Dólar: La verdad política detrás de construcción mediatica

Claudio Hernández*
Politica Digital


Michel Foucoult, filósofo francés contemporáneo, consideraba a la verdad como una construcción del poder. Es decir, que la verdad es de aquél que logra imponerla como tal.

El poder real en nuestro país siempre ha estado en manos de unas pocas elites por lo general antidemocráticas por antonomasia que han buscado bajo la premisa del propio interés horadar la voluntad popular mediante golpes de estado y luego del advenimiento de la democracia por medio de golpes de mercado. Su efectividad ha sido asombrosa siempre enfrentados a gobiernos débiles sin capacidad política ni recursos suficientes para contrarrestar corridas financieras, lockouts agrarios, hiperinflaciones, etc.

En estas últimas semanas hemos asistido a una suerte de paranoia general alrededor del dólar orquestada y azuzada en perfecta armonía entre dos viejos conocidos del poder real vernáculo: los economistas de la City y los medios hegemónicos siempre aliados y serviles a los grupos económicos concentrados. Pero detrás de esta operación desestabilizadora hay un trasfondo no solo político y económico sino también ideológico y cultural. Para entender la locura alrededor de este fetiche es necesario conocer las razones que llevaron a nuestra nación a ser, por ejemplo, la segunda después de los Estados Unidos en posesión de dólares en el mundo y las verdaderas intenciones de devaluación que subyacen.

Bien conocidas son las crisis e inestabilidades económicas en los que nuestro país se ha visto inmerso a lo largo del siglo XX. En el marco de la división internacional del trabajo impuesta a finales del 1800 por la entonces potencia industrial dominante Inglaterra, a nuestro país le tocó en suerte el papel menor de ser abastecedor de materias primas bajo un modelo agroexportador. En manos de una oligarquía terrateniente ociosa y holgazana que vivía de las rentas extraordinarias de sus campos, la política no podía ir hacía otro lado que no fuera una alta concentración de la renta en las clases dominantes, una nula distribución de la riqueza, inexistente industrialización y el empobrecimiento extremo de las clases populares. La alta dependencia de los precios internacionales de las materias primas de nuestra economía en un contexto mundial de recesión luego de la primer posguerra y la gran depresión, con los mercados internacionales cerrados al comercio y con un proteccionismo extremo de las grandes metrópolis manufactureras hacia su industria y sector agrario, el modelo agroexportador se vio jaqueado dejando lugar una a imprescindible industrialización por sustitución de importaciones.

Este periodo caracterizado por el advenimiento de un nuevo sujeto político social- el proletariado industrial- sentó las bases del surgimiento de un mercado interno poderoso y dinámico que consumía todo lo que la incipiente industria producía, con índices altos de empleo y de consumo se empezaba a gestar el comienzo de un estado de bienestar.

Estado que tuvo como máximo exponente al Peronismo (1946-1955) donde los niveles de igualdad, justicia social y calidad de vida de la población nunca se volvieron a repetir a lo largo de la historia. Las siguientes décadas hasta 1973 transcurrieron entre golpes de estado caracterizados por su antiperonismo extremo y democracias ilegítimas que a duras penas lograron llevar adelante sus políticas de gobierno y se vieron subyugadas por el poder castrense.

Fue a partir de 1976 con el golpe cívico-militar que el dólar ingreso súbitamente en la vida de los argentinos. El modelo neoliberal aplicado por el ministro de economía José Alfredo Martinez de Hoz generó una inestabilidad económica sin precedentes, destrucción de todo el entramado industrial, crecimiento exponencial de la deuda externa, inflación (150 % anual promedio), reducción del salario real y una apertura indiscriminada al capital financiero especulativo. La recesión de la década del 80 tuvo un epílogo de hiperinflación descomunal (3 mil % anual) que desmoronó al gobierno constitucional de Raúl Alfonsín al cual podrá criticársele no haber tenido altura política para encauzar la solución económica por el lado de la heterodoxia, pero del que también hay que decir que los grandes poderes económicos le bajaron el pulgar con un fortísimo golpe de mercado.

Es decir que el nuevo modelo neoliberal de financiarización de la economía llegó para quedarse y encontró su representación política- vale aclarar que siempre el liberalismo económico encontró su curso en los gobiernos militares- en el Menemismo. Esta versión prostibularia del peronismo terminó la gran obra pensada por sus mentores primigenios.

Esta década marco no solo la profundización del modelo con privatizaciones ridículas, altísimas tasas de desempleo, record de pobreza e indigencia, deflación y desguace de la matriz productiva sino que inicio una etapa de dolarización que dura hasta la actualidad.

Esa imposición cultural importó lo peor del modelo anglosajón, el "déme dos" famoso de los Argentinos que tenían la suerte de tener empleo y viajaban al extranjero o manejaban un BMW sorprendió a propios y extraños pretendiendo torpemente que éramos un país del primer mundo. Todo eclosionó en 2001 con lo ya conocido.

La situación actual del dólar es paradigmática. El mundo capitalista está sumido en una profunda crisis económica y social sin precedentes. Las medidas tomadas por las grandes potencias para salvaguardar a los grandes capitales financieros amenazan con destruir 50 años de estados de bienestar. Las revueltas populares con alto impacto entre los jóvenes (quizá el sector más castigado) amenazan la democracia y los gobiernos giran entre políticas ortodoxas estériles que no hacen más que echarle combustible al fuego. Las potencias emergentes como Brasil, Rusia, India y China (BRIC) y las naciones latinoamericanas encabezadas por Argentina, han visto crecer sus economías a tasas altísimas durante los últimos 9 años, siendo el periodo más largo de crecimiento del que el continente tenga memoria.

El modelo de acumulación argentino caracterizado por un fuerte y sostenido crecimiento con inclusión ha llevado los índices de desarrollo económico a niveles sin precedentes. Para dar algunos números que den elocuencia a lo planteado citamos los siguientes:

La Argentina creció un 7.75% desde el 2003 a la fecha, los 20 años anteriores

Argentina creció en promedio el 1%.

El PBI per capita aumento 353% en 9 años.

La industria creció a un promedio de 8 % anual y la construcción un 13%.

Consumo creció 80% y la inversión bruta fija 200%.

Exportaciones crecieron 185% (84 mil millones).

Inversión paso del 14,3 al 24,5 del Producto Bruto.

5 millones de puesto de trabajo, 2,5 millones de jubilados, 3.9 millones de chicos cobrando la Asignación Universal por Hijo.

La desocupación se redujo del 24 % al 6%.

La pobreza se redujo del 54% al 6,5%.

El salario minino paso de $200 a $2300.

Jubilación minina paso de $150 a $1636. Del mismo modo Argentina cuenta con la cobertura jubilatoria más grande de América Latina con el 92 %.

Inversión en educación paso al 6,4 % del PBI.

Índice de desigualdad (GINI) pasó del 0,48 al 0,39.

Superávit comercial: 115 mil millones.

Superávit fiscal:172 mil millones.

Reservas aumentaron de 11 mil millones a 47 mil millones.

El desendeudamiento por 25 mil millones.

Manufacturas de origen industrial (MOI) aumentaron 200% y representan el 35% de las exportaciones.

- Deuda pública pasó del 130 % del PBI al 42%.

- Inversión publica 226 mil millones de pesos.

- 900 mil casas, 670 mil soluciones habitacionales, 1300 escuelas, 1000 kilómetros de rutas.

- Inversión en energía aumento un 50%.

- Trasferencias a las provincias subieron un 25 %.

(Datos suministrados por el jefe de gabinete de ministros Juan Manuel Abal Medina en su última concurrencia al Senado de la Nación. Mayo de 2012)

Estos índices dan cuenta de un cambio de época en nuestro país que debe ir acompañado por un cambio de paradigma cultural. Ante una coyuntura mundial de crisis en donde los mercados internacionales están reprimidos, con EE.UU. endeudado por encima del 100 % de su PBI y ante una eminente recesión europea con riesgo serio de abandono del Euro, el mundo está comenzando un progresivo abandono del billete verde como único medio de transacción comercial reemplazando, como China y Japón, por el uso de las monedas locales. El camino hacia un "pensar en pesos" implica primero conocer cuál ha sido el rendimiento de la moneda estadounidense como medio de atesoramiento en los últimos años. Frente a otros medios de ahorro como plazo fijo, compra de bonos o títulos públicos y ni que hablar de inversiones productivas, el dólar sin dudas fue una opción de pérdida de poder adquisitivo para el ahorrista conservador.

Si el argumento fuera resguardarse del aumento de precios, el dólar tampoco supera el examen ya que basta con hacer el cálculo de cuántos dólares compré en un momento determinado, cuál fue su evolución en el tiempo y cuánto dinero retiro al hacer la conversión y veremos que no existe tal resguardo.

Por último habría que evidenciar cuáles son los reales intereses que subyacen en esta sobredimensionada cuestión del dólar. Detrás de todo este entramado hay una fuerte intensión de devaluar el peso. Poner en tapa la cotización ilegal del dólar blue, recurrir a la repetición incansable de noticias relacionadas con la falsa escasez de dólares en la economía y demás operaciones solo buscan generar una psicosis generalizada que empuje al ciudadano a salir compulsivamente a hacerse del billete verde provocando lo que se denomina una corrida bancaria o fuga de capitales del sistema financiero.

Cuando el gobierno no posee suficientes reservas en dólares para hacer frente a esa arremetida deviene el desastre y la obra desestabilizadora encuentra su objetivo. Debido al sostenido superávit fiscal y comercial de los últimos años y a una política de desendeudamiento sin precedentes que permitió recuperar la soberanía política y la independencia económica tan necesarias para la gobernabilidad, hoy el estado de la economía es saludable y previsible.

El camino hacia un nuevo paradigma cultural es arduo y requiere del esfuerzo y la responsabilidad de todos los argentinos por igual.

Una nueva batalla que sin duda tendrá detractores que buscarán mantener el status quo imperante aunque el pueblo afortunadamente sabe donde no quiere volver.


*Asociación Nuevos Espacios Ciudadanos Centro de Investigaciones Económicas y Políticas para el desarrollo de la Industria Nacional-CIEPDIN.