En veinte años lograron destruir el comunismo, reducir el estado de bienestar y ahora van por las remuneraciones

Norberto Colominas
Nac&Pop


La burguesía europea está de parabienes.

En algo más de veinte años logró destruir el comunismo, reducir a muy poco el estado de bienestar y ahora va por las remuneraciones.

La combinación de deudas externas y déficits públicos le allana el camino para lograr lo primero; el alto desempleo le facilita lo segundo.

El capitán del barco, Alemania, tiene claro el rumbo.

El objetivo estructural de la mal llamada “crisis de deuda” es evidente: el capitalismo europeo busca aggiornarse reduciendo a un tercio las costosas prestaciones sociales, porque el peligro ruso ya es historia, y los altos salarios, porque de otro modo no podrá recuperar la competitividad perdida respecto de China y el resto de los emergentes.

En España uno de cada cuatro ciudadanos no tiene trabajo; en Italia, uno de cada seis. Madrid está negociando un rescate total por valor de 300 mil millones de euros, ya que el préstamo anterior de 100 mil millones fue sólo para los bancos.

Roma también está en lista de espera, pero difícilmente el dinero alcance para salvar a los dos; los bancos alemanes no tienen las espaldas tan anchas.

Por eso Moody’s acaba de bajar la calificación de Berlín.

La otra variante es emitir moneda en gran escala, pero eso agregaría al tablero un problema que no existe, la inflación, hoy congelada por el desempleo y la caída del consumo.

Pero todo tiene sus costos.

Europa tendrá que afrontar un peligro derivado de la crisis económica: la crisis de representatividad política, porque la socialdemocracia está desfondada y los liberal-conservadores adoptaron y aplican la receta del ajuste continuo, que por definición es antipopular.

Como la izquierda ya no existe, la única esperanza son los nuevos movimientos sociales, pero parecen demasiado verdes para asumir una tarea semejante.

Tampoco aquí se ve la luz al final del túnel.

Otro dato a considerar es que el 80 por ciento de las exportaciones de Alemania se colocan en Europa, que ya no es un cliente de fiar.

¿Qué pasará con su economía --en particular con su industria, su tecnología, sus bancos-- si la crisis continúa por otros cinco años o más?

Al igual que Estados Unidos y Japón, Europa necesita recuperar la mayor parte de las inversiones que emigraron hacia los países emergentes (outsoursing), en particular a China y el sudeste asiático, ya que como consecuencia de las mismas se reducen sus exportaciones (por sustitución) y aumentan sus importaciones, con la paradoja de que empresas del norte desarrollado que antes abastecían a sus mercados internos ahora les exportan esos mismos productos desde India, Taiwán o México, donde los fabrican más barato.

Como las empresas emigrantes ganan buen dinero pero sus economías de origen lo pierden, nunca fue tan cierto como hoy que el capital no tiene patria sino intereses.

Siempre será una regla de oro que el país que produzca más barato recibirá las mejores inversiones, importará menos y exportará más.

Europa no podrá recuperar las inversiones directas que fugaron a mejores destinos como no reduzca las prestaciones sociales al mínimo, baje drásticamente las remuneraciones y desregule las exigencias sindicales, impositivos y ambientales, como lo hicieron en su momento China y los demás.


Europa tendrá que ser menos Europa para seguir siendo Europa, o algo parecido.