La Cruz del Cauca

lberto Pinzón Sánchez
ANNCOL


Popayán, la capital del departamento colombiano del Cauca, es una de las primeras ciudades coloniales establecidas en 1536 por la Corona española, constituyéndose en el centro histórico y geográfico de esa cruz o encrucijada de caminos: hacia el norte el camino a Cartagena, hacia el sur el camino a Quito, al Occidente el camino al oro del Pacífico y hacia el oriente el camino a La Plata, el Huila y las riquezas de la selva amazónica.


Altiplano andino, donde a lo largo de 5 siglos de resistencia histórica a la explotación Colonial iniciada con la cacica Gaitana contra uno de los fundadores de la ciudad el cruel Pedro de Añasco, continuada silenciosamente durante siglos hasta su rebrote a comienzos del siglo XX con Quintín Lame, los fundadores del partido comunista colombiano José Gonzalo Sánchez, Eutiquio Timoté y después por Isauro Yossa y Prías Alape; también epicentro de verdaderos terremotos no solo de tierra sino sociales, ocultados sistemáticamente por la historiografía colombiana, que hoy en el marco de la profundización de la histórica Crisis y la descomposición del Estado colombiano, reaparece nuevamente como la síntesis de todas esas contradicciones insolubles. Miremos un poco el pasado para entender el presente y proyectar el futuro:
La primordial actividad económica del virreinato colonial de la Nueva Granada, la extracción de oro, se inicia desde los primeros años de la conquista mediante el “trabajo forzado indígena (llamado mitayo) y después del etnocidio o exterminio indígena, se continúa con trabajo esclavo traído del África. El epicentro de tal explotación es la devota ciudad de Popayán, lugar de residencia de poderosas familias de esclavistas- mineros y comerciantes-exportadores, quienes también posen extensas Haciendas en los valles del altiplano caucano, en donde los pocos indígenas que han logrado sobrevivir, les producen “adscritos” el sustento agrícola y artesanal necesario para mantener en actividad los esclavos de las minas.

EN POPAYÁN SE RECIBE EL ORO procedente del Patía y el litoral Pacifico para ser amonedado y, luego mandado por el camino del río Cauca, al puerto amurallado de Cartagena con el fin de reunirlo y exportarlo en el navío anual a Sevilla. A su vez, en Cartagena se realiza el comercio de los esclavos traídos del África por los traficantes autorizados por la Corona española. Según el historiador Jorge Palacios Preciado (1978) durante los 279 años comprendidos entre 1510 y 1789, entran por el puerto amurallado 553.646 esclavos procedentes del África, que dejan una gigantesca rentabilidad del 700%. El capital comercial había forzado la inversión, no en tecnología como en los países Nortlánticos, sino en Fuerza de Trabajo esclavo, hallado en abundancia y sin dueños en las costas africanas.
Durante el siglo XVIII (1700- 1800) la Nueva Granada exportó oro metálico por valor de 12 millones y medio de dólares o patacones de oro, ocupando el 2° lugar después de Brasil con una participación del 40% en la producción mundial. Y en los diez años anteriores a la iniciación de la guerra anticolonial Bolivariana, había exportado cerca de 4 millones de patacones, es decir un 27% del total exportado durante los años anteriores. Esto se reflejaba en la vida económica y social, especialmente de Popayán. Un ejemplo lo ilustrará: un esclavo que producía lo de tres indígenas, valía en Cartagena cerca de 400 patacones de oro y, puesto en la mina del Pacífico doblaba su valor. Mientras que una res costaba 5 y un caballo 9 patacones.

AL AMPARO DEL RÉGIMEN COLONIAL ESPAÑOL y acicateados por el capital comercial europeo que estaba en pleno proceso de acumulación originaria, se había conformado así una clase social sui-generis de tres rostros: la Oligarquía de los esclavistas, quienes al mismo tiempo eran mineros, exportadores y hacendados y quienes con el correr de los años hasta hoy, consolidaron un sistema violento, excluyente y minoritario de dominación y depredación oligárquica, utilizando las formas más bárbaras de “trabajo pre-capitalista” conocidas por la humanidad, para extraer la plus- valía al trabajo indígena mediante la mita y la servidumbre, a los africanos con la esclavitud, y a los mestizos mediante el salario imperfecto del concierto.
Para entender mejor la importancia de este nudo contradictorio de clases sociales dominante surgido y asentado en Popayán, sigámosle la pista a una de estas familias de esclavistas- hacendados- comerciantes exportadores de oro, que impuso a Colombia durante el siglo XlX y parte del siglo XX, su poderío económico político y social: los Mosquera.

JOAQUÍN MOSQUERA HERMANO DE TOMAS CIPRIANO, ocupa la presidencia de Colombia en 1830 a la muerte de Simón Bolívar. Un año después otro Mosquera llamado José Maria Obando, el caudillo militar de tres guerras civiles y autor del asesinato del Mariscal Sucre, llega a ser presidente y una vez mas en 1853, sustituye en ese puesto a su pariente José Hilario López. En 1841 el yerno de Tomas Cipriano Pedro Alcántara Herrán, alcanza la presidencia de Colombia. Y en 1854 al ser destituido Obando, lo sucede el traficante de esclavos y poeta lírico Manuel Maria Mallarino. El propio Tomas Cipriano consigue la presidencia de la república en tres ocasiones; en 1845, en 1860 y en 1866. Desde siempre, la primera autoridad religiosa del país (el arzobispo de Bogotá) es un monseñor de Popayán de la gran familia: Fernando Caicedo hermano del vicepresidente Domingo Caicedo, es sucedido por Manuel José Mosquera hermano de Tomas Cipriano. Y durante la segunda mitad del siglo XX, el perpetuo vicepresidente de la república liberal es hasta su muerte Víctor Mosquera Chaux.

Para 1877 y desde Popayán centro de su actividad económica, el amigo del regenerador Rafael Núñez y futuro presidente-dictador conservador de Colombia Rafael Reyes Prieto, gamonal ligado a la exportación hacia EEUU de productos vegetales amazónicos, inicia con sus hermanos y prestigiosos miembros de Popayán, el ciclo etnocida y genocida del caucho, que entre 1932-33 lleva a unas escaramuzas militares internacionales con el Perú y le cuestan al país la perdida de gran arte de su territorio y población amazónicos.
Manuel Marulanda (2º de izquierda) y Jacobo Arenas (4º de Isq.),
 legendarios fundadores de las FARC-EP.
Y en 1962, llega a la presidencia de Colombia Guillermo León Valencia, el hijo de un poeta hidalgo payanés, quien dos años después declara parte del Cauca “República Comunista Independiente”, inicia con la asesoría norteamericana el tan mentado Plan LASO que hará surgir las FARC.
Y hoy como si no hubiesen pasado 60 años de conflicto interno y la realidad social del Cauca no se hubiera convertido en un abigarrada contradicción económico-social, territorial y hasta racial que se nos está imponiendo, o tal vez por su amnesia senil, el general Valencia Tovar desde su prestigiosa columna periodística le sugiere al presidente JM Santos, declarar no parte sino todo el Cauca “república independiente”, para poder imponer el orden público últimamente algo perturbado.

PERO LA REALIDAD QUE REBROTA ACTUALMENTE de la encrucijada caucana, ha puesto al descubierto otra verdad palmaria: que el presidente de Colombia JM Santos, responsable constitucional de la paz para con sus conciudadanos, contra lo que nos había hecho creer con su propaganda mediática, no tiene ningún proyecto de paz para Colombia. Su trampa o embeleco de frio jugador de póker para imponer sus locomotoras económicas neoliberales y la impunidad a sus políticos de la Unidad Nacional; era hacernos creer que tenía una llave para la paz en el bolsillo. Los hechos del Cauca y la movilización social lo han desnudado definitiva e irreversiblemente; mientras que la pesada cruz del conflicto interno y la guerra con sus “tatucos” de 2ª generación capaces de derribar aviones de guerra, ha entrado en una nueva etapa tal y como lo demuestra el investigador de la Corporación Nuevo Arco Iris Ariel Ávila.
http://anncol-colombia.blogspot.com.ar/