Goyo Peralta y Mohamed Alí . La política y el boxeo
el 8 de agosto de 1972
En la mañana del primero de agosto, el corresponsal de Primera Plana en España, que se había desplazado a Barcelona ex profeso, formalizó dos entrevistas. Los protagonistas de las mismas son Goyo Peralta y Cassius Clay, que, en la noche, se enfrentarían en un combate de exhibición. Dejando al margen los comentarios sobre la reunión deportiva, las entrevistas que damos a continuación hacen hincapié sobre aspectos más importantes de la actualidad argentina y mundial. Peralta y Clay —el blanco y el negro— expresaron lo siguiente para los lectores de nuestra revista:
EL BLANCO
—He conseguido muy poco, deportivamente hablando. Pero sigo en España porque acá está el Jefe. Yo no tengo nada que hacer en la Argentina mientras el Jefe no vaya allá. Él está por encima de todo. La primera vez que, a mis diez años, dormí en un colchón bueno y calcé zapatos y no alpargatas o zapatillas, fue gracias a que él gobernaba ...
—¿Sólo por eso te consideras peronista?
—¿Te parece poco? ¿Sabes lo que es para un pibe del pobrerío, como era yo, ponerse unos zapatos nuevos, de cuero verdadero, nada de adulteraciones? ¿Sabés cómo te lo agradecen los pies?
—Bueno, pero eso, Goyo, no justifica una militancia política.
—Yo no soy justicialista sólo en recuerdo de los zapatos de purrete. Lo soy enteramente porque Perón es la única posibilidad que tenemos todos los argentinos de tener una Patria grande, justa, libre, soberana. Una Patria en que todos podamos sentirnos hermanos, porque entre todos la habremos convertido en un país digno. Si es verdad que la historia la hacen los pueblos; si es verdad que el pueblo argentino, mayoritariamente, es justicialista, ¿qué duda cabe de que nosotros seremos los encargados de transformar a la Nación y liberarla de su estado de postración colonial para convertirla en "la realidad efectiva con que soñó San Martín"?
—¿Te acordás cuando en Buenos Aires encabezabas manifestaciones y llevabas la bandera nacional como si fueras un soldado?
—Mira, todos somos soldados en esta hora de la Argentina. La cuestión es saber para qué lado vas a tirar cuando llegue el momento de las decisiones. Ningún justicialista ignora hoy que, debido a la mala conducta de unos gobernantes, a los que nadie eligió y a los que muy pocos toleramos, estamos al borde de una guerra trágica, más trágica que ninguna, pues será protagonizada exclusivamente por argentinos. En esta situación, yo soy uno de los millones de soldados del Movimiento Nacional Justicialista. ¿Me explico?
—Sí, te explicás muy bien. Pero, decime, ¿lo que hayas de llevar a cabo, podrás hacerlo desde fuera del país?
Se iluminan los ojos del gran púgil en el momento de responder terminantemente.
—Lo que haya de hacer lo haré en el país. No voy a quedarme aquí. He de volver a nuestro país en el momento oportuno, cuando sea necesario. Y entonces, sin hacer declaraciones, ¡ya verás dónde me enrolo!
—¿Crees en el retorno del General?
—En ese retorno cree hasta Lanusse. Si no, su lenguaje sería otro. Lo que acaba de decir en el Colegio Militar es muy parecido a lo que suelen decir los boxeadores miedosos, que se animan con el desprecio hecho al enemigo. Pero después, en el ring, son cartón mojado.
—¿Qué significa ese retorno para vos?
—Muy simple: la culminación de un sueño y el fin de la angustia que llevo escondida desde 1955. Además, y esto es muy importante, significa que mis hijos podrán crecer en la Patria, felices, con la seguridad de que nada les faltará. Igual que a todos los chicos argentinos. Siempre recuerdo como una de las frases más significativas del General aquella de que "los únicos privilegiados serán los niños". Este concepto es maravilloso, profundamente criollo y cristiano. Para mí, como te digo, es definitivo.
—Algunos dicen que pregonás tu justicialismo para hacerte propaganda ...
—¡Que lo digan! Es cosa de ellos. ¡Pero que no le escuche yo nunca, porque me olvido que soy boxeador! Yo sé muy bien por qué soy lo que soy. Si lo proclamo, ello se debe a que tengo un gran orgullo de pertenecer al Movimiento.
—Y el boxeo, ¿ qué sentido tiene para vos?
—En un tiempo lo fue casi todo. Pensá que es mi oficio y que me gano la vida gracias a él. Soy de una familia muy humilde, muy pobre. Si salí para adelante, a lo largo de doscientas veinte peleas, se lo debo al box. Gracias a él me hice un nombre, viajé y hoy puedo mantener a mis hijos. Pero también Perón tiene algo que ver con todo esto. Y es que por su legislación, los boxeadores dejamos de ser unos peleles en manos de los empresarios. Ya ves: al General no hay modo de olvidarlo ni de postergarlo.
EL NEGRO
Lo recordarán los porteños: alto, elegante, irónico y agresivo. Es la estampa que su equipo de relaciones públicas le fabricó con vistas a la correspondiente promoción. Le ha ido muy bien y Cassius Clay, o Mohamed Alí, no tiene por qué cambiar de imagen. Así llegó a España, tal como antes lo había hecho a Buenos Aires y a tantas otras ciudades del mundo, en las cuales sus seguidores se cuentan por miles y miles.
Lo primero que dijo, al descender del avión en Barcelona, fue una de sus clásicas "genialidades".
—Al boxeo lo uso para ganar dinero y defender a los negros. La política la dejo para los blancos.
Un buen comienzo para que Primera Plana, ya a solas, le preguntara si involucraba en la categoría de blancos que él desprecia a los que son pobres. Sencillamente, moviendo sus manos a "lo latino" (según creen todos los yanquis que nos comportamos los latinos), M.A. respondió.
—¡Eso sería un grave error de mi parte! Los blancos pobres son iguales a los negros. No hay ninguna diferencia entre ellos y nosotros.
—¿Se considera usted en las mismas condiciones que un blanco perteneciente a la clase trabajadora?
—A mí me tratan del mismo modo que suele emplearse con la gente de muy abajo, sea blanca o negra. Nunca seré un negro rico para ellos. Ellos siempre me verán como a un insecto, susceptible de ser aplastado contra el suelo o una pared. En realidad, para ellos no existo como persona.
—¿Quiénes son "ellos", Cassius?
—Muy sencillo: los que mandan en mi país y en todos los países del mundo donde los ricos oprimen a los pobres y se toleran las injusticias que ofenden el origen divino del hombre.
—También hay negros que mandan y maltratan a lo» de abajo..., especialmente si son blancos.
—La injusticia, el ultraje a la persona humana, no es cosa de piel sino de concepción mental y de ubicación moral. Si yo particularizo en el hombre blanco como símbolo de muchos males padecidos por el mundo es, simplemente, porque han sido los blancos del "establecimiento" quienes se ensañaron con los pueblos de la tierra entera. Inclusive con los suyos, claro está.
Sin perder su aplomo un solo momento, utilizando una dialéctica convincente, basada en verdades elementales, Mohamed Alí es capaz de enfrentarse con quien sea, en la seguridad de salir airoso. De este modo prosiguió su diálogo barcelonés con Primera Plana.
—Es cierto que cuando estuve en Buenos Aires frecuenté los ambientes más populares y anduve con algunos dirigentes obreros. Eso revela que soy consecuente con los ideales que sustento. Yo no me dejaré atrapar jamás por la maquinaria de un sistema que rechazo.
—Pero usted convive con ese sistema.
—Del mismo modo que millones y millones de hombres. O tal vez de un modo más agresivo, menos dispuesto a la asimilación. Porque yo estoy obligado a vivir dentro de unas normas que me son impuestas. Pero las rechazo constantemente. Al punto de no considerarme más que un "quiste" en un organismo al cual debo atacar. En una palabra: asumo la actitud de un revolucionario.
—No obstante sus palabras, debo recordarle que en el boxeo usted no ha significado, precisamente, una revolución. Usted se adaptó al sistema y éste le responde bien, recompensándolo magníficamente. ¿No existe una cierta complicidad entre usted y el sistema, en este caso concreto?
—Aparentemente sí. Pero, ya lo dije antes: el boxeo es un modo de ganar dinero, y mucho, dentro de la sociedad capitalista y clasista en la cual vivo. ¿Usted querría verme hecho un pobre negro de Harlem o de Nueva Orleans, de los que trabajan en los muelles o lustran zapatos por unas monedas? No soy esa clase de hombre. Y me he preocupado en superar a los de mi raza, precisamente para defenderlos. Tengo una misión que cumplir y aprovecho el boxeo como otros se aprovechan de su ciencia o de su profesión para sobresalir y hacerle pagar a los demás por eso mismo, porque me gusta sobresalir. Yo sobresalgo por mi inteligencia, les guste o no les guste.
—¿Aunque los que paguen sean negros y blancos pobres?
—Le parecerá una crueldad lo que voy a decirle. Pero sí, aunque paguen los negros y blancos pobres. ¿Y sabe por qué motivo? Simplemente porque lo que ellos den ahora les volverá en forma de obras políticas, de periódicos, de escuelas, de cuanto sea necesario para lograr la liberación de todos. Y, no se olvide, el físico, la cara, la pongo yo. Y no literariamente.
—¿Conoce el problema del pueblo argentino?
—No se lo puede ignorar. Hoy por hoy la lucha de los argentinos es conocida en todos los medios revolucionarios del mundo. Los justicialistas están acompañados por miles y miles de hombres y mujeres en toda la redondez de la tierra. Además, cuando estuve en Buenos Aires me di cuenta, inmediatamente, que nadie quiere saber nada sin Perón, y si no, que se lo pregunten a Goyo Peralta, mi rival de esta noche. Por algo vino a verme antes que ustedes.
Fuente: magicasruinas.com.ar