EE.UU. ayuda a destruir las esperanzas de paz en Siria

Nicolas J.S. Davies
Information Clearing House


El presidente Obama confirmó en una entrevista con Atlantic [3] el 2 de marzo de 2012, que uno de los objetivos estratégicos de la política de EE.UU. en Siria ha sido debilitar y aislar Irán eliminando o ayudando a eliminar a su aliado árabe más fuerte. Cuando se le preguntó lo que EE.UU. podría hacer para acelerar la remoción del presidente Asad, Obama respondió riendo: “Bueno, nada que le pueda decir, porque su calificación confidencial no es suficiente”.

En la práctica, como implicó el presidente Obama, el gobierno de EE.UU. ha jugado un “papel disimulado, silencioso, libre de medios” [4] pero no obstante significativo en la escalada de la violencia en Siria. Ya en diciembre pasado, incluso cuando un sondeo de opinión de YouGov, financiado por Catar, estableció que un 55% de los sirios todavía apoyaba al presidente Asad [5], el exagente de la CIA Philip Giraldi informó [6] de que aviones no identificados de la OTAN estaban entregando armas y milicianos de Libia a bases aéreas turcas cerca de la sede del Ejército Libre Sirio (ELS) en Iskanderum. Fuerzas especiales británicas y francesas estaban entrenando a reclutas del ELS, mientras agentes de la CIA y fuerzas especiales estadounidenses suministraban al ELS equipamiento de comunicaciones e inteligencia. Turquía ya estaba comprometida con un ataque o invasión de Siria en cuanto Occidente le diera luz verde.


Obama no se dio la molestia de mencionar la nueva esperanza de una solución pacífica de la crisis con el nombramiento de Kofi Annan como Representante Especial de la ONU en Siria solo unos días antes de esa entrevista. De hecho, mientras Kofi Annan lanzaba su plan de paz de último recurso [7], EE.UU. y sus aliados daban pasos críticos para asegurar que las fuerzas que apoyan en Siria siguieran combatiendo, en lugar de aceptar el alto el fuego que era el primer paso inicial del plan de Annan.

El presidente Sarkozy de Francia inició una serie de reuniones internacionales bajo la rúbrica orwelliana “Amigos de Siria” [8], en las cuales EE.UU., sus aliados de la OTAN y los monarcas absolutistas del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) ofrecieron su apoyo incondicional a sus testaferros sirios en lugar de presionarlos para que cooperaran con el plan de Annan. Arabia Saudí y Catar prometieron más armas, apoyados por un compromiso estadounidense de 15 millones de dólares de ayuda “no letal”, incluyendo sistemas de radio satelital como los que las fuerzas testaferras de la OTAN utilizaron en Libia en 2011. Como señaló en junio el New York Times [9]: “Lo que ha cambiado desde marzo es la entrega de armas y municiones a los rebeldes”. El mismo artículo describió las entregas mediante camiones del ejército turco de armas antitanques a la frontera siria y el control de los agentes de la CIA del flujo de armas en el sur de Turquía hacia Siria.

La oportunidad de las tres reuniones de los “Amigos de Siria” no podía haber sido peor para cualquier esperanza de que las fuerzas respaldadas por Occidente cumplieran el plan de Annan. La primera reunión se celebró en Túnez el día después del nombramiento de Annan y la segunda en Estambul el 1 de abril, nueve días antes de la que debería ser la fecha inicial del alto el fuego. En esa reunión el Consejo Nacional Sirio (CNS) declaró que utilizaría su nuevo apoyo financiero para comenzar a pagar salarios a combatientes del ELS, una acción oportuna que alentó a los rebeldes dentro de Siria a que no depusieran las armas.

No es ninguna coincidencia que los principales protagonistas “externos” de la guerra civil de Siria sean los mismos países que dirigieron y aprovisionaron a los “rebeldes de la OTAN” en Libia en 2011, una guerra que costó por lo menos 25.000 vidas [10] y hundió a Libia en un estado de caos del que un año después no se ve el final. Funcionarios estadounidenses señalan, de boca para fuera, las diferencias obvias entre Libia y Siria, pero sus acciones y las de sus aliados revelan que las mismas fuerzas tratan de adaptar lo que consideran que fue una estrategia exitosa en el cambio de régimen de Libia para lograr un objetivo similar en Siria, a sabiendas de que va a ser aún más sangrienta y desestabilizadora.

En Libia y Siria las potencias occidentales y las monarquías árabes pusieron patas arriba la Primavera Árabe. Distrajeron la atención del mundo de sus esfuerzos para detener las revoluciones no violentas de Túnez, Egipto, Bahréin, Yemen, además del Irak ocupado por EE.UU., aprovechando las esperanzas generadas por la Primavera Árabe para sus propios intereses. En Libia y Siria, como en Irak, han explotado las diferencias sectarias y étnicas para dividir y conquistar con poca consideración por la vida humana y la integridad de esas complejas sociedades, sembrando las semillas de una prolongada inestabilidad y futuras “reacciones”.

