La potencia europea que no padece la crisis: El modelo alemán

Marcelo Justo
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La economía alemana se basa en que el Estado tiene una fuerte presencia y en la existencia de estructuras institucionales que intervienen para subsanar las deficiencias y límites del mercado.
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“Un objetivo central de la política industrial es evitar
desequilibrios regionales”, afirma Joe Cox.

El estallido financiero de 2008 y su segunda fase, la crisis de la deuda soberana en la Eurozona, terminaron de sepultar el Consenso de Washington. En medio de la agonía neoliberal, en Europa muchos miran al modelo alemán, uno de los pocos países que ha crecido en la Unión Europea, segundo exportador mundial. La fundación de izquierda británica Compass y el instituto germano Friedrich Ebert Stiftung acaban de publicar un trabajo que busca extender el modelo alemán a otros países, titulado “What can Britain Learn from the German economic recovery?” (¿Qué puede aprender el Reino Unido de la recuperación económica alemana?). Cash dialogó con el autor del informe, Joe Cox, analista de Compass, sobre el modelo alemán, su aplicación a Europa y a América latina.

¿El modelo alemán es una solución para los problemas económicos de la Eurozona?

–El modelo alemán se basa en que el Estado tiene un fuerte rol en la economía y en la existencia de estructuras institucionales que tienen un importante papel que jugar para subsanar las deficiencias y límites del mercado. Un ejemplo son las instituciones bancarias regionales o la cogestión que existe a nivel fabril de empleados y empresarios. Algunos rasgos de este modelo no sirven para el resto de Europa. El conservadurismo fiscal germano es contraproducente. Lo mismo sucede con los acuerdos que hubo de congelamiento o retroceso salarial que, como se ve en el caso de Grecia y otros países, no son lo que se necesita ahora para salir de la crisis. Pero la política industrial y financiera puede ser útil.

Este modelo ha sido presentado en la prensa como una prueba de la necesidad de austeridad y ajuste como salidas a la crisis. Pero no incorpora el fuerte impacto que ha tenido China en el crecimiento de las exportaciones alemanas.

–Es cierto. Se ha tomado el aspecto fiscal o la reforma al mercado laboral como la solución, cuando a mi juicio son más bien el problema y se ha pasado por alto el impacto de China. Muchos piensan que Alemania ha crecido a pesar de la reforma del mercado laboral que se impulsó siguiendo una lógica neoliberal que estaba minando la economía social de mercado. Todo cambió con el estallido de 2008. El consenso político volvió a ser la economía social del mercado, como se vio en una serie de importantes acuerdos que son un ejemplo del modelo tripartito –Estado, trabajadores, empresa– por los cuales las empresas no despedían trabajadores, que a cambio reducían sus horas de trabajo.

¿Cómo definiría la política industrial alemana?

–Se basa en un diálogo permanente entre trabajadores y empresarios. Esto se ve en la coproducción. En vez de que la gerencia decida todo, los trabajadores participan activamente de las decisiones que se toman tanto a nivel de la producción como de la inversión de una compañía. En las plantas más importantes de Volkswagen hay un consejo de producción con 65 representantes obreros que trabajan juntamente con la gerencia sobre las decisiones finales de la empresa. Estas decisiones se adoptan por mayoría. Un caso concreto. Volkswagen quería abrir una planta en el Lejano Oriente. El consejo de los trabajadores dijo que entendían que Oriente era un mercado muy importante, pero que querían más capacitación para los trabajadores alemanes para poder competir con ellos. Este modelo es también importante por la manera en que están regulados los derechos del trabajador. Si, por ejemplo, se despide a un trabajador, los empresarios tienen que suministrar un plan con medidas concretas que lo ayuden a lidiar con su nueva situación. Esto incentiva a los empleadores a invertir en la formación de sus empleados más que en la búsqueda de trabajadores de otras firmas. Hay un control del total de horas laborables. Contrariamente a lo que se supone, si uno compara a Alemania con el Reino Unido, encuentra que el empleado alemán promedio trabaja unas 200 horas por año menos que el británico. Esto implica que el trabajo se disemina a más gente. A nivel nacional, un objetivo central de la política industrial es evitar desequilibrios regionales, tales como los que suele haber entre el norte y sur de los países europeos.

El sistema financiero está en la base de la actual crisis. ¿Sirve el modelo alemán?

–Hay dos partes del modelo financiero alemán que son muy interesantes. Alemania tiene un banco de inversión estatal, el KfW Bankengruppe, creado en la posguerra, que ha sido muy exitoso desde el estallido financiero de 2008. El banco no tiene accionistas. Las ganancias se reinvierten y las canalizan hacia el crédito. Es un sistema que ha estimulado el crecimiento de las pequeñas y medianas empresas, que son la columna vertebral del modelo a nivel industrial. El banco opera con las entidades comerciales, con lo que el riesgo de malos préstamos se divide entre ambos. Como tiene muy bajas tasas de interés, los préstamos a las pequeñas y medianas empresas crecieron con la crisis y se conviritieron de hecho en un estímulo fiscal. El sistema se complementa con la estructura de los bancos regionales, que también son muy importantes para el crecimiento.

Sin embargo, la banca alemana participó del casino financiero que estalló en 2008 y la agencia calificadora Moody’s acaba de reducir su calificación a seis bancos alemanes.

–Es cierto. Alemania tiene bancos privados universales que incurren en las mismas prácticas que los de Estados Unidos y el Reino Unido. Pero debido al apoyo de ese banco de inversiones, los problemas no se están reflejando en la economía real. Los bancos están desendeudándose y, por tanto, tienen menor capacidad de préstamos, pero esto está compensado por el banco estatal.

El modelo alemán requiere un elevado gasto público. En Europa el gasto se sitúa por encima del 40 por ciento del PBI.

–Las principales herramientas del modelo alemán, como su sistema bancario, son a nivel fiscal positivas: dan más ganancias que pérdidas. El banco de inversiones obtuvo ganancias de 3000 millones de euros en 2010. Lo mismo puede decirse de la estructura tripartita a nivel de la producción. La pregunta es si el modelo alemán se podría mantener con un 25 por ciento de gasto público en relación al PIB. Supongo que no.