Democratización de la palabra y afianzamiento político: Tiempo de descuento



 Ernesto Espeche 
APAS

Existe una relación posible entre las definiciones de Moyano, las indefiniciones de Scioli y la inminente e irreversible desmonopolización mediática. Dividir el frente político oficialista: la última gran arremetida de las corporaciones.

La cuenta regresiva hacia el 7 de diciembre se percibe en el sistema de medios hegemónicos. A medida que se acerca la fecha fijada por la Corte Suprema de la Nación para la efectiva vigencia del artículo 161, las operaciones desestabilizadoras aumentan su tenor. 

Las corporaciones de la comunicación -erigidas en centros estratégicos de articulación opositora- entienden que los tiempos se agotan. Ya nada será como hasta ahora: su eficacia en la formación de opinión pública y climas sociales sucumbirá, finalmente, ante los imperativos de la democracia. 

La última gran apuesta del poder mediático es enfrentar al gobierno nacional con sectores sindicales y gobiernos provinciales. Bajo los límites de la lógica televisiva, se fogonea la idea de aislamiento de la presidenta Cristina Fernández respecto de los puntales de su armado político. Hugo Moyano y Daniel Scioli no quisieron ni supieron escapar a un trazado político que los subordina a intereses que exceden en demasía las particularidades de sus espacios. 

Se pretende generar un clima de disgregación y achicamiento del entorno oficial. El combo incluye, de modo alternado, denuncias infundadas de corrupción, datos imprecisos sobre estancamiento económico y alarmas estruendosas sobre la estabilidad cambiaria. 

La explicación certera de todos los males que aquejan al país están, siguiendo esa lógica, en una "obstinada e imprudente soberbia presidencial". Eso fue lo que repitió Moyano cuando tuvo que asumir y fundamentar públicamente su nuevo lugar en el tablero político. Eso mismo le permite a Scioli presentar su habitual constipación ideológica como una virtud. Nada nuevo, si entendemos que la letra para los diferentes armados opositores se escribe, primero, en las páginas de los medios hegemónicos. 

Decimos "medios hegemónicos" sin, con ello, apelar solo a una definición de moda. Son hegemónicos, en el sentido estricto del término, porque logran imponer sus valores como los valores de un conjunto más amplio (en este caso, el arco opositor), porque definen una estrategia capaz de subordinar a las prácticas y los discursos de un grupo de dirigentes y porque sus ideas de la realidad tienen cierto impacto en un sector de la sociedad. 

En este escenario, no hay gestos ni pronunciamientos emitidos desde cualquier tribuna opositora que no tenga la impronta de los diseños mediáticos. Nada de lo que diga o haga desde las heterogéneas entrañas del abanico opositor queda fuera de las grandes definiciones de las corporaciones mediáticas. Así, por más que el propio Moyano se esfuerce en decir que no le teme a "ningún funcionario ni a ningún monopolio", los ejes de su discurso en el estadio de Ferro -y los anteriores- fueron los mismos con los que día a día se ataca al Gobierno Nacional desde Clarín: "soberbia, aislamiento y falta de diálogo".

Es esa capacidad hegemónica la que se verá afectada en poco tiempo. El impacto de las corporaciones sobre la opinión pública será menor en la medida en que se democratice el mapa de medios. También es presumible -y esperable- que ese desplazamiento se traduzca en una mayor autonomía de los espacios de organización política -sea cual fuere su posición en la coyuntura- respecto de las megaempresas productoras de consensos. De eso se trata, en definitiva, la tan mentada recuperación de la política en los últimos años.

(*) El autor es Director de APAS, docente e investigador universitario, Doctor en Comunicación de la UNLP y director de Radio Nacional Mendoza