México: ¿Vuelve la “dictadura perfecta”?
Aldo Giacometti
Le Monde diplomatique París
El recuento de votos confirmó el triunfo de Peña Nieto (PRI) inicialmente calificado de fraudulento por su opositor, López Obrador (PRD). Desenlace de una intensa campaña en un país atravesado por el narcotráfico.
l telegénico candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI, centro) Enrique Peña Nieto resultó vencedor en las elecciones presidenciales mexicanas del domingo 1º de julio, con el 38,14% de los votos, frente a Andrés Manuel López Obrador (31,64%), del Partido de la Revolución Democrática (PRD, izquierda); Josefina Vázquez Mota (25,4%), del Partido Acción Nacional (PAN, derecha); y Gabriel Quadri (2,3%), del Partido Nueva Alianza (PANAL, derecha) (1). López Obrador calificó el resultado como “fraudulento” y exigió un recuento de los votos. ¿Una primicia? No realmente, ni siquiera en el transcurso de los últimos treinta años…
6 de julio de 1988, 17.14 horas, los resultados preliminares de las elecciones presidenciales colocaban al fundador del PRD, Cuauhtémoc Cárdenas (2), confortablemente a la cabeza. Cárdenas se preparaba así para poner fin a cincuenta y nueve años de hegemonía del PRI… Pero sin tener en cuenta al hada buena del partido gobernante: a las 17.15 horas, una “falla” en el sistema informático del Registro Nacional de Electores interrumpió la recepción de los resultados. Cuando todo volvió a estar en orden, el adversario principal de Cárdenas, Carlos Salinas de Gortari, tenía una sorprendente ventaja sobre su adversario. Ya no la perdería.
Progreso relativo en la historia del PRI en el poder: el fraude electoral reemplazó a la designación directa del presidente a manos de su predecesor. Sin embargo, el dominio del partido del oxímoron no se encontró amenazado. En todo caso, no hasta el año 2000, cuando tuvo lugar una “transición” inédita: Vicente Fox, antiguo dirigente de Coca-Cola, resultó electo con los colores del PAN. Después de setenta y un años de poder ininterrumpido, llegó el fin de lo que el intelectual peruano Mario Vargas Llosa había dado en llamar la “dictadura perfecta”.
Si el sueño de la oligarquía no perdió entonces su serenidad, sería distinto seis años más tarde, cuando la población amenazara con elegir a López Obrador, quien prometía: “primero los pobres”. Nuevo toque de varita mágica: un “fraude masivo e indiscutible” (3) le quitó la victoria al candidato del PRD. Su adversario, Felipe Calderón, fue declarado vencedor con un margen del 0,56% de los votos. Y luego vino julio de 2012.
Déjà vu…
Incluso sin evocar las numerosas irregularidades durante la campaña y el escrutinio (compra de votos, voto coactivo en los lugares de trabajo, relleno de urnas, gastos de campaña no declarados, etc.), la evolución del conteo de votos durante la velada electoral del 1º de julio olió a déjà vu para los militantes del PRD. A lo largo de toda la noche, la distancia entre Peña Nieto y López Obrador permaneció estable, alrededor del 3-4%. “Hasta la madrugada. Entonces la diferencia subió de repente a siete puntos, sugiriendo un sobresalto en los votos de último minuto a favor del candidato a la cabeza, un fenómeno ya observado en 2006 cuando la tendencia de los votos López Obrador y Calderón se dio vuelta al final del recuento”, comenta la analista Laura Carlsen (4).
¿Pero Peña Nieto sólo podría deberle su victoria a un posible fraude? En 2012, 2,5 millones de votos (una distancia de alrededor del 3%) separan en efecto a los dos principales candidatos: este año entraron en juego otros factores.
Por un lado, la campaña de López Obrador, al frente de una coalición más dividida que en 2006, se pretendía “aglutinadora”. Ya no se trataba de anunciar una única prioridad –“primero los pobres”–, sino también de seducir al pequeño empresariado nacional, aplastado por monopolios que, según el Instituto Mexicano para la Competitividad, reducirían el crecimiento mexicano en 2,5 puntos por año (5). ¿El mensaje habrá seducido a una base electoral que, según los resultados de 2012, se apoyaría sobre todo en los más humildes?
Por el otro lado, la principal preocupación de los mexicanos sigue siendo la violencia, como muestra la investigación de Jean-François Boyer en la edición de julio de Le Monde Diplomatique (6). La “guerra contra el tráfico de drogas”, lanzada a partir de la llegada de Calderón al poder, tuvo como saldo un vergonzoso fracaso y más de 50.000 muertos. Ahora bien, según explica Boyer, en los hechos, la violencia criminal “estalló repentinamente a principios del año 2000, en medio de la transición política”: “(…) la mayoría de los altos funcionarios cómplices del crimen organizado fueron reemplazados. (…) Por primera vez en veinte años, los narcos se encontraban frente a una multitud de interlocutores políticos que, por diversas razones, ya no se sentían obligados por los acuerdos anteriores. (…) Las reglas del juego cambiaron: los carteles se enfrentaron para adueñarse de nuevos bastiones. México descubrió lo que se denomina la ‘guerra por las plazas’”. En un contexto de violencia exacerbada, una parte de la sociedad mexicana se habría sumado a la idea de devolver al poder a un partido considerado capaz de negociar y entenderse con los carteles.
En 2006, López Obrador y sus seguidores ocuparon el centro de la capital durante seis semanas para que se reconociera su victoria. Sin éxito. Este año contaron con un nuevo apoyo: el movimiento estudiantil “Yo soy 132” (7), nacido durante la campaña para denunciar el apoyo de los grandes medios de comunicación –con la cadena de televisión Televisa (alrededor del 70% de la audiencia) en primera fila– al candidato del PRI. Una investigación del diario británico The Guardian reveló que Televisa había recibido grandes sumas de dinero para “realzar la imagen nacional” de Peña Nieto, después de haber “elaborado una estrategia mediática destinada a atacar a Andrés Manuel López Obrador” en 2006 (8).
Después de haber multiplicado las manifestaciones en la calle, los estudiantes se propusieron una nueva misión: juntar suficientes pruebas de un fraude masivo para invalidar la victoria del PRI.
El resultado del recuento de votos, ¿significa el regreso de una “dictadura perfecta” en México?
1. Sobre la base del recuento del 98,95% de las mesas. El 2,4% restante corresponde a los votos impugnados o en blanco.
3. Véase Ignacio Ramonet, “México fracturado”, Le Monde Diplomatique, edición Cono Sur, Buenos Aires, agosto de 2006.
5. Véase Elisabeth Malkin y Simon Romero, “World Leaders Meet in a Mexico Now Giving Brazil a Run for Its Money”, The New York Times, 17-6-12.
6. Jean-François Boyer, “México: el Estado retrocede frente a los carteles”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, julio de 2012.
7. El nombre proviene de una manifestación organizada en contra de Enrique Peña Nieto en la Universidad Iberoamericana de Ciudad de México. Cuando el candidato del PRI denunció a los manifestantes como “falsos estudiantes”, ciento treinta y un estudiantes del grupo hicieron un video en el que mostraban sus libretas universitarias. El video suscitó una importante ola de solidaridad, y cada nuevo apoyo se presentaba como “el 132”.
8. Véase Jo Tuckman, “Computer files link TV dirty tricks to favourite for Mexico presidency”, The Guardian, Londres, 8-6-12.