El Gran Oriente de Obama

Manlio Dinucci  
Il Manifesto 

Durante 236 años, Estados Unidos ha defendido la democracia en todas partes. Eso es lo que Hillary Clinton aseguró en El Cairo.


Habrá entonces que borrar de la historia las más de 160 intervenciones militares del imperialismo estadounidense en diferentes países registradas hasta los años 1940; las guerras de la época de la guerra fría en Corea, Vietnam, Laos, Cambodia y Líbano; los golpes de Estado que orquestó la CIA en Guatemala, Indonesia, Brasil, Chile y Argentina y las guerras de la era post guerra fría contra Irak,, Somalia, Yugoslavia y Afganistán.

La administración Obama, según garantiza la señora Clinton, es portadora de ese mismo compromiso. En efecto, de la estrategia del Gran Medio Oriente (que incluye el norte de África y el Asia Central) inaugurada por el republicano George W. Bush, el demócrata (y Premio Nobel de la Paz) Obama ha pasado a la estrategia del Gran Oriente, que tiene como blanco toda la región Asia/Pacífico, en abierto desafío a China y Rusia.

El primer paso fue la guerra contra Libia, guerra que (como hizo anteriormente Bush con Yugoslavia) destruyó completamente un Estado para poner en el poder a un grupo de gobernantes fieles a Washington. Se llegó así a las «elecciones libres» en la «Libia libre», elecciones que ganó el «liberal» Mahmud Jibril, cuyo éxito se atribuye a la voluntad popular. Se pasa por alto el hecho que Estados Unidos y otras potencias occidentales han invertido en Libia varios millones de dólares para garantizar el apoyo de organizaciones y sectores tribales. Se pasa por alto el hecho que Jibril es el hombre de confianza de Washington, un economista formado en Estados Unidos, a quien se le encargó la tarea de promover los procesos de liberalización en el mundo árabe, y que en 2007 fue puesto –en Libia– a la cabeza del Buró Gubernamental para el Desarrollo Económico, vinculado a las transnacionales estadounidenses y británicas. Desde ese puesto, Jibril avisó a Washington que Kadhafi había detenido el plan de privatización de la economía libia y la formación de una nueva clase dirigente prooccidental y que, en cambio, se estaba desarrollando la competencia china y rusa.

La victoria electoral de Jibril estaba programada. El 30 de marzo de 2011, 10 días después del comienzo de la guerra, el New York Times escribía, basándose en informaciones gubernamentales: «Si la intervención americana (estadounidense) y occidental derrocase a Muammar el-Kadhafi, Mahmud Jibril podría ser el líder de Libia».

La guerra contra Libia es el modelo que Estados Unidos ha adoptado para tratar de desintegrar otros Estados, entre los que se encuentran Siria e Irán, que obstaculizan el avance estadounidense hacia el este.
Ante la reticencia de los numerosos países que se niegan a aceptar la instalación de bases militares estadounidenses en sus territorios, el Pentágono está desplegando en aguas internacionales, desde el Golfo y hacia el este, toda una serie de naves capaces de servir de bases flotantes a sus fuerzas especiales.

Otras bases aéreas y navales se instalan o se agrandan en Tailandia, Filipinas, Singapur, Australia y otros países. A Singapur llegó el primer «litoral combat ship», un nuevo navío de guerra que puede acercarse a la costa para lanzar ataques en profundidad. La US Navy desplegará más de 50 de estos barcos en el Pacífico.

En el marco de su ofensiva diplomática, y para crear divergencias entre China y sus vecinos, la señora Clinton efectuó una «visita histórica» a Laos. Prometiendo 9 millones de dólares para los trabajos de búsqueda y neutralización de minas terrestres, la señora Clinton se hizo fotografiar con un joven mutilado, una de las numerosas víctimas de las explosivos que quedaron en el terreno, cerca del 30% de los 2 millones de bombas que Estados Unidos dejó caer sobre Laos entre 1964 y 1973. Por supuesto, eso fue en defensa de la democracia.

Il Manifesto (Italia). Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la traducción al francés de Marie-Ange Patrizio