Fascismo, nazismo, ayer, hoy


Pepe Gutiérrez-Álvarez


Lo dice Josep Fontana en “Por el bien del imperio”, ni siquiera el fascismo había logrado imponer tantas medidas antisociales como el neoliberalismo. En Catalunya, el partido que está haciendo lo que no pudo hacer el fascismo se llama CiU, cierto que el principal mérito de su mayoría electoral fue el “Tripartito”…
Fascismo, nazismo,  ayer, hoy
El fascismo ha sido lo peor que le ha sucedido a este país en toda su historia, y sus consecuencias siguen siendo determinantes. Esto explica por ejemplo que todavía subsistan alrededor de 150.000 republicanos asesinados en la retaguardia sin ser reconocidos como ciudadanos por un Estado que se dice democrático, pero que se logró sin romper con la dictadura, y algunas cosas más. Por ejemplo, el peso agobiante que sigue teniendo la derecha, peso que se sostiene sobre todo en el miedo que subyace entre buenas parte de la población.

En un artículo anterior me he referido al cinismo y la frivolidad con que “nuestros políticos” emplean el fascismo, Hitler, el nazismo y el judeocidio como armas arrojadizas contra los nacionalismos de países sin Estado. También, como al mismo tiempo que miran hacia otro lado hacia otro lado hacia actuaciones que si permiten un paralelismo, y valga como ejemplo el desprecio a los emigrantes,  que en Catalunya aparece animada desde el PXC, el grupo de extrema derecha más implantado del Estado que no ha conseguido representación gracias (sic) a la Ley d´Hont que castiga a las minoría y premia a las mayorías. El hecho de que las CUP si lo hayan conseguido tiene un mérito añadido, ¡imaginad sí hubiera sido al revés¡. Palabras como “Controlemos la emigración”, tan caras de Josep Anglada, han sido repetidas días atrás por el padre de Oriol Pujol, ese chico tan trabajador.
La influencia de este fascismo blanco  (que les sirve de coartada, ellos harán casi lo mismo pero con buenos modales) resulta patente en CiU (que como el que no quiere la cosa ha acabado adaptando las pautas del siniestro alcalde de Vich, presidente de la federación de municipios por la independencia), o en el PP que ha hecho lo propio con el repulsivo alcalde (consentido) de Badalona. Reacciones como las de Vidal Cuadras llamando a una intervención militar y la disolución del Parlamento soberano, ya fue relacionada con el franquismo en el Parlamento europeo. Es también lo que se podía decir de esos espadones que echan mano a una Constitución cuyos aspectos más progresivos están siendo pisoteado  lo menos que también permitiría establecer papa, que en mayor o menor medida, si permiten ciertas analogías, por ejemplo el menosprecio con que los banqueros y empresarios tratan los derechos laborales y ciudadanos más elementales.
Detrás de esta despreciable manipulación tenemos el enorme peso de la incultura política reinante, la misma que permitió a los que organizaron la guerra contra el pueblo de Irak, admitieron al menos en parte toda aquella  infecta campaña desde los medias en la que Usen era comparado con Hitler. Aunque el nivel cultural del pueblo no ha podido por menos que aumentar en las últimas décadas, también es cierto que tal desarrollo no ha podido marchar acompañado con una mayor formación ciudadana, sobre todo porque las izquierdas han abandonado la batalla de la cultura, y en muchos casos, se han sometido al canon neoliberal con algún que otro ajuste, y abandonando la acción cultural al escaparate y a la política de prestigio. Como escribió muy bien Rafael Sánchez Ferlosio ya en los años ochenta, cuando oían los socialistas oían hablar de cultura, sacaban la cartera.
El fascismo no habría que decirlo es un movimiento de destrucción del movimiento obrero y de la democracia que tratar de cargar sobre los otros (los judíos, los colonizados, los pobres), los problemas derivados de las crisis económicas. Originariamente,  los movimientos fascistas y el establecimiento de regímenes fascistas tuvieron lugar en varios países europeos durante las décadas de 1920 y 1930. Su expansión provocó numerosos debates en las filas del movimiento obrero, y obligó a sus pensadores marxistas a tener que responder a un problema imprevisible,  nuevo, aunque de alguna manera ya había sido en parte vislumbrado por algunos artistas como Jack London con El talón de hierro…
De entrada se encontraron que tenían que ofrecer respuestas con tres cuestiones principales:
--a) ¿cuáles habían sido las condiciones sociales y económicas que habían dado lugar al fascis­mo?, y
--b) ¿qué hizo posible la victoria del fascismo y la destrucción del movi­miento obrero en varios países?
--c) ¿Cómo se le podía vencer?.
Naturalmente, las primeras aportaciones llegaron desde Italia, el primer país que conoció una dictadura fascista, y  puso en marcha una dictadura totalitaria con afanes ultraimperialistas. Aquí habría que hablar de Antonio Gramsci, cuyos escritos sobre la cuestión se publicaron en una antología (Sobre el fascismo·. Prologo y selección de Enzo Santarell, México, 1979), pero también de otros autores como Angelo Tasca, autor de El nacimiento del fascismo (Ediciones Ariel, Barcelona, 1969), y podríamos citar un abundante material,  incluyendo numerosas películas, algunas tan interesantes y ambiciosas como Novecento. 
También habría que hablar de las aportaciones de los miembros de la Escuela de Francfort que igualmente estudiaron con lucidez el nacimiento del fascismo. Neumann, en un estudio clásico sobre la Alemania nacionalsocialista (1942), mantenía que “en un sistema monopolis­ta, los beneficios no pueden obtenerse y retenerse sin poder político totalita­rio”, y continuaba describiendo el régimen como «economía dirigida» o, mas generalmente, como “capitalismo monopolista totalitario”. Según Neumann, en Alemania el proceso de centralización y concentración de ca­pital, que lleva al monopolio, había llegado más lejos que en ningún otro país, y eso, junto con la excepcional severidad de la crisis económica en Alemania, explicaba la fuerza del fascismo…
Pero los trabajos más potentes sobre el fenómeno fascista fueron los folletos y artículos escritos por León Trotsky entre 1930 y 1933, que tuvieron una considerable influencia aunque su autor ya era un proscrito. Estos escritos fueron ampliamente divulgados en España, y tuvo lectores tan reconocidos como Joaquín Maurín y Luís Araquistáin. Trotsky  ofreció un esbozó de los rasgos determinantes del fascismo si bien, su principal preocupación era formular una estrategia política efectiva de frente único obrero  (unificar a socialistas y comunistas contra el ascenso nazi)  que permitiese al movimiento obrero detener la peste parda en Alemania; una antología de estos escritos fueron publicados por Fontamara.  Estos trabajos tuvieron una continuidad en otros autores como Andreu Nin (Las dictaduras de nuestros días),  Daniel Guérin (Fascismo y gran capital), Charles Bettelheim en su primera fase (La economía alemana bajo el nazismo), y claro está, manuales del valor de El fascismo, de Ernest Mandel.
En opinión de Trotsky, el fascismo es la expresión de una profunda crisis estructural del capitalismo tardío y resulta de la tendencia del capitalismo monopolista (como observó Hilferding) a “organizar” toda la vida social de modo “totalitario” (un término que ha sido cínicamente instrumentalizado por los liberales reaccionarios), mientras que la base social de los movi­mientos fascistas de masas es la pequeña burguesía o clase media. Bauer (1938) emprendió un análisis más sistemático del fascismo. El teórico de la revolución permanente lo con­sideraba como “el producto de tres procesos estrechamente conectados”. En primer lugar, la “Gran Guerra” (un hito escamoteado por la historiografía neoliberal dominante) expulsó a gran número de personas de la vida burguesa, convirtiéndolas en “desclasadas”, que después de la guerra formaron las «milicias» fascistas y «ligas de defensa» con sus ideologías militaristas, antidemocráticas y nacionalistas. En segundo lugar, la crisis económica de la posguerra empobreció a una gran parte de la baja clase media y del campesinado, que abandonó los partidos demócrata-burgueses y se unió a las milicias. En tercer lugar, las crisis económicas redujeron los be­neficios de la clase capitalista, y para recuperarlos, aumentando el nivel de explotación, necesitaba vencer la resistencia de la clase obrera, lo que parecía difícil o imposible de conseguir con un régimen democrático.
Estos son los principales referentes, los autores de un legado muy importante en el que se podría añadir numerosas aportaciones menos conocidas. Pero la cuestión es que no se puede emplear el concepto de manera errónea, bastante ejemplos de locuras y desastres tenemos ya en el pasado, baste recordar los provocados por la teoría del socialfascismo acuñada por un tal Stalin para el que fascismo y socialdemocracia eran hermanos gemelos…lo primero que quizás haya que tener en cuenta el que fascismo a la vieja usanza ha pasado a la historia, ahora adaptan otros formatos. Sus “judíos” o sus “rojos” son de entrada los emigrantes. Y lo más importante fue y es, que no hay que permitirlo. De ahí q la importancia de todas las organizaciones antifascistas militantes que han demostrado en los hechos que es posible detenerlos, y hay que detenerlos allá donde encuentren.
No menos importante es denunciar todas las conexiones que les unen con los partidos y entidades respetables. Por ejemplo, esa frase de Díaz Merchán según la cual hay que trabajar más para ganar menos, apesta a fascismo. También apestan las palabras de duran Lleída sobre los andaluces, o las del capo de Mercadona.
Lo dicho, el neoliberalismo está logrando imponer una creciente esclavismo con métodos diferentes a los fascistas, y lo están haciendo sobre todo, porque la izquierda institucional se ha convertido en cómplices.
Ya lo decía Mari i Pol, el fuego de ayer ya no caliente, tenemos que crear un nuevo fuego.