía, “Prohibieron el libro de Osvaldo Bayer.” Ahí me dije: ‘¡Hay que ser desgraciado! Porque si te prohíbe Yrigoyen o Perón, decís valió la pena, pero que te prohíba Lastiri…’ Es la vergüenza de mi vida, ¿no? El 12 de octubre del ’74, el gobierno de Isabel Perón prohibió La Patagonia Rebelde, el film y después la dictadura quemó mis libros en nombre de “dios, patria y hogar”. Yo sólo describí los hechos verídicamente históricos. 

–¿Le sorprende que medios masivos de comunicación rescaten algunos hechos de la historia?
–Es que nunca ocurrió esto, es la primera vez que se juzga a los dictadores. Viví 13 dictaduras militares y todos esos dictadores murieron en la cama de sus residencias y cobraron su sueldo de general hasta los últimos días, esta es la primera vez que los veo encerrados en las cárceles comunes. Imagínese si uno cuenta que alguien que estuvo en la cárcel, vivió ocho años en el exilio y después la televisión argentina le hace una serie de ocho capítulos…Realmente uno dice, “este señor se ha fumado…” (risas) Lo único que me duele muchísimo, es que mis queridos amigos, Rodolfo Walsh, Haroldo Conti y Paco Urondo, no pueden ver cómo sus obras, a pesar de su muerte, y a pesar de todas las cosas que la dictadura hizo con ellos, quedaron. Hay calles con sus nombres, lugares, plazas. Por lo menos, lo viven sus hijos.

–¿De dónde viene esta pasión por contar la historia?
–En la infancia me gustaba leer mucho historia, además me entusiasmaba cuando mi padre que era un gran lector de historia me contaba cosas. Él fue testigo de las huelgas patagónicas porque mis padres vivieron allí del año 20 al 24. Una de las cosas que más le quedó a mi padre fue lo que pasó en la Patagonia. Eso se grabó en mi alma y me dije “alguna vez lo voy a investigar”. Cuarenta años después hice la investigación. 

–Hay una constante referencia al exilio, ¿cómo fueron esos años?
–Al principio de gran dolor. Mis libros habían triunfado, yo era un best seller, dedicaba mi vida a la investigación histórica y de pronto tuve que empezar todo de nuevo. Uno tiene que dejar todo, la casa que a uno le gusta, y también cambiar la vida de la familia, de mis cuatro hijos en otro país. Pero no me quejaba pensando en la gente presa.

¿Y cómo fue el regreso?
–El principal canal de la televisión alemana quiso filmar una película que se llama Cuarentena: exilio y regreso, así que bueno imagínese el entusiasmo. Yo había salido como refugiado de la embajada alemana, pero en Ezeiza me quitaron el pasaporte y me hicieron esperar una hora. Me lo devolvió después el brigadier Schenone y me dijo: “Usted puede salir ahora porque lo pide el representante de un país muy amigo de la Argentina, pero usted nunca más va a pisar el suelo argentino.” El avión llevaba una hora esperándome, por orden de la embajada. Cuando subí todos me miraban con un desprecio. ¡Les hice perder una hora de sus vidas! Cuando volví del exilio, salí a la calle y esperaba encontrarme con el brigadier Schenone. Le iba a hacer la venia y le iba a decir. “Señor brigadier, estoy de nuevo pisando el suelo de la Patria.” Pero después averigüé y hacía dos años que se había muerto.

–¿Qué cosas cree que faltan asentarse en el país?
–Faltan cosas fundamentales. Por ejemplo hacer un plan para terminar con las villas miseria. Una democracia tiene que ser capaz de dar por lo menos un techo digno a una familia. Eso hay que hacerlo. La Villa 31 es cada vez más grande, es una vergüenza en un país donde cantamos “ved el trono a la noble igualdad”, mirá vos esa igualdad. Después terminar con el hambre de nuestros niños, la desnutrición ha descendido mucho en los últimos años pero no hay un plan. 

¿Le gusta verse en la televisión?
–Sí, claro, a quién no le gusta. Sobre todo si es para hablar de Historia, para decir pavadas no. Uno no tiene que prestarse a eso, hay gente a la que le he dicho que no. Chiche Gelblung, por ejemplo. Es un tipo deleznable, director de la revista Gente durante la dictadura… Ahora se hace el gracioso... es gente de muy mal gusto.

¿Cómo son sus días hoy?
–Una locura porque me invitan a todas partes de la Argentina a dar conferencias. Estoy luchando por el reconocimiento de los derechos de los pueblos originarios. Hace diez años inicié una campaña para terminar con el monumento a Roca en la Diagonal Sur. Es una vergüenza que ese genocida tenga ese monumento, en el lugar más céntrico. Pero ya me estoy cansando, con 85 años uno se cansa.


“Bayer es muy generoso con su trabajo”

Esta noche, a las 22:30, se estrena Mundo Bayer una producción destinada a repasar la obra del historiador. 
Federico Randazzo y Pablo Camaití son los directores del ciclo e integran El Hilo, la productora que junto con el canal Encuentro llevaron adelante este proyecto. “El trabajo de Osvaldo es conocido, pero nos parecía que se podía en términos televisivos hacer algo más atractivo con una temática orientada a los jóvenes, con una estética más atractiva en general”, comenta Randazzo. “Él es muy generoso con su trabajo y a pesar de estar tapado de cosas, siempre estuvo muy dispuesto a ponerse en este lugar que nosotros le proponíamos”, agrega Camaití. El trabajo de edición muestra una manera diferente de realizar un documental, según los realizadores, que tiene que ver con que es otra manera de concebir la televisión. 
La recorrida audiovisual comenzará con los recuerdos de la infancia en el corazón de la comunidad alemana del barrio de Belgrano, el devenir de sus investigaciones sobre las primeras matanzas obreras, la presentación de los perfiles de Severino di Giovanni y Osvaldo Soriano.
El recuerdo de Rodolfo Walsh

Cuando habla, Osvaldo Bayer no puede dejar de hacer referencia a uno de sus amigos: Rodolfo Walsh. Se conocieron mientras cursaban las primeras materias en la Facultad de Filosofía donde tenía también de compañero a David Viñas. “Como buen irlandés por odio a Inglaterra, era un poco afín a la derecha nacionalista que después irá cambiando completamente, por eso lo profundo de él, porque su cambio político lo hace en la experiencia”, describe el historiador.
El ingreso de los entonces jóvenes, coincidió con el año en que la Facultad de Filosofía pasó a estar en manos de la Iglesia Católica. Ahí fue cuando Bayer decidió continuar sus estudios en Alemania, “porque no quería saber solamente lo que decía Santo Tomás de Aquino. Quería estudiar a Kant y a Schopenhauer”, describe. Años después gracias a Rogelio García Lupo, Walsh y Bayer se reencontraron, antes de la reunión decisiva. 
“El encuentro fundamental fue en Cuba donde Rodolfo Walsh trabajaba para Prensa Latina. Ahí tuvimos toda una tarde conversando sobre política, discutiendo cosas y después nos vimos varias veces. Fue realmente un luchador, un hombre que vivía honestamente, un gran amigo muy profundo”. Según Bayer, el último diálogo fue el siguiente:
–Yo no sé Rodolfo, cómo te hiciste peronista teniendo la experiencia como estudiante en ese primer peronismo…
–No te equivoques, no soy peronista, soy marxista, pero ¿dónde está el pueblo?
–Sí, tenés razón el pueblo es peronista pero no es revolucionario, no los va a acompañar.
–Ya vamos a ver.
“Él creía en el triunfo de la revolución”, reflexiona el autor. “Esa fue la última vez que nos vimos, yo de ahí marché al exilio y él se quedó acá con un coraje civil impresionante.”

Bayer sobre Sarmiento, Jauretche y Ortiz

I - “A Sarmiento lo tienen como héroe, un tipo de la ética, pero fue un racista insoportable. Él quería hacer de Argentina, Estados Unidos, por eso trae las maestras de Estados Unidos. Les hacen cantar a los chicos el Himno a Sarmiento, ‘al más grande entre los grandes, Sarmiento inmortal’, no es el más grande, tuvo cosas muy positivas con la escuela gratuita y la importancia que les dio a los maestros, pero era un sanguinario. Cuando Mitre derrota a Chacho Peñaloza en el desierto, le pregunta a Sarmiento qué hacer, y él le contesta: ‘Córtele ya la cabeza y exhíbalo en su lugar natal.’ ¿Por qué tanta brutalidad?”
II - “Arturo Jauretche y Scalabrini Ortiz pegaron un empujón en esto de contar la historia de otra manera, porque cada uno mira desde su lado. Hay que contar la verdad de todos. Nunca se nos enseñó que fue la Sociedad Rural la que financió la campaña del desierto para quedarse con las tierras, que ya había sido fundada en 1866 por Martínez de Hoz, el bisabuelo del que fue ministro después. La familia ya me inició un juicio por un millón de pesos. Así que si ganan ellos, voy a dejar El Tugurio, y me voy a llevar los libros y voy a dormir en la plaza de acá a una cuadra. Siempre alguien me va a venir a ofrecer una cama.”
La Patagonia Rebelde

“Cuando hice la investigación sobre la masacre obrera para el libro encontré una documentación increíble. Muchas cosas estaban en el juzgado de Santa Cruz, estaban todas las publicaciones obreras y todo lo del ejército. Los comunicados me los dio un general argentino que en ese momento estaba encargado del archivo general del ejército. Ahí reconocen todo excepto el fusilamiento… Pero tenía el decreto del Poder Ejecutivo del presidente Yrigoyen que le da la orden de pena de muerte por subversión. Él le pone ese nombre porque la pena de muerte había quedado eliminada para siempre en 1918 y esto ocurrió en 1921 y como no podía darle la pena contra civiles, la hizo pasar como subversión. Los radicales hasta la fecha no han hecho su autocrítica. La autocrítica no es una vergüenza, es un paso adelante a la democracia”.