Anfiteatro del Parque Centenario de la Ciudad de Buenos Aires
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En el año 1953, durante la presidencia constitucional de Juan Domingo Perón se inauguró en el parque Centenario un anfiteatro. Si bien hoy existe uno construido por el actual gobierno de la ciudad, es aquí donde nos vamos permitir subrayar algunas diferencias.
El “desaparecido” anfiteatro del gobierno peronista fue diseñado por Jorge Sabaté, arquitecto e intendente de la ciudad de Buenos Aires. Se inauguró un 25 de mayo del 1953 donde se pudo escuchar la ópera Aida.
Su objetivo era desarrollar los espectáculos de verano del Teatro Colón, acercando aquellas obras que se presentaban para unos pocos, en un ámbito escénico abierto donde se podían concentrar más de diez mil personas. Llevaba en su génesis la idea de popularizar y democratizar a la cultura. Esto se puede corroborar en el Decreto Nº 2.145 del año 1953, que dice: "la finalidad cultural de alcance popular de las actividades artísticas que tendrán lugar en el citado anfiteatro".
Este Anfiteatro se encontraba situado en el centro geográfico de la ciudad, su ubicación era estratégica, de inmediato acceso popular para los conciertos y óperas que ejecutaban la Orquesta Filarmónica del Teatro Colón y la Banda Sinfónica Municipal. Estas orquestas organizaban sus conciertos para la temporada veraniega lo que permitía la concentración de verdaderas multitudes. A esto hay que sumarle un detalle. Se pagaba entradas a precios populares. No era gratis.
Sobre la construcción del Anfiteatro se puede decir que poseía gradas en forma de abanico y contaba con un escenario techado por tres arcos parabólicos como se puede observar en los documentos fotográficos. Además este escenario tenía 55 metros de boca, algo extraordinario ya que es casi el doble que el del Teatro Colón. Era un obra arquitectónica construida en su totalidad en madera, lo que permitía guardar una armonía con el ambiente del parque y su entorno.
Con la revolución libertadora del 55 se suspendió la utilización del anfiteatro.
Con lo cual el Teatro, la Opera y la Lirica fueron también proscriptos de nuestros barrios populares. Esa inmensa construcción quedó abandonada. En el año 1959, el odio de los grupos que no desean que el trabajador tenga acceso a la cultura, se encargaron de incendiarlo. Para asegurarse de que no quedaran huellas ni vestigios de aquellos días felices donde la familia del obrero gozaba de la música y el teatro, la última dictadura genocida construyó en su lugar un lago artificial.
Hoy en día, se trata de un auditorio al aire libre, reinaugurado en 2009, con 1620 butacas, un escenario de 18 metros por 12, y un foso para la orquesta de 18 metros por 5. Posee una parrilla de luces de 9 metros de altura, dos puentes de maniobras de cada lado y seis telones americanos, una pantalla para proyección de 17 metros por 7 y una cabina especial para el comando de sonidos e iluminación.