La quiebra del BRIC, según Morgan Stanley

Alfredo Jalife-Rahme
La Jornada


     En medio de la grave crisis civilizatoria, a los dos lados del noratlántico pululan los libros declinistas de corte balcanizador, como el polémico y reciente El estallido de los países: en búsqueda de los próximos milagros [sic]económicos, de Ruchir Sharma.


Se ha desatado un tsunami de propaganda negra contra los BRICS de parte de los centros estratégicos y multimedia anglosajones que ya se había alertado (Bajo la Lupa, 14/10/12) y al que se suma el banco de inversiones Morgan Stanley y la influyente revista Foreign Affairs (nov-dic/12) también corta de ideas y en decadencia.
El libro de Sharma coquetea con la superficialidad, pero goza de enorme difusión goebbeliana, al grado de que Foreign Affairs (en inglés, pues la versión en español es infumable y controlada por el ITAM y el grupo de George Soros) le otorga su principal titular.

Sin alcanzar los niveles de viajeros legendarios como Ibn Batuta ni Marco Polo, Sharma basa sus asertos en dos décadas de viajes por los países en vías de desarrollo y apuesta sin continencia al estallido de los BRIC (Brasil, Rusia, India y China) –desprecia a Sudáfrica– y al inevitable retorno de Occidente (whatever that means) con la parusía de la tecnología de EU y la manufactura de Alemania.
Sharma, jefe de la división de mercados emergentes del vilipendiado banco de inversiones Morgan Stanley, con mentalidad notoria de mercader financierista, anda en busca de nuevos mercados cuando la era del dinero fácil concluyó. Al parecer no encontró nada por lo que retorna al inmediato pasado fracasado de Estados Unidos (EU).
No está en duda la prodigiosa tecnología de EU (robótica, nanotecnología, genoma y segunda generación cibernética), sino su insolvencia financiera con su deuda impagable: temas nodales que no aborda Sharma y que no debe ignorar proviniendo del cancerígeno sector financierista.
Tampoco está en tela de juicio la magnificente manufactura de Alemania, sino su reposicionamiento en el nuevo orden multipolar cuando ha sido desplazada como la primera exportadora mundial por China, en sincronía con las mayores exportaciones de Berlín a los BRICS con una neta visión geoeconómica (más que vulgarmente mercantilista, como el México neoliberal).
Sharma carece de cultura geoestratégica y soslaya la exquisita complementariedad entre Alemania y Rusia, ya no se diga la que se despliega de estos dos con China.
El mundo es mucho más complejo que las mercantilistas linealidades maniqueas de Sharma, quien arremete contra las extrapolaciones de la pasada década que contempló el ascenso del resto de países emergentes –un cambio de una vez en la vida, en particular de los BRIC– frente al descenso de los países industrializados. Ridiculiza los pronósticos de que China supera(rá) a EU cuando la economía de éste es aún el doble de aquella con un per cápita siete veces mayor que rememoran las fallidas previas proyecciones de la década de los 80 con Japón: hoy la economía global se encamina a su peor año desde 2009, el crecimiento de China se desacelera abruptamente, de su doble dígito a 7 por ciento y aún menos con declives sustanciales de Brasil, Rusia e India.
En forma tramposa, Sharma, como Gideon Rachman, del Financial Times, elude mediciones sensibles y más sofisticadas, como la proporción de la deuda (la real, no la maquillada) con el PIB, ya no se diga la otra proporción de liquidez (reservas de divisas y oro; Fondos Soberanos de Riqueza; tenencia de Bonos de Tesoro etcétera) sobre el PIB, los cuales desecharían de tajo sus extravagancias economicistas.
A diferencia de Rachman, Sharma acepta la existencia de la divergencia del crecimiento económico dentro de la globalización y justifica que hasta 2007 todos los países del mundo menos tres crecieron debido a la existencia del dinero fácil durante una década, lo cual ha cesado por la crisis cuando el flujo de dinero a las estrellas ascendentes (sic) reconfigurarán el equilibrio del poder global.
Sharma –extraño para quien nació en India– desprecia a los países emergentescon tal de satisfacer a sus amos depredadores de Morgan Stanley: de 180 países seguidos por el FMI, sólo 35 son desarrollados. Con la excepción de las petromonarquías del golfo Pérsico y los tigres asiáticos, desde 1950 hasta 2000 la brecha entre desarrollados y emergentes se ensanchó, y considera que, basado en el PIB per cápita, la brecha en 2011 regresó a los niveles de 1950. Aquí nos podemos pasar siglos debatiendo.
Sharma sataniza a los mercados emergentes aduciendo como regla general su incapacidad de mantener durante una década un crecimiento sostenido mayor a 5 por ciento. Evita el flujo/reflujo de capitales especulativos y sentencia que la historia de losmercados emergentes calientes hasta 2003 fue la de China.
Augura una tercera era pesimista para los mercados emergentes, después de lasegunda era atípica (de 2003 a 2007), para concentrar sus baterías contra los villanos favoritos de los BRIC que nunca [sic] han tenido nada [sic] en común y no crecerán al unísono: con excepción de China, tienen comercio limitado entre ellos y tienen pocos [sic] intereses políticos y en política externa en común. ¡Sharma no sabe nada de geopolítica!
Tras exhibir su patente rusofobia, Sharma se consagra a predecir su nuevo orden económico para la década que viene: EU, Europa [sic] y Japón es probable que crezcan lentamente, lo cual será menos preocupante [sic] con la principal historia de la economía global que será el descenso de 3 a 4 por ciento en China.
Sharma forma parte de las Casandras sinófobas que proliferan en los goebbelianos multimedia anglosajones y proyecta, basado en el punto de inflexión de Lewis(agotamiento del superávit laboral rural en las urbes), que su economía no puede seguir creciendo tan rápido debido a su extensa población que envejece a prisa(política de un solo hijo).
Ni al México neoliberal le va bien en la fantasiosa década de Sharma, quien desdeña el mercantilismo de los países exportadores (México, Brasil, Taiwán, Rusia, Malasia) a países con menor crecimiento: China y el mundo industrializado.
Después de malabarear las cifras al antojo de Morgan Stanley, Sharma arguye que el desempeño económico de los mercados emergentes será altamente diferenciadolo cual impactará la política global en diferentes maneras cuando revivirá la confianza [sic] de Occidente y oscurecerá [sic] el brillo diplomático de estrellas recientes [sic] como Brasil y Rusia.
Una víctima será la noción de que el éxito de China demuestra la superioridad de su autoritario capitalismo de Estado. ¡Qué correlación más loca de Sharma!
Sepulta los modelos a seguir, como el fracasado decálogo del consenso de Washington (prefiere el modelo manufacturero de Sudcorea al de Japón) y se adhiere a una anarquía más hobbesiana que darwiniana, donde los pocos exitosos serán, de acuerdo con su endeble clasificación de ingreso per cápita: República Checa, Sudcorea, Turquía, Polonia y Taliandia. ¿Y Qatar, el mayor PIB per cápita del planeta? ¡Pamplinas!
Sharma necesita viajar menos, dejar de trabajar para Morgan Stanley y leer más a los clásicos.