El modelo: las perspectivas

Aldo Ferrer
Diario BAE


Hemos visto en notas anteriores que el modelo actual implica la transición desde el Estado neoliberal al Estado nacional. El consecuente cambio de las reglas del juego tiene fuertes repercusiones políticas en el frente interno y consecuencias importantes para las relaciones internacionales.
Es comprensible que los actores e intereses internos afectados por el cambio de rumbo constituyan un frente opositor al modelo.

Al mismo tiempo, en el contexto de renuncia de soberanía voluntaria implantado por el Estado neoliberal (a través de los convenios bilaterales de garantías de inversiones y la adhesión al CIADI), el modelo enfrenta también resistencias en la esfera internacional. Decisiones como la pesificación de los contratos, la reestructuración de la deuda externa, la anulación de concesiones de servicios públicos o la expropiación de YPF abrieron áreas de conflicto sobre cuestiones que, en países defensores de su soberanía, como Brasil, están reservadas a la esfera judicial doméstica, dentro del estado de derecho.

Asimismo, la vía heterodoxa que la Argentina emprendió para resolver su problema de deuda y la recuperación de autonomía frente al FMI, contradice los criterios dominantes en los mercados financieros y las políticas de los países centrales. Así se explican las notas de las agencias calificadoras de riesgo sobre el país y la falta de acceso al crédito internacional.
Nuestra experiencia histórica aconseja no desatender los desafíos que confronta un proyecto nacional y democrático de desarrollo. No alcanza con trastrocar las reglas del juego o pretender cambiar el rumbo, para desplegar el potencial del país, afianzar su soberanía y promover la inclusión social. En nuestra historia, proyectos renovadores fueron sucedidos por la restauración conservadora. Dicho en otros términos, no basta con patear el tablero del viejo orden. Es preciso organizar las piezas para el nuevo juego de la renovación emergente. Como evidencia, basta recordar los acontecimientos de 1930, 1955, 1962, 1966, 1976 y 1989.
¿Cuáles son, entonces, las fortalezas que respalda y los desafíos que confronta el modelo? Las primeras incluyen el potencial de recursos del país, el considerable nivel de ahorro y el bajo nivel de endeudamiento. Como lo destacó el Informe Okita sobre la economía argentina, elaborado durante la presidencia de Raúl Alfonsín, la Argentina es uno de los países mejor dotados del mundo en desarrollo, proveedor de insumos esenciales como alimentos y energía. Esto permite sostener una tasa de inversión y crecimiento elevada en condiciones de equilibrio de los pagos internacionales. Dentro de América latina y del mundo en desarrollo, existen pocos países con capacidad comparable a la de la Argentina, para desplegar un proyecto soberano de desarrollo nacional.
Los desafíos se plantean en dos campos interrelacionados: las ideas y la política económica. Respecto de las ideas, es necesario precisar la importancia relativa, por una parte, de las decisiones propias y, por la otra, la influencia de los acontecimientos internacionales. La crítica neoliberal, atribuye el crecimiento de la producción y el empleo, la resolución de la crisis de la deuda y otros logros del modelo, al “viento de cola”. Principalmente, al aumento de los precios y los términos de intercambio, de los alimentos y materias primas. en el comercio mundial. Estos hechos ejercen, una influencia positiva en la evolución de la economía argentina, pero fue esencialmente la recuperación del Estado nacional lo que hizo posible el comportamiento de la economía argentina desde la salida de la debacle del 2001/2002.
Actualmente, la crisis financiera internacional provoca repercusiones negativas sobre la economía argentina. La crítica neoliberal ignora este cambio de circunstancias. Atribuye la actual desaceleración del crecimiento de la economía, las tensiones en el mercado de cambios y la persistencia de una tasa de inflación mayor que la que conviene, exclusivamente, a la responsabilidad de la política económica. La conclusión es incorrecta y sectaria.
De todos modos, debe evitarse suponer que el “viento de frente” es el que explica los problemas actuales. En la economía real, la situación internacional influye, principalmente, por la desaceleración del crecimiento en el principal mercado externo, Brasil. En cambio, la demanda y los precios de los principales productos primarios exportados se mantienen firmes. En consecuencia, la influencia negativa sobre la demanda agregada, vía las exportaciones, es moderada en términos globales, aunque importante principalmente en el sector automotor.
A su vez, el contagio de la crisis internacional por la vía financiera, influye a través de las expectativas. El escenario global de incertidumbre acrecienta el mecanismo tradicional de dolarización de activos en el país. Sin embargo, dado el bajo nivel de deuda, el superávit del balance comercial, el nivel de reservas del Banco Central, una situación fiscal menos sólida pero no crítica y que el país se autofinancia con recursos propios, el “viento de frente” de la crisis financiera internacional tiene una influencia secundaria en el comportamiento actual de la economía argentina.
También, en la actualidad, debe buscarse, de fronteras para adentro, la causa principal de los problemas y las soluciones. No estamos frente a un escenario de debacle del orden mundial que arrastre al país, sino de una crisis sistémica, concentrada en las antiguas economías industriales del Atlántico Norte. Dentro del orden global multipolar, las economías emergentes de Asia, conservan un respetable ritmo de crecimiento. En conclusión, el modelo no está amenazado por acontecimientos inmanejables originados en el contexto externo.
La Argentina está en condiciones de consolidar el modelo, es decir, sostener su crecimiento autosustentable, aumentar el empleo y promover la equidad, a partir de la firmeza y claridad de las políticas del Estado nacional (en su dimensión federal) y la creación de espacios de rentabilidad para la inversión privada y el cambio tecnológico. Esto no es posible fuera del contexto de sólidos equilibrios macroeconómicos en las finanzas públicas y en los pagos internacionales, que contribuyan, a su vez, a una evolución razonable del nivel general de precios. Ésta es la condición necesaria para el ejercicio de la soberanía y, la misma, para crecer, dentro del orden global.

En esta materia, el modelo confronta el riesgo de acumulación de desvíos, cuyo aumento con el correr del tiempo, amenaza su sobrevivencia y el riesgo de la recaída en la ortodoxia. Nuestra experiencia y la internacional en esta materia, no es alentadora. La misma revela la escasa capacidad de los Estados de corregir preventivamente, a tiempo, los desvíos que amenazan el crecimiento y la estabilidad y, en el caso de países en desarrollo, como el nuestro, la inserción en el orden mundial, a partir del desarrollo soberano y la inclusión social.
Afortunadamente, todavía, en nuestro caso, se dispone de los medios necesarios para recuperar el autoabastecimiento de energía, fortalecer la competitividad y la solvencia fiscal, responder con eficacia las turbulencias internacionales y, por lo tanto, consolidar las políticas de desarrollo nacional y soberano, con inclusión social, que constituyen la esencia misma del modelo. La convocatoria de las mayorías nacionales y de las fuerzas creadoras de riqueza y empleo del trabajo y la producción, es el mayor desafío de la ingeniería política del modelo.