La economía china y el contexto mundial

Eduardo Luis Curia
Diario BAE

La economía china y el contexto mundial

Dentro de la difícil problemática asociada con el flojo desenvolvimiento de la economía mundial, el desempeño de la economía china –la segunda en importancia– ocupa un capítulo especial.
En notas anteriores, nos referimos a determinados rasgos básicos que conciernen al funcionamiento de ambas esferas económicas. Algunos de esos rasgos interactúan íntimamente, como es el caso atinente al famoso concepto de acople-desacople. Apuntamos en algunos artículos a establecer una cierta relativización de la noción de desacople, bastante esgrimida últimamente en determinados círculos.
En rigor, lo que sí parecería operar es un impulso ponderable sobre la economía mundial derivado del saliente desempeño de un lote de economías emergentes importantes, lo que no implica que dicha performance se halle desvinculada a pleno del andar de las economías desarrolladas más tradicionales. Así las cosas, se genera una especie de “circuito”: si esas economías desarrolladas -vgr., los EE.UU., la economía europea, Japón– se desenvuelven a un ritmo bastante lento, entrelazándose diversos problemas, aquellas economías emergentes destacadas terminan siendo perturbadas en cuanto a su despliegue, deparándose, por lo demás, un “efecto de segunda vuelta” negativo sobre la propia economía general.
Incluso, el notable éxito de la economía china, con previos antecedentes de otras naciones que presentan algunas características similares, es una experiencia ampliamente positiva de acople, y no de desacople. El acierto de China radica esencialmente en que decidió enmarcar resueltamente su proceso de industrialización masiva en el empalme de la economía nacional con la mundial, de manera tal que ese proceso gravitó tanto en lo vinculado con el mercado interno como en términos de una potente proyección –con exportaciones sumamente pujantes– en los mercados internacionales, dando lugar a un factor crucial para el desarrollo: las economías de escala, algo que nos conviene computar muy particularmente.
De todas formas, las coordenadas recién estipuladas ayudan a contornear los retos, tanto en lo estructural como en materia de ciclo económico, que se le vienen presentando a la economía china. En lo primero, el propio éxito impresionante de una estrategia de crecimiento que condujo a China de la periferia a un sitial preponderante, genera enormes tensiones en lo referido a la continuidad, verificadas tanto en lo interno como en lo externo.
La expansión en el mundo de la economía china, captando mercados vigorosamente y reciclando cuantiosos fondos (canalizados previamente en sus reservas) hacia inversiones financieras en el exterior (en gran parte, en los EE.UU.), son resortes que, como es conocido, alientan la delicada y compleja cuestión del llamado rebalanceo económico mundial.
Por otro lado, en parte como deriva de lo recién expresado, y dadas las presiones que provienen de otras potencias y de organismos internacionales, China ve degradándose perceptiblemente en los últimos años su competitividad cambiaria, de vital incidencia estratégica. Desde ya influye la apreciación nominal del yuan que se vertebra desde años atrás, pero, en medida no trivial, también incide la dinámica de los costos internos, que actúa en una forma más apremiante. Un poco al modo de la “receta de McKinnon”, sin necesidad de una gran flexibilidad nominal del yuan, al sumarse el desempeño comparativo de costos y productividad, se decanta un proceso de apreciación cambiaria real de cierta entidad.
Naturalmente, se instaló la posibilidad-necesidad de reorientar la estrategia del crecimiento, atenuando su carácter export-led (liderado por las exportaciones), si cabe la expresión, dando pie, entonces, a una mayor gravitación direccional hacia el plano del mercado interno. No obstante, la opción de desandar abruptamente la primera estrategia despierta fuertes inquietudes en tanto ella cimentó la ruta del crecimiento acelerado y sostenido.
Además, en lo que atañe al actual ciclo económico, la clara desaceleración mundial –con cierto registro en los EE.UU., y más ruda en Europa– complica la performance exportadora china –con su molesta repercusión en lo interno–, siendo que la situación en materia de presiones políticas en lo internacional sobre su política cambiaria le hace más difícil recurrir a un “toque” (de circunstancias) rehabilitador de la competitividad cambiaria, como sí lo efectuó durante la crisis del 2008-2009.
Números de la economía china. Es sabido que las estimaciones acerca del ritmo de expansión de China han venido mostrando cierto declive. Del 8% de aumento del PIB que se mantenía como primera previsión para el 2012, se pasa a un 7,5 por ciento. En términos absolutos, este guarismo no deja de impactar, pero en sí mismo se ubica bastante por debajo del promedio característico por largo tiempo, siendo también inferior al 10,3% del 2010 y al 9,2% del 2011. Las inquietudes son reafirmadas por indicios de un alza en el stockamiento de bienes, revelando menores ventas que las previstas inicialmente. A su vez, las exportaciones trasuntan un ritmo de alza moderada, con algunos registros mensuales –en versión “anualizada”– bien modestos.
Hay expectativas por un mayor énfasis de parte de las autoridades en la aplicación de medidas de estímulo. De todas maneras, un factor que preocupa con vistas a la confirmación en los hechos de las mismas es que la situación comentada se plasma en el seno de un delicado proceso de transición política.
Naturalmente, hay otras instancias de estricto carácter económico que pesan adicionalmente. Por un lado, las autoridades vienen instalando la noción de un “crecimiento sustentable”, rotulado como el que en el presente daría mejor respaldo a la estabilidad política y social del país. La matriz del crecimiento export-led, aunque considerado como muy funcional para maximizar el ritmo expansivo, podría estar alentando tensiones capaces de dañar aquella estabilidad, por lo que se requeriría “un giro”.
En el medio, talla la cuestión inflacionaria. En el 2011, la inflación en China alcanzó el 5,4%, rebasando claramente el objetivo anual planteado del 4% (en el 2010, la inflación fue de 3,3 por ciento). La tal presión inflacionaria –con números que exceden el promedio histórico– surgió como un resorte de algún alcance disuasorio respecto de la hipótesis de mayores incentivos para reforzar el crecimiento. Más aun, en la propia noción de “crecimiento sustentable”, parece “colarse” la visión de un trade off o compromiso más severo entre inflación y crecimiento. Entonces, van arrimándose algunos tics de sabor más ortodoxo: mayor uso de la política monetaria (incluido algún guiño para la tasa de interés) para controlar la inflación, asunción más convencida del rumbo de apreciación del yuan.
De cualquier manera, aun computando el contexto descripto, téngase en cuenta que la inflación china durante el 2012 estaría registrando un amortiguamiento. Aunque la inflación en julio frente a junio habría sido del 0,1% frente al guarismo anterior del -0,6%, en lo que es la versión interanual, se pasó del 2,2 al 1,8 por ciento. En perspectiva domina la sensación de que, finalmente, las autoridades no fallarán en cumplimentar el objetivo del 4% establecido para el año.
Así las cosas, bajo una óptica más proclive al uso de sintonía fina en un sentido más canónico de la política monetaria, el relajamiento de la inflación abre una cuota de acrecido optimismo para la aplicación de políticas de estímulo, sobre todo, si en agosto se confirmaran las tendencias. Estas políticas podrían cubrir las dimensiones monetaria, crediticia, fiscal y cambiaria (indirecta).
En el plano monetario, se habla de eventuales ajustes a la baja en materia de tasas de interés, de coeficientes de reservas bancarias exigidas y de restricciones crediticias; en el ámbito fiscal, se reforzarían los recursos estimulantes, acelerando la aprobación de proyectos de infraestructura y aumentando los subsidios al consumo, y en el sensible plano de las exportaciones, dadas las inhibiciones para el manejo cambiario directo, se podrían reducir algunos tributos que pesan sobre ellas.
Todavía las incógnitas acerca del curso de los acontecimientos se hallan abiertas. Por supuesto, la circunstancia de una economía poderosa como la china, que siguiera ralentizándose, significaría un dato molesto adicional en términos del desenvolvimiento mundial, ya alicaído de por sí.