Los medios occidentales han avivado los temores de inminentes baños de sangre y han presentado los ardides de los emires del Golfo Pérsico y de los  responsables políticos occidentales como si fueran renuentes “intervenciones humanitarias”. La violencia resultante ha sido mucho mayor que la violencia que pretenden impedir, pero esa causa y efecto predecibles se han enterrado fácilmente en la frenética cobertura mediática de la escalada bélica. Ruanda, donde Occidente no intervino, se saca como una baza para justificar cada nueva intervención, estableciendo un modelo en el cual Occidente ha provocado violencia por doquier, por una parte al no impedir la violencia genocida en Ruanda y la República Democrática del Congo y por la otra mediante la agresión y la escalada en todos los demás sitios, de Kosovo a Siria.

La doctrina posterior a la Guerra Fría de “intervención humanitaria” o “R2P” (responsabilidad de proteger) [11] es un esfuerzo para crear una excepción de la prohibición universal del uso de fuerza militar de la Carta de la ONU [12]. La atracción emocional de R2P para el tribunal de la opinión pública desafía la sabiduría forjada en el infierno de dos guerras mundiales de que la guerra es demasiado terrible para justificarla con argumentos semejantes. En la práctica, R2P ha servido de cobertura para una nueva doctrina estadounidense de “guerra de la información” que el mayor Ralph Peters exploró con más honestidad para los lectores militares en un artículo en la revista del U.S. Army War College [13] en 1997:

Una de las bifurcaciones definidoras del futuro será el conflicto entre los amos de la información y las víctimas de la información… [La información] seduce, traiciona, pero se mantiene invulnerable. ¿Cómo puedes contrarrestar la información que otros han dirigido hacia tu persona?... Las sociedades que temen o no pueden manejar de otra manera el flujo de la información simplemente no serán competitivas. Podrán dominar los recursos tecnológicos para ver los vídeos, pero seremos nosotros los que escribiremos los guiones, los produciremos y cobraremos los royalties. Nuestra creatividad es devastadora… El papel de facto de las fuerzas armadas de EE.UU. será mantener el mundo a salvo para nuestra economía y abrirlo a nuestro ataque cultural. Con estos fines, cometeremos una cantidad considerable de asesinatos. Estamos edificando unas fuerzas armadas basadas en la información para que cometan esos asesinatos… Ya somos los amos de la guerra de la información.

Y así, en Libia, los “amos de la información” se aseguraron de que el mundo viera solo a los variopintos rebeldes de la OTAN, nunca a las fuerzas especiales británicas, franceses y cataríes [14] que los armaron, entrenaron y transportaron a lo largo de la costa a bordo de barcos de guerra de la OTAN [15] y los condujeron a la victoria, incluso cuando las fuerzas especiales cataríes dirigieron el asalto final al cuartel militar Bab Al-Azizia de Libia [16] en Trípoli. Las fuerzas de EE.UU. eran aún más invisibles, mientras “dirigían desde atrás” y realizaban su parte del total de 9.700 ataques aéreos [17] en seis meses, el mayor bombardeo del mundo desde el ataque a Irak de 2003.

Una vez que caiga el polvo sobre decenas de miles de tumbas, algunos nuevos Lawrence de Arabia firmarán acuerdos de guiones y películas para contarnos la historia “confidencial” de cómo derrocaron y mataron salvajemente a Gadafi. Pero las imágenes dramáticas que produzcan todavía estarán sometidas a la cuidadosa manipulación de los amos de la información, quienes tendrán para entonces el beneficio de la retrospectiva al decidir cómo hay que recordar a los heroicos liberadores de Libia. Como dijo jovialmente Winston Churchill a su gabinete cuando los votantes británicos los mandaron a freír espárragos en 1946: “No temáis, caballeros. La historia me tratará bien, porque yo la escribiré” [18]

Pero una de las preguntas básicas que los historiadores tendrán que responder sobre la Primavera Árabe es: ¿por qué las revoluciones contra las marionetas occidentales en el mundo árabe fueron mayormente no violentas, mientras que las que se alzaron contra gobiernos independientes condujeron a sangrientas guerras civiles? La respuesta inicial de los gobiernos libio y sirio a las protestas no violentas no fue más brutal que en Egipto, Irak, Bahréin o Yemen. Todos los gobiernos mataron a manifestantes pacíficos, hicieron desaparecer y torturaron a los disidentes y trataron desesperadamente de mantenerse en el poder; y los recuentos de las primeras víctimas fueron comparables.

La diferencia crítica fue el papel de EE.UU. y sus aliados: los “amos de la información”. Como reacción a las rebeliones de Libia y Siria, los políticos y medios occidentales utilizaron a comunidades pro occidentales exiliadas como instrumentos críticos de sus estrategias del cambio de régimen, fabricando narrativas que aseguraron el apoyo público occidental a las fuerzas antigubernamentales violentas. Promovieron grupos de exiliados como futuros gobiernos de una manera que habría sido impensable en Yemen, Bahréin o Irak, donde por su parte fuerzas especiales de EE.UU. siguieron entrenando y apoyando a las fuerzas del régimen mientras cometían atrocidades conocidas solo parcialmente por los consumidores de medios occidentales.

La percepción pública occidental del nuevo campo de batalla, Siria, se conformó por medio de una sofisticada operación de “guerra de información” que utilizó la cobertura mediática occidental para satanizar al gobierno sirio, legitimar informes no confirmados de grandes cantidades de víctimas civiles, transmitir a veces informes amañados por los “activistas sirios” [19] directamente a las salas de estar occidentales y presentar al público occidental la clásica falsa alternativa entre “hacer algo” y “no hacer nada”.

Desde el principio, EE.UU. y sus aliados apoyaron selectivamente al Ejército Libre Sirio (ELS) y al Consejo Nacional Sirio (CNS) en lugar de apoyar al Comité Nacional de Coordinación de las Fuerzas de Cambio Democrático (NCB) formado por la oposición política que salió a las calles de Siria en marzo de 2011. La narrativa de la “guerra de información” occidental de que los manifestantes pacíficos se vieron obligados a tomar armas por la severa represión del gobierno sirio ignora la clara distinción entre el NCB y el ELS, y no explica por qué al parecer esto solo ha ocurrido en Libia y Siria.

El NCB fue formado en junio de 2011 por 15 grupos opositores y varias personalidades independientes que dirigían las protestas antigubernamentales. Los tres principios fundamentales en los que se pusieron de acuerdo sólidamente son la no violencia, no sectarismo y oposición a la intervención extranjera en Siria. Su plan detallado para una transición política en Siria tiene muchos puntos comunes con el plan de paz de Kofi Annan, sugiriendo un amplio acuerdo sirio e internacional respecto a un camino hacia adelante que contradice las afirmaciones occidentales de que no existe una solución política y que el cambio de régimen violento es la única opción viable. Esos puntos comunes incluyen la liberación de prisioneros políticos; la retirada del ejército de las áreas urbanas; permitir el libre acceso a los periodistas extranjeros en todo el país y una transición política que conduzca a elecciones libres e imparciales.

Un estudio de los 15 partidos que componen el NCB ayuda a explicar el motivo por el cual los gobiernos capitalistas occidentales y sus aliados monárquicos árabes no lo apoyan. Está presidido por Hassan Abdul Azim, líder de la Unión Socialista Democrática Árabe e incluye al Partido Árabe de Trabajadores Revolucionarios; el Partido Comunista del Trabajo, el Partido Democrático Popular; Juntos por una Siria Libre Democrática; el Movimiento Socialista Árabe, y el Partido de Unión Siria; junto a cuatro partidos kurdos y varios partidos regionales.

El NCB tiene serias diferencias con el Consejo Nacional Sirio (CNS) basado en Turquía, que fue reconocido en la reunión de los “Amigos de Siria” el 1 de abril de 2012 como el “grupo aglutinador bajo el cual se están uniendo los grupos opositores”. A pesar de estas diferencias, el NCB ha tratado de colaborar con la oposición en el exilio respaldada por Occidente. Ha participado en reuniones con el CNS y otros grupos para tratar de desarrollar una oposición política unificada en Siria y las delegaciones del NCB han viajado a Moscú, Pekín, Teherán y otras capitales árabes y se han reunido con los embajadores occidentales en Siria.

En una entrevista con el periódico francés L'Humanite [21] el 29 de julio, preguntaron a Haytham Manna del NCB si el movimiento político pacífico y democrático que inició la revuelta en 2011 había sido arrebatado ahora por los grupos armados de mayoría islamista. Respondió (traducción del autor):
Los grupos armados y la solución militar adoptada por el régimen han erradicado la resistencia civil. Por lo tanto, sean cuales sean la fuerza y el número de manifestaciones pacíficas en la actualidad, son menos de una décima parte de lo que vimos hace un año. Hay una retirada de la acción pacífica. Y actualmente si hay una pequeña manifestación en una aldea, nadie presta atención, como si no significara ninguna diferencia. La acción militar se ha impuesto sobre el discurso político que podría reagrupar y crear una solución pacífica a corto plazo en Siria.
Cuando se le preguntó si las divisiones del NCB con el CNS y el ELS están debilitando la oposición, Manna respondió:

La idea de que había que construir algo desde el exterior debilitó lo que estaba sucediendo dentro del país. Pensaron que una estructura aparte del pueblo sirio podría representarlo a escala internacional. Pero es una estructura que no representa realmente la sociedad siria o las fuerzas políticas en el país, y lo que es más, depende de la voluntad de tres Estados: Francia, Turquía y Catar. El CNS, a pesar del apoyo financiero, diplomático y mediático que ha obtenido, no ha logrado su objetivo. Ahora hay una búsqueda de otra fórmula para unificar la oposición. Mientras tanto, los grupos armados han ganado terreno y se han radicalizado. Porque el dinero provino desde el principio de grupos salafistas. Esta “salafización” de algunos grupos militares nos ha llevado a la guerra civil. Por una parte, existe temor de extremismo en una sociedad moderada en la que coexisten 26 grupos religiosos y étnicos. La intervención extranjera, sea oficial o no, ha favorecido una tendencia ideológica islamista en detrimento de las fuerzas democráticas y seculares. También ha favorecido actos de venganza y asesinatos políticos sobre una base sectaria. Estos actos son manipulados e influenciados por movimientos yihadistas no sirios que comienzan a encontrar un sitio en el país y se coordinan con los grupos armados islamistas. El vacío del poder es un peligro, porque la resistencia civil está mal organizada o a menudo ausente debido a la presencia de los grupos armados. La solución política de un período de transición no existe. No hay acuerdo de una hoja de ruta entre diferentes fuerzas opositoras. Esta falta de coordinación favorece a los grupos islamistas más extremos. Los dirigentes seculares fueron asesinados por el régimen en los primeros meses, lo que abrió la puerta a los islamistas. Cuando se margina la solución política, se margina a las fuerzas democráticas.

Finalmente, L'Humanite preguntó a Manna por el plan Annan. Dijo:

Las propuestas de Annan constituyeron una probabilidad de una transición pacífica. Lamentablemente, Catar enterró desde el principio el plan y optó por militarizar la oposición. Las potencias occidentales también pensaban en un “Plan B”. Por lo tanto, sin apoyo regional e internacional, un plan semejante no puede tener éxito. Están dejando que las armas decidan el problema, sea el ejército leal o los grupos disidentes o islamistas. Pagaremos muy cara esta ausencia de una solución política. Estallan conflictos locales. Es un abono para una guerra civil que puede conducir a un gobierno de milicias, pero ciertamente no a la creación de un ejército que pueda proteger a la población en tiempos de transición.

Evidentemente, el plan de paz de Kofi Annan presentó un problema para lo que Haytham Manna calificó como el “Plan B” de Occidente. La instalación de un gobierno pro occidental en Siria como en Libia requiere fuerzas respaldadas por Occidente para lograr el control militar de Siria a fin de dictar ese resultado. Como en Libia, hay exiliados basados en Occidente que podrían reunir las condiciones necesarias y el CNS podría funcionar como “el grupo aglutinador bajo el cual se reúnen los grupos opositores”, como declararon los Amigos de Siria. Pero el tipo de transición política pacífica que preveía el plan de Kofi Annan no lograría ese resultado, hay todavía demasiado apoyo al gobierno baasista y la oposición política legítima dentro del país, tal como la representa el NCB, no favorecería una toma de poder occidental-islamista de Siria.

Por lo tanto el Plan B de Occidente parece requerir que Siria primero sea desgarrada por medio de una sangrienta guerra civil que matará a cientos de miles de personas, hasta que los sirios se desesperen tanto que la pérdida de su soberanía parezca un pequeño precio a pagar por la restauración de la paz. Por otra parte, el gobierno sirio está igualmente determinado a utilizar toda la fuerza necesaria para impedir que esto suceda. El esfuerzo de Lakhdar Brahimi para revisar y reavivar el plan de paz de Annan es una oportunidad final para que EE.UU. y sus aliados controlen a sus testaferros y retrocedan del borde del abismo. El gobierno sirio aceptó ese llamado a un alto el fuego durante los tres días de Eid al-Adha, pero una vez más, los rebeldes respaldados por Occidente lo rechazaron [22]. La escena está preparada para más derramamiento de sangre y más caos y las acciones del gobierno de EE.UU. han sido críticas, tal vez incluso decisivas, para arrojar al pueblo de Siria a esta crisis e impedir una solución pacífica.

Enlaces:

Nicolas J. S. Davies es autor de Blood On Our Hands: The American Invasion and Destruction of Iraq. Escribió el capítulo sobre “Obama en guerra” para el recién publicado libro Grading the 44th President: A Report Card on Barack Obama's First Term as a Progressive Leader.

Traducción: Germán Leyens (Rebelión)