Cobos o la crónica de un regreso sin gloria



Ernesto Espeche
APAS

Fue símbolo de traiciones políticas. Fue la esperanza destituyente de la reacción conservadora. Ahora, sin demasiadas estridencias, se sube al tren electoral del desconcierto opositor.

Julio César Cleto Cobos anunció su postulación en las elecciones legislativas del año que viene. Sabe -cualquiera lo sabe- que quedaron muy lejos aquellas jornadas en las que se revolcaba en los placeres de una popularidad efímera y sólo afirmada en su desplante al proyecto nacional. 

Atrás, muy atrás, quedaron los vaticinios que anunciaban “la inminente hora del postkirchnerismo”. Por entonces, el hombre gozaba de una casi total aprobación del disgregado arco opositor y se beneficiaba de las más burdas operaciones mediáticas. Soñaba que los caprichos de la política –y los propios- le ofrecerían en bandeja, una vez más, el apetecible menú del poder. Su propia historia validaba el método: así llegó al decanato de la Regional Mendoza de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), al gabinete del gobernador Roberto Iglesias (1999-2003), a la jefatura del Estado provincial (2003-2007) y a ser el elegido entre los radicales concertistas para acompañar en la fórmula presidencial a Cristina Fernández en 2007.

Pero, con la misma vertiginosidad que llegó a la cumbre, su figura se fue diluyendo al ritmo de una contundente recomposición de la iniciativa política presidencial. Luego de las elecciones legislativas de 2009 –aquellas que los radicales mendocinos ganaron con holgura bajo el slogan “los hombres de Cobos”- dejó de visitar los programas de televisión y de lanzar declaraciones que llegaban -sin mayor esfuerzo- a las tapas de los diarios nacionales.

El héroe de la oligarquía perdió su estatus de salvador de la patria liberal. No estuvo a la altura de las necesidades de una élite que, a su vez, tampoco supo delinear una estrategia clara para sostener sus intereses. El "Vice" pagó los costos: fue corrido por sus propios correligionarios del centro de la escena partidaria hasta borrarlo del diseño electoral para los comicios generales de 2011. 


Un reconocido dirigente de la Unión Cívica Radical (UCR), el intendente de la Ciudad de Mendoza Víctor Fayad, llegó, incluso, a calificarlo como “el Padre Grassi de la política”, una metáfora que es, por demás, elocuente.

Hace un año, Cobos era “pianta votos” para sus propios socios. Es más, los dirigentes cercanos a su entorno no lograron imponerse en las listas del radicalismo. Nadie que se reconociese dentro de ese espacio se arriesgaba a una foto con él: era la imagen de la derrota ante el impulso arrasador -y arrastrador- de la figura de Cristina Fernández.

Cobos anunció su regreso al llano el mismo día de los comicios que le otorgaron un 54 por ciento de apoyo a la Presidenta y que le propinaron una derrota sin atenuantes al radicalismo local y nacional. Su retiro fue –hay que reconocerlo- una decisión surgida de una correcta lectura política. Ya se había pasado “su hora” y lo mejor era volver a casa.

Sin embargo, la inédita crisis del partido de Yrigoyen juega hoy a su favor. Sin figuras destacadas, sin proyecto alternativo y sin espacios de poder real –más allá de un puñado de intendencias a lo largo del país-, los radicales entienden que la historia impone la reactivación de la figura de Cobos. Por eso, y sin estridencias, anunció su intención de volver a presentarse en una contienda electoral. También jugó a su favor la desmedida e inconsistente operación mediática contra el actual vicepresidente, Amado Boudou. Quizás el efecto contraste terminó de convencerlo.

Mendoza renovará en 2013 parte de sus representantes en el Parlamento Nacional. Con sólo mantenerse el piso histórico del radicalismo local, Cobos accedería a una banca para reposicionarse como un dirigente de peso, en condiciones de capitalizar un golpe de suerte. Ese derrotero estará, sin embargo, condicionado por un contexto político y social muy diferente al que lo popularizó a escala nacional. 

Es evidente que la conducción de un proyecto colectivo nunca estuvo entre sus capacidades; sí se le reconoce, en cambio, cierta habilidad para encontrar los lugares adecuados para potenciar su figura personal. Esa habilidad reside, como en otros casos bien conocidos, en una aparente voluntad conciliadora que reniega de las definiciones ideológicas explícitas y explota a fondo las bondades de una tibieza patológica. Se trata de un perfil, debemos admitirlo, bastante atractivo para ciertos sectores medios.

Un dato no menor: a diferencia de 2009, la imagen de Cobos no polariza con la figura de Cristina Fernández. Además, la estrategia conservadora parece concentrarse hoy en el difícil objetivo de detectar, seducir y traccionar a parte del peronismo para llegar con alguna chance a las próximas presidenciales. Esa jugada deja en un segundo plano a una posible pero dificultosa alianza entre radicales y socialistas (Julio Cobos y Hermes Binner). Se sabe -y la derecha también lo sabe- que cualquier armado con posibilidades de construir un proyecto de poder necesita una pata peronista. En esa línea, el ex Vicepresidente parte varios metros atrás de algunos gobernadores permeables a cierta retórica antikirchnerista, y también de ciertos dirigentes sindicales que se cruzaron de carril. 

El titular del Ejecutivo mendocino, Francisco Pérez, tiene una muy buena aceptación en base a los lazos de su gestión con el proyecto nacional, pero deberá trasladar esos atributos a quienes encabecen la lista del Frente para la Victoria. No sería deseable para el kirchnerismo local que se cristalice una contienda Pérez-Cobos. El gobernador no puede desgastar energías ni licuar su imagen en un escenario que, en principio, no define grandes cosas. Nada de lo que pueda ocurrir en los comicios del año próximo en la provincia alterará el mapa político de cara a 2015. Sin ir muy lejos, la derrota del proyecto nacional de 2009, en un contexto mucho más desfavorable que el actual, no fue un obstáculo para su impresionante validación popular en 2011. 

(*) El autor es Director de APAS, docente e investigador universitario, Doctor en Comunicación de la UNLP y director de Radio Nacional Mendoza



